Selfie o el don nadie

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El privilegio que da la moda es que la podemos seguir sin pensar. Es un descanso intelectual, una forma de apagar nuestra capacidad de análisis. La imitación evita el compromiso de tomar decisiones y ejercer la individualidad, la masa absorbe y acoge a quien quiera integrarse para hacer más imponente el volumen, y con esto afianzar su legitimidad.

El arte contemporáneo VIP a descubierto a través de las masas que practican el selfie una forma de expresión de lo moderno de ahorita mismo, que es todo su tema y su razón de ser. Los autorretratos fotográficos existen desde que se inventó el daguerrotipo en el siglo XIX. Esto no importa porque lo de ahora es más arte porque está fuera de foco. Los artistas no son originales o inventivos al seguir esta moda, al contrario, se diluyen entre los millones que lo hacen, se mimetizan.

El tema de selfie es empoderarse a sí mismo. Tener una imagen del rostro a una distancia que, por lo general lo distorsiona, y poderlo mostrar en las redes sociales le está dando existencia ilusoria a mucha gente. Una de las fantasías de ser famoso es el acoso de los fotógrafos, ser perseguido por los fans y que les roben una fotografía, con esta moda la gente se está convirtiendo en su propio fan y en su propio paparazzi. Se persiguen aunque no le interesan al resto de los mortales, y creen, gracias al efecto de la publicidad, que sus fotos en la red los convertirán en alguien.

Los selfie-adictos sueñan en ser conocidos en este mundo en el que el anonimato es una condición universal, es una de las pocas cosas que nos igualan, la mayoría somos nadie. Ser, existir en términos de fama exige alcanzar un ranking imposible, por ejemplo, un escritor puede creer que es famoso y si se compara con los deportistas o cantantes su puesto cae estrepitosamente, y peor aun, es reconocido por un grupito que incide poco en que sea más famoso.

Con los millones de selfies que están subidos en las redes sociales es prácticamente imposible que alguien exista pero la ilusión de fotografiarse acerca levemente a la sensación de ser solicitado. Los selfie-adictos no dejan ir un instante sin documentar su existencia, sin perseguirse, sin mirarse. El espejo nos da una imagen efímera y en cambio la fotografía nos deja un testimonio.

En el MoMA de Nueva York un artista chino expuso cientos de fotografías que registraban su propio rostro y cómo le iba creciendo la barba y el cabello, algo que carece de valor artístico o intelectual, pero fotografiarlo lo convirtió en obra de arte. Cada día millones de personas se fotografían a sí mismos, se provocan una curiosidad artificial, se arraigan en esa inseguridad que obliga a revisarse, a verse y dejar un testimonio. Tenemos una nueva adicción, un nuevo motivo para que la tecnología venda más objetos y lo hace jugando con la debilidad, con la escasa autoestima de la gente.

Kim Kardashian fotografía en cada momento su culo, es su negocio, lo explota, ¿Cuántos culos más le interesan al mundo?

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