Extramuros

La seguridad hemisférica. Una alianza que pesa

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Parece que las conversaciones entre homólogos de Estados Unidos y México, encargados de la defensa y la seguridad interior, pudieran llevarse a cabo como un prometedor preludio para celebrar una reunión futura entre presidentes, en el momento en que varios de los temas maduren y se estabilicen. Sería temerario llegar con tareas inconclusas.

Al iniciar el mes de febrero, la embajadora estadounidense en nuestro país, Roberta Jacobson, lanzaba una frase cuya intención aun nos parece un puente sobre el Río Bravo: Los Estados Unidos y México son más que vecinos, somos familia y como familia no siempre nos llevamos bien. Han existido altas y bajas entre nuestros países en los últimos 200 años, no siempre es fácil, pero nuestra relación resiste tiempos difíciles.

La embajadora Jacobson es una diplomática de carrera, una mediadora de altos vuelos, cuya experiencia y habilidades serán de gran utilidad para ambos lados de la frontera, para replantear un acercamiento gradual y la moderación de los tonos de nuestro diálogo.

Por lo pronto, los Secretarios de Gobernación, de Defensa Nacional y de Marina, ya han tenido contacto telefónico con sus contrapartes para empezar a abordar algunos temas de importancia toral respecto a la seguridad hemisférica.

Para nadie es novedad que México representa un aliado insustituible para la seguridad de Estados Unidos, aunque nuestro país no es responsable de sus calamidades ni de las repercusiones de política exterior norteamericana, caracterizada por ser rampante y claramente beligerante frente a países y culturas determinadas. Todos esos frentes abiertos tienen sus consecuencias.

Este tema de seguridad se asemeja al tema comercial. El TLCAN ya regula el intercambio comercial entre Canadá, Estados Unidos y México, el cual ciertamente habrá que revisar y hacerlo aún más ágil, y dentro de estos temas habrá que superar, en algún momento, las medidas proteccionistas que pretende incrustar el presidente Trump. A todas las partes les conviene que el TLCAN se fortalezca y continúe generando riqueza y empleos.

En el tema de la seguridad ya existe un mecanismo del cual podemos  partir, denominado Iniciativa México. Ese mismo instrumento, tal y como se espera del TLCAN, deberá ser revisado y evaluado. En este proceso habrá importantes protagonistas. Uno de ellos, sin duda, será el Secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, quien irá a la mesa de diálogo con el Secretario de Seguridad Interior, John Kelly; a este evento se sumará la eventual reunión que sostendrán el Gral. Salvador Cienfuegos, titular de la Secretaría de la Defensa Nacional y el Secretario de Marina, Almte. Vidal Soberón, con el Secretario de Defensa de nuestro país vecino, James N. Mattis. En esta lista no hay novatos, así que se espera lo mejor de cada uno de ellos.

El planteamiento deberá ser el mismo. Evaluar y fortalecer el acuerdo bilateral Iniciativa México, que después de dieciséis años de generar un ágil vínculo en materia de seguridad, seguramente surgirán nuevas ideas para fortalecerlo, dinamizarlo y hacerlo más eficaz, dado que han cambiado las circunstancias de ambos países.

Pero tampoco nos debemos permitir pecar de ingenuos. La relación entre la administración Trump y México, no ha iniciado con el pie derecho. Todo lo contrario. La actitud del gobierno de Estados Unidos hacia nuestro país ha sido en un tono muy hostil (inusual dada la alianza estratégica que ambas naciones sostienen), minusvalorando todos los antecedentes que nos han unido durante los últimos sesenta años. Así que las sonrisas y los apapachos tendremos que postergarlos para una mejor ocasión.

En la forma del pedir está el dar. Sin embargo, hay cosas que no estamos dispuestos a sacrificar ni conceder a nadie. En un principio la parte mexicana no debe permitir en su territorio aquello que Estados Unidos no permitirían en el suyo, por ejemplo, una intervención armada del nivel que sea y por el motivo que sea.

En segundo término, pero no por ello menos importante, está exigir el combate al tráfico de armas que provienen de Estados Unidos hacia territorio mexicano y que son usadas por los grupos criminales para contrarrestar las capacidades de armamento de nuestras fuerzas de seguridad. Una  vez incluido este tema, debemos añadir el intercambio de información y los canales de comunicación para detonar operativos más eficaces.

México es un espacio muy diferente a nuestra entrañable Colombia y, por tanto, el plan deberá también ser diferente. Aplicar la misma receta en México sería como aquel pitcher que en su repertorio sólo posee un tipo de lanzamiento. La Iniciativa México es una muy buena plantilla para comenzar a dialogar, pero este instrumento de cooperación bilateral para la seguridad aún tiene mucho que madurar y estamos en el momento preciso para poder hacerlo.

 

Puentes en lugar de trincheras

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Parece que algunos aspectos trascendentales de la política interior de nuestro país están quedando en un segundo plano en las portadas de los rotativos mexicanos, para dar paso al análisis y difusión de los pormenores que surgen de momento a momento en la relación de México con Estados Unidos, y del arrebato de nacionalismo mexicano sobre el que estamos transitando para nuestra buena fortuna.

