Disciplina

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Llegó el momento en el que la sociedad mexicana da el paso siguiente en una situación de crisis, o como ocurre en este momento, los pasos hacia atrás para quedarse en casa y lograr que la curva de contagios por coronavirus pueda descender de una vez y por todas.

No es sencillo, menos en una sociedad poco propensa a seguir reglas, colaborar con la autoridad o hacer lo que se considera necesario frente a lo que se estima urgente para sobrevivir y permanecer.

Nuestra historia como nación respalda nuestra falta de disciplina y nuestra proclividad a vivir en el aquí y en el ahora, porque pocas veces tenemos la certeza sobre cómo será el día de mañana.

Enfocados en el hoy, en el instante, en lo inmediato, los mexicanos desarrollamos una solidaridad notable, mucho más en el seno familiar, pero que no cuenta con la planeación necesaria para establecer hábitos que ayuden a enfrentar eventos inesperados que nos sacan de rutinas que ya ni cuestionábamos antes de que llegara el COVID-19.

Disciplina en pandemia
Ilustración: Creative Gaga.

No planeamos porque no tenemos confianza en el futuro y así es muy difícil establecer normas de beneficio general, aunque sean órdenes de aquellos a quienes hemos elegido como nuestras autoridades.

Hoy, con la pandemia a cuestas y con una dolorosa recuperación económica hacia adelante, es momento en que los ciudadanos tomemos las riendas para disciplinarnos y disciplinar a otros para que nuestro bien más grande –la salud– se mantenga protegida en beneficio de todos.

La disciplina es un simple ejercicio permanente de las acciones que debemos asumir para lograr un objetivo, es la suma de comprometerse con una meta y tener la voluntad de repetir lo que es necesario para tener el resultado que deseas.

Pero tener disciplina es complicado y la persistencia no es una de nuestras cualidades sociales, simplemente porque para ser constantes, también debemos tener un sentido de equilibrio y seguridad en el desarrollo de nuestras vidas y esa estabilidad no es el denominador común en México.

Nuestra desconfianza en prácticamente todo, hasta en nosotros mismos, impide que podamos delegar en otros, o en instituciones formadas por otros, las diferentes certezas que necesitamos para adquirir una disciplina social que se convierta en normalidad para la mayoría.

Disciplina y sociedad
Ilustración: Vipin Mohan.

Apenas estamos saliendo a la falsa seguridad del semáforo epidemiológico y las calles, espacios públicos y hasta los centros comerciales se abarrotan de personas sin sana distancia, con cubrebocas mal colocados o sin ellos y una sensación de que el coronavirus, al igual que las reglas más elementales, no les afectará a ellas y a ellos.

Pero si algo ha dejado claro esta pandemia es que la enfermedad que produce no hace distinciones de ningún tipo y tratar de desafiarla es un volado con una moneda cuyo riesgo es tan alto, que ambas caras podrían significar la muerte.

Por eso el llamado a que nosotros empecemos a tomar decisiones personales, familiares, vecinales y comunitarias, para no contagiar y no contagiarnos. Si pudimos pasar por el trago amargo de más tres meses de confinamiento, podemos establecer con base en el convencimiento, la razón y la vergüenza social; esas normas que nos permitan estar sanos y recuperarnos en todos los sentidos que sean necesarios.

Sin embargo, esto ya no es un asunto de autoridades y gobernados, ni de preferencias políticas o intereses económicos, es la salud social (física y mental) la que está en riesgo si salimos del desconfinamiento de manera irresponsable, no nos quedamos en casa mientras podamos y olvidamos que somos un solo conjunto de individuos que deben cambiar de mentalidad frente a una emergencia.


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