Extramuros

De nuevo el debate de los plurinominales

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Era de esperarse la reacción de quienes en las últimas dos décadas se han visto beneficiados por sus respectivos partidos para ser indefinidamente postulados por el principio de representación proporcional, es decir, plurinominales; pero no en cualquier posición, sino encabezando las listas para que no haya duda alguna de que ocuparán un escaño en el poder legislativo federal o local, o un asiento en algún ayuntamiento.

Esto no significa que la ciudadanía haya votado en forma directa por dichos candidatos, sino que van sobre los hombros de quienes sí han hecho campaña política solicitando la confianza popular y comprometiéndose con el electorado, además de financiar sus campañas políticas. La suma de los votos de aquellos que sí hicieron campaña en sus respectivos distritos, también suma para aquellos que sólo esperaban el resultado y eventualmente tomar protesta para ocupar su respectivo escaño.

Por supuesto, aquellos que han sido electos en sus distritos en múltiples ocasiones o que han encabezado la lucha para que su planilla sea electa para gobernar un ayuntamiento, quisieran tener la misma oportunidad de aquellos cuya campaña palaciega e indecibles amagos a sus propios partidos, para llegar exentos de cicatrices y conservando su sonrosado color. Pero no es así, la asignación de posiciones plurinominales casi siempre obedece a una lógica diferente.

En todos los partidos ha habido casos de legisladores plurinominales, hombres y mujeres, que se han desempeñado brillantemente en el ejercicio de sus funciones legislativas, haciendo de su experiencia política y solidez profesional, además de su habilidad para urdir estrategias, verdaderos puntales para sus grupos parlamentarios y para el país. Ganan votos legislando y guiando a sus bancadas. Votos que ciertamente se suman para la próxima elección. A muchos de ellos su prestigio les precede y ello ha sido suficiente para ganar elecciones en sus distritos y regresar al poder legislativo federal o de los estados, representando muy dignamente a sus electores.

El hecho de que el INE haya denegado a un partido en particular, la decisión de su máximo órgano de decisiones, condicionar la postulación de plurinominales electos consecutivamente por el mismo principio, sólo es una parte del análisis, y obviamente de la gestión política de los directamente afectados. Lo importante es que el tema está sobre la mesa y ya se vislumbra la tendencia en varios institutos políticos, la posibilidad de instituir dichas condiciones en sus propios estatutos e incluso catapultarlas hasta la propia Constitución.

Eso obligaría a quienes son plurinominales a buscar la postulación de sus partidos para lanzarse a sus distritos a hacer campaña, a calzarse los tenis y caminar visitando a sus electores, adquiriendo compromisos personales y partidistas; sólo su esfuerzo y capacidad de convencimiento pueden acarrearles la confianza mayoritaria de sus vecinos y regresar a ocupar su escaño, habiendo empeñado su palabra y con un nuevo color sobre la piel.

Debatir la plataforma política

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Muchos y muy variados son los temas que aparecen en los medio de comunicación. Lo más sorprendente es que desde ya hace un año continúan hablando de la sucesión presidencial y haciendo público los resultados de encuestas nacionales, que afirman las aspiraciones de unos y desestiman las de otros. Los sucesos más destacados se han dejado venir como una oleada imparable, relacionados con las reglas internas de algunos partidos para postular a sus candidatos a una larga lista de cargos de elección popular, que de alguna forma ha trastocado las esperanzas de muchos, apagado las veladoras de otros más y roto el corazón de los ilusionados. Pero así es la política, es un juego de reglas aceptadas por para acceder al poder, lo justas e injustas que estas pudieran ser, es absolutamente relativo. Quizá en unos cuantos años las reglas vuelvan a modificar los escenarios y a redefinir las rampas de acceso al poder.

Con todo ello, empezamos a elaborar intrincados análisis que hacen las delicias de los dueños de México, de aquellos que siempre caen parados y que contemplan la escena como si supieran cual será el colofón de la historia. Y quizá lo sepan. Desde arriba se tiene una perspectiva más general de las cosas.

Lo que nadie ha puesto sobre la mesa es más importante para el resto de México que para aquellos que son los dueños del país, sin embargo, nunca reparamos qué tan importante puede ser. Me refiero a la plataforma política de los partidos, sus propuestas, sus análisis, sus consultas, sus debates y la difusión que se haga de ellas en redes sociales y demás medios masivos de comunicación. ¿Qué tan definitoria pudiera ser una propuesta? ¿Qué tan amarrada puede estar al compromiso de un gobierno electo democráticamente?

