¿Ser figuras? Primera parte

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Hace algunos años, resaltaba un gran letrero a la entrada de la Casa del Campo en la Escuela de Tauromaquia de Madrid: “Llegar a figura del toreo es casi un milagro”.  Cada vez que volvía a leer o recordaba esas palabras, en mi interior resonaba la voz de mi papá, Arenero, quien me decía que “Uno entre 10,000 que intentan ser toreros llegan a figurar”; y vaya que sabía de lo que estaba hablando. Quien lo conoció, sabe que mi padre intentó ser matador de toros y figura también. Tiempo después, me enteré que la frase de aquel letrero madrileño también tenía autor: Santiago Martí, El Viti, poseedor del mayor número de salidas a hombros de Las Ventas y quien el año pasado cumplió cincuenta años de alternativa.

Ser figura del toreo implica disposición, carisma, vocación, dedicación, inversión, suerte, carácter, conocimiento, picardía, intuición y cosas tan inasibles como el duende que funciona con tanta armonía y sincronía. Dicho esto, cabría devolverle la dimensión humana al asunto recordando aquella historia del hombre que día tras día iba a la parroquia de su pueblo a pedirle a Dios que lo hiciera rico, sin que este se lo concediera. Cansado Dios de tanta insistencia, un día le contestó: “Hijo, siquiera compra el billete de lotería”.

Regresando a los toros, habrá quien se pregunte dónde rayos se puede conseguir un billete de lotería con semejante carga de suerte para propulsar la carrera de un matador de toros hasta el grado de figura. La respuesta es compleja, pero mis argumentos en la segunda parte.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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