Podríamos afirmar que la visionaria relación construida con nuestro vecino país del norte, contada desde mediados de los años 50 del siglo pasado, de cuya evolución positiva devino en un tratado comercial dinámico y sobresaliente, está dando un giro inédito, centrándose en los mensajes en redes sociales que propina el presidente Trump. Es una relación devaluada por el gobierno de Estados Unidos, aunque contamos con aliados que se abren paso para influir en un nuevo tono de diálogo entre ambas países.

Los analistas internacionales frecuentemente coinciden en que los petardos lanzados por el presidente de Estados Unidos son una estrategia para medir el poder de respuesta de las autoridades mexicanas y de ahí definir el tenor de la relación bilateral por los próximos cuatro años, por lo menos. Otros más consideran que el tenor de los mensajes de twitter acusa claras características de un perfil psicológico nada esperanzador.

Esta nueva relación debe ser diagnosticada desde toda perspectiva para modelar la forma en que responderemos al presidente Trump, pero que ello no distraiga nuestra capacidad para contemplar las oportunidades y las capacidades que tiene México en otras latitudes.

La relación con la Unión Europea y sus principales líderes debe mantenerse activa, dinámica, creciente y fructífera. Los acuerdos comerciales con Asia y Latinoamérica debidamente aceitados, funcionando y adquiriendo mayor fuerza.

Ya el secretario de economía, Ildefonso Guajardo, ha desatado operativos en distintas latitudes del orbe. Nuestro diálogo con la comisaria de comercio de la Unión Europea va recobrando dinamismo y adquiriendo conciencia de que este lazo renovado tiene mucho más fondo que el intercambio comercial y la colaboración económica. En esas latitudes España siempre se ha situado del lado de México en la mesa de negociación, la cual es una ventaja confiable. Debemos concretar un acuerdo inédito, casi como si fuéramos el primer país no europeo en tener los mismos privilegios que cualquiera de los socios de este poderoso bloque económico.

Nuestro Acuerdo de Complementación Económica con los países del Mercosur debe ser un ejemplo sólido de liderazgo iberoamericano y de diversificación de nuestros canales de comercialización. Es menester sentarse a la mesa y hablar de los temas que hemos dejado encorchetados para definir nuestras posturas respecto al intercambio de bienes, servicios y capitales. Ese acuerdo debe constituir una plantilla sobre la que debemos transitar en nuestra relación comercial con nuestros países hermanos.

Todo lo que sea rescatable en el tambaleante Acuerdo Estratégico Transpacífico de Asociación Económica, mejor conocido como TPP, debe ser ampliamente aprovechado por México y revisado desde una visión de intercambio comercial, pero también desde una perspectiva estratégica de seguridad económica para recibir inversión, principalmente de nuestros socios asiáticos. Esta misma semana nos sorprendía gratamente el anuncio del gobierno de Hidalgo sobre una importante inversión en el sector automotriz proveniente de una poderosa alianza empresarial donde destaca la empresa china JAC Motors. Detrás de ella tienen que asomarse más.

Es muy importante tejer fino todas esas líneas de acción, y rematarlas con doble nudo, con energía renovada y con impulso olímpico. Cada paso debe ser bien conciliado y demostrar que más se obtiene construyendo puentes que abriendo trincheras mediáticas, porque estas últimas tienen graves consecuencias, y los puentes generan intercambios con beneficios perennes.

En este sorpresivo resurgir del amor patrio es necesario abrir a debate algunos temas en los que nunca podemos coincidir del todo, tales como: consolidación institucional en materia de seguridad pública, seguridad interior, defensa, crecimiento regional e infraestructura; así como en materia de acuerdos de desarrollo interestatales y mecanismos para erradicar la pobreza.

A esta plataforma de unidad nacional debemos subir temas importantes como el replanteamiento de nuestras alianzas internacionales y la ratificación de nuestros principios constitucionales en materia de relaciones exteriores. Que nuestro voto e influencia tenga un altísimo precio para el gobierno de Estados Unidos. Sería un error desprestigiar la fórmula de intercambio comercial y diálogo político con nuestro vecino del norte, pero no podemos esperar a que Trump se le pase la inaguantable etapa de la adolescencia.

Construyamos puentes en lugar de cavar trincheras.

NUEVOS PARADIGMAS. NUEVAS OPORTUNIDADES

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En los procesos de construcción de negociaciones, México ha acumulado un rico caudal de experiencias que contribuyen a cimentar los acuerdos de nueva generación, tanto de carácter político, colaboración, intercambio comercial, seguridad, migración, y un largo etcétera; sin embargo, las circunstancias ejercen una influencia decisiva en los resultados.

Nuestra relación diplomática y nuestro ejercicio consular, así como nuestro dinámico intercambio comercial con Estados Unidos, siempre han tenido niveles importantes de estrés, tensión, condiciones álgidas, pero las hemos afrontado como oportunidades y no como calamidades.

Nuestros vecinos también tienen su historia donde muchas veces han vencido, pero también han salido derrotados. El espíritu de un acuerdo comercial es generar una sinergia donde las fuerzas económicas de dos o más países puedan converger para fortalecer regiones determinadas o sectores especializados de la industria.