Algunos comentan que ante la posibilidad de formar gobiernos de coalición, crecen las posibilidades de que la agenda de compromisos contraídos entre las partes coaligadas sí se cumpla, ya que de lo contrario el gobierno formado perdería su fuerza y un largo etcétera. A bote pronto me parece que ese argumento es deleznable, dada la praxis de gobierno en todos los niveles y de cualquier extracción política. Lo que es vendible en elecciones, puede presentar serias dificultades a la hora de ponerlo en marcha cuando ya se constituye un gobierno. Quien ha ejercido la tarea de gobierno, está consciente que extraer del ideario político todo un programa de gubernamental multinivel es una misión muy compleja, ya que existe todo un rosario de aspectos técnicos y presupuestales que desaceleran las acciones ejecutivas y desmotivan a los beneficiarios. Una coalición de partidos pactada para gobernar, lo que en realidad busca es formar mayorías y equilibrar el poder; es decir, su fin político originario no necesariamente sería una agenda de gobierno, sino hacer gobierno.

Por ello, es importante que las propuestas de campaña se debatan abiertamente por temas, contrastando diagnósticos y defendiendo mecanismos de solución. Sería muy interesante medir las capacidades de proceso de análisis de un problema imperante; así como los argumentos técnicos y fundamentos legales para armar los andamios de la solución. El debate temático es más objetivo y didáctico que cualquier discusión superficial entre candidatos a los diversos cargos de elección popular. Seguramente restará importancia a los simples e ignorantes argumentos empecinados en culpar de todo cuanto mal habita en tierras mexicanas, a la “mafia del poder”.

Sería verdaderamente interesante y revelador, ver a los candidatos de los partidos políticos discutir diagnósticos de la problemática que envuelve el desarrollo de la pequeña y mediana empresa en México; el desglose de las propuestas en materia de comunicaciones y transportes; las propuestas de solución al problema de las pensiones y vivienda; o la visión sobre el desarrollo de energías alternativas, y la estrategia de incorporación de las nuevas generaciones al mercado laboral. Es indudable que el triunfo estaría lejos para quienes ignoran otro argumento más que la denostación, y estando en conocimiento de la magnitud del reto intelectual, rehusarán participar en un duelo de ideas y propuestas.

Hacer que las condiciones actuales de algunos sectores se transformen está muy lejos de ocurrir sólo por decir: “hágase la luz”. Esos retos mayúsculos sólo ocurren cuando se combinan visión, compromiso, liderazgo, capacidad técnica e intelectual, además de estar impregnado de la realidad por la que atraviesa nuestro país. Esos perfiles son escasos, pero los hay. En poco tiempo veremos a los partidos construir, desde su ideario, una plataforma política para ofrecer y convencer a los mexicanos.

La lista de los plurinominales

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Ha habido insistencia en los medios acerca de los montos asignados a los partidos políticos para las elecciones del 2018. Han surgido propuestas de que estas cantidades sufran recortes y que los partidos reciban únicamente el subsidio del estado de conformidad con los votos obtenidos en las elecciones inmediatas anteriores.  A los dirigentes de los partidos políticos no les interesa continuar hablando del tema, y argumentan que dichas cantidades de recursos surgen de fórmulas contenidas en la constitución y en la ley electoral, como si ese hecho las convirtiera en piedra.

El perfeccionamiento de nuestro marco normativo electoral puede continuar evolucionando como resultado de procurar mayor transparencia y representatividad. Las reglas del juego pueden variar de acuerdo a las negociaciones y alianzas entre las fuerzas políticas del país. Y es que hay que ir ecualizando las normas para generar equilibrios y tratar de concretar los proyectos nacionales. Esto no puede darse al margen de un sistema democrático, sacrificando el mandato del pueblo de México, por los intereses de un solo grupo.

De ahí que el hecho de reescribir las reglas para postular a representantes populares plurinominales al interior del PRI, abre una puerta enorme de transformaciones electorales que pudieran hacer que la sociedad recupere la confianza en sus postulados. Están justo en el umbral de poder lograrlo, pero se requiere sensibilidad política para poder ver la gran oportunidad que está a un palmo de sus narices.

