La ratificación del Tratado Comercial de México, Estados Unidos y Canadá por nuestra Cámara de Senadores, es un paso importante, aunque se daba por hecho que ocurriera. Podría ayudar a acelerar el trámite en Estados Unidos, que es realmente la prueba a superar, porque este expediente sigue siendo una pieza útil para el juego político-electoral en ese país. Sin embargo, hay que hacer lo que sigue.
Los demócratas podrían decidir mantener en suspenso el asunto, en espera de más señales de la implementación de la reforma laboral en México o simplemente para no concederle al presidente Donald Trump una victoria. No obstante, también habría costos políticos. Es ahí donde podemos incidir con una estrategia inteligente. Ya con la ratificación como precedente, hay que buscar a los muchos aliados que tenemos en Estados Unidos, tan interesados como nosotros en que el T-MEC se ratifique, y que esto sea pronto.
Hay que aprovechar esos vínculos e intereses coincidentes con gobiernos de los estados que tienen mayor intercambio comercial con México, como Texas, California o Michigan, así como legisladores de esas entidades o identificados por su apoyo a la relación económica con nuestro país. Por supuesto, también con la comunidad mexicoamericana, así como sectores económicos y empresas afines. Un esfuerzo conjunto de cabildeo y relaciones públicas que genere sinergias bilaterales, a nivel gobierno e iniciativa privada.
De hecho, ésta es una estrategia y un dispositivo de acción que debemos consolidar para que funcionen permanentemente, no sólo para impulsar el T-MEC o en reacción a otro peligro imprevisto. Es importante mantener una operación de esas características, y bien aceitada, para los distintos retos e incidencias que vengan. La crisis por la amenaza de los aranceles generalizados fue un recordatorio que esto es fundamental. Porque podemos estar seguros: no será la última prueba a la que tengamos que hacer frente.
No sólo son los 45 días de plazo que se dieron en la negociación, en la que México tuvo que ceder y comprometerse en diversos temas de política interior en función de las demandas de carácter migratorio de la Casa Blanca. La incertidumbre se extenderá hasta el 3 de noviembre de 2020, cuando se realizarán las elecciones presidenciales en Estados Unidos, estaremos sujetos a una gran volatilidad.
Por ahora, vamos a contrarreloj para que el T-MEC se ratifique por ambas cámaras en Estados Unidos, antes de su receso de agosto, y evitar a toda costa que quede pendiente para el año electoral 2020. México tiene que prepararse para los distintos escenarios que pueden presentarse.
Es cierto que no hay mucho margen de maniobra, por las asimetrías en la relación, además de que 65% de nuestro comercio internacional se da en el marco del actual TLCAN y el 83% de nuestras exportaciones va a Estados Unidos y Canadá.
El año pasado, el valor del comercio internacional de México en el T-MEC fue equivalente al 50% del PIB nacional, con superávit tanto con los dos países socios, los cuales, además, son responsables de prácticamente la mitad del total de Inversión Extranjera Directa que recibe el país.
Sin embargo, sí hay opciones para tener mayor flexibilidad y capacidad de acción, considerando las circunstancias.
Más aún, las asimetrías obligan a aprovechar al máximo las alternativas o cartas con que contamos. En ese sentido, además de que hay que perseverar en la necesidad de diversificar nuestro comercio exterior, es fundamental tener una estrategia de política internacional y diplomática clara en los fines y los medios. Sobre todo, mucho más proactiva frente al resto del mundo.
México no debe aislarse del mundo o concentrar toda su atención en Estados Unidos. Otros países, bloques regionales, foros y organismos internacionales son espacios que tenemos que cultivar, igualmente, tanto por parte de nuestro gobierno como del sector privado y la sociedad civil.
Son espacios en los que podemos encontrar aliados importantes, generar contrapesos, sinergias y elementos útiles para defender los intereses del país. Encuentros o cumbres como la reunión del G20 en Osaka (Japón), el 28 de junio, son oportunidades que no deberíamos dejar pasar. Pueden ser muy útiles en el reto de lidiar con la mayor potencia mundial.
Pensemos, por ejemplo, en lo que puede significar, en términos de estrategia y áreas de oportunidad, la guerra comercial chino-estadounidense, y cómo se encuadra en los retos que enfrentamos con nuestro vecino.
Ya hay efectos relevantes: desde este año somos el mayor socio comercial de Estados Unidos, desplazando a China en rubros en los que estamos creciendo, al sustituir a exportadores de ese país asiático. Además, muchas empresas chinas o que producen ahí, consideran reubicar operaciones, con México como opción preferente.
Además, no podemos soslayar que México cuenta con una red de 12 Tratados de Libre Comercio con 46 países, 32 Acuerdos para la Promoción y Protección Recíproca de las Inversiones con otros 33, y nueve acuerdos de alcance limitado (Acuerdos de Complementación Económica y Acuerdos de Alcance Parcial) en el marco de la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI).
Hemos sido un participante activo en organismos y foros multilaterales y regionales como el Mecanismo de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), que representa el espacio económico de mayor crecimiento y proyección, la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) y la propia ALADI. Igualmente, con la Organización Mundial del Comercio (OMC), que si bien no ha sido un contrapeso efectivo para la ola reciente de proteccionismo y medidas unilaterales como las de Trump, puede resurgir, si países que han sido campeones de la apertura comercial, como México, la impulsan y respaldan en esa dirección.
Hay más elementos para negociar con Estados Unidos de los que creemos, tanto económicos como demográficos, de seguridad y geográficos. Uno de ellos son las oportunidades naturales que existen para un país como el nuestro en otras regiones, con las que existen múltiples áreas de interés convergentes, económicas, pero también geopolíticas. Pero hay que estar dispuestos a salir de la caja, sector público, privado y sociedad.
Quizá nunca, en tiempos recientes, ha sido más oportuna aquella frase de que necesitamos más México en el mundo y viceversa.
Si México es uno de los 20 países con mayor peso global, hay que tomárnoslo en serio y asumir el papel.