My soul is lost, my friend
Tell me how do I begin again?
My city’s in ruins
My city’s in ruins
Now with these hands
With these hands
With these hands
I pray Lord…
Come on, rise up!
“My City Of Ruins” de Bruce Springsteen.
Prólogo
Mi última columna la hice el 15 de mayo de 2020. Dejé de escribir porque no tenía certeza de qué preguntas formular y qué argumentos proponer. Sólo me dediqué a observar el escenario para tratar de encontrar un momento de silencio y evitar, a toda costa, un arranque de (auto)validación sobre mi ser y hacer en el teatro. Si lo veo a la distancia, viví un bloqueo gestivo y emotivo.
Decidí no hacer las #NominacionesPezDeOro 2020 porque no era oportuno. Fue una decisión difícil y dolorosa. Sólo había visto ocho obras en un formato presencial hasta marzo del año pasado con el primer cierre de los teatros. Tengo en la cabeza la imagen de estar en el Centro Cultural Teatro 2 mientras veía “Hoy no me puedo levantar” con Belinda y Yahir, con un teatro lleno, y pensar que sería mi última experiencia de ese tipo en mucho tiempo. Así fue. Todavía recuerdo cómo ahí me empezaba a incomodar tener tan cerca a un hombre en la butaca de a lado, cuando la mínima distancia ya era una amenaza para el cuerpo.
También me parecía muy apresurado considerar a los espectáculos en línea en ternas de premiación porque había visto muy poco en el 2020 de este tipo de experiencias para considerar criterios de análisis. Por otro lado, me hubiera sentido esquizoide organizar una fiesta en un ambiente donde no había nada que celebrar.
Mi única conclusión que pudo calmar mi inquietud fue: hay momentos para celebrar y hay momentos para callar. Cuando sucedió el cierre de teatros, el tablero se cayó y las piezas volaron. Ahora, a casi diez meses después del inicio de esta pesadilla pandémica, las piezas siguen en el aire.
I.
Decidí escribir este texto cuando acepté que esas piezas seguirán en el aire más tiempo de lo que todas y todos en el gremio queremos creer. Con esta columna quiero plantear cuestionamientos y prepararnos para el impacto de las piezas cuando caigan. Ya sea en el mismo tablero, en un tablero diferente o en el suelo.
Y, sin duda, no quiero comenzar los argumentos con una “competencia de la herida”: ¿a quién le ha ido peor?, ¿quién tiene las mayores pérdidas?, ¿quién ha hecho los mayores sacrificios? Todas y todos los que pertenecemos al gremio teatral hemos pagado una tristísima factura con la pandemia. Todas y todos, desde su propia circunstancia, han tenido que tomar decisiones lamentables en lo económico, laboral y personal. Enfrascarnos en descubrir a quién le ha ido peor nos aleja de una estrategia viable y sostenible en el tiempo.
Descarto por completo esta idea que he leído repetidas veces en redes sociales (compuestas en un 75% por personas dedicadas a disciplinas escénicas): el teatro dejará de existir. Hace poco veía un documental del Canal 22 sobre teatro (hecho hace diez años) y Luis De Tavira comentaba que en los setenta lidió con el anuncio apocalíptico de que el teatro moriría. A todas las generaciones de creadores teatrales, por lo menos del siglo XX, les ha tocado enfrentar estos mensajes catastróficos. Y el teatro sigue y seguirá vivo. Aquí los verdaderos cuestionamientos son: quién seguirá haciendo teatro y cómo ese teatro vivirá en el futuro.
II.
Es verdad que muchos problemas actuales se deben a la pandemia pero algunos de ellos han existido desde antes y esta eventualidad sólo aceleró su complejidad y amenaza para el gremio.
