El cuento de la Economía

Las remesas en México

Lectura: 3 minutos

La economía mexicana recibe a diario miles de dólares por el concepto de remesas, tanto de residentes como de inmigrantes que radican principalmente en Estados Unidos. Datos oficiales señalan que son más de 35 millones de mexicanos los que radican en el país vecino del norte. Algunos hablan de que se está repoblando nuevamente el territorio que vendió Santa Anna, pero la realidad menciona que se van por la simple y sencilla razón que no tuvieron oportunidades en su país de origen.

Van con la idea, principalmente, de poder generarse a ellos o sus familias, una mejor calidad de vida. Unos lo logran, otros no tienen la misma suerte. Es en este sentido, cada dólar representa una historia de vida misma; también implica intentar ayudar a la familia que se quedó en su país de origen, además de la que están formando en la nación a donde emigraron.

Se tienen la idea que por el sólo hecho de irse van a poder lograr ganar mucho dinero y podrán hacerse de cosas. Algunos mexicanos que se fueron a Estados Unidos en los años ochenta o noventa, ahora manejan el taxi que lograron comprar con sus ahorros, lamentándose, en cada semáforo en rojo y sin pasaje, el haberse regresado.

Muchos han intentado pasar la frontera y hoy ya no están en su país para contarlo. En muchos casos, el dinero que se obtiene en las naciones a las que emigraron es para comprar ropa a los hijos que no pudieron acompañarlos, o para el ataúd de ese ser querido que se quedó con las ganas de volver a ver a su familia.

El tema de las remesas tiene muchas ópticas para ser analizado. En la que me centraré, económicamente hablado, hace referencia al acto mismo de mandar dinero. Hoy en día y con el llamado avance tecnológico, el sistema financiero no se quedó atrás y ya puedes hacer cualquier tipo de transacción con tu celular. Muchos hemos dejado de ir a las sucursales gracias a la banca electrónica. En ese sentido, se me hace inaudito que sigan existiendo empresas intermediarias en el envío de dinero. Pero su razón de ser, se justifica en poder lograr la cuantificación exacta del ingreso que entra al país, obviamente descartando las comisiones que cobran este tipo de empresas.

En este caso, la existencia de este tipo de empresas se justifica, por un lado, por el tema estadístico, también tratando de evitar el llamado lavado de dinero; aunque pareciera que a veces las limitaciones son necesarias, lo que sí necesitamos es un sistema financiero altamente tecnológico acorde a la realidad en las que nos desenvolvemos.

Decía que cada dólar que llega México por concepto de remesas implica una historia de vida por sí misma, pero todas las remesas en su conjunto representan una oportunidad de trabajo no ofrecida en el país, y desafortunadamente se hacen alusiones gubernamentales de cuánto aumentó el envío tal o cual mes respecto al año pasado. Como si el sólo hecho de aumentar el monto de las remesas fuera bueno.

Dicha visión no puede estar más equivocada, ya que se exalta el hecho de no hacer bien las cosas aquí en México. Nuestro país no ofrece garantías para que la gente tenga posibilidades de superarse, y no se vean motivadas a irse de sus comunidades, por tanto, que manden más dinero no implica que están ganando más, sino que aumenta el número de gente que abandona el lugar de origen.

No les ofrezco certeza jurídica y económica a los que se van y, por si fuera poco, exalto ese esfuerzo que ellos hacen y lo presento como un logro de estabilidad macroeconómica. Pero, así no van las cosas, y aunque es bueno saber que están mandando dinero dentro de sus posibilidades, ahora toca hacer algo por ellos y protegerlos económicamente, que el fruto de su esfuerzo les llegue a sus seres queridos y no que una parte se quede en las empresas intermediarias.

Económicamente nos conviene la entrada de remesas sí, es ingreso que genera consumo y alienta la producción. Por eso vamos a darle ese peso económico y fomentar que se consuma en productos nacionales; sin duda sería un gran incentivo a la economía nacional, y así más adelante se pueden generar las condiciones para que tengan posibilidades de regresar, porque eso sí, la nostalgia por “volver” la tienen todos y cada uno de los mexicanos que están allá.

Toca trabajar por ellos, toca reconocer que las remesas son parte de un problema que no generan condiciones económicas estables, y toca empezar a legislar en ese sentido; que es bueno que llegue más dinero, pero que llegue directo a las familias. Por lo tanto, el gobierno no puede seguir con la idea de que anunciar un aumento en las remesas implica una mejoría económica. No; un aumento en las remesas quiere decir que más mexicanos se fueron, así que hay algo que se está haciendo mal, muy mal.

