“Tío Vania”: “to know and feel too much within”

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No sé por dónde empezar. Quiero hablar de “Tío Vania”, del “Tío Vania” que se presenta en el Teatro El Milagro. No quiero caer en las mismas categorías para reseñar el espectáculo, esta vez quisiera hablar de la grandeza del montaje debido a sus efectos entre quienes lo observan.

Quiero explicar por qué esta obra hoy vuelve a ser importante. Por eso no sé por dónde empezar. Lo más sensato sería hablar de la historia para aquéllos que no tienen idea de este hito. Alexander visita a su ex cuñado, Iván (el tío Vania), en la hacienda donde trabaja. Regresa a este lugar por problemas financieros y de salud después de una prolífica carrera como profesor y crítico de arte.

Alexander, cansado y decepcionado de la vida, no sólo se enfrentará a la amargura y frustración de Iván, sino también a la tristeza de su hija, Sonia, atrapada en un alma nostálgica con sueños rotos. Todas estas relaciones detenidas por la distancia volverán a surgir con mayor fuerza cuando Elena, la nueva esposa de Alexander, también llega a la casa para cuidar a su marido.

“Tío Vania” fue escrita por Antón Chéjov en 1899 y representada en 1900. En aquel momento fue criticado por imprimirle a sus personajes una desmedida tristeza. Alexander, Iván, Sonia, la propia Elena y todos los personajes que faltan por mencionar se ahogan en la amargura y el sufrimiento. ¿Por qué? ¿Cuál es el verdadero conflicto? ¿Por qué en el México del 2013 es interesante ver un aparente cuadro de depresiones?

People tell me it´s a sin to know and feel too much within” escribe Bob Dylan en “Simple twist of fate” para hablar sobre su divorcio pero también son las palabras más justas para explicar la genialidad y la condena de alguien como Chéjov. Genialidad porque es el primer autor en escribir sobre el dolor de una forma tan directa y personal; de representarlo como una sombra que se aferra a la cotidianidad y consume lentamente nuestros deseos.

Condena porque a la mayoría no le interesa enfrentar esas pequeñas incomodidades del día a día. A nadie le gusta sentirse vulnerable al reconocer que esa amargura a cuentagotas es síntoma de grandes tristezas irresueltas. Todos los personajes del universo chejoviano tienen como su principal enemigo a ellos mismos porque son incapaces de salirse de un círculo de sufrimiento.

Por eso Chéjov le viene muy bien a un México donde todos se hacen de la vista gorda y la tristeza se encapsula en la vida cotidiana. “Tío Vania” plantea un escenario donde sus personajes no pueden sentirse vivos porque todos sus deseos están condenados a la muerte.

Cargan su dolor en cada desayuno, en cada abandono, en cada reencuentro y en cada noche. La propuesta de David Olguín en El Milagro busca acentuar una atmósfera sofocante para que el espectador pueda sentir la desesperación de establecer relaciones consumidas por demonios interiores.

Plantea un montaje explosivo donde se hace demasiado evidente el cuerpo y la voz de sus actores. El mundo interior sale a flote mediante acciones físicas que enfatizan las conflictos. El mayor logro de Olguín como director es generar justas cadenas de movimiento para encontrar un punto climático en cada escena y así crecer la tensión dramática.

El escenario abandonado y viejo es una plástica congruente con la anécdota. La forma de iluminar busca retratar rostros cansados y miradas llenas de preocupación. La ropa gruesa y pesada del vestuario no sirve para el calor que constantemente se menciona en la obra sino para protegerse del frío interior de cada uno de los personajes. Se protegen de ellos mismos.

El mejor momento de la obra viene cuando todo se ilumina con velas. En ese momento la tensión dramática sube al máximo y se descubre la vulnerabilidad escondida; la oscuridad es un recurso bien aprovechado para hacer un contraste con la brillantez de la acción dramática. Olguín acierta porque entiende la predilección de Chéjov por los personajes femeninos y plantea un ritmo y tempo especiales para el primer encuentro entre Sonia y Elena que sucede ahí.

El cuadro de actores está a la altura del texto. Aplican justamente fuerza e intensidad en cada escena. Es formidable su trabajo en las miradas (si están dispuestos siéntense en las primeras filas para apreciarlo) porque direccionan su línea de pensamiento a los personajes adecuados y se generan grandes momentos de tensión. El trabajo vocal y corporal es preciso.

Vale la pena decir que entre las filas de la compañía está la gran Laura Almela. Ella es una de las mejores actrices de México (está en el top 3) y con su interpretación de Elena vuelve a conmover y sorprender. Siempre logra un equilibrio perfecto entre el mundo interior y las reacciones físicas; verla en escena nos devuelve la fe en el teatro y sus poderosos efectos terapéuticos.

“Tío Vania” en México, en El Milagro, es un acontecimiento extraordinario. Sean cómplices de Chéjov para escaparnos del sinsentido y encontrar un refugio. Con su obra se descubre una nueva manera de entender el mundo y nuestra propia existencia al encontrar en escena a seres tan parecidos a los humanos que hasta parecen reales. Tal vez, con Vania, no es un pecado sentir demasiado.

 

“Tío Vania”

De: Antón Chéjov

Dirección: David Olguín

Teatro El Milagro (Milán 24, colonia Juárez)

Jueves y viernes 20:30 hrs., sábados 19:00 hrs. y domingos 18:00 hrs.

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