En un acuerdo se inscriben mecanismos de perfeccionamiento permanente y de integración gradual, sobre todo cuando los lazos de confianza maduran y de los sectores productivos surgen verdaderas simbiosis. El caso del TLCAN parece tener días difíciles debido a la patología psicótica que acusa con sus rampantes maneras el presidente de Estados Unidos.

Hace varias semanas comenté en esta misma columna, en un artículo titulado “Tiempo de Líderes”, que justamente era el momento para emprender una enérgica cruzada para integrar un nuevo Pacto por México, con estrategias inteligentes, dinámicas y agresivas, para activar nuevas rutas de mercado y definir un mejor destino para nuestros productos y socios más confiables. Dejemos que el gobierno de Estados Unidos tome decisiones unilaterales porque finalmente se morderá la cola. Prácticamente estaremos resistiendo estoicamente un vendaval de 4 años, pero esos nos servirán para afinar habilidades que hasta ahora nuestros gobiernos no habían explorado por pereza, por haber engullido la idea de que Estados Unidos era un paraíso, y poner su corta visión y con ello nuestra estabilidad en manos hostiles.

Ante el acicate que representan estos nuevos paradigmas, es justo que nos crezcamos al castigo y descubramos nuevas oportunidades inexploradas. En los momentos críticos, pueden emerger nuestras mejores ideas y aptitudes. Empecemos dando un repaso profundo y consciente a nuestros tratados comerciales y de colaboración que hemos logrado y desarrollado durante más de dos décadas para hacerlos brillar como sólo nosotros sabemos hacerlo.

Si pensábamos que con actitudes flemáticas y a golpes de extrañamientos amanerados íbamos a corregir la afrenta del gobierno gringo para suavizar el discurso de Trump, estábamos equivocados. ¿Qué ventaja tenemos? Quizá la primera y la más importante sea la de saber de antemano que en su actitud no hay dobleces, simplemente hay hostilidad; y entretanto sepamos cómo reacciona, sabremos qué estrategias detonar.

Insisto que es el momento para recuperar el Pacto por México, integrando acciones y estrategias basadas en liderazgos ciertos. México es fuerte cuando se une. México es invencible cuando toma una determinación. Dejemos atrás la recurrente y casi instintiva autoflagelación con la que nos herimos como Nación.

Detonemos lo mejor para nuestro provecho como sociedad. Construyamos un nuevo Pacto por México, donde el interés central sea defenderlo.

 

TIEMPO DE LÍDERES

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Parece que el trabajo de operación política y diálogo, al mismo tiempo que surgen medidas de compensación tributaria para el sector productivo del país, algunos recortes presupuestales y salariales, así como más medidas de austeridad, empiezan a causar algunos efectos, aunque sean modestos en el giro y tono de las manifestaciones sociales ocasionadas por las medidas de incrementos a los precios de los hidrocarburos, mejor conocido como el “gasolinazo”.

La confianza es un bien preciadísimo en la vida, pero imprescindible en la vida política; no tiene un producto sucedáneo que lo supla, y su pérdida conlleva costosas consecuencias y una larga secuela de males. La congruencia que exige la sociedad a sus líderes, regularmente se ve reflejada en la manera de vivir y convivir conforme a los ingresos; hay que pregonar con el ejemplo, actuar conforme a lo comprometido y cumplir la palabra empeñada. Por ello, es importante que siempre se genere confianza, congruencia y liderazgo ante los embates ‒internos y externos‒ que todo gobierno, gobernante y demás representantes populares enfrentan diariamente, para generar estabilidad política, paz social y seguridad pública.

El liderazgo no va aparejado al cargo público. A eso, en todo caso, se le llama ejercicio de atribuciones, responsabilidades y competencias jurídicamente reconocidas; por otra parte, el efecto que un liderazgo puede causar en la sociedad, reúne un poder considerable, que pudiera ir más allá de cualquier marco jurídico. El liderazgo está armado de argumentos, convence, seduce, encabeza, incluye, garantiza, persuade a los grupos sociales y a la sociedad en su conjunto. Es un instrumento, es un acicate, es complemento sustancial del poder.

En las democracias, el liderazgo hay que cuidarlo, prestigiarlo, enriquecerlo, manifestarlo constantemente; pero tiene serios detractores en cada esquina, críticos y auditores de largos colmillos, desestabilizadores y enemigos reales. Con ellos se dialoga, se acuerda, se hacen amarres, se procura estabilidad, entendimiento, para poder ejercer un liderazgo real. Estamos en tiempos en los que el liderazgo se cuestiona, pero también se defiende y se ejerce.

El desencanto social da al traste con cualquier tipo de liderazgo. Y sólo se llega hasta ahí con sucesos recurrentes de errores y decisiones equivocadas, negociaciones fracasadas, débiles amarres, alianzas insostenibles, ausencia de acuerdos, apertura innecesaria de frentes ante enemigos; falta de inclusión, de visión, prevención. Visto así, percibimos un panorama desolador, un páramo yermo, una sequía prolongada, una ruta sin retorno. Cuando esto sucede se desencadenan males inenarrables.