¡Gato por liebre!

Lectura: 3 minutos

Un término que tiene muchísimas connotaciones para ser usadas; puede expresarse desde la óptica política, cultural, gastronómica, sociológica, familiar y, por supuesto, la económica. Muchos, por no generalizar que todos, la hemos escuchado y/o utilizado mínimo una vez en la vida.

“El gato por liebre” se atribuye a un acto de deshonestidad que experimenta alguien cuando te dan algo haciéndolo pasar por otra cosa deliberadamente. Connotaciones hay muchas, y su uso es prácticamente universal para los países de habla hispana. Eso no es lo malo; lo malo es el impacto negativo que genera este uso generalizado.

Existe la creencia de que está bien usar la expresión, o más bien, una satisfacción cuando aplicas un gato por liebre, y de igual forma aplica para todos los ámbitos de la sociedad. Esa satisfacción de hacer un gato por liebre es la que debería de erradicarse. ¿Pero cómo erradicar algo que es tan nuestro, algo que es tan común si pensamos que aprovechamos un ofertón cuando compramos unos audífonos en 20 pesos (más o menos un dólar) en el metro, unas palomitas baratas por 5 pesos, una paleta congelada sin certificado sanitario por esos mismos 5 pesos? En cuando a la comida, nuestro sistema es inmune ante tantas bacterias ‒los superchilangos dicen unos‒, pero no pasa eso con los productos, esos audífonos bien te servirán un par de semanas y no más.

Aun y con ese comportamiento, de mala calidad, no dejan de existir compradores para este tipo de ofertas. No hablemos de discos ni películas porque la historia es la misma, nos dan gato por liebre, efecto que impacta negativamente a nuestros bolsillos (obvio no es el caso para quienes viven de este tipo de actos).

Pero tal ejemplo tiene un efecto menor (20 pesos) cuando se aplica un gato por liebre; si nos vamos a un nivel mayor, tenemos el caso del socavón en el que perdieron lamentablemente la vida dos personas la semana pasada en Cuernavaca; ése es un caso extremo en el que nos dieron gato por liebre, y en verdad es importante que se llegue a las últimas consecuencias porque es terrible que pasen y se permitan ese tipo de cosas.

Pero, desafortunadamente es un tema mediático y a unos días de que ocurriera, la memoria colectiva lo empieza a dejar de lado, hay otras noticas de interés que le restan importancia a que en verdad hace tres meses con todos los órdenes de gobierno se inauguró esa vía vehicular, y nos dieron un gran gato por liebre. Cambiemos abruptamente de idea, que no quiere decir que no sea importante lo hasta ahora expuesto, debemos exigir a las autoridades que se llegue a las últimas consecuencias y que renuncie quien tenga que renunciar.

Ahora, regresando al tema del gato por liebre, pero acotándolo a lo propiamente económico, podemos decir que se usa coloquialmente a un acto de competencia desleal, que puede ser publicidad engañosa, referencia no autorizada (mejor que tal), desacreditación (no sirve tal o cual producto), etc. En esta connotación nos vamos a centrar, aunque no está peleada con ninguna de las demás (cabe aclarar).

El uso de la competencia desleal es una de las prácticas en las que han incurrido las empresas con tal de acceder a un nicho de mercado. Un caso concreto es la destrucción de envases de refresco entre competidores, por lo que este tipo de prácticas están metidas hasta el tuétano en muchos actores económicos.

La precariedad laboral, los bajos salarios, la inflación, la inseguridad, todo el entorno “justifica” que se den este tipo de actos; desde luego los “justifica” pero no quiere decir que está bien que se den, ésa es la diferencia o eso haría la diferencia. La diferencia depende de cada uno y de los valores que tenemos el que pueda seguir coexistiendo el llamado gato por liebre con el quehacer diario de la sociedad; y no cabe duda que depende de nosotros educar a nuestros niños y niñas, y comprometernos con ellos para que realmente y por primera vez no les demos gato por libre.

P.D. A título personal, y aprovechando este medio, exijo que no quede impune la tragedia del socavón en el “Paso Exprés”, o bien renombrado “Paso de la muerte”, en Cuernavaca, y que se vayan los que se tengan que ir.

