Los historiadores de arte ahora tienen vocación de novelistas o de estafadores. Quieren ser más famosos que Leonardo y más ricos que Dan Brown y están escribiendo su propio código Da Vinci.
Hemos ido de una arbitrariedad a otra. Por fin cancelaron la mutilación del mural de Vasari en el Palacio Vecchio de Florencia, porque los historiadores sostenían la idea cargada de marketing de que detrás de esa pintura se encuentra el mítico fresco de Leonardo Da Vinci de la Batalla de Anghiari. Vasari, que además de pintor, fue historiador, en su libro “Vida de los más excelentes pintores, escultores y arquitectos”, jamás mencionó que detrás su propio mural hubiera uno de Leonardo.
Teniendo en cuenta que era una costumbre borrar los murales y sustituirlos por otros, si el de Leonardo quedó inconcluso, como muchas de sus obras, es casi seguro fuera destruido antes de que Vasarí tomara el muro. Luego el Salvatore Mundi, que contraviene una de las reglas elementales de pintura de Leonardo: nunca pintar al modelo de frente.
Da Vinci dice que debe haber movimiento, un giro en la cabeza o en el torso, para que no parezcan cadáveres. Después, la increíble historia de la Gioconda española, atribuida a un alumno y que su único valor es que afirman, sin bases, que fue pintada al mismo tiempo que la original. Ahora encuentran a una Gioconda ¡joven! Se supone que estaba oculta en una caja fuerte de un banco suizo. Las pistas para saber la historia de esa pintura están en los diarios y notas del conocedor de arte Hugh Blaker escritas en el inicio del siglo XX y extraviadas cuando sus originales fueron enviados a una dirección en Washington que no existió nunca.
Hasta aquí el plot de la novela está perfecto. Sin pruebas del engaño, no hay engaño. Si analizamos la información que nos dejó Vasari sobre la creación de esta pintura, en la que trabajó por años Leonardo, no hay una sola nota de que hiciera dos versiones. Los expertos metidos a novelistas dicen que Leonardo hizo copias de sus propias pinturas: La Virgen de las Rocas y la Virgen de la Rueca. Esto no justifica la realización de una Gioconda joven.
Primero: es factible hacer copias de pinturas de interés general como lo es una escena religiosa.
Segundo: la Gioconda es un retrato, por lo tanto interesa sólo al que la comisionó o al modelo.
Tercero: una Gioconda joven no es una versión o una copia, es otra pintura.
Cuarto: entre el tiempo que le tomaba a Leonardo pintar, era muy lento y la edad de la Gioconda, no hay forma de que hubiera posibilidad de hacer dos pinturas. Este encargo es uno de los últimos de la vida del artista.
Quinto: Leonardo nunca entregó la pintura a Francesco Bartolomeo del Giocondo, no tiene sentido que hiciera otra más.