La pequeña raíz asomó en su más reciente asamblea nacional, en la que acordaron que los plurinominales (representación proporcional) no fueran postulados por el mismo principio, sino que podrían únicamente ser electos por el principio de mayoría relativa (hacer campaña en un distrito electoral). Esto significa, regresar al electorado a nivel de campo y generar compromisos que les permita volver a conquistar una curul, pero ahora con el respaldo popular. La medida no es mal vista, todo lo contrario, es muy positiva porque reoxigena a los liderazgos y los somete al escrutinio popular.

El PRI debe impulsarlo como medida para renovar el desarrollo político de las regiones y para incidir en la dinámica interior de los partidos. De esta forma, veríamos congresos asumiendo un papel de contrapeso en las decisiones políticas importantes, pero también los congresos estarían ejerciendo poderosamente la tarea de fiscalización.

La llave de todo esto es ir definiendo cómo se integran las listas plurinominales. De acuerdo a la legislación vigente, las listas las elaboran cada uno de los partidos y eventualmente se les asignan curules en el número que corresponda según una fórmula ya aceptada en la legislación electoral. Pero ¿qué tal si las listas las integrara la autoridad electoral? Integrarlas con los nombres de candidatos que no obtuvieron el triunfo, pero que sí dieron la batalla en un distrito. De ninguna manera me refiero a la simpleza de los segundos lugares, sino a todos los que fueron a conquistar el voto popular.

Esto sería que, por cada circunscripción, la autoridad elaborará listas plurinominales por cada partido político, estructurándolas de mayor a menor número de votos obtenidos por los candidatos. Luego aplicaría la misma fórmula que hoy está vigente. ¿Cuál sería la diferencia entonces? Que los congresos tendrían mayor peso político debido a su representación electoral, y no a una simple designación motivada por intereses políticos sectarios.

Por ejemplo, la Cámara Federal de Diputados tendría mayor peso político de representación, valorado en números de votos. Serían 200 diputados plurinominales respaldados por votos ciertos, contantes y sonantes. Y es que a ningún político, hombre o mujer, le viene mal un  buen baño de pueblo para sanar y purificar sus convicciones.

Los partidos políticos se concentrarían en determinar mediante sus reglas internas, quiénes serían las mujeres y los hombres que postularían en sus fórmulas por los 300 distritos electorales –tratándose de la elección federal‒. La autoridad electoral se encargaría de asignar el restante, es decir, 200 asientos más en San Lázaro, conforme a su peso en votos. Es una especie de Round Robin, puesto que no sólo se compite con el candidato del partido adversario, sino que en la asignación de los plurinominales, eventualmente competirían contra sus propios correligionarios.

Esta nueva forma de asignación plurinominal, podría ser de gran utilidad para detonar la reelección en las cámaras, porque ante la eventualidad de no ser reelecto por mayoría relativa, aún habría la posibilidad de regresar a la cámara correspondiente, a través de la lista plurinominal, sólo que esta vez, con la fuerza de los votos.

Sólo podría ser el PRI el que pudiera impulsar este método de asignación de plurinominales. Esas iniciativas vanguardistas sólo nacen y prosperan en su interior, hay que reconocerlo.

Una pistola en el primer acto

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Si en una obra de teatro, aparece una pistola en el primer acto, será disparada inevitablemente en el tercero; eso es lo que más o menos señala la Ley de Chejov, de acuerdo a lo que nos enseña Yuval Noah en su extraordinario ensayo Homo Deus. Si bien, este tipo de presunciones nos puede llevar a tejer la alta posibilidad de que algo trascendental suceda, tarde o temprano, habrá la misma posibilidad de que tal suceso nunca ocurra.

Eso mismo podríamos aplicar para las aspiraciones políticas de muchos y las llamadas reglas con “dedicatoria”. Hay quienes afirman que han visto en el primer acto, el dedo que apunta a la candidatura de alguien en especial y que al final éste será quien abandere la campaña del partido en el poder. Pero eso es muy relativo. En política las circunstancias se pueden forzar cual varilla de metal para formar una circunferencia, para que ocurra un resultado final deseado; sin embargo, ni la política ni las varillas de metal son tan maleables, por más fuerza que se aplique, siempre quedará un corto tramo para que los extremos se toquen. Ese tramo, parece kilométrico a los ojos de los políticos y se llama “suerte”.