¡Más barato que en el Centro!

Lectura: 3 minutos

Es el anuncio de una papelería cerca del trabajo; por la gente que estaba allí, pareciera que era cierto lo que decía, o al menos varios se habían parado a comprobarlo. No tenía ninguna mercancía con la cual poder hacer un estudio de referencia; no obstante, me acerqué y pregunté por el costo de una caja de lápices, con ciertas características, y no más de una semana pude comprobar que en efecto al menos era un peso más barato que en el centro. Es indudable que los dos lugares ya le estaban ganando con esos precios, pero al menos para la caja de lápices en esta papelería si era un peso más barata que en el centro, no había publicidad engañosa de por medio.

No me queda la menor duda que este fenómeno tiene una explicación económica; es cuestión de reflexionar y analizar el fenómeno para entenderlo, por eso la economía es una Ciencia Social ‒pero ése es un tema que abordaré más adelante en otro artículo‒. Regreso al punto de que tiene una explicación económica, y hablaremos de los precios en equilibrio o más bien del mercado en equilibrio.

En primer lugar, cabe aclarar que es una creencia general, al menos para el caso de la Ciudad de México, que los precios que se manejan en esa zona, son los más baratos no sólo de la ciudad sino de muchos de los Estados colindantes. Mucha gente viene para hacer sus compras en cualquier época del año, la gente no deja de venir todavía y hay un marcado aumento de la inseguridad en el área. Los usos y costumbres explican (a veces) el actuar de la gente, aun y con inflación de por medio.

Respecto al porqué de los precios, de inicio hay muchos supuestos como que es mercancía de dudosa procedencia, dicen unos; que hay grandes fábricas o almacenes de las empresas muy cerca de esa zona, justifican otros. Lo que sí es verdad que los precios son muy buenos y accesibles. ¿Quién no ha comprado medicamento en la famosísima Farmacia París? Actualmente ya tienen otros locales sobre casi toda la calle República de Uruguay. A principios de año, ves a muchos viejitos con su almanaque en una mano y sus pastillas en la otra. Insisto, uno tiene sus usos y costumbres, y los consumidores nos volvemos fieles creyentes de las marcas y de los establecimientos de confianza.

En mi caso, recuerdo que de pequeño íbamos al Centro a comprar o surtir la lista de útiles escolares; era ir a perder todo el día entre un tumulto de gente, pero lográbamos comprar todo para el siguiente ciclo escolar, y uno que otro juguete que nos dejaba una gran sonrisa. Hablar del Centro implica toda una experiencia, hay miles de locales para miles de necesidades reales y no de los consumidores; tan es así que uno puede comprar lo inimaginable.

Pero para entender realmente lo que pasa en cuanto a precios, debemos entender sobre los costos de distribución de las empresas, mismos que se entiende como los costos en los que incurren las empresas para hacer llegar sus productos de sus almacenes a los diferentes establecimientos que venderán sus productos; este costo es absorbido por el consumidor en el precio final. En el Centro, este costo no lo absorbe el consumidor, sino la misma empresa sin afectar el costo de producción que le determina su margen de ganancia. Es decir, no le pierden y, por el contrario, al ser tanta la demanda, se compensa ese costo con sus ingresos.

Ésa será económicamente hablando una explicación al diferencial de precios de la Zona Centro de la Ciudad de México; sin embargo, no debemos dejar de lado una realidad que va más allá de cualquier supuesto económico, y es que, resulta innegable que es la misma necesidad de las familias que les hace buscar alternativas reales a sus bolsillos, aunque eso implique arriesgar tales escasos ingresos, porque también es innegable que la inseguridad nunca se ha ido de esa zona.

No cabe duda que estrategias de mercado para acceder a los consumidores hay muchísimas, pero una tradición tan arraigada de compra-venta como la del Centro sólo hay una. El comportamiento del consumidor es atípico, podría ser la conclusión económicamente hablando; sin embargo, es una experiencia que vale la pena ser vivida, se vale vivir de usos y costumbres que representan ingresos para miles de familias. Se trata de ir y cuidarnos a nosotros mismos. Es justo y necesario salir y disfrutar de nuestras tradiciones, porque ir a comprar al Centro es todo un arte y se tiñe de una gran verbena popular. Regresemos a las calles a disfrutar de ellas, y cuidarnos entre nosotros será nuestra mayor recompensa.

