El proyecto aeroportuario de Santa Lucía sigue su marcha, tiene todo el apoyo del gobierno federal y cuenta con el respaldo en la ejecución de las obras por los elementos de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena).
El presidente del país venció los 147 amparos que se habían interpuesto por diversas organizaciones que cuestionaban la falta de permisos ambientales y de seguridad aeronáutica. Aunque tuvieran la razón, el peso del poder político se impuso, pues como un “as” bajo la manga el jefe del Ejecutivo nombró, en agosto de 2019, a la obra como un asunto de “seguridad nacional”, y ya nada por la vía legal se movió en contra. En octubre de ese año se le dio el banderazo de arranque y ahora sólo enfrenta la protesta de un grupo de comuneros de San Miguel Xaltocan, Estado de México, que demandan la indemnización de 128 hectáreas de tierras comunales que hoy integran el proyecto.
Y en el caso de los hallazgos de restos de 60 mamuts y de osamentas humanas y piezas de cerámica, que datan de la época prehispánica, tampoco han sido motivo para frenar los trabajos de la obra que el gobierno federal pretende inaugurar el 21 de marzo de 2021 a un costo superior a los 105 mil millones de pesos. Ni la pandemia por el COVID-19 ha alterado la marcha.
Sin embargo, hay un tema de alta prioridad que sigue pendiente y que por ahora las autoridades de la Comisión Nacional de Agua (Conagua), ya no han abordado, al menos públicamente, y es el agua.
Primer acto: estudios de la Conagua revelan que el acuífero Cuautitlán-Pachuca (que abastecerá al aeropuerto), y que es uno de los cuatro acuíferos que abastecen a la población del Valle de México, se encuentra sobreexplotado en 800%.
Segundo acto: la Manifestación de Impacto Ambiental (MIA) de este proyecto, que la Sedena promovió ante la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), y cuyo estudio fue elaborado por el Instituto de Ingeniería de la UNAM, advierte de daños colaterales en materia hídrica en el municipio de Zumpango, donde se ubica el aeropuerto, y en regiones del Valle de México. Toda vez que los tres pozos que se encuentran en el predio de la Base Aérea Militar I sólo podrán abastecer de agua durante las obras, pese a que se asegura que en las etapas de construcción se utiliza agua tratada que se transporta en pipas.
Tercer acto: en la MIA se establece que una alternativa es traer agua del acuífero del Valle del Mezquital a través de un acueducto (obra que estaría a cargo de la Conagua). Pero este acuífero, ya con agua limpia, se formó a lo largo de más de 120 años por las descargas de aguas negras del Valle de México. Y el tema es que esas aguas han regado por décadas los cultivos del Mezquital, y ahora los pobladores se niegan a que el agua ya potabilizada por la naturaleza regrese a la región Del Valle de México. Un anuncio de lucha en puerta.
Cuarto acto: la “guerra” por el agua sigue activa y cada vez más intensa en el Valle de México, como casi en todo el país. Un poco de hostia, en 1998, un movimiento campesino se opuso al proyecto de Temascaltepec (que sería la ampliación del Sistema Cutzamala para llevar agua a la zona oriente de la Ciudad de México y zona conurbada). El proyecto se canceló ante la resistencia social. En 2004, el Ejército Zapatista de Mujeres Mazahuas en Defensa del Agua tomó por varios días la Planta Los Berros (donde se potabiliza el agua del Sistema Cutzamala), exigiendo indemnizaciones. El tema no está resuelto en su totalidad. Y desde 1970 grupos de ejidatarios de la Cuenca Lerma —que también abastece al Valle de Mexico— mantienen su lucha contra la extracción del agua.
Quinto acto: la Sedena estima que, tanto en sus instalaciones militares como en el nuevo aeropuerto de Santa Lucía en cuanto inicie operaciones, necesitará 12 mil metros cúbicos diarios de agua; o sea, 12 millones de litros de agua por día.
Sexto acto: si no es el Valle de Mezquital de donde se extraiga el agua, todo apunta en que las pipas serán la alternativa para llevar agua potable al futuro aeropuerto. Y vale precisar que los cuatro acuíferos del Valle de México están sobreexplotados. ¿Cuáles son las fuentes de abasto alternas que se manejan para este proyecto faraónico que avanza por la fuerza (del poder político)?
Séptimo acto: la “guerra” por el agua anuncia nuevos escenarios, y no hay para dónde moverse, aunque se trate de una obra de “seguridad nacional”.
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