Casual o no, en este momento sufro una contracción muscular en el hombro, por lo que estoy impedido a escribir, y estas pocas líneas representan mi intento de decir que también yo estoy en Israel y no sólo Donald Trump, quien aterrizará en una hora, más o menos, y al parecer con retraso de treinta minutos.
Once mil policías garantizan la seguridad del presidente de Estados Unidos y mientras tanto informan de un coche que atropelló transeúntes en Tel Aviv. Se sospecha que es un atentado. Símbolo que la paz no está llegando con Trump. No dudo que se intentará vestir este atentado como un accidente y no como un atentado.
También es simbólico que Trump decidiera visitar Arabia Saudita, Israel y el Vaticano, esperando que la religión o las religiones musulmana, judía y católica logren algo que los diplomáticos, los ejércitos y los terroristas no han logrado. En realidad, ya no sabemos que se está buscando. Creo que la paz entre los palestinos y los israelíes.
Gracias a Trump en su visita a Arabia Saudita sabemos que hay musulmanes buenos, y son los sunitas. Es un cambio sustancial en la percepción del mundo de Trump. Hace muy poco, para él todos los musulmanes eran malos. ¿Será que las inversiones de Arabia Saudita en Estados Unidos y un excelente contrato de ventas de armas de este país a Arabia Saudita, lograron cambiar la opinión del presidente?
No me dejan de sorprender las cálidas palabras del régimen saudí por la igualdad que tienen las mujeres.
El amor que Donald Trump manifestó por Israel en la campaña electoral aún no se ha traducido en hechos y dudo que lo haga.
La visita no deja de ser un castigo para el pueblo en general y para los conductores en particular por el cierre de calles y rutas. Seguramente también es un castigo para los turistas que visitan el Santo Sepulcro o el Muro de los Lamentos justo un día como hoy.
Como argentino no deja de enorgullecerme que un argentino, el Papa Francisco, lo recibirá en el Vaticano.
Desde Ashkelon, frente a la T.V.