Escasez de los ingresos

Lectura: 3 minutos

Hoy les quiero hablar de una de las características de algunos bienes dentro de la economía, y es que son escasos; es decir, existen cantidades limitadas, mientras que las necesidades de los consumidores son ilimitadas. En la mayoría de los casos es el mercado que permite llegar al equilibrio entre la oferta y la demanda, al aumentar el precio y, por ende, cubrir la poca demanda (por un alto precio). Así funciona el mercado teóricamente hablando. Su comportamiento ya en la vida diaria, en la llamada realidad es un poco diferente o tal vez la palabra correcta para referirnos a su comportamiento es distinto, y muy distinto al menos para el bien o el tema de los ingresos.

Cabe aclarar que el ingreso de las familias, conocido como sueldo o salario, deviene de una mercancía llamada trabajo. Dicha mercancía es atípica porque tiene muchas necesidades propias como es el vestir, calzar, comer, entre muchas otras.

¿Qué pasa ante la escasez del bien ingreso? ¿Cómo funciona el mercado ante dicho comportamiento?

La respuesta es muy sencilla, ante la escasez del ingreso, no hay un mecanismo de compensación del mercado; sí del gobierno, pero no del mercado. Existen los programas sociales que compensan la escasez del ingreso; y no digo que tenga algo de malo o que no se está haciendo bien; hay muchos análisis en cuanto a su efectividad y alcance; sin embargo, creo que el mercado no está funcionando debidamente ante la escasez del ingreso de la mercancía llamada trabajado.

En este sentido, son al menos cinco puntos en los que el mercado no está haciendo bien su trabajo ante la escasez del ingreso; a continuación, los mencionare brevemente.

En primer lugar; no debería existir un salario mínimo, porque no está determinado por el mercado; además, es innegable que no contempla las necesidades de los trabajadores, porque con $80.04 pesos (por de 8 hrs. de trabajo al día en México), no se sacian las necesidades básicas de una persona en un mes, y mucho menos de una familia.

La Canasta básica entraría en el segundo lugar, muchos de sus productos están fuera del alcance del salario mínimo; en teoría este salario debería de alcanzar para cubrirla, pero no sucede así y eso que no incluye insumos como la renta, educación, vestido y/o calzado.

La inflación, como tercer punto, controlada dentro del actuar del Gobierno, no cabe duda que es un lastre que afecta a cada uno de los consumidores, los precios deberían ajustarse de conformidad a la demanda y, por ende, no deberían de subir; pero eso no pasa. El cuarto punto, ligado con la inflación, es la pérdida del poder adquisitivo del salario, lo cual es tan cierto como el mismo billete que ya no alcanza para comprar los mismos productos, y no digamos hace años, sino meses.

Ahora el comercio (quinto y último punto), con el resto del mundo, se justifica en cuanto a no hacer lo que no nos conviene producir si en otro país lo hacen más barato. El llamado saldo deficitario de la balanza comercial; aunado al alza del tipo de cambio, hace que se encarezcan las importaciones, y como consecuencia, el poder adquisitivo se vea por los suelos.

No cabe duda que algo no está funcionando bien; el mercado no está autorregulándose ante la mercancía del trabajo y la compensación al salario se vuelve un tema político que deja indefenso al trabajador; y por si fuera poco, se conjunta con un problema de creación de empleo (aumento de la tasa de desempleo) que hace que el problema de la escasez busque métodos de compensación ya no oficiales, sino extraoficiales, como el mercado informal en el mejor de los casos, y hasta el aumento de la delincuencia en el peor de ellos.

No queda más que dejar que el mercado, dirán los teólogos del libre mercado, se autorregule y quitarle el peso de las decisiones gubernamentales. Mientras que los pro-intervención del Estado justifican que es necesario tomar medidas ante terrible falla del mercado, la realidad dice que es insostenible esta situación; que se debe permitir a los trabajadores tomar mayores decisiones que aumenten de su calidad de vida.

La escasez del ingreso no está determinada en la teoría económica como una falla de del mercado laboral; por lo tanto, resta esperar a que la orientación del mercado tome en cuenta la necesidad de sus actores económicos; o más bien que los actores económicos que influyen en el mercado por fin los tomen en cuenta; y esa orientación no va a cambiar por sí sola; cambiará en la medida en que nos interesemos e involucremos en el quehacer económico. Si logramos eso, ya no estaríamos añorando los derechos de otros países, sino por fin estaríamos cuidando y defendiendo los nuestros.

