Hablar de la “era de la información”, “era digital” o “globalización”, se hace de manera indistinta, y su uso es relacionado a lo que vivimos día a día desde que salió a la luz el llamado Internet; sin embargo, es un proceso histórico que va más allá de aquel día en que el Internet es parte de todo lo que hacemos, directa o indirectamente. Nos referimos propiamente del uso de las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC) dentro del proceso de globalización.
La palabra globalización se entiende como la “Tendencia de los mercados y de las empresas a extenderse, alcanzando una dimensión mundial que sobrepasa las fronteras nacionales” (consultado de la Real Academia Española de la Lengua); actualmente se habla de la importancia mediática, académica y cultural que ha tomado en los últimos años en el quehacer de la vida internacional. La palabra como tal no sólo se encuentra en el argot académico, sino que ya ha trascendido a la vida cotidiana.
En ese sentido, si pensamos que la globalización es parte de las TIC´s, es que la analizamos desde su concepción hiperglobista en la que se explica el aceleramiento del comercio mundial en manos del mercado, que a su vez ha permitido el desarrollo de los medios de transmisión del conocimiento, que de igual forma se han acelerado con la así llamada era digital (uso intensivo del Internet). De esta manera, el debate que cobija a la así llamada “globalización” como una etapa nueva del modo de producción capitalista, es muy cuestionable debido a su simplicidad en la asociación de causas efectos positivos que trae consigo la era digital, pero también en la presencia de una total originalidad histórica.
A lo que, si asistimos, como espectadores y principales actores es al uso masivo de las TIC´s, su uso se ha dirigido tanto a facilitarnos actividades, como a hacernos dependientes de las llamadas redes sociales. Hay muchas cosas buenas y unas tantas malas respecto a su uso; también ha cambiado la forma de interactuar entre nosotros, y obviamente entre los gobiernos y los mercados. De eso es lo que quiero puntualizar, el mercado laboral en la llamada era digital.
Dentro del documento “Las plataformas digitales y el futuro del trabajo” de la Organización Internacional del Trabajo, se plantea que actualmente “Existen dos tipos de plataformas: las plataformas en línea, en las cuales el trabajo se terciariza mediante convocatorias abiertas a una audiencia geográficamente dispersa (una modalidad también conocida como «crowdwork»), y las aplicaciones (o apps) móviles con geolocalización, en las que el trabajo se asigna a individuos situados en zonas geográficas específicas.”
Se nos vienen a la mente muchas empresas que han tomado este rol y con el poder de un clic se puede acceder tanto a productos como servicios, que van desde la comida hasta el transporte; tienen nombre y apellido las personas que utilizan esas plataformas para trabajar.
Dentro de documento de la OIT se describen las “Razones para trabajar en las plataformas digitales: «Complementar la remuneración recibida por otros trabajos» (32 por ciento) y «preferencia por trabajar en casa» (22 por ciento); para muchos de estos trabajadores, el trabajo en las plataformas digitales es una manera de seguir trabajando y obtener un ingreso.”
Por otro lado, contestando a la pregunta de ¿quiénes son los trabajadores de las plataformas digitales? En el informe se menciona que: “la edad promedio de los participantes en la encuesta es de 33,2 años; sólo uno de cada tres trabajadores es una mujer. Esta cifra es inferior en los países en desarrollo, donde apenas uno de cada cinco trabajadores es una mujer; los trabajadores de las plataformas digitales cuentan con altos niveles de estudios: el 37 por ciento había completado un grado universitario y el 20 por ciento un posgrado.”
Datos que derivan en recomendaciones puntuales para adaptar los sistemas de protección social de manera que los trabajadores de las plataformas digitales estén cubiertos: “1. Adaptar los mecanismos de seguridad social para que cubran a los trabajadores en todas las modalidades de empleo, independientemente del tipo de contrato; 2. Hacer uso de la tecnología para simplificar los pagos de cotizaciones y beneficios; 3. Crear y fortalecer mecanismos universales y financiados con impuestos de protección social.”
Para el caso de México, siendo la empresa de transporte UBER la que cuenta 250,000 socios y sus usuarios oscilan los 8 millones de pasajeros en 40 ciudades, es el ejemplo de regulación pendiente, y un trabajo urgente de los legisladores. Cabe mencionar que la palabra digital sí es mencionada en la actual Ley Federal del Trabajo, aparece en cuatro ocasiones en distintas artículos y apartados, pero desafortunadamente hace referencia a usar la “huella digital” en vez de la firma de los trabajadores; así las cosas pendientes por hacer, no se trata sólo de legislar su aplicación, sino su real efecto en la economía a traves de los ingresos que genera.