La prioridad, hoy por hoy, es encontrar una subsistencia saludable en términos económicos para cualquier compañía. Pero si pienso en el dinero como la única meta a lograr, estaría reduciendo los argumentos. Cuando la situación epidemiológica esté controlada, nos caerá otra realidad como bloque. Nos pondrá en otro lugar. Con este artículo, propongo cuatro ideas para pensar cuando eso pase, cuando la emergencia se haya contenido:
Ampliación de las audiencias (espectadores y consumidores)
Desde antes de la pandemia, el compromiso del sector teatral con la generación de nuevas audiencias estaba mermado. El teatro tiene sus audiencias, espectadores y consumidores pero no sé si sean suficientes para reactivar la actividad teatral. Aquí la pregunta más acuciante será: ¿queremos quedarnos con esas personas que ya están cautivadas por la oferta teatral o queremos apostar por otras audiencias? ¿Queremos que el teatro sea de un pequeñísimo nicho o apostar por los grupos grandes de espectadores?
Desde mi punto de vista, la reactivación de los teatros depende, en gran medida, de encontrar nuevas personas dispuestas a pagar por un boleto. Y, en gran medida, el camino más fiable para lograrlo será emprender un análisis de audiencias (cautivas y no) en cuanto a sus estilos de vida, perfiles psicográficos y competencias comunicativas.
La investigación cuantitativa y cualitativa despejarán marañas mentales y patrones creativos anquilosados para lograr un ejercicio de comunicación más certero y, sobre todo, gratificante. Estoy convencido que los resultados del análisis nos darán más luz sobre ejes temáticos de montajes, por ejemplo.
Me angustia pensar que quienes pertenecemos al gremio nos hemos convencido de una realidad inexistente. Por miedo a abandonar a nuestras filias académicas o de costumbre (autores, obras y abordajes temáticos) no queremos cambiar.
En este sentido, he tomado la decisión que esta columna incluirá dentro de su agenda de temas la investigación de las audiencias en diferentes zonas de la Ciudad de México (ojalá tuviera los recursos para hacerlo en todos los estados del país). Ya pediré ayuda por este medio a ciertas personas del gremio para colaborar y encontrar resultados sobre el comportamiento de las audiencias teatrales.
Tal vez sea una necedad mía querer encontrar respuestas con estos métodos y técnicas de investigación. La creación de nuevas audiencias es una deuda pendiente que con la pandemia nos explotó en la cara.
Cuestionamiento a modelos educativos de enseñanza formal
La otra vez comentaba con un amigo qué pensarán y sentirán los estudiantes de recién ingreso sobre la carrera de Literatura Dramática y Teatro de la UNAM en medio de la distopía pandémica. Y, con este ejemplo, estoy pensando en todas las personas jóvenes que desean dedicarse al teatro, sin importar el área de producción donde quieran estar, y deciden tener una educación formal en un ambiente con tanta incertidumbre.
Los modelos educativos, sin importar el área, están viviendo cambios vertiginosos y drásticos que han cuestionado principios inamovibles durante décadas. Ante los cambios vertiginosos de la realidad, ¿queremos enseñar lo mismo?, ¿las búsquedas metodológicas serán las de siempre?, ¿será necesario reconsiderar los métodos de aprendizaje?
Esta reactivación teatral que sucederá después de la pandemia dependerá de la capacidad de colaboración y comunicación entre los miembros de un equipo de trabajo. Mi pregunta incisiva es (porque me la hago todos los días cuando facilito un grupo de estudio): ¿qué estamos haciendo para lograr una adaptación de las y los estudiantes a esas circunstancias?
A modo de ejemplo, es tan importante leer todas las obras de Shakespeare como saber dar una retroalimentación a un equipo de trabajo. Es momento de cuestionar los modelos educativos para repensar la educación formal del teatro y abandonar esquemas que desde Seki Sano se usan. ¿Las escuelas del 2021 están emparejadas con la realidad del 2021? ¿Quién va adelante y quién atrás?
Exploración del lenguaje teatral
En el primer punto propuse que la ampliación de audiencias será esencial para la reactivación del teatro después de la pandemia. Sin embargo, someter únicamente la cartelera teatral a la demanda es peligroso. Todos los trabajos de investigación y laboratorio escénicos, bajo esta premisa, no tendrían sentido.
