Un día llegó a mi casa un pobre hombre pidiendo ayuda porque no era de aquí y no tenía para comer y, como seguramente muchos lo hemos hecho, le di unas monedas (aunque sabía que con ello en poco o nada se resolverían sus problemas), luego llegó una señora pidiendo una ayuda para comprar sus medicinas, hice lo mismo sabiendo de nueva cuenta que mi ayuda era una falsa solución a sus problemas de salud.
Días después llegó otra persona pidiendo ayuda por “x” motivos, y así ha sucedido los últimos treinta años que tengo viviendo en el mismo domicilio, pasa el señor que canta una fracción de una canción y pide ayuda, pasan niños, niñas, jóvenes, no tan jóvenes y viejos. Ni qué decir que en cada crucero, me topo con alguien con alguna discapacidad o sin ella pidiendo una ayuda.
La enfermedad, la pobreza y, en general, las necesidades insatisfechas de otros siempre nos conmueven, supongo que como yo muchos hemos entregado (en muchas ocasiones) algunas monedas, un poco como un gesto de solidaridad, otro poco porque se nos arruga el corazón. Sin embargo, en el fondo todos sabemos que nuestro mínimo apoyo no es una solución real, todos sabemos que esa “ayuda” no es más que un gesto de caridad, que no podemos decir que sea malo, pero sí insuficiente.
Me queda claro que la solidaridad es uno de los valores más importantes en una sociedad, pero cuando las necesidades son tan grandes y cuando el Estado no hace bien su trabajo, estas necesidades no satisfechas recaen en la misma sociedad.
Después de un tiempo, ya me era costumbre “ayudar” a esa señora o a ese señor que de manera reiterada pasaban por mi casa, siempre lo hice pensando que aunque no se resolvían verdaderamente sus problemas, en algo contribuía yo a que esas personas sufrieran un poco menos.
Ahora bien, algún día no pude (o no quise ayudar) y más de una de esas personas a las que reiteradamente había ayudado, y quienes siempre me daban las gracias, me empezaron a mirar con coraje. “¿Por qué ya no nos ayudas?”, me llegaron a increpar.
Siguieron llegando a mi domicilio, y un día uno de ellos, argumentando que no tenía techo, se quedó en mi cochera, me dijo que sólo sería por una noche, que tuviera compasión. Lo hice, pero unos días después ya estaban en mi cochera varias personas, eran familiares de aquél que me pidió refugio por una noche.
Empezaron a ocupar cada día más espacio en mi casa, tomaban agua de la llave que está en el exterior, pero se corrió la voz y al paso de un tiempo, había ya dos familias en mi cochera. Un día me pidieron entrar a mi domicilio a lo que me opuse, y entonces pasé a ser un tirano, un insensible, una persona sin el mínimo sentimiento de solidaridad. Les expliqué que yo ahí vivía y que tenía treinta años no sólo viviendo sino pagando la hipoteca de esa casa, les expliqué que al interior y por los espacios no podríamos vivir varias familias, y que además cada habitación estaba destinada a algún miembro de mi familia
Fue entonces que me acusaron de ser un cerdo capitalista, un egoísta al que no le importaba el dolor y la necesidad ajena. Ese día con mucha dificultad pude entrar a mi casa y cerré la puerta, no sabía qué hacer.
Al día siguiente, ya no eran unas cuantas personas, ya eran al menos un par de decenas que, argumentando su pobreza (la que indudablemente era cierta) exigían entrar a mi domicilio, quise negociar, volví a mi discurso de la hipoteca, les expliqué que ésa, que yo llamaba mi casa, no había acabado de pagársela al banco, que entendía su situación, pero que nada podía yo hacer al respecto.
De frente a mis argumentos, la respuesta fue colérica, tumbaron la reja de la entrada y sin poder oponerme, ahora mi casa está ocupada.
La prensa dio cuenta de mi situación, y muchos editorialistas hicieron sesudas reflexiones, unos invocaron a Marx, a Lenin, a Mao Zedong y a no sé cuantos más personajes históricos para justificar que yo, efectivamente, era un cerdo capitalista, de esos que sólo buscan su bienestar, ignorando las necesidades de los demás. Otros por el contrario, usando argumentos de Adam Smith y John Locke, me daban la razón, argumentando mi derecho al disfrute de la propiedad privada.
Yo, en medio de tales disquisiciones, sólo pensaba que lo único que deseaba era vivir en paz, creía, más allá del capitalismo o el socialismo, que lo habitual en Rusia o en Japón es que el dueño de la casa, es quien decide a quién invita a pasar a su domicilio. En tal situación mi mente estaba confundida y no entendía por qué un grupo de personas a quien yo realmente ni siquiera conocía, se habían auto-invitado a entrar (violentamente y en contra de mi voluntad) y disponer de mi casa y de lo que en ella se encontraba. El resto de la historia mejor ni lo cuento, esas personas con el argumento de su situación, empezaron a vender mis cosas, a maltratar mis muebles y mi casa y peor aún, empezaron a invitar a otros más a que entraran en ella.
Hoy me he convertido en un monstruo, en un ser socialmente reprobable por insensible, represento lo peor del capitalismo, soy el ejemplo típico de eso que los intelectuales llaman neoliberalismo, ya que con mis actitudes, dicen, promuevo la pobreza y la desigualdad.
Debo decir que yo sólo quería vivir y “dar una ayuda” cuando mis circunstancias me lo permitían, yo sólo quería terminar de pagar mi hipoteca y así poder decir, después de treinta años de esfuerzo, finalmente esta casa es mía.
Últimas reflexiones:
La pobreza en los pueblos y en las naciones es más producto de malos e ineficientes gobiernos, independientemente de socialismos o capitalismos, esto no lo digo yo, lo dice la historia.
La pobreza latinoamericana es, sin duda, producto de los malos y en muchos de los casos, corruptos gobiernos, entiendo las necesidades de las personas, pero creo que incluso en los casos de pobreza, ésta tampoco puede ser invocada para atropellar los derechos de los otros.
**** Cualquier parecido entre esta historia y las demandas de la caravana de migrantes centroamericanos, que entraron al país usando la fuerza de la multitud, es mera coincidencia.
Y ASI SERA CALIFICADO EEUU. COMO UN CERDO CAPITALISTA, Y CUANDO LOS MIGRANTES SE DEN CUENTA DE QUE NO PUDIERON ENTRAR A EEUU SE QUEDARAN EN MEXICO EXIGIENDO DERECHOS QUE LE CORRESPONDE A SUS PAISES ATENDER Y SEREMOS LLAMADOS CERDOS CAPITALISTAS.