Aún no ha sucedido nada verdaderamente trascendental, pero eso sí, no hay plazo que no se cumpla. Tarde o temprano habrá candidatos a una descomunal cantidad de cargos de elección popular que aparecerán en las boletas que estarán expuestas al implacable escrutinio de la sociedad, de esa sociedad mexicana que conoce bien su poder y que hoy, más que en ninguna otra etapa de la historia patria, está muy bien informada. En ese escaso espacio de un metro cuadrado que mide un casillero, una persona empuñará un humilde crayón y cruzará el símbolo del partido de su preferencia, en ese momento puede suceder cualquier cosa. Ha habido muchos que se cuelgan en el pecho brillantes medallas como especialistas en campañas –incluyendo las antirrábicas– pero aun así nadie tiene una receta infalible que lo lleve al triunfo. Podrán ser promovidos como los “good hombres”, sin embargo, esa tampoco es una receta, el hartazgo popular nos puede arrastrar a los verdaderos “bad hombres”.

Veremos muchas sonrisas de quienes serán los candidatos a cargos de elección popular, pero seguramente veremos más rostros adustos en aquellos que no pudieron seducir a sus electores por más carretadas de dinero que le hayan inyectado a sus campañas. La sonrisa la conservarán muy pocos. Así que los que en el primer acto de la obra de teatro aseguraron ver una pistola, ésta nunca será disparada en el tercero.

Aquellos priistas que ya habían sacado cuentas para asegurar, una vez más, pasar de una cámara federal a otra, simplemente con ser considerados de nuevo para aparecer en la lista de representación proporcional, se quedaron silbando en la loma.

En los momentos más álgidos de las mesas temáticas, los estrategas más audaces pudieron distraerlos con temas diversos, tales como un nuevo sistema de gobierno o la reducción de requisitos para designar candidatos. Volcaron toda su atención hacia esos temas de gran interés, pero ignoraron que delicadamente les llevaban de la mano hasta una posición en la que no tuvieron tiempo de organizarse para defender sus intereses y los de sus familiares. Fue muy simpático escuchar los argumentos esgrimidos con tal de defender su modus vivendi. Ahí se terminaron sus planes.

La idea original es que el Legislativo sea un Poder que represente los intereses de las mayorías, y para ello es necesario que dichas mayorías opinen, apoyen o, en su caso,  rechacen. Pero para que esto ocurra hay que darles la oportunidad de escoger. El PRI ya modificó sus documentos básicos para impedir que varios personajes salten de una cámara a otra apareciendo recurrentemente en sus listas plurinominales, pero quisiéramos verlo también en otros partidos, donde siempre aparecen los mismos y no están obligados a volver a la calle para obtener el refrendo popular. A esos güeros les hace falta caminar las calles para que adquieran color a pueblo, suavizar su estricto pronunciamiento de su perfecto español y adoptar el slang de las masas, esa es la única fórmula para tatuar el sentir popular en la piel y en la conciencia.

Al menos en el PRI, quien hoy sea diputado –federal o local– por el principio de representación proporcional, es decir, “pluri”, y quiera saltar al Senado o a otra Cámara no podrá hacerlo. Forzosamente deberá ser postulado por el principio de mayoría relativa y caminar las calles de su distrito hasta adquirir un color acharolado, comprometiéndose con su electorado y generando alianzas a nivel de campo para obtener su puesto. Esta medida ha dibujado una sonrisa socarrona en muchos militantes del PRI ya que verán que algunos personajes dejen un buen espacio para renovar los rostros de sus representantes populares.

Aún falta que el PRI impulse esta medida para incrustarla en la Constitución y en las leyes electorales, federal y estatales, junto con un paquete de reformas que convierta las precampañas en auténticas elecciones primarias, organizadas y fiscalizadas por el Instituto Nacional Electoral. Desde lejos, puedo ver la pistola en este primer acto de la obra de teatro, según las enseñanzas de la Ley de Antón Chejov.