La sociedad reacciona como el peor elemento de la turba en una especie de efecto dominó. Se desactivan los instrumentos legales y tradicionales de control social. Es entonces cuando surgen fallas serias en el sistema de operación de una ciudad, de una región o de un país entero. La sociedad se lamenta, se cuestiona, se manifiesta insubordinadamente, sin coordinación alguna. El rumor se vuelve más poderoso que nunca y la desinformación empieza a ganar terreno.

En un escenario como esos, la sociedad inicia ‒sin quizá pretenderlo‒ la búsqueda de un líder carismático, un mago, un brujo, un chamán, un perfil disparatado; con discursos polarizados y plagados de retórica y promesas, condensando frustraciones y manipulando el sentir popular para ocasionar enfrentamientos y rompimiento institucional. Eso podría llegar a enfrentar a un pueblo. Esos liderazgos ven el caos como su elemento, y sólo en la confusión social pueden consolidar su poder, pero jamás el desarrollo de su pueblo.

Hace ya varios años la sociedad ecuatoriana cansada y desilusionada, viendo cómo la unidad nacional se hundía, optó por encumbrar a un perfil justamente surgido del hartazgo. El desenlace lo conocemos. Muchos vimos por la televisión a un presidente ecuatoriano fuera de sí, declarado por el congreso de ese país hermano, mentalmente incapaz de controlar sus impulsos y, por supuesto, también incapaz para gobernar; aquel presidente estaba muy por debajo de las expectativas que el pueblo de Ecuador esperaba. El haber elegido un perfil como ese fue un error descomunal, pero la democracia actuó y el pueblo se había cegado ante el hartazgo.

En México es tiempo de líderes, de aquellos que conocen a su pueblo y pueden predecir o definir los caminos de la política, no sólo ejerciendo las atribuciones, responsabilidades que la ley les ha asignado, sino también haciendo valer su poder de convocatoria, generando propuesta, cuajando acuerdos sólidos, prestigiando las fórmulas, tripulando procesos, protegiendo los pactos y trascendiendo por sus hechos.

El Acuerdo para el Fortalecimiento Económico y la Protección de la Economía Familiar, firmado hace algunos días, es muestra de que se ejerce liderazgo y se asumen responsabilidades y atribuciones. En una democracia se permite tener diferencias y hacerlas valer, pero también es absolutamente válido procurar nuevas incorporaciones, enriquecer los conceptos y sumar propuestas supervenientes. Se trata de gobernar las circunstancias y los elementos que las generan. Es ante todo una muestra de gobernabilidad, de gestión política y de ratificación de unidad nacional.

Con esta inercia, habrá que recuperar el Pacto por México, pero quizá en otros temas, aquellos que son de importancia general y urgentes; además porque trascienden a un período de gobierno federal y porque se percibe en el horizonte un embate atentatorio a la dignidad nacional y a los valores básicos de la buena vecindad. Si estos difíciles frentes se yerguen, los mexicanos y sus liderazgos deberán estar a la altura de las  circunstancias. Anteponer los altos intereses de México y gestar frentes de solidaridad con nuestro país.

Responder a bote pronto a esos embates gestados desde una posición de poder ubicado en el extranjero, es una temeridad. Debemos tener el argumento sólido, planificado, sincronizado. Aliados importantes sumándose a nuestras propuestas, esgrimiendo razones poderosas, profesionalmente concebidas y sólidamente formuladas. México tiene amigos que son producto del esfuerzo de una cultura de buena política exterior, echemos mano de ellos, porque hoy soplan vientos difíciles y porque ahora es tiempo de líderes.

Diálogo Social en Norteamérica

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Hace más de veinticinco años mi padre me sugirió leer un interesante libro que me hizo consciente de la importancia trascendental que reviste el diálogo entre los países, principalmente entre México y Estados Unidos. Ese libro es un referente para comprender la interacción entre estos dos socios y vecinos. Su lectura nos transmite una radiografía sobre la idiosincrasia y el comportamiento de los mexicanos y los vecinos de Estados Unidos. Dicho libro se titula Vecinos Distantes, cuyo autor es un destacado periodista, otrora avecindado en nuestro país, Alan Rydin. Este título, que suena un poco anacrónico, persigue el propósito de hacernos reflexionar sobre el desconocimiento o vaga percepción que las sociedades de ambos países poseen la una de la otra.

Y pareciera casi imposible, o mejor dicho inaceptable, que aun teniendo un largo límite fronterizo, una historia compartida un tanto complicada, un intercambio cultural y comercial intensos, no hayamos llegado a un escenario de comprensión, diálogo moderado, de búsqueda de beneficios mutuos aún más profundos; quizá esta tarea carezca de un final, sino que lo más valioso sea un propósito en contante construcción, en donde la diplomacia, el poder político y financiero, sean sólo tres destacados ingredientes aunque no precisamente los únicos o los más importantes; el diálogo social enriquece y dinamiza nuestra relación, y acelera el surgimiento de nuevos vasos conectores entre ambos pueblos.

