La economía mexicana recibe a diario miles de dólares por el concepto de remesas, tanto de residentes como de inmigrantes que radican principalmente en Estados Unidos. Datos oficiales señalan que son más de 35 millones de mexicanos los que radican en el país vecino del norte. Algunos hablan de que se está repoblando nuevamente el territorio que vendió Santa Anna, pero la realidad menciona que se van por la simple y sencilla razón que no tuvieron oportunidades en su país de origen.
Van con la idea, principalmente, de poder generarse a ellos o sus familias, una mejor calidad de vida. Unos lo logran, otros no tienen la misma suerte. Es en este sentido, cada dólar representa una historia de vida misma; también implica intentar ayudar a la familia que se quedó en su país de origen, además de la que están formando en la nación a donde emigraron.
Se tienen la idea que por el sólo hecho de irse van a poder lograr ganar mucho dinero y podrán hacerse de cosas. Algunos mexicanos que se fueron a Estados Unidos en los años ochenta o noventa, ahora manejan el taxi que lograron comprar con sus ahorros, lamentándose, en cada semáforo en rojo y sin pasaje, el haberse regresado.
Muchos han intentado pasar la frontera y hoy ya no están en su país para contarlo. En muchos casos, el dinero que se obtiene en las naciones a las que emigraron es para comprar ropa a los hijos que no pudieron acompañarlos, o para el ataúd de ese ser querido que se quedó con las ganas de volver a ver a su familia.
El tema de las remesas tiene muchas ópticas para ser analizado. En la que me centraré, económicamente hablado, hace referencia al acto mismo de mandar dinero. Hoy en día y con el llamado avance tecnológico, el sistema financiero no se quedó atrás y ya puedes hacer cualquier tipo de transacción con tu celular. Muchos hemos dejado de ir a las sucursales gracias a la banca electrónica. En ese sentido, se me hace inaudito que sigan existiendo empresas intermediarias en el envío de dinero. Pero su razón de ser, se justifica en poder lograr la cuantificación exacta del ingreso que entra al país, obviamente descartando las comisiones que cobran este tipo de empresas.
En este caso, la existencia de este tipo de empresas se justifica, por un lado, por el tema estadístico, también tratando de evitar el llamado lavado de dinero; aunque pareciera que a veces las limitaciones son necesarias, lo que sí necesitamos es un sistema financiero altamente tecnológico acorde a la realidad en las que nos desenvolvemos.
Decía que cada dólar que llega México por concepto de remesas implica una historia de vida por sí misma, pero todas las remesas en su conjunto representan una oportunidad de trabajo no ofrecida en el país, y desafortunadamente se hacen alusiones gubernamentales de cuánto aumentó el envío tal o cual mes respecto al año pasado. Como si el sólo hecho de aumentar el monto de las remesas fuera bueno.
Dicha visión no puede estar más equivocada, ya que se exalta el hecho de no hacer bien las cosas aquí en México. Nuestro país no ofrece garantías para que la gente tenga posibilidades de superarse, y no se vean motivadas a irse de sus comunidades, por tanto, que manden más dinero no implica que están ganando más, sino que aumenta el número de gente que abandona el lugar de origen.
No les ofrezco certeza jurídica y económica a los que se van y, por si fuera poco, exalto ese esfuerzo que ellos hacen y lo presento como un logro de estabilidad macroeconómica. Pero, así no van las cosas, y aunque es bueno saber que están mandando dinero dentro de sus posibilidades, ahora toca hacer algo por ellos y protegerlos económicamente, que el fruto de su esfuerzo les llegue a sus seres queridos y no que una parte se quede en las empresas intermediarias.
Económicamente nos conviene la entrada de remesas sí, es ingreso que genera consumo y alienta la producción. Por eso vamos a darle ese peso económico y fomentar que se consuma en productos nacionales; sin duda sería un gran incentivo a la economía nacional, y así más adelante se pueden generar las condiciones para que tengan posibilidades de regresar, porque eso sí, la nostalgia por “volver” la tienen todos y cada uno de los mexicanos que están allá.
Toca trabajar por ellos, toca reconocer que las remesas son parte de un problema que no generan condiciones económicas estables, y toca empezar a legislar en ese sentido; que es bueno que llegue más dinero, pero que llegue directo a las familias. Por lo tanto, el gobierno no puede seguir con la idea de que anunciar un aumento en las remesas implica una mejoría económica. No; un aumento en las remesas quiere decir que más mexicanos se fueron, así que hay algo que se está haciendo mal, muy mal.