El TLCAN y el diálogo social

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Hace algún tiempo, ante la inminencia de la modernización o renegociación del TLCAN, sugerí que México propusiera ante sus socios comerciales, Estados Unidos y Canadá, el surgimiento de una nueva instancia que permitiera obtener información y consejo de los grupos sociales para lo que originalmente fue hecho este vínculo comercial trilateral. La sociedad organizada tiene derecho a formar una especie de caja de resonancia que evalúe el progreso, beneficios, y en su caso, perjuicios causados por este intercambio incesante de bienes, capitales y servicios.

Me refería entonces a un foro permanente en el que deben estar involucrados representantes de los sectores productivos de los tres países. Grupos de productores, de industriales, de transportistas, de comercializadores, de empresas del sector energético, de agricultores, de profesionales y técnicos, de ganaderos, de pescadores, de banca y crédito, de universidades e instituciones de investigación, desarrolladores de software. En fin, todas aquellas agrupaciones para cuyo beneficio fue concebido este tratado que ya lleva en vigor más de 20 años.

El vigor de este tratado comercial ha generado redes enormes de contactos intrincados y sofisticados desde el productor original hasta el consumidor final. Sin embargo, aún persisten inconformidades que, ciertamente, complica el diálogo político entre los gobiernos de los tres países, pero que va más ahí, deja insatisfechos a los sectores; y los beneficios que supuestamente deben ir aparejados al intercambio comercial trilateral, no logran penetrar hasta las capas sociales que forman parte de esta maraña de relaciones sociales.

Nuestro tratado es eminentemente comercial, no implica un proceso de integración regional fuera de ese contexto; sin embargo, la polarización de los discursos permea las capas sociales y pone serios valladares a la evolución del objetivo original del tratado; por ello es conveniente barajar la posibilidad de que surja una nueva figura que forme parte de las instancias del TLCAN, como un generador de recomendaciones que impacten positivamente al tejido social de los países socios. Este diálogo social, no puede tener una repercusión negativa, sino que su secuela necesariamente debe ser positiva, en virtud de que proyecta el impacto que genera la evolución del tratado.

Hace un mes nos asaltó la sorpresa de que nuestra antigua propuesta de incluir los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) dentro de la Ley Nacional de Planeación, finalmente fue tomada en cuenta, y la iniciativa del Ejecutivo Federal está en marcha, teniendo una buena acogida entre las fuerzas políticas representadas en el Poder Legislativo.

Quizá sea tomada en cuenta nuestra sugerencia de que la representación mexicana en los procesos de modernización o renegociación del TLCAN, plantee el surgimiento de un foro permanente que se convierta en una instancia donde se privilegie el diálogo social entre los tres países firmantes, cuyas deliberaciones y acuerdos sean considerados y valorados para cimentar la evolución del tratado.

Nuevos cauces para fortalecer el federalismo

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Creo que la buena intención que subyace en crear un cuerpo de policía de apoyo a la seguridad de los estados, es digno de reconocerse. La colaboración entre los gobiernos de las entidades federativas puede ser un camino de alternativas para enfrentar ciertos temas de interés común que en algunas ocasiones pudiera enfrentarse mejor desde una perspectiva regional conjunta que desde la individualidad.

Sin embargo, hacer este tipo de alianzas o acuerdos son solamente, hasta este momento, buenas intenciones y voluntad política. Es necesario aclarar que no hay compromisos que vinculen jurídicamente a los estados y quizá los recursos que dediquen a establecer estos nexos, no se puedan justificar en su cuenta pública, por una simple y sencilla razón: la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos en su artículo 117, prohíbe taxativamente cualquier tipo de alianzas entre los estados.

Sin embargo, el artículo 119 de ese máximo ordenamiento jurídico, permite la colaboración entre estados para llevar a cabo diligencia respecto a indiciados, procesados o sentenciados, así como aseguramiento de objetos, instrumentos o productos del delito. Dicha colaboración se debe dar a través de convenios formales entre estados. Es decir, que la firma de convenios no está mal vista del todo.

Es importante que el artículo 117 mencionado líneas arriba, sea despojado de temores decimonónicos y se convierta en vehículo para poder construir un marco de colaboración sólido, seguro y confiable que abra una nueva vía de construcción del federalismo, que hoy busca nuevos cauces para crecer y desarrollar mecanismos eficaces de atención a la población.