La cultura del “no pasa nada”

Lectura: 3 minutos

Tal cual, ¡no pasa nada! Éste es el lastre que cargamos como sociedad, y que es a la vez un gran freno para poder avanzar tanto social como económicamente. Muchas veces culpamos al gobierno de lo que no pasa o de lo que pasa y no nos gusta; y en muchos casos tal vez tengamos la razón, pero tal vez es inútil tenerla si no hacemos las cosas diferentes.

Sin embargo, la idea del “no pasa nada” es una bola de nieve que crece con auto justificaciones de cada uno de nosotros, y los ejemplos son infinitos que hacen que realmente sea una cultura. Desde tirar basura, hasta la corrupción misma, de eso estamos hablando. Las implicaciones económicas son tan grandes, que me atrevería a decir que se compromete el crecimiento mismo de la economía.

Las malas decisiones macroeconómicas que se orientan al mercado exterior y no fortalecen la esfera productiva nacional, junto con el desinterés que provoca el sólo pensar en no hacer las cosas bien porque no pasa nada, eso es lo que realmente nos tiene sumidos en esta idea de subdesarrollo.

Pues sí, no pasa nada, se sabe de casos de corrupción y el resultado es el esperado por todos, no pasa nada. Esto lo único que provoca es una actitud que permea todos los niveles de la sociedad. Es muy simple, los demás lo hacen, ésa es la justificación para no sentir remordimiento y hacerlo también porque no pasa nada.

Es tan sencillo como tirar basura, un acto tan cotidiano para muchos que habla de la educación de cada uno de nosotros y qué tan arraigada tenemos esa cultura. Aunque la gente sabe que esto provoca contaminación y que es una de las causas principales de las inundaciones, aun y así se hace porque no pasa nada seguir haciéndolo.

¿Debe castigarse el acto del no pasa nada? ¿Quién lo debe de castigar? ¿Confiamos en quién debe castigar ese tipo de casos?

De éste es el tamaño de la llamada cultura del no pasa nada; ejemplos hay muchos y creo que todos sabemos a qué me refiero con este tipo de actos. Algunos no son realmente dañinos a la sociedad, otros la permean tan negativamente que viene acompañada de la muerte.

Sí hay cosas por hacer afortunadamente; de inicio, preguntar por lo que no se hace, preguntar por lo que se está haciendo mal, y reconocer lo que sí se hace y se hace bien. Esto es lo que debe ser el pilar de la nueva idea colectiva.

Por tanto, la democracia representativa debe de tener sus días contados, ya que es el punto cumbre de este tipo de actos, el clímax de esta cultura del no pasa nada. ¿Cualquiera puede ser candidato? Sí, cualquiera, y es por sumas y restas que se determina quién puede ganar. ¿Cuántas calles veremos llenas de propaganda? ¿Cuántos rostros nos pedirán nuestro voto? Es eso, sólo un voto. No les interesa nuestra participación más allá de ir a la urna, en verdad ganan y se olvidan de los votantes, algunos hacen más que otros, pero en su mayoría sin tomar en cuenta a sus votantes.

Bien lo decía Eduardo Galeano, “si votar sirviera para algo, estaría prohibido”. Mi llamado va más allá de las urnas, va en respetarnos como sociedad, como vecinos, como amigos, simplemente como familia; si logramos realmente eso, las cosas podrán ir cambiando paulatinamente.

A ustedes que leen esto y están de acuerdo, vaya que tenemos una tarea muy grande por delante. Es cambiar una forma de pensar en la que todo nos es ajeno y tomar un papel más activo como sociedad.

Sí, es una bola de nieve enorme y pareciera que nos va a terminar por consumir como sociedad; estamos insertos en un círculo vicioso sin pies ni cabeza; puede que hasta estas palabras estén de más porque no creo que cambien este tipo de conductas.

Sí, eso indudable, pero no hablo de las generaciones que ya están sumidas en este tipo de actuar, sino por las que vienen y están por llegar que no están viciadas. Es por ello que las cosas deben de cambiar a la de ya, y debemos de pensar en hacer las cosas no de mejor manera, sino hacerlas bien. “El no pasa nada” no se irá de la noche a la mañana, pero espero poder escribir en unos años que ya es parte de los estudios de una conducta ya desarraigada de la cultura popular. Se valen las utopías y las letras es el lugar en donde nacen, depende de nosotros llevarlas a la realidad.

