Desde el rojo vivo de la fragua a la templanza de los más duros metales, así es el carácter del escultor Hersúa (1940).
Hemos estado en comunicación durante estos meses de cerco sanitario, en los que ocurrió que Hersúa ha sido nombrado Premio Nacional de Arte 2020, lo que nos ha dado motivo para platicar abiertamente acerca de su trayectoria.
Me dice con enorme sencillez, “me ha buscado tanta gente que muchas de las veces no sé quiénes son. ¿Cómo es qué tantas personas conocen las obras? Me sorprende ya que nunca pensé que tan nutridos y diversos públicos supieran de mí. En verdad es algo que no esperaba, me siento bien, muy contento en medio de esta pandemia. Nosotros somos lo que hacemos, un artista se muere trabajando.
Recuerda sus años de infancia, “yo nací en Sonora, pero se trasladó toda la familia a Guasave, Sinaloa; fuimos nueve hermanos, siempre fui muy rebelde, no coincidía con la manera de pensar, mi madre, era muy estricta por así decirlo, de alguna manera creían los padres que los hijos en algún momento deberíamos ser el soporte económico de ellos, yo no estaba de acuerdo y en cuanto tuve oportunidad me salí de ahí y vine al Distrito Federal, entré a San Carlos, me llamaba la atención la pintura, inclusive gané algunos premios ya estando en la escuela, en ese entonces estudiaba pintura, grabado y escultura. Recuerdo entre mis maestros a Antonio Rodríguez Luna (1910 -1985) y Adolfo Mexiac (1927 -2019), como sobresalientes. Me llamaba mucho la atención la pintura, sin embargo, tú lo sabes, siempre me ha gustado experimentar.
“En algún momento descubrí que la escultura a diferencia de otras disciplinas forma parte del ambiente real, el cual a su vez es muy generoso, que la vida se hace caminando, puedes observar, cambiar de lugar y descubrir cosas que desde la otra parte no se ven. Recuerdo un pensamiento de Kandinsky que dice: ‘la espiritualidad mora en la escultura, porque una parte de tu espíritu está ahí’. Por eso me gusta mucho el lema de ‘Por mi raza hablará el espíritu’. Ese pensamiento está permanentemente en mí. Que, por cierto, tres de los galardonados somos de la UNAM, así lo escribieron en la Gaceta.
“Durante mucho tiempo desde la escuela inicié con ambientaciones, a las que hoy llaman instalaciones, la falta de presupuesto me obligaba a experimentar, a pensar diferente, el cartón fue una alternativa dentro de muchos otros materiales que utilicé. Presenté exposiciones con estas características, sólo por mencionar algunas vienen a mi memoria la exposición colectiva en el Museo de Arte Contemporáneo (MUAC), en 1968, relacionada el movimiento político–social, La Era de la Discrepancia, del II Salón de los Independientes, la universidad fue el centro de la historia, fue un momento clave para nuestro país, fueron también diversos y muy importantes los motivos de esta exposición, no sobra resaltar la falta que había y continúa habiendo sobre la investigación acerca de la producción estética nacional, en ese entonces llegaba hasta la mitad del siglo XX, muy sesgada, yo era muy joven.
“Imagínate en mi recorrido la cantidad de exposiciones en las que he participado, otro ejemplo que disfruto mucho es la exposición en el Palacio de Bellas Artes, que iniciaba con un laberinto que al final de éste te encontrabas con otra parte de la obra idéntica al de la entrada, la gente se confundía y se regresaba. Esta exposición fue controversial, otros artistas decían que esto no era escultura, ¿quién puede determinar qué es y no es? Ahora con el tiempo permanecen las obras, ahí están.
¿Cómo fue tu participación en el Espacio Escultórico de la UNAM? “Fue durante la presidencia de José López Portillo, México estaba aparentemente con mucho dinero por el tema del petróleo y el Rector de la UNAM se acercó al Presidente para conseguir recursos con motivo del 70 Aniversario de la Autonomía Universitaria, lo que nos convocó a un grupo de artistas a participar en el proyecto, el requisito fue que todos deberíamos ser de la UNAM.
“Se tenía que presentar proyectos con sus respectivos modelos, y el mío fue el que se autorizó, el modelo te lo he comentado antes, lo conservo en mi estudio, pero mira, prefiero citar textualmente a nuestro amigo el teórico e investigador Juan Acha que explica en su libro que lleva mi nombre y fue publicado por la UNAM en 1983:
‘Según en el proyecto de Hersúa y tan como es hoy, el rector, Dr. Guillermo Soberón, decidió, dejar las obras sin modificación alguna, no obstante los insistentes reclamos de algunos de los padres putativos. Los reclamos fueron acallados, cuando como segunda etapa, la Rectoría comisionó a sus artistas a construir a cielo abierto sendas esculturas en el Centro Cultural citado. La seguridad de una segunda etapa con obras individuales… En síntesis, y desde el punto de vista sistémico el Espacio Escultórico solo enriquece y aclara algunos aspectos del quehacer escultórico y arquitectónico de obras públicas abiertas’.
¿Qué piensas cuando has viajado por otras partes del mundo y puesto obras como la de Frida en Cuba?
“Cuando me ha tocado viajar por otros países me doy cuenta de que llevo en mí las raíces ancestrales, permanece en mí la comprensión espacio-tiempo de los antiguos mayas. Por ejemplo, el arco maya me es muy significativo como muchos otros elementos. Así fue cuando me dieron el premio de escultura de la ciudad de Hakone en Japón, traigo conmigo esa parte de la historia, así me pasa cuando viajo”.
Me quedo con esta conversación, me llegan ideas agolpadas que me hacen reflexionar; nos conocimos hace ya varias décadas, ambos instalamos esculturas en la Colección de Arte del Tecnológico de Monterrey, hoy en día estamos colaborando en un proyecto escultórico, ITSÏ: Una llamada de Alerta / La Fuerza del Arte. Somos más de 30 artistas con el firme propósito de contribuir a la recuperación del Lago Cuitzéo, en Michoacán, reconozco la importancia y vitalidad del arte, de cómo éste se vincula a la realidad concreta y cotidiana. ¡No todo es belleza!
También te puede interesar: Apuntes de memoria, Manuel Serrano el restaurador científico.