La propia Conferencia Nacional de Gobernadores (CONAGO) carece de un sustento jurídico vinculante, pero nadie puede dejar de reconocer que es un foro para poder intercambiar experiencias y conseguir consensos que contribuyen a generar cierta estabilidad política. El Gobierno Federal aún abriga temores frente a la posibilidad de permitir esta clase de alianzas, pero es momento de deshacerse de prejuicios y establecer nuevos retos para fortalecer las acciones de las entidades federativas.

Un artículo 117 constitucional bien planteado como una plataforma para el desarrollo del federalismo, y al mismo tiempo, salvaguardando la integridad del pacto federal, pudiera generar amplios beneficios para las regiones. Podría incluso erigirse como mecanismo para ejercer fondos federales con el objetivo de que se obtengan resultados de mayor impacto, eficiencia y transparencia. Como una secuela positiva, convendría desarrollar una Ley Reglamentaria de este artículo constitucional para clarificar el máximo las posibilidades de colaboración y relaciones interestatales.

México ha asumido el compromiso de impulsar los Objetivos de Desarrollo Sustentable (ODS) ante el concierto internacional, al mismo tiempo, la confianza en cualquier tipo de estructura gubernamental ha ido decreciendo considerablemente. Y con justa razón. Eso representa un gran peligro para las instituciones de la República, así que una colaboración estrecha entre los estados, bien reglamentada podría consolidarse como un mecanismo para asumir compromisos regionales para avanzar en la aplicación de los ODS y renovar la percepción de la población respecto a las instituciones nacionales.

Instrumentar mecanismos de esta naturaleza no requiere de grandes sacrificios políticos, sino de la necesidad de despojarse de viejos prejuicios que se arrastran desde la independencia de México. Es hora de desechar ese lastre y potenciar los mecanismos que pudieran edificar nuevas formas para fortalecer el federalismo y hacer más eficiente la actuación de los gobiernos estatales respecto a los compromisos nacionales y regionales.

El gobierno federal debe tomar el liderazgo en este tema para ser quien impulse e incentive el surgimiento estas nuevas fórmulas de colaboración regional, velando por su estabilidad, desarrollo y prestigio, además de asegurar inversiones es los temas de desarrollo y evitar la opacidad en la inversión de recursos federales ejercidos a través de los gobiernos estatales.

El espectro de temas de colaboración entre los estados pudiera ser muy amplio, siempre y cuando esté bien reglamentado. Seguridad pública, derechos humanos, protección civil, combate a la delincuencia organizada y al narcomenudeo; política fiscal, medioambiente, servicios de salud, calidad educativa, trasparencia y rendición de cuentas, redes de comunicación transregionales, así como todas las materias relacionadas con el desarrollo económico de las regiones.

El partido político que proponga un sistema que ordene y reglamente adecuadamente esta nueva vía de fortalecimientos al federalismo, puede extraer jugosos nutrientes para plantear una plataforma política más creíble y con mayores posibilidades de obtener alianzas que aseguren su permanencia o su asunción al poder.

Este tema tiene mucha tela de donde cortar y se vertebra muy bien en un nuevo discurso político de centro izquierda. Hoy conviene ilustrar al electorado con propuestas viables, y evitar envenenarlo con acusaciones de todos contra todos. Los partidos políticos se encuentran ahora levantando encuestas entre la población para sincronizar sus discursos a los temas de preferencia de sus electores potenciales, porque ninguno le apuesta a incrementar su liderazgo a través de propuestas viables y profesionales y luego convencer al electorado de que esa es la mejor vía.

Estoy deseando ver un debate televisivo en el que se expongan las propuestas de gobierno, justificaciones y mecanismos para aplicarlos, que la discusión se desarrolle a través de la solidez de su conformación y su concepción, planteando retos y metas. Ya falta poco, los tiempos de la política están a la vuelta de la esquina.

Liderazgos, van y vienen

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Los liderazgos se conquistan con mucha inteligencia y se conservan con listeza. El liderazgo puede ser una manifestación de la fuerza, ya sea a través de las armas o del dinero; también se obtienen por manifestaciones carismáticas, o por simples adhesiones políticas en frecuencia con un ideario.

Lo que resulta muy difícil es conservar esos liderazgos, ya que las presiones políticas son inmensas y generan una gran competencia. Cuando un liderazgo se agota o es removido bajo presión, surgen nuevos y notables paladines para ocupar su lugar. Es como el juego de las sillas. Ni más ni menos.