El valor político que posee el TLCAN es innegable. Hay una gran diversidad de ejemplos de grandes beneficios para los tres países integrantes, aunque tampoco negamos que los retos están siempre presentes en un tratado tan poderoso como éste. Uno de esos retos, sin temor a equivocarnos, radica en que nuevas voces saltan con la propuesta de replantear sus alcances y sus beneficios, satanizando este mecanismo de intercambio comercial del hemisferio norte del continente americano. La ofensa mutua es una sinrazón. Lejos de esgrimir argumentos sólidos del que pudieran surgir propuestas para incluirlas en una enriquecedora revisión del tratado, generan posiciones polarizadas, que sólo denotan ignorancia y ausencia de rigor de estadista en sus declaraciones.

El TLCAN fue concebido con instancias de diálogo, concertación y seguimiento de sus alcances a diferentes niveles, desde concejos de ministros de economía, para implementar e interpretar el tratado, así como para dirimir controversias. Grupos de trabajo y comisiones especializadas vigilan el día a día de este instrumento comercial de Norteamérica. Justamente de estos crisoles debe surgir una propuesta de adecuación de los mecanismos comerciales, sin embargo, la contrapropuesta mexicana debe ser de tal altura y con tal solidez, que pueda sostener la pesada lengua de los auditores más ácidos.

La ingenuidad sería un pecado en grado supino. Existen valladares, que a bote pronto, pudieran parecer insalvables por la postura radical que se percibe del nuevo gobernante electo del país vecino. De nuevo surge el anacronismo del título del libro antes mencionado, “una vecindad distante”, que genera prejuicios e intimida.

Europa, después de dos guerras que dejaron honda herida en el mundo, con enormes e imborrables diferencias, ha podido remontar retos mayúsculos en aras de un espacio democrático, de seguridad, de mayor cohesión, de estabilidad financiera y política, de libre trasiego de bienes, capitales y personas; un marco jurídico integrador de regiones y grupos sociales, además de intereses económicos y políticos; un mosaico plagado de colores y sabores europeos. A través de ese caleidoscopio podríamos entender aquellas largas y valiosísimas disertaciones del filósofo español José Ortega y Gasset, compiladas en “Las Tribus de Europa”.

Los que edificaron la Unión Europea la apuntalaron fuertemente con sólidas instituciones, aunque de acuerdo al tema de este artículo, una de ellas es la que captura nuestra atención: el Consejo Económico y Social. Este órgano convoca a los grupos de interés más variopintos de la Europa comunitaria y hace las veces de caja de resonancia de los problemas que laceran las sensibles fibras de todas esas “tribus”.

El diálogo social debe mantenerse como una propuesta irrenunciable, a través de un foro permanente representativo de los beneficiarios y verdaderos protagonistas del TLCAN, procurando la apertura de amplios escenarios de análisis, generando una prospección más audaz en la relación comercial entre Estados Unidos, Canadá y México y trazando nuevos derroteros en los alcances de este mecanismo comercial del norte de América.

Un foro donde estén representadas agrupaciones de empresarios, transportistas, sindicatos de trabajadores, uniones de consumidores, lobbies importantes de cadenas de valor, importadores y exportadores. Un espacio deliberativo, que se convierta en la caja de resonancia de los eventuales problemas que enfrenta el TLCAN, pero también en plataforma de lanzamiento de los nuevos alcances del tratado comercial. Que se erija en consejero de los otros órganos en temas como comercio, aranceles, desregulación y simplificación administrativa, comunicaciones y transportes, infraestructura portuaria, energías renovables, productos orgánicos, pymes, cadenas de valor, medidas zoo y fitosanitarias, seguridad y combate a la corrupción, proteccionismo, dumping, inversiones, materias primas, cambio climático y medio ambiente, tránsito de personas, bienes y capitales, empleo y capacitación, y un largo etcétera.

Esta instancia se convertiría en un catalizador eficiente para aquellas voces extremas que perturben la buena marcha de una relación comercial sana, intensa, productiva, democrática, equilibrada, transparente y eficiente; que no permita que los extremos ideológicos y los prejuicios trastoquen los intereses de aquellos para los que dicho tratado fue hecho. Un espacio en donde surja un arma poderosa: el diálogo social de Norteamérica.

FELICES 100 AÑOS, QUERIDA CONSTITUCIÓN

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Es recurrente que escuchemos que la constitución que ahora nos rige ha sido parchada durante todos estos años, ya que poco se parece a la original de 1917. En este año nuestra Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos cumplirá un centenario desde su entrada en vigor un 5 de febrero de hace cien años. Con seguridad se hará un recuento disparatado por parte de la prensa amarillista (y la rosa también), que tanto auge han tenido en estos últimos años; pero además escucharemos propuestas refritas y complicados análisis que surgirán de las voces apoltronadas de los sabios de siempre, muchos de ellos a sueldo de influyentes grupos de interés.

Quizá se acuñen monedas conmemorativas que nadie comprará, pero que obsequiarán a unos cuantos suertudos de los amigotes, que no tienen ni la más remota idea de lo que una constitución significa, pero que seguramente atesorarán como pago de sus tantas y maravillosas loas y piropos cortesanos; también se celebrarán homenajes con discursos de corte decimonónico, que sin duda serán piezas literarias extraordinarias, de las que se aprenden datos valiosísimos, pronunciados con la mejor intención por gente destacada de la academia.

