Si queremos en México una economía en crecimiento, y por encima de la inercia que hemos tenido por décadas, de alrededor de 2% anual, por principio de cuentas habría que desechar la idea –o pretexto– que se ha manejado recientemente de que el crecimiento es intrascendente.
Los países que en tiempos recientes han logrado tasas de crecimiento de más de 4% anual por periodos prolongados, como las que se prometieron para este sexenio en México, se han fijado ese objetivo como alta o incluso máxima prioridad. No se confiaron en la suerte, sino que se determinaron a conseguirlo. Desarrollaron una estrategia integral de largo plazo, y se pusieron de acuerdo, en lo esencial, sobre el rumbo a seguir, con la participación de las distintas fuerzas productivas. Finalmente, implementaron con consistencia a través de los años.
Ése fue el caso de Alemania, en la posguerra, y claramente, de los países de Asia-Pacífico, hoy el benchmark en materia de crecimiento. Japón primero, antes de que entrara en la fase de estancamiento en la que lleva varios años. Luego vino el “milagro de los tigres asiáticos”: Hong Kong, Taiwán, Singapur y Corea del Sur. Después, el despegue de China, y otros países hoy siguen una fórmula similar, como Vietnam y, con un modelo sui géneris, pero con similitudes importantes, India.
Para referencia, Corea del Sur, hace menos de 30 años tenía un PIB per cápita inferior al de México, sin reservas importantes de recursos naturales. Hoy triplica al nuestro: 31 mil dólares anuales contra 9,800.
La fórmula es sencilla: parecida a la de una empresa en expansión
- Dar primacía al crecimiento –casi como obsesión nacional– con el acuerdo básico de gobierno y empresas;
- Trazar un plan de largo plazo con base en las vocaciones productivas/ventajas competitivas, y en correlación con las tendencias y oportunidades a nivel nacional e internacional;
- Alinear condiciones estructurales y los incentivos en ese sentido;
- Sobre todo, invertir para ser más productivos, ahorrar para invertir más y elevar así su productividad, el valor agregado de lo que hacen y su competitividad. Una historia que incluye la inversión más rentable a largo plazo para fines económicos, lo mismo que sociales y a nivel de familias e individuos: educación.
- Todo ello con consistencia: desde una perspectiva que aquí llamaríamos transexenal, principios mantenidos más allá de los vaivenes en la política, procurando sentar bases firmes para la estabilidad macroeconómica y de certeza jurídica para emprender y desarrollar proyectos.
Con ese modelo, adaptado a sus propias características y circunstancias, China, como antes Corea del Sur, ha logrado pasar de su despegue inicial desde la manufactura basada en bajo costo laboral hasta competir con Estados Unidos en áreas de alta tecnología, para meterse de lleno en la carrera de la economía del conocimiento y la Cuarta Revolución Industrial. En el proceso, han sacado a millones de personas de la pobreza, en el entendido de que, sin crecimiento sostenible, difícilmente puede haber desarrollo económico y distribución de la riqueza.
¿No podemos hacer nosotros lo propio, pero en el marco del Estado democrático de derecho, en el tipo de gobierno que hemos elegido y debemos consolidar, con la fuerza de las instituciones?
En México, lamentablemente, se apunta en sentido contrario en esas áreas:
- Se menosprecia al crecimiento, al menos en el discurso, una vez que descendimos del escenario de crecimiento inercial al del estancamiento que se presenta este año, en gran parte derivado de medidas innecesarias o procesos evitables. Mientras tanto, se privilegia el retorno a estructuras de asistencialismo político-clientelar, en lugar de apostar al crecimiento y la multiplicación de las empresas para generar más y mejores empleos que permitan la movilidad social y no la dependencia social, que es algo muy distinto al desarrollo.
- La planeación nacional siempre ha sido, en gran medida, un trámite burocrático, sin seguimiento de largo plazo, pero ahora se vuelve un conjunto de políticas públicas, proyectos y ocurrencias sin conexión, sin una estrategia que dé claridad de rumbo y articulación. El Plan Nacional de Desarrollo, convertido en una especie de manifiesto político-ideológico.
- La gestión para alinear condiciones e incentivos para el crecimiento también parece inexistente o, en el mejor de los casos, dispersa. Al contrario, muchas medidas y actitudes disuaden la inversión: desde la clausura de proyectos que son motores de crecimiento y de derrama económica hasta la preocupante miscelánea fiscal que se alista.
- La inversión va a la baja, casi en picada. La Inversión Fija Bruta (maquinaria y equipo de origen nacional e importado, así como construcción) volvió a caer en junio, 0.8% respecto a mayo y 7.4% en relación al mismo mes de 2018, quinta caída a tasa anual. Los recursos del gobierno federal destinados a inversión en obra pública se ubican actualmente en el menor nivel registrado en los últimos 11 años.