Pago de impuestos

Lectura: 3 minutos

¡Pagar impuestos! Si no todo el mundo, al menos una gran mayoría los paga. Bien se dice que No hay nada seguro salvo la muerte y los impuestos, frase utilizada por Woody Allen y que se toma como autor de la misma a Benjamín Franklin. La importancia del pago de impuestos es nodal porque representa una parte importante de los ingresos públicos.

No es un fenómeno actual, pues bien ya es una actividad que se ha venido dando siempre; si analizamos los distintos modos de producción económica (esclavismo, feudalismo, capitalismo, socialismo y comunismo), en todos y cada uno de ellos hay contribuciones de parte de la sociedad para su utilización por parte del estado y/o autoridad en cuestión para financiar su actuar.

En pocas palabras, no es algo nuevo para nosotros, es un deber muy bien conocido. Sin embargo, el problema es que nos es ajeno y por eso no sentimos que influimos en su aplicación. Sólo los pagamos y punto; bueno, como buenos mexicanos, aunque sea el último día pero los pagamos. Obvio, no falta el que siente que no pasa nada y tiene su carro circulando con multas de verificación o de pago de tenencia; ése es otro tema de la cultura del “no pasa nada”, pero de eso escribiré en otra ocasión.

El pago de impuestos es una práctica que en su trasfondo tiene su porqué, simplemente dotamos de recursos a nuestros gobiernos para poder brindar los bienes y servicios que se necesitan para poder convivir como sociedad; en otras palabras, se deben garantizar el acceso a los servicios públicos como es la salud, educación, seguridad. Tal parece que describo una actividad propia de los así llamados países desarrollados, pero no, también el tercer mundo, insertos en el subdesarrollo pagamos impuestos y, por ende, también tenemos ese tipo de derechos; el problema radica en que no son visibles o más bien creemos que no son exigibles.

Que no quede duda, el pago de los impuestos nos genera derechos como ciudadanos, derecho a la educación, a la salud, a la vivienda, poder salir a la calle con la tranquilidad de que regresarás con bien, derecho a que las calles tengan alumbrado público; derecho a transporte eficiente, a servicios eficientes. Viéndolo bien, debería ser un porqué por demás motivador pagar impuestos; el problema es cuando la realidad nos deja ver una situación totalmente distinta. Centros de salud y hospitales sin medicamentos, policía corrupta, calles sucias, baches por todos lados, inundaciones con el agua y, el más preocupante y alarmante, la inseguridad.

El problema latente en contra de esos (nuestros) derechos es la corrupción de los gobernantes; corrupción acompañada de inseguridad más violencia, da como resultado la generación de miles de millones de pesos. Es un problema que se agrava en el tercer mundo, tal vez la principal traba para salir o pensar salir del subdesarrollo en el que estamos inmersos. Es común ver en las noticias, los casos de corrupción en tal o cual país por millones de dólares, ni en nuestro país estamos exentos de ese tipo de noticias y de prácticas; el problema es que es una práctica socialmente aceptable, y muchos de los casos conocidos se quedan impunes.

La corrupción genera un panorama desalentador. Sin embargo, hay mucho que hacer como ciudadanos, la cosa es que no se quede en palabras lindas; se trata de hacer las cosas de otra manera.

¿Qué queremos como país? ¿En qué tipo de país queremos que crezcan nuestros niños? No creo que ningún padre de familia conteste que en el actual; en ese sentido, la tarea como pagadores de impuestos, es saber (exigir) qué se hace con cada uno de esos centavos que pagamos.

Sin duda, es el desinterés colectivo lo que provoca que se den este tipo de situaciones de corrupción. Las redes sociales actualmente cumplen un papel importantísimo en cuanto a la información; sin embargo, los pasos a seguir en contra de que siga pasando, dependerán de cada uno de nosotros.

Implica un cambio de paradigma en el pensar y actuar respecto a nuestros alcances como ciudadanos. Baste recordar que, en los países del primer mundo, los derechos no se piden, se exigen. No sólo hay que importar patrones de consumo, sino patrones de conducta ciudadana; ésa es nuestra tarea por hacer porque los impuestos ya los pagamos y los tendremos que seguir pagando y, por lo tanto, ya es justo que cambiemos su forma de gastarlos y aplicarlos, porque al final de cuentas salen de nuestros bolsillos. Es justo esto lo que nos debe de quedar perfectamente claro y no olvidarlo en ningún momento; es nuestra única ventaja y herramienta de acción con la que contamos para realmente cambiar las cosas.