En fin, tendremos tema para desglosar la triste historia de un libro en cuyos conceptos se pretende establecer la idea de un México en el que queremos convertirnos, pero que no llegamos a alcanzar a plenitud porque una gran mayoría, quizá, aportamos un poco de pesimismo y mala vibra. Un gran número de nosotros, desde el más humilde hasta el más encumbrado, se enfunda en su papel de acusador implacable y arremete duras críticas contra su propio país, porque hemos desarrollado la pésima costumbre de la autoflagelación y la autolapidación, que lejos de contribuir a enderezar el camino, lo hace más sinuoso, complicado y áspero.

Quien se precie de ser un crítico propositivo y un analista fundado en realidades tangibles y documentadas, y no un “criticón” basado en ocurrencias locuaces, corazonadas y sospechas, debe renunciar al argumento de “la constitución remendada”. La Carta Magna, como también se le conoce, no es ni ha pretendido nunca ser un libro sacro, sino que es un importante documento que recoge lineamientos fundacionales pero también de prospectiva, de aspiraciones, de proyecto de nación, y es por eso que surgen propuestas para afinar esas visiones en tanto cambia nuestra sociedad y las circunstancias políticas nacionales e internacionales.

En ocasiones, las relaciones o alianzas que surgen entre partidos políticos para hacer trascender sus respectivas agendas legislativas, han nublado el escenario y los resultados; sin embargo, también emergen del diálogo político verdaderos y positivos acuerdos que habrá que continuar enriqueciendo para edificar y fortalecer instituciones, así como consolidar fórmulas de desarrollo más confiables.

De entrada sabemos que la dinámica del poder legislativo ha adquirido tal complejidad, que en el “toma y daca” de las negociaciones parlamentarias, se provocan tropezones irreversibles, y ello no es otra cosa que el reflejo de una representación lejana de los fundamentos populares, que hierra al traducir el reclamo popular en conceptos jurídicos.

El resultado que vemos plasmado en la constitución, y en un sinnúmero de leyes secundarias, es el saldo de negociaciones de las fracciones parlamentarias, pero no significa que hayan abordado a plenitud el mandato ciudadano. Esto pudiera semejarse a una barra de hierro que se pretende curvar con ambas manos para formar una circunferencia; habrá un momento en que las fuerzas flaqueen a tal grado, que el círculo sea imposible de completar; es decir, que se obtiene lo que se puede y quizá no lo que originalmente se pretendía; así son las negociaciones internas en el haber parlamentario mexicano, y seguramente en el resto de los parlamentos y congresos del mundo.

Por eso, el argumento de una “Constitución parchada”, violada o mancillada, parece disco rayado (de los antiguos), creo que es pertinente analizar que lo que hoy pobremente nos queda es una “Constitución descoordinada” con la realidad y con las aspiraciones de la gran mayoría de los mexicanos.

Requerimos de nuevas fórmulas que puedan hacer más diáfana la relación entre el pueblo y sus representantes; garantizar que, cada vez más, las curules estén respaldadas por votos efectivos para que el congreso adquiera mayor peso popular, y por ende, un compromiso más claro; requerimos nuevas reglas del juego parlamentario para poder conciliar las agendas de los grupos con las realidades nacionales y asegurarse de que la participación ciudadana sea una divisa en estos procesos. En fin, no debemos continuar legislando para el futuro con fórmulas del pasado.

Debemos recuperar al Congreso de la Unión como una auténtica caja de resonancia de los temas nacionales, como una verdadera válvula que despresurice la política nacional y lo convierta en diálogo efectivo y productivo, para evitar que sea la calle el escenario más socorrido para manifestar sus inconformidades, o grupos criminales los que secuestren el reclamo popular y se manifiesten con el objetivo de causar inestabilidad política y eventos que vulneren la paz y la seguridad pública.

Sólo así tendremos la gran oportunidad de acompasar el texto constitucional y sus leyes secundarias en un reflejo legítimo y cercano a las aspiraciones de los mexicanos. Mientras tanto, felices 100 años, querida Constitución.

Libres, pero pobres. La triste historia de los municipios

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México es un país que se ha transformado en los últimos veinticinco años, madurando su democracia, abriéndose al comercio mundial, extendiendo su red carretera, consolidando sus instituciones, creando otras nuevas, generando fondos de desarrollo económico y cultural, abriendo espacios para la educación y acrisolando reformas en ámbitos diversos cuyos buenos frutos se atisban en un futuro de mediano plazo. Sin embargo, aún falta mucho por hacer. Finalmente la población es la que analiza su circunstancia y la forma en que los tres niveles de gobierno atienden y proveen las condiciones para armar el andamiaje del desarrollo.

De esta guisa, surge la inquietud de revisar algunos otros aspectos que afectan la vida institucional del país y que está ligada al diseño del municipio libre como figura de gobierno más cercana a la ciudadanía, cuyas atribuciones están ligadas, principalmente, a la prestación de los servicios más básicos de la comunidad. A simple vista pareciera que las funciones que la Constitución le ha asignado a esta figura de gobierno, siguiendo la tesis tomista de la subsidiariedad, han sido diseñadas para proveer servicios y consumir recursos, es decir, un municipio libre, pero pobre.