Por eso es importante pensar en la enorme y urgente necesidad de espacios de exploración de lenguaje teatral desligados de las ganancias económicas de la taquilla. Este trabajo tendría la responsabilidad de apuntar a la evolución de un lenguaje más cercano a las audiencias a partir de los siguientes elementos:
-Proxemia del espacio.
-Participación de la audiencia durante el montaje.
-Duración del espectáculo.
-Relación de la tecnología con el cuerpo del intérprete.
-Sintaxis narrativa y escénica.
-Construcción de espacios inmersivos.
-Diversidad de representación de narrativas.
-Desarrollo de temas y estructuras dramáticas alternativas a los que dominan la oferta teatral.
Éstas son las líneas de investigación del Laboratorio Experimental de Actrices y Actores (LEAA), grupo del cual soy coordinador metodológico, a las que se deben atender, por lo menos, en los próximos años. Cada grupo de investigación será capaz de encontrar sus propias búsquedas y sumará a la causa final: lograr una evolución del lenguaje teatral.
Después de la pandemia las ganancias económicas para cualquier compañía y productora serán una prioridad. El mundo y los gobiernos están en una crisis económica. ¿Quién va a sustentar en términos financieros esta investigación? Quienes hemos llevado un trabajo de laboratorio sabemos que estos proyectos requieren años de búsqueda. Entonces, reformulo, ¿quién va a sustentar, en términos financieros y a largo plazo, esta investigación? ¿La iniciativa privada? ¿La subvención? ¿Los bolsillos de quienes queremos hacerlo?
Reconstrucción de los puentes del gremio
Tal vez una de las consecuencias más dolorosas de la pandemia es la destrucción de puentes entre diversos grupos teatrales. Cuando decimos “teatro” no nos podemos referir a una forma única y estandarizada de hacerlo; cuando usamos esta palabra hacemos alusión a múltiples presupuestos, equipos de trabajo y modos de producción.
En los últimos tres años, a pesar de las dificultades del gremio teatral para mantener las producciones a flote y convocar a las audiencias, se había empezado a construir conexiones entre grupos disímiles. Estábamos generando, poco a poco, un lenguaje común y metas que beneficiaban a todos.
Las secuelas pandémicas traerán un retraso considerable para lograr un diálogo entre todas las realidades del teatro no sólo de la Ciudad de México, sino nacional. A modo de ejemplo, del 2017 al 2020 vi esfuerzos de compañías de diferentes estados del país para encontrar semejanzas con las compañías de la CDMX y viceversa con un afán de descentralizar la oferta teatral. Ahora esos vínculos están rotos porque las realidades son muy diferentes. Costará mucho trabajo propiciar espacios de diálogo y colaboración.
Necesitamos restablecer las conexiones, en lo pequeño y en la medida de lo posible, para que esto no se convierta en un eterno “sálvese quien pueda”.
III.
Hay un punto pendiente en mi cabeza que todavía no sé resolver: las premiaciones teatrales. Y lo digo, en primera instancia, por las #NominacionesPezDeOro. Hacer un ejercicio de reconocimiento a los mejores trabajos teatrales de determinado tiempo y espacio necesita adquirir otro matiz estratégico ante la destrucción, para aportar de alguna manera a las cuatro ideas que acabo de exponer. Pero todavía no sé cómo.
Lamento de todo corazón la pesadilla que estamos viviendo en el gremio teatral. Estamos en un modo de supervivencia y así será en una gran parte del 2021. Pero si empezamos a apuntalar el futuro, para cuando la epidemia esté lo más controlada que se pueda, seremos más conscientes y estratégicos en nuestros movimientos de reactivación.
Amo el teatro. Tanto filosófica como poéticamente. Pero sé que para reanimarlo, como en una pareja, no basta sólo el amor. Me da miedo paralizarme por la añoranza. Me da pavor hundirme en esfuerzos por replicar un recuerdo. En esfuerzos para seguir la inercia de la nostalgia. Me entristece buscar algo que sé, en lo más profundo de mi corazón, que ya no está.
También te puede interesar: Apuntes del teatro en una pandemia.