Hecho en México

Lectura: 3 minutos

Fue por los medios de comunicación y/o redes sociales que nos enteramos hace unos meses que existía la marca “Hecho en México”. El contexto político, indudablemente, actuó en favor de que se diera este paso importante en la búsqueda del “desarrollo de un mercado interno competitivo”. ¿Recuerdan a Trump diciendo que EE.UU. salía del TLCAN? No digo que eso fue lo que la impulsó como tal, pero sí orientó en mucho que se pudiera lograr. Además, estaba el tema del alza de la gasolina y las protestas que trajo a la par. Una estrategia orientada a darle un carácter nacional a lo que se venía como embestidas del exterior, principalmente ante la oscilación del tipo de cambio y las repercusiones en el encarecimiento de las importaciones.

El eslogan y logotipo ya existían, pero lo que se hizo fue darle un peso económico a su uso. Me explico, ahora aquél que cumpla con los planteamientos del acuerdo por el que se establece los requisitos para otorgar el uso, licencia y sublicencia de la marca, podrá utilizar dicha marca en aras de que les represente un mayor posicionamiento tanto nacional como internacional.

La idea es que al comprar algo veas esa marca o más bien se fomente el consumo de lo nacional, que mucha falta le hace a este mercado lleno de productos que dicen “Made in China”, ante lo cual los asiáticos no tienen la culpa de que su política industrial opaque la nula capacidad industrial en México.

No cabe duda que es una buena propuesta; sin embargo, debe orientarse a la par de una estrategia que incentive a la esfera productiva nacional. ¿Cómo lograr que las empresas realmente sientan el gusto por decir está “Hecho en México”? ¿El trámite será engorroso y/o burocrático? ¿El consumidor preferirá realmente los productos hechos en México?

Promover el consumo nacional dentro de esta economía tan globalizada es un gran paso pensando en las pequeñas y medianas empresas. La pregunta se orienta en saber la motivación que tendrán las empresas para acceder a ese tipo de licencias de uso. Es todo un conjunto de actividades que se deben hacer, la marca por sí sola no representará ganancias a las empresas.

En cuanto a trámites, actualmente las empresas hacen lo necesario por lograr una certificación, un ISO 9000 o que sean empresas socialmente responsables (ESR) les reditúa económicamente. Habrá que valorar cuánto le reditúa un Hecho en México a cada una de ellas.

Retomando el punto del consumidor, recordemos que es él quien tiene la última decisión en cuanto a la orientación que le da a sus gustos y preferencias. ¿Un Hecho en México hará que deje de consumir lo que le gusta?, ¿hará que piense dos veces su decisión de consumo?

Insisto, la marca por sí sola no va a reorientar el consumo; debe encaminarse un impulso y/o apoyo a las empresas que decidan utilizar dicha marca. Es necesario reorientar su uso también en los servicios, no sólo a los productos. Deben ser muchísimas las empresas de servicios que les revestiría de orgullo decir que lo que hacen está Hecho en México.

Se trata de reorientar los gustos de los consumidores, que sepan que su compra impactará en el mercado y esfera nacional. Démosles el peso de saber que ese consumo será el ingreso de familias mexicanas, lo que permitirá que los hijos de esas familias logren ir a la universidad. Y no por un mal nacionalismo de consumo, sino porque en verdad lo que están comprando es de calidad.

Se trata de confiar en los demás y no pensar (o quitarnos la idea) que se están aprovechado de uno (como consumidor) con el precio o en menoscabo de la calidad de lo que me están vendiendo. Se trata de creer siempre y cuando nos lo propongamos, muy al contrario de pensar que se logrará a través de la marca por sí sola.

Eso es o de eso se trata el consumir lo Hecho en México; se trata de ir más allá de una marca y lograr hacer una gran cultura de mercado nacional, fomentando la calidad y el alcance real de los productos que usen esa marca. Si no lo conseguimos, indudablemente nos pesará leer y nos será indistinto un Hecho en México; ése es el peso real que debería tener esta iniciativa, aunque es cierto que no lo dice; es momento de ponerlo entre líneas.