Ayuntamientos con deudas que son heredadas a través de un largo número de administraciones y que ya resultan muy onerosas para el erario, lo cual tiene una repercusión inmediata en la asignación de recursos para la provisión de bienes y servicios. IMCO señala que hasta marzo de 2015, la deuda municipal rondaba los 55 mil millones de pesos.

En realidad la cantidad no es tan importante como la cualificación del gasto. ¿Cuánto, cómo y en qué se gasta? ¿Cómo administran los recursos? ¿Cómo se pagan los créditos contratados? Éstas y otras interrogantes nos asaltan a los ciudadanos, sobre todo a quienes pretendemos generar conciencia y propuesta sobre estos temas.

Las cuentas de muchos ayuntamientos no cuadran, no sólo porque pudiera haber casos de corrupción de aquellos que roban “sólo un poquito” y más, sino también por falta de pericia para elaborar proyectos y consecuentemente para comprobar recursos federales y estatales. Algunos municipios no han organizado muy bien su estructura administrativa hacendaria y es probable que muchos aún estén lejos de tener una ley de ingresos congruente y, en consecuencia, un sistema eficaz para la recaudación de recursos propios, por ello quizá tampoco hayan avanzado en la planificación de su gasto.

Hay estados con una pulverización territorial excesiva, es decir, demasiados municipios en su demarcación territorial, los cuales generan inestabilidad institucional y en la provisión de bienes y servicios. Poco se ha usado la figura constitucional de la asociación entre municipios para proveer, de forma conjunta, alguno de los servicios que se les han asignado, lo cual podría generarles economías de escala muy importantes y reducir el costo de sus tareas.

Sin embargo, hay propuestas e iniciativas muy positivas para abrir más opciones para los municipios y facilitar su tarea; existen casos excepcionales de buenas prácticas, prestigiadas consultorías profesionales que coordinan las acciones de gobierno congruentemente. El Instituto Nacional del Federalismo y Desarrollo Municipal (INAFED) también tiene atribuciones para generar asistencia a los ayuntamientos, para proporcionarles capacitación y dar mayor soporte en materia de participaciones y fondos federales.

La asociación entre municipios con la finalidad de prestar servicios en conjunto aún pudiera escribir sus mejores páginas en un futuro, a través de ampliar su abánico de opciones para permitir que los ayuntamientos convengan unificar algunos aspectos de su hacienda pública, como la recaudación y la asistencia en la contratación de créditos y la programación del pago correspondiente de estos, así como una asesoría profesional en la integración de sus leyes de ingresos, y en la estructuración y disciplina del gasto. Es decir, unirse para formar una Agencia Común de Recaudación Municipal, que constantemente esté enterando la recaudación a los ayuntamientos firmantes y monitoreando los puntos más delicados de su ejecución. Para ello tendrían que ceder a este organismo “intermunicipal” algunas competencias en materia de ingresos, sobre todo en la recaudación del impuesto predial, así como atribuciones legales para exigir el pago a los contribuyentes. Una especie de SAT organizado para un número determinado de municipios, por lo que en un estado podría haber más de uno.

Aún debemos avanzar en la coordinación intermunicipal, reglamentarla y profesionalizarla. El liderazgo político de un presidente municipal y la representación popular de los cabildos no estaría en juego. Con este tipo de asociaciones y asistencia profesional, quizá pudieran disminuir los casos en que se deslinden responsabilidades a las autoridades municipales sobre la comisión de faltas por una administración equivocada de los recursos públicos y se pondere la transparencia de su manejo.

 

ENRIQUE A. ESCALANTE ARCEO

SÓLO PARA VALIENTES

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En el año 2015 se adoptaron los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) en el seno de Naciones Unidas (ONU). Todos los estados miembros de este gran foro de diálogo internacional convergieron en el establecimiento de una nueva agenda de compromisos para el progreso, la cual tiene un período de aterrizaje de 15 años; es decir, del 2015 al 2030. Esta nueva agenda contiene 17 objetivos debidamente desglosados en 169 metas, todas ellas debidamente redactadas como una máxima cimentada en principios y valores de la propia ONU, pero sobre las cuales todas las instituciones pertenecientes a este gran foro mundial desarrollarán sus planes de trabajo. De igual forma, toda mediación y conciliación en las que intervenga este organismo líder, estará basada en los ODS y sus respetivas metas.

Los ODS vinieron a enriquecer aquellos que les antecedieron, los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), mismos que aún perviven aunque sobredimensionados por los que fueron aprobados recientemente en el seno de la ONU en Nueva York, en noviembre de 2015. El informe rendido por el Programa de Naciones Unidas para el desarrollo (PNUD), titulado “Nuevas Alianzas para el Desarrollo”, refiriéndose a los ODS, señala: “… que a lo largo de la historia humana nunca se ha registrado un debate tan amplio e incluyente como el relativo a la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible”. Esta aseveración resalta el carácter extraordinario de este gran acuerdo global.

El fin de la pobreza, salud y bienestar, educación de calidad, igualdad de género, energía asequible y no contaminante, trabajo y crecimiento económico, reducción de las desigualdades, industria, innovación e infraestructura, acción por el clima, paz y justicia, e instituciones sólidas, son algunos de los temas adoptados en los ODS.

