Justo el día de hoy se celebrará el grito de Independencia de México; aunque el gesto histórico fue propiamente el 16 de septiembre, se festeja el 15 con pretexto, en ese entonces, del cumpleaños de Porfirio Díaz; y como las costumbres se hacen leyes, llevamos décadas haciendo lo mismo. Sin embargo, el día de hoy no hay nada que festejar y no sólo por el día sino porque no somos independientes, al menos económicamente hablando, y cada vez estamos más fracturados como sociedad, nos es ajeno lo que no es nuestro o no nos pasa directamente. La gente en este tipo de actos públicos, van por la continuidad de tal o cual programa social; en ese sentido, se han vuelto una moneda de cambio para los distintos partidos políticos, y los partidos políticos supeditados a intereses totalmente alejados de las necesidades sociales.
En mi muy particular punto de vista, considero que el dinero gastado, este año en ese acto, debería ser invertido en los damnificados de temblor del paso 7 de septiembre, que vaya que impactó muchísimo en Chiapas y Oaxaca. Afortunadamente, muchos mexicanos se han solidarizado, pero es innegable que existe ese sentir de “no me pasó a mí y no hago nada”. Pero no es propio del actuar de un mexicano, sino es un sentir que se ha ido inculcando ante tantos actos de corrupción y que no tienen consecuencia.
Aunque en temas como éste no tendríamos nada que festejar, no cabe duda que económicamente tampoco tenemos mucho que celebrar; la economía mundial nos dio un rol no muy activo, y desafortunadamente estamos demasiado ligados económicamente al quehacer e interés de nuestro vecino del norte (Estados Unidos), y no hablo de exportaciones e importaciones que en los dos caso nos representa más del 80 de nuestra relación comercial con el mundo, sino de políticas económicas las que nos determinan dependientes, esa orientación excesiva al mercado, tropicalizada con nuestra manera única de fomentar, tolerar y permitir la corrupción. Eso es lo que no determina dependientes e indudablemente me encantaría tener motivos para salir a la calle a festejar ese gesto histórico, pero desde una óptica distinta, económicamente hablando. Con soberanía alimentaria, con derechos garantizados a toda la población, como salud, educación, vivienda, empleo y seguridad. Que la pobreza ya no fuera una cifra a bajar, más bien algo ya erradicado. “Una utopía” dirán algunos, una realidad que podríamos implementar, sin necesidad de los partidos políticos.
Hace unos años me tocó vivir estas fechas en otro país, propiamente en Chile, y esa sensación de unidad y pertenencia, me evocó nostalgia por mi madre patria. Esa sensación de pertenencia no la he vuelto a sentir en años sucesivos, y es por la sencilla razón de que no existe ese sentimiento de unidad como nación; la división política, religiosa, afecta también nuestro actuar económico; no actuamos por el bien de todos, sino por nuestro bien, y si le agregamos la inseguridad y los actos de corrupción, le quitan o merman esas ganas de gritar: ¡Viva México!
Necesitamos dejar de depender de lo que harán por nosotros, necesitamos replantearnos lo que queremos como mexicanos, tener bien claro que la competitividad no la determina el mercado, existen otros mecanismos de mayor confiabilidad; a Luque Olmedo Miguel Ángel le leí la siguiente analogía sobre la competitividad y creo que es la que puede explicar en lo que estamos insertos no sólo como país, también como sociedad misma:
“dos cazadores van de safari, en Jeep, por la selva, que se va espesando progresivamente de tal forma que, llegados a un punto, les resulta imposible continuar en automóvil. Bajan, recogen los rifles y otros bultos, y a pie se van adentrando más y más hasta que de pronto aparecen unos leones. Deciden cazarlos, pero descubren que han olvidado la munición, por lo que uno de ellos se dirige a su mochila, saca unas zapatillas de deporte y se las calza, momento en que el otro dice: bueno, tú eres tonto, ¿crees que porque te pongas las zapatillas de deporte vas a correr más que los leones? A lo que el primero responde: Sólo necesito correr más que tú, no más que los leones.”
Esa idea de competitividad es en la que nos han insertado en el mercado mundial, y que hemos trasladado o estamos trasladando a nuestro quehacer día a día, y la que desafortunadamente ha degradado las bases con las que se conformó esta nación.
Necesitamos deshacernos de esa óptica o visión de competitividad; sí ser competitivos en lo que sabemos hacer y no hacia los demás, hacer las cosas bien; y, entonces, como diría la canción que muchos sabemos y hemos coreado: ¡Que se sienta el Power Mexicano! Y sí, y sólo así que ¡Viva México Cabrones!