La pobreza de las cifras

Lectura: 3 minutos

El problema de la pobreza ‒podemos suponer como lo hacen los economistas‒ ha acompañado al hombre desde la aparición del sistema capitalista, con la única diferencia que actualmente no es un problema como tal, sino un juego de números.

Me explico, en este juego de números es un problema si oscila hacia arriba el porcentaje que lo mide; si oscila hacia abajo es algo muy bueno. ¡Qué bueno que hay menos pobres! ¿A quién no le gusta leer este tipo de buenas noticias? Sin embargo, la pobreza va más allá de un manejo de ratios; es un problema de niños y jóvenes en la calle; de drogadicción y prostitución, entre muchas otras cosas.

La pobreza genera más pobreza, dicen algunos; ésa es la causa principal de la violencia e inseguridad, dicen otros. Vaya debate, en donde todos los opinólogos parten del supuesto de que tienen la razón, avanzando hasta donde el descuido o debilidad argumental de los otros se los permite. La única (posible) coincidencia, entre estos teóricos, es que la pobreza viene acompañada de una mala distribución del ingreso. Pero ¿qué quiere decir eso? Si es mala, ¿por qué se permite?

Distribución del ingreso… hablamos de mala distribución del ingreso cuando se da una polarización del mismo; es decir, cuando muy pocos ganan mucho, y muchos ganan poco. ¿Dicha polarización es un fenómeno único del sistema capitalista? Si fuera eso cierto, existe desde la caída del Muro de Berlín, y con él las opciones que se vienen dando en el mundo. Históricamente después viene la Perestroika; pero desde Berlín inicia la así llamada hegemonía capitalista (occidental) en el mundo; y, por ende, la pobreza no como un fenómeno sino como un problema de números, números que oscilan; si van para arriba en algunos tópicos como en el crecimiento de la economía, exportaciones, salario, eso es muy bueno; y, mucho mejor, si van acompañados de otros que van para abajo como es la pobreza, el desempleo, la inseguridad, hasta las importaciones en favor de la consolidación de la esfera productiva nacional.

¿Será ésta la fecha del inicio de pobreza no como un problema real, sino como un problema estadístico? Como nación, ¿nos hace menos o más desarrollados tener o no pobres? ¿Qué mide la pobreza? ¿Quién mide?

La pobreza se mide de conformidad al Ingreso corriente per cápita, Acceso a los servicios de salud, Calidad y espacios de la vivienda, Acceso a la alimentación, entre otros factores. Si contemplamos el monto actual del salario mínimo ($80.04 pesos al día) y que a nivel internacional se usa el dólar para su medición, en ese sentido la pregunta se orientaría a saber si ¿el dólar puede usarse como referente para medir el consumo e ingreso y, por ende, determinar el nivel de pobreza? ¿Un tipo de cambio tan oscilante, afecta también este tipo de análisis?

¿Se puede saber dónde están esos pobres? Es decir, verificar cuándo un pobre es pobre. ¿La CURP y los censos económicos lo permitirían? La CURP para el caso de México, la ID para muchos otros países.

¿Google maps o earth pueden determinar las coordenadas de la pobreza? La tecnología, ¿qué tanto es obsoleta en este tema si los pobres no tienen acceso a la misma? ¿Hablamos de un problema de acceso a la información por no saber en dónde están los pobres?

La pregunta o el reclamo principal es saber: el nombre y en dónde viven los pobres. Pues, como no se sabe, qué más da (dirán los gobernantes); la cosa es bajar el porcentaje a través del gasto social (dirán nuevamente), y para eso tenemos tantos políticos para gastarlo; pero sólo en campaña electoral, después sufren de una amnesia de todo lo que prometieron.

Ahora la cuestión es saber si la pobreza se globaliza o es exclusiva de América Latina. La respuesta es Sí y No. “Sí” se globaliza y “No” es exclusiva de América Latina. En este sentido, la globalización trae consigo déficits de ingresos en todo el mundo: sobrepoblación, porcentaje alto de situación de pobreza ya sea en países de primer mundo o subdesarrollados. Este déficit es necesario cambiar para quienes lo viven, aunque resulta lucrativo para quienes buscan fines políticos de su tratamiento.

El problema de la globalización es que generaliza los patrones de consumo pero no así los del ingreso, de manera que se generaliza (globaliza) la pobreza. Por tanto, hablar de pobreza genera más dudas que certezas y, lamentablemente, la única certeza es que existe la pobreza.