La razón de ser del capitalismo, y del ahora renovado neoliberalismo, es la diferencia de clases, la “motivación” de tener lo que otros tienen, la estigmatización de fracaso, el enaltecimiento del “éxito”, son el motor de su progreso. Parásitos, la película del director de Corea del Sur, Bong Joon-Ho, se muestra como una crítica al capitalismo y, sin embargo, va mucho más allá.
La historia reúne a dos familias, que viven en circunstancias completamente opuestas: una familia que habita en un sótano en ínfimas condiciones, con empleos temporales, carecen de Internet y sueñan con tener wifi en toda la casa, comen fast food, la madre fue medallista olímpica y escapó de Corea del Norte, con dos hijos talentosos, el hijo habla perfectamente inglés. La otra familia es muy rica, vive con lujos inimaginables para una mayoría social, dos hijos pequeños, coches europeos, sirvientes. La lucha de clases; las familias representan las diferencias sociales, una es la antítesis de la otra. El drama desata la ambición humana, de lo que somos capaces por ascender de estatus, que es justamente lo que el sistema quiere que hagamos. La familia pobre entra en la vida de la familia rica, haciendo a un lado a los sirvientes con trampas y difamaciones, eso es válido en un sistema donde la ética es un estorbo para alcanzar el éxito. La familia rica los integra como parte de sus lujos, ellos no son humanos, son herramientas que hacen su vida más fácil, para eso es el dinero. El progreso significa que entre menos hagamos, más avanzados estamos, y el dinero compra tiempo que a los ricos les permite delegar tareas para estudiar, viajar, vestir mejor, verse bien, ésa es la gran diferencia, unos usan su tiempo para trabajar y sobrevivir, y otros lo usan para ser felices.
En una metáfora de la perdición, del caos que destruirá a las dos familias, una gran tormenta inunda la ciudad, los ricos viven en la cúspide de la montaña, ven la lluvia desde su hermoso jardín, los pobres bajan hasta su casa, es un trayecto doloroso y denigrante, al llegar, su sótano está inundado y sus pocas pertenecías, entre ellas la medalla de la madre, están perdidas en el agua. Las diferencias están en la forma de vivir y padecer la realidad, del juego del sistema que hace de los privilegios de unos los motivos de otros. La idea de un sistema más justo es ilusoria, la injusticia es su razón de ser, en un momento de la historia, el padre pobre dice “nunca tengo un plan, el que hace planes puede fallar, sin plan no hay fallas”, sin dinero no podemos controlar la vida, a más dinero más planeación y prevención.
La crítica es rebasada por la estética, la película es elegante, las actuaciones son teatrales, la musicalización lleva una edición virtuosa, es una lección ver un argumento sólido sin panfletarismo, sin el maniqueísmo de buenos o malos. Es la tragedia de vivir en la utopía de la injusticia generalizada, que los humanos hemos inventado para someternos a la autoexplotación que detona la autoestima.