¡Gato por liebre!

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Un término que tiene muchísimas connotaciones para ser usadas; puede expresarse desde la óptica política, cultural, gastronómica, sociológica, familiar y, por supuesto, la económica. Muchos, por no generalizar que todos, la hemos escuchado y/o utilizado mínimo una vez en la vida.

“El gato por liebre” se atribuye a un acto de deshonestidad que experimenta alguien cuando te dan algo haciéndolo pasar por otra cosa deliberadamente. Connotaciones hay muchas, y su uso es prácticamente universal para los países de habla hispana. Eso no es lo malo; lo malo es el impacto negativo que genera este uso generalizado.

Existe la creencia de que está bien usar la expresión, o más bien, una satisfacción cuando aplicas un gato por liebre, y de igual forma aplica para todos los ámbitos de la sociedad. Esa satisfacción de hacer un gato por liebre es la que debería de erradicarse. ¿Pero cómo erradicar algo que es tan nuestro, algo que es tan común si pensamos que aprovechamos un ofertón cuando compramos unos audífonos en 20 pesos (más o menos un dólar) en el metro, unas palomitas baratas por 5 pesos, una paleta congelada sin certificado sanitario por esos mismos 5 pesos? En cuando a la comida, nuestro sistema es inmune ante tantas bacterias ‒los superchilangos dicen unos‒, pero no pasa eso con los productos, esos audífonos bien te servirán un par de semanas y no más.

Aun y con ese comportamiento, de mala calidad, no dejan de existir compradores para este tipo de ofertas. No hablemos de discos ni películas porque la historia es la misma, nos dan gato por liebre, efecto que impacta negativamente a nuestros bolsillos (obvio no es el caso para quienes viven de este tipo de actos).

Pero tal ejemplo tiene un efecto menor (20 pesos) cuando se aplica un gato por liebre; si nos vamos a un nivel mayor, tenemos el caso del socavón en el que perdieron lamentablemente la vida dos personas la semana pasada en Cuernavaca; ése es un caso extremo en el que nos dieron gato por liebre, y en verdad es importante que se llegue a las últimas consecuencias porque es terrible que pasen y se permitan ese tipo de cosas.

Pero, desafortunadamente es un tema mediático y a unos días de que ocurriera, la memoria colectiva lo empieza a dejar de lado, hay otras noticas de interés que le restan importancia a que en verdad hace tres meses con todos los órdenes de gobierno se inauguró esa vía vehicular, y nos dieron un gran gato por liebre. Cambiemos abruptamente de idea, que no quiere decir que no sea importante lo hasta ahora expuesto, debemos exigir a las autoridades que se llegue a las últimas consecuencias y que renuncie quien tenga que renunciar.

Ahora, regresando al tema del gato por liebre, pero acotándolo a lo propiamente económico, podemos decir que se usa coloquialmente a un acto de competencia desleal, que puede ser publicidad engañosa, referencia no autorizada (mejor que tal), desacreditación (no sirve tal o cual producto), etc. En esta connotación nos vamos a centrar, aunque no está peleada con ninguna de las demás (cabe aclarar).

El uso de la competencia desleal es una de las prácticas en las que han incurrido las empresas con tal de acceder a un nicho de mercado. Un caso concreto es la destrucción de envases de refresco entre competidores, por lo que este tipo de prácticas están metidas hasta el tuétano en muchos actores económicos.

La precariedad laboral, los bajos salarios, la inflación, la inseguridad, todo el entorno “justifica” que se den este tipo de actos; desde luego los “justifica” pero no quiere decir que está bien que se den, ésa es la diferencia o eso haría la diferencia. La diferencia depende de cada uno y de los valores que tenemos el que pueda seguir coexistiendo el llamado gato por liebre con el quehacer diario de la sociedad; y no cabe duda que depende de nosotros educar a nuestros niños y niñas, y comprometernos con ellos para que realmente y por primera vez no les demos gato por libre.

P.D. A título personal, y aprovechando este medio, exijo que no quede impune la tragedia del socavón en el “Paso Exprés”, o bien renombrado “Paso de la muerte”, en Cuernavaca, y que se vayan los que se tengan que ir.

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