Hace un par de meses, Estados Unidos manifestó que abandonaría el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés). Acuerdo que había sido originalmente impulsado, promovido y apoyado por su propio gobierno, pero la actual administración declinó su participación y con ello, abrió la puerta para llenar el espacio vacante, el liderazgo de este gran acuerdo comercial del Pacífico en el que participan doce países que poseen una gran cultura comercial cuyos mercados se encuentran en constante expansión, además de ostentar liderazgo político en su región.

China alza la mano para liderar al grupo. Con Estados Unidos dentro de este gran acuerdo comercial, sus posibilidades eran muy limitadas, sin embargo, con nuestro vecino país del norte fuera del bloque comercial, prácticamente le da a China las posibilidades de establecer reglas, aunque no sin las precauciones de países como Canadá, México, Australia y Nueva Zelanda. Todos pretenden nivelar las negociaciones para no verse rebasados por la diversificación económica del gigante de Asia, sino que esa diversificación beneficie a todos los países socios.

Definitivamente, la bandera de líder de esta asociación comercial la tremolará alguno de estos países que cuentan con una gran experiencia en negociaciones comerciales a la hora de fundar nuevos acuerdos multilaterales y que han obtenido presencia mundial por sus habilidades diplomáticas. Ciertamente, Estados Unidos ya no formará parte del acuerdo y tampoco será su líder.

Los acuerdos de París han simbolizado una manifestación de solidaridad con la casa común, es decir, con el planeta entero. Los líderes de casi todas las naciones han reconocido su deterioro y los riesgos que ello implica para sus habitantes. El cambio climático ya está presente en esta gran aldea global y amenaza con cambiar nuestro entorno de forma dramática si no tomamos las medidas necesarias para disminuir nuestras emisiones contaminantes y transformamos nuestra cultura de confinamiento de residuos.

Prácticamente habrá que cambiar nuestros hábitos de consumo y transformar nuestras fuentes de energía, así como asumir una nueva cultura del agua, a fin de que el planeta pueda asimilar lo más rápido posible dichos cambios y frenar su deterioro, incluso restaurar zonas que fueron devastadas y convertirlas en nuevos centros de creación de vida y equilibro medioambiental.

Llegar a este gran acuerdo global supuso hacer importantes esfuerzos por convocar a todos los países del mundo, concientizar a sus líderes del problema que existe debidamente sustentado por científicos de todo el mundo, y de ahí, asumir compromisos para revertir el problema. No cualquier país puede hacer esa convocatoria, se requiere liderazgo. Ese mismo liderazgo que minusvaloró la actual administración de Estados Unidos, hoy lo asume China, India, Francia y Alemania.

Ello se suma a las declaraciones de Ángela Merkel y otros líderes mundiales, señalando que el Acuerdo de París no está sujeto a negociaciones ya que no es posible cambiar sus términos. Así que Estados Unidos deberá acatar el acuerdo cuando menos durante los tres próximos años y luego activar paulatinamente su retiro.

La señora Merkel va por una nueva reelección para ratificar el apoyo de su pueblo, pero también ha sabido que el mundo libre y democrático requiere líderes maduros y conscientes, con sensibilidad y visión, que tengan carácter y poder de negociación. La canciller alemana empieza a ganar terreno en la arena política y a abrirse paso para avalar importantes acuerdos en todo el mundo, además de incrementar su presencia en medios como la nueva líder del mundo libre, incluso por encima del Reino Unido, que ya ha empezado a sentir que el Canal de la Mancha es mucho más ancho ahora que se encuentra prácticamente fuera de la Unión Europea.

El aislacionismo ya ha sido experimentado antes en Estados Unidos, espiral de la que afortunadamente pudo salir tras enfrentar grandes retos conjuntamente con el resto del mundo. Los liderazgos se ocupan y todos los días hay que luchar por mantenerlos, pero Estados Unidos comienza a rechazar el papel de líder de campos diversos.

Algunos especialistas ya especulan sobre la posible salida de Estados Unidos de la Organización Mundial del Comercio (OMC), la cual establece reglas generales para el intercambio de bienes y servicios en los países firmantes. Eso sería una decisión gravísima, que se sumaría a otras del mismo calibre tomadas por la administración del señor Trump.