Como ha resaltado México Evalúa, de acuerdo con el presupuesto propuesto, en 2019 la infraestructura en hidrocarburos tendría un aumento del 25%, en lugar de recurrir a inversión privada para permitir que Pemex mejore su perfil financiero, además de que se incluye la apuesta por una refinería que difícilmente será rentable. En cambio, la que se dirige al resto de los sectores se recortará en 11 por ciento. Por si fuera poco, es la quinta caída en seis años.
En educación, como hemos visto con la nueva “reforma” promovida por la CNTE, todo indica que, lejos de invertir en las competencias de la economía del conocimiento y en reducir rezagos en la población y los estados con más atraso, iríamos hacia el corporativismo antaño. Mientras, se recortan recursos para la ciencia y se antagoniza con ese sector.
- Se mantiene, en lo esencial, el cuidado de los equilibrios macroeconómicos y de las finanzas públicas, pero sin resolver algunos de los puntos débiles que heredó esta administración (Pemex, deuda, déficit, pensiones) y con nuevas vulnerabilidades. No se presenta una perspectiva favorable en materia de seguridad pública y, en materia de Estado democrático de derecho y gobernanza, se abren diversos flancos que generan gran incertidumbre: reformas como la de extinción de dominio, enfrentamiento con organismos constitucionalmente autónomos, etcétera.
¿Qué hacer?
Destaco cuatro prioridades que podemos y debemos impulsar desde los diversos sectores de la sociedad, con énfasis en los empresarios.
- Una visión compartida de país que, en la diversidad, una en lo esencial, como siempre insiste el querido ex presidente de la Coparmex Alberto Núñez Esteva.
Poner por delante tres banderas: consolidación del Estado democrático de derecho, crecimiento sostenible e incluyente, impulsar nuestro capital humano. Vamos por una forma constructiva de contrarrestar la polarización que hoy socava la cohesión social y ensombrece el panorama nacional.
- Una reforma hacendaria estructural, que hace falta desde hace años, como la base de un nuevo pacto social en México.
Que impulse y facilite la formalización de los agentes económicos y faculte con ello su desarrollo. Que amplíe los ingresos públicos con un modelo pro-crecimiento (México recauda sólo 17% del PIB; Brasil, 32%), ligada a una estructura de derechos sociales universales (seguridad social, salud, educación de calidad), no discrecional y financieramente sustentable, como lo viene proponiendo, desde hace años, Santiago Levy. Que dé pie a una mezcla tributaria y de gasto público más equilibrada entre Federación, estados y municipios.
- Una hoja de ruta básica de alineación entre los sectores público, privado y social para quitar obstáculos y apuntalar incentivos para que los sectores con mayor potencial despeguen, con rumbo y certeza de que habrá continuidad de largo plazo.
Ello necesariamente incluiría un plan de inversión en infraestructura, educación y la trilogía ciencia-desarrollo tecnológico-innovación, con la suma de esfuerzos entre los sectores público, privado y académico. Un enfoque de complementariedad: no es Estado vs. inversión privada, sino una perspectiva de sinergias.
Hay que fomentar activamente la inversión, no ahuyentarla. Asimismo, hacer énfasis en el desarrollo regional, con particular atención en el sur-sureste: un esfuerzo nacional para acortar brechas.
- No claudicar en la lucha por una educación de calidad para todos los mexicanos, y muy en especial, para los más pobres. Es el futuro. Dos elementos indispensables: 1) evaluación objetiva, indispensable para saber dónde estamos y cómo vamos, y
2) contenidos y herramientas pedagógicas del siglo XXI.
A estas alturas, es claro que no se trata de convencer a un gobernante. Eso tampoco corresponde al México de hoy, plural, diverso, democrático. Lo que se necesita es sumar voluntades entre los millones de mexicanos que creen y trabajan por un México mejor, que mire y construya el futuro con sentido pragmático, con responsabilidad y madurez, sobre lo que la experiencia y la sensatez muestran que funciona, y evitar atajos o señuelos que sólo consiguen, a la larga, retrasarnos.
Quiero participar en su proyecto de crecimiento económico y desarrollo regional poniendo a sus órdenes el nuevo DISPOSITIVO POTENCIADOR DE ENERGÍA ELÉCTRICA. Una tecnología 100% mexicana para ahorrar en más del 90% el consumo y costo de energía eléctrica. Esta tecnología NO TRABAJA CON COMBUSTIBLES FÓSILES ni depende del aire ni del gua.
Saludos
M. Enrique Guzmán Guarneros, cel. 55.54.51.43.55