México participó activa y destacadamente en el proceso de integración de esta nueva agenda en todos los niveles, aportando ideas y enriqueciendo los temas propuestos por grupos de expertos. La Declaración de Guadalajara sobre la transversalidad de las políticas públicas en favor de los grupos vulnerables, los talleres sobre desarrollo social y económico, inclusión y medición del progreso, la consulta temática sobre energía en unión con los gobiernos de Tanzania y Noruega, así como las consultas y foros sobre temas trascendentales como igualdad de género y derechos de las mujeres, constituyen una muestra inequívoca del dinamismo con que la representación nacional aportó su concurso en la integración de la nueva agenda 2030. Sería indigno negar esta valiosa contribución.

El establecimiento de los ODS reviste un reto formidable desde todos los puntos de vista. Sería verdaderamente ingenuo si pensáramos que con sólo haberse integrado este documento con la buena vibra de sus redactores y la solemne firma de todos los jefes de estado y de gobierno de los países participantes, todas esas grandes aspiraciones se fueran a cumplir. Tristemente podemos comprobar en la sección de noticias internacionales de cualquier periódico que pareciera que los líderes del mundo, al plasmar su firma, se han comprometido justamente a todo lo contrario. Esto definitivamente resulta paradójico. ¿Qué organismo los audita? ¿Cuáles son los indicadores de referencia? ¿Cómo podemos hacer que cada país active programas eficientes con indicadores o determinar criterios de convergencia para alcanzar mejores escenarios de vida?

Resulta que auditorías como tal no existen, pero hay indicadores que publican los organismos regionales de la ONU en los que reconocen los avances y evidencian retrocesos de los países miembros. De igual forma, dichos organismos promueven la adopción de la Agenda 2030, es decir, los ODS y sus metas, y de alguna forma convocan a redoblar esfuerzos a quienes no están precisamente construyendo los andamiajes para alcanzarlos, compartiendo experiencias sólidas de otros países. Los informes periódicos de estos organismos posiblemente constituyan una especie de acicate para emplearse a fondo.

Sin embargo, pudieran surgir mecanismos internos mediante los cuales todos quienes tienen poder de decisión se alineen para lograr su cumplimiento. Entonces, ¿qué podríamos hacer los mexicanos para amarrar compromisos que remonten los entreverados caminos del lobbying de los grupos más poderosos, los debates internos de los partidos políticos, las grandes empresas y sus intereses que transitan por los pasillos del poder? Hay quienes opinan que no hay nada qué hacer, sin embargo, creo que podríamos explorar métodos mediante los cuales los avances sean efectivos y debidamente documentados.

Ciertamente en nuestro país se han activado programas multinivel de desarrollo claramente enfocados a abordar temas muy similares a los ODS y sus metas, por lo que quizá tendríamos todos los argumentos para señalar que estamos cumpliendo con la palabra empeñada en este compromiso adquirido ante los países miembros de la ONU. No obstante, aún echamos en falta un documento exprofeso que referencie esta vinculación.

Tenemos al INEGI, cuya transparencia de datos se presume sesgada, pero en general aceptable. Existe otro organismo que también nos ayuda a medir, sobre todo la eficiencia de nuestras políticas sociales, el CONEVAL; podemos instrumentar mecanismos e insertarlos en las leyes presupuestarias, principalmente aplicando criterios de presupuesto basado en resultados; en las disposiciones normativas de desarrollo social y en las convocatorias destinadas a la consolidación y desarrollo de las micro, pequeñas y medianas empresas; o bien, en las leyes de planeación tanto federales como estatales, que podrían adoptar los ODS con toda la Agenda 2030, e instruir que los planes de desarrollo de los tres niveles de gobierno eslabonen sus programas hacia el cumplimiento de estos objetivos. Yéndonos hasta la cocina, podríamos adicionar a nuestra propuesta que, los partidos políticos, en sus documentos básicos, sobre todo en la declaración de principios y enfáticamente en sus plataformas electorales, impulsen la adopción de dichos objetivos haciendo mención de los mecanismos para poder cumplirlos.

Más temprano que tarde, los tiempos  de la política se desatarán para definir a los abanderados de sus partidos y conformar una lista enorme de cargos de elección popular. Podría darse el caso de que algunos aspirantes desconocieran la existencia de los ODS y sus metas, y quizá también hayan pasado por alto que nuestro país, como muchos otros, adquirió el compromiso de adoptarlas, pero también de hacerlas efectivas.

Datos, instituciones, disposiciones normativas, presupuestos, partidos políticos; suena como un coctel poco apetitoso y se antoja un sinuoso camino para las legítimas aspiraciones de los mexicanos. Sin embargo, estamos a tiempo de poder forzar las circunstancias para que alguien empiece a dar los primeros pasos y esgrimir sus más avezados argumentos con miras a conquistar la simpatía de los electores o atraer la atención de los medios de comunicación, enarbolando estas causas. Misión planteada sólo para valientes.

 

ENRIQUE ARIEL ESCALANTE ARCEO

escalantearceoenrique@gmail.com

Abogado, político e investigador