Veremos entonces cómo Alemania y la señora Merkel escalan hábilmente para posicionarse como los nuevos líderes del mundo democrático; un país que hace menos de ochenta años se encontraba reducido a escombros por los aliados luego de la Segunda Guerra Mundial, donde además de haber sido vencido, también fue dividido en dos partes. Es increíble el poder de resiliencia de este gran país. Ahora empezaremos a adquirir el hábito de establecer criterios de desarrollo y democracia según los referentes alemanes.

Cuando surja una organización internacional cuyo propósito sea combatir el terrorismo, ¿quién iniciará su integración? ¿Alemania, Francia, China? Es posible que Estados Unidos intente hacer uso de su poder para asumir el liderazgo, aunque quizá luego lo piense mejor y quiera ceder la estafeta a otro país.

Los candidatos y el gran total

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Finalmente han concluido las campañas políticas en cuatro estados del país. Los medios de comunicación han dejado de emitir sus especializadas lecturas y sus más descabellados vaticinios. Los partidos cerraron sus campañas, aunque no sus actividades; todo lo contrario. Justamente ahora la maquinaria de los partidos está moviendo su estructura territorial: activistas, coordinadores, jefes de colonias y barrios, líderes naturales y sindicales, representantes de casilla y demás actores. Todos corren frenéticamente llevando y trayendo información y haciendo los últimos amarres de la elección.

Eso me recuerda a los exámenes finales, en los que teníamos que repasar las lecciones de todo el semestre. Aquellos que durante el curso no habían abierto el libro, tenían altísimas probabilidades de fracasar; sin embargo, quienes habían sido constantes tenían mayores posibilidades de obtener una buena nota. Llegando el día del examen, todos podíamos presentir lo que el destino nos deparaba. Todo lo que había qué hacer ya se había hecho. Finalmente debíamos enfrentar la realidad, cualquiera que ésta fuera. Todos los plazos se cumplen y el tiempo tiene más filo que una guadaña.

Los candidatos en este momento han de sentir un pulpo moviéndose sin cesar dentro de sus curtidos estómagos y las miradas de sus colaboradores de campaña parecen tener una mejor lectura de la circunstancia. Las inseguridades saltan a relucir, por más lecciones de serenidad y paciencia que con que la vida los haya premiado. Todo lo que hicieron o dejaron de hacer, tendrá un resultado casi matemático. Los saludos, los abrazos, las atenciones, los discursos y las entrevistas, las llamadas telefónicas y las felicitaciones, sumarán para contabilizar la primera parte del gran total.

La resta también estará presente, tomando en cuenta las metidas de pata, las indiscreciones, las imprudencias, los pecados, las mentadas de madre y otros improperios emitidos, los chistes mal contados, los arranques de ira, los desprecios, las minusvaloraciones y los enemigos (que en este campo son de verdad y poseen un mimetismo extraordinario). Todo ello, puesto en una balanza, podrá arrojar un gran total.

Toda esta guisa pareciera indeseable, pero cabe decir, que la sensación que en ese momento se está creando, seduce hondamente a quienes ejercen profesionalmente la política. Contra eso no hay medicamentos ni tratamientos, es un estado de ánimo que no se parece en nada a la felicidad o al amor, ni a ningún otro sentimiento que encarne lo bueno. La política corre como la adrenalina por todo el cuerpo, de forma indescriptible y fabulosa, sin discriminar si el personaje es hombre o mujer.

El día de la elección llega y nada ni nadie puede sustituir el deseo de una persona, que en escasos tres minutos, en la soledad que le proporciona la mampara de su casilla, empuña un crayón, como si fuera un sable, y cruza el emblema de su preferencia. Los más destacados psicólogos, antropólogos y politólogos, no han podido descifrar cuáles son los impulsos que mueven a un ciudadano en ese crucial momento, porque ya hemos visto que el carisma y el dinero no resuelven todo, que la santidad no es exactamente lo que buscan, tampoco el discurso incendiario ni los debates televisivos. En esa endeble mampara se ejerce algo poderoso, la libertad, si es que acaso así lo quiere el elector, porque nadie será testigo de sus decisiones.

El día del gran examen llegó y todo lo que había qué hacer, se hizo. Algunas cosas se habrán hecho medianamente bien o absolutamente mal, pero ya no hay tiempo para más saludos ni felicitaciones, tampoco para remediar las metidas de pata ni los desprecios. Hágase entonces la voluntad soberana del pueblo. Que así sea.