En los distintos centros de trabajo y escuelas, se realizó el mega simulacro del 19 de septiembre, conmemorando lo ocurrido en 1985. Eran las 11:00 hrs. cuando las alarmas sonaron y se hicieron los protocolos establecidos de evacuación, entre resignación y buen ambiente se realizó y en algunas dependencias se bajaron los tiempos del año pasado de desalojo de los edificios. El sol a plomo nos hacía pedir ya regresar a los lugares de trabajo, subir las escaleras después de varios pisos, nos hizo descansar e hidratarnos. En mi caso, avisé a mis familiares que sonaría la alarma por el simulacro para que no se espantaran.
El simulacro se dio en entera normalidad; sin embargo, esa tranquilidad se acabaría 134 minutos después, el suelo se empezó a mover en un inicio de arriba hacia abajo y posteriormente de un lado a otro. La angustia se apoderó de todos, gritos, llantos, crisis emocionales. Aún y con el movimiento, logramos ponernos en los lugares de resguardo; y empezamos a bajar cuando así nos los autorizaron. De algo sirvió el simulacro que habíamos tenido antes, sólo que no nos dijeron que se sentiría horrible bajar con angustia y mucho miedo todas y cada una de esas escaleras, que se hicieron eternas.
Al llegar a la zona de seguridad es que me dí cuenta que la Ciudad de México, Morelos, Puebla, Estado de México, Guerrero y Oaxaca, estaban viviendo uno de sus peores momentos de angustia, y el miedo que se respiró hace 32 años se estaba oliendo por todos lados, el miedo volvió a la Ciudad de México, nuevamente un 19 de septiembre. Cientos de muertos, muchos edificios que se cayeron o que están a nada de colapsar.
La información llega a cuenta gotas, y las redes sociales se vician de información no confirmada y generan más caos, miedo e incertidumbre, aún y con ese panorama desalentador miles de capitalinos pusieron sus manos o dieron vivires, y han logrado que se hable de personas rescatadas con vida.
Un temblor de esa magnitud bloquea a cualquiera, en primer lugar, por querer saber que tus seres queridos se encuentren bien. Obviamente las redes de comunicación se colapsaron y fue imposible comunicarse. La incertidumbre como única constante; desafortunadamente muchos no volvieron a escuchar a sus seres queridos, eso es lo que les dejó este sismo de 7.2 grados en la escala de Richter.
Una vez que se logró afrontar la situación y pudo establecerse contacto con los seres queridos, mucha gente empezó a ayudar en los lugares en donde más se necesitaba, algunos motociclistas empezaron a llevar y traer gente. Camiones de redilas iban llenos de gente. Era esperanzador ver a la gente ayudando en semáforos, muchos hablando ya con sus seres queridos. Regresaba una “normalidad” en donde empezabas a dimensionar lo que realmente estaba pasando.
La reacción de muchos fue ayudar, muchos otros de estar al pendiente de lo que estaba pasando, todos atentos, se nos fue una tranquilidad del día a día, y todavía esta el reto de saber qué más se puede hacer. La pregunta y angustia constante es saber cómo lograr tener nuevamente una “normalidad”, si así se le puede llamar.
¿Será el paso del tiempo lo que nos regrese esa “tranquilidad”? Nadie que vivió el 19 de septiembre de 1985, creo que recuerde ese día con tranquilidad. ¿Qué hacemos colectivamente para realmente salir con entereza y fortaleza de esta situación?
Muchas voces reclaman ayuda por parte de quienes sólo les interesa el voto el siguiente año; es un reclamo muy válido y yo me uno, que no se gaste ni un sólo peso en las campañas políticas del siguiente año. Que todo ese dinero se use para la reconstrucción de quienes perdieron todo. Sí, seremos los mexicanos, los que seguirán poniendo las manos y hasta los vivires; sin embargo, les toca a ellos hacernos creer que realmente les interesamos y dejen de lado su interés económico de obtener un cargo público.
Sus estancias legales no les “permitirán” poder hacer algo así, sus argumentos legales de tiempos y formas será su mejor pretexto, y nuevamente harán saber su interés real que tienen en esto de la democracia representativa; pero ya no hablemos de políticos porque de ellos hace mucho dejamos de esperar algo. Hablo a título personal pero que creo que muchos de ustedes de alguna manera lo comparten.
Hay que demostrar que este país tiene cimientos tan sólidos, como lo es la solidaridad, la fraternidad, ayudar en la medida de nuestras posibilidades y agradecer a todos aquellos que están dando todo de sí por lograr que se hable de vidas salvadas. Sí, es una tragedia, inconmensurable, traumática, pero que nos da la esperanza que de que somos más los que realmente queremos hacer las cosas bien.
¡Sí, fuerza México!
Que en Paz Descansen, todas las víctimas…