Candidaturas independientes: ¿por qué y para qué?

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La confianza es la base de la legitimidad de un

régimen político; ésta no se da de una vez y para siempre,

se nutre día tras día, de lo contrario desfallece.

El autor.

Las candidaturas independientes nos traen a la memoria a un singular personaje: Nicolás Zúñiga y Miranda, “Candidato de la gente”, como él mismo se denominaba, cuatro veces opositor a Porfirio Díaz, y después del asesinato de Madero, contendiente de Carranza y Obregón, por la Presidencia de la República. Quizá lo que logró Zúñiga en su perseverancia, fue dejar traslucir que la democracia en nuestro país no era más que una farsa. Fuera de ese hecho documentado marginalmente en nuestra historia, atengámonos al Derecho.

No hay nada nuevo bajo el sol, se trata de un derecho redivivo en nuestro sistema político. En la Ley Electoral Federal de 1918, encontramos una vía de participación a “candidatos no dependientes de partidos políticos”, que cambió en 1920 a “candidatos independientes” (por primera vez). Estos, sin embargo, desaparecieron de la legislación en 1946 y no fue sino hasta 2007, en Yucatán, cuando una modificación en su Constitución restituyó la figura, lo cual fue ratificado por la Suprema Corte, regresando al orden jurídico nacional en 2014. Así, esta condición halla su plena validez en el artículo 35 (derechos del ciudadano), en el 41 (financiamiento electoral), y en el 116 (garantía integral), así, en nuestros días, ha propiciado que seis “independientes” se encuentren en funciones: un gobernador, un diputado federal, un diputado local y tres presidentes municipales.

Por otro lado, varios países contemplan está práctica en su legislación: Argentina, Australia, Canadá, Chile, España, Estados Unidos y Francia… algunos ejemplos los constituyen Ross Perot, estadounidense, quien se presentó como candidato independiente a la presidencia en 1992 y 1996; Ralph Nader que hizo lo propio en 2004 (ha habido otros entre los primos del norte). Trump no es formalmente independiente, pero llegó abanderando un discurso antisistema.

Por lo que respecta a Europa, Emmanuel Macron, triunfó en la segunda vuelta electoral de 2017. Después de haberse formado y militado en el Partido Socialista Francés, se desligó para formar, en abril del año pasado, el movimiento político “En Marcha” (EM). Una intensísima campaña, lo llevó a ser el vigésimo quinto presidente de la República, con sólo 39 años.

En este marco, vale la pena explorar las razones que motivaron a la élite política mexicana a restablecer esta posibilidad de elección a una considerable gama de cargos de elección popular en 2018, entre ellos, la mismísima Presidencia de la República. Encuentro tres razones:

  • La primera, simple y llanamente, cumplir con el espíritu y la letra de la Constitución al reconocer el derecho de todo ciudadano mexicano a “votar y ser votado” y, al mismo tiempo, obligar al Estado a objetivizar tal derecho en la Ley Electoral;
  • La segunda, es atribuible al evidente deterioro sufrido por los partidos políticos a través del tiempo, su alejamiento de la ciudadanía y el abandono de sus principios genuinos; cada organización afronta su peculiar problemática: el PRI, se siente unido en torno al presidente, su verdadero líder; el PRD muy debilitado, dado el indudable crecimiento de MORENA; el PAN, definitivamente dividido por la decisión de Margarita Zavala de jugar como independiente; en este escenario, la llamada “chiquillada”, desconcertada, debe encontrar acomodo para no perder su registro;
  • La tercera, es la urgente necesidad de recuperar un mínimo de confianza ciudadana para evitar que las elecciones del próximo año se vean obligadas a cruzar el desierto por el descontento y el desaliento del elector común (abstención y/o votos nulos).

En cuanto a las expectativas, probablemente las candidaturas independientes sirvan para canalizar respuestas a múltiples movimientos ciudadanos e introducir en la agenda pública demandas que no encuentran espacios ni en los partidos políticos ni en el poder público.

La presencia de los independientes quizá incentive a los partidos a cuidar la nominación de sus propios candidatos. Sin duda un discurso más libre de ataduras sea un referente en la competencia electoral y en la sociedad se instale en la sociedad un sentido más racional de la política.

Demos por seguro que serán unos cuantos quienes lleguen a ver su nombre impreso en las boletas como independientes. Más allá de la ambición legítima que pudiera acompañar a cada uno, lo cierto es que llegar al triunfo a la Presidencia de la República es una aspiración remota; no obstante, el modelo de participación puede nuclear nuevos elementos y darle la oportunidad al sistema político de adaptarse a los tiempos actuales y ser más congruente con la estructura socioeconómica que nos acompaña.

Para sintetizar, los independientes representan un paso más en la transformación que estamos sufriendo por las implicaciones inherentes a la consolidación institucional que hemos alcanzado, lo cual incluye a una sociedad organizada -como nunca antes- alrededor de sus derechos, intereses y causas.

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