Cerremos los ojos y pensemos en 10 años atrás, Facebook tendría unos 4 años de haberse lanzado y empezaba a entrar con fuerza entre la sociedad mexicana, Twitter tendría apenas 2 y tardaría algunos años más en volverse popular en el país. En aquel entonces yo, como profesional de la comunicación ya con varios años de experiencia en el campo, daba por hecho el modelo de creación de noticias donde pesaba mucho la precisión de la información que se utilizaba, compartía e investigaba. Eran igual de relevantes el fondo y la forma. Entonces recuerdo haber tenido por lo menos tres conversaciones con diferentes representantes de medios de comunicación -periodistas, quienes amablemente me explicaban aspectos para hacer que la información que yo compartía destacara; entre ellos algo fundamental era que necesitaban tener “fuentes diferentes” a las que yo representaba para contrastar y completar la información. Era un ejercicio, a veces, extenuante, largo y que en algunas ocasiones no ayudaba a conseguir el impacto esperado, pero eso sí, minimizaba el riesgo de error y sesgo informativo; le daba más opciones al lector para formar su propio análisis.
Sin pensarlo y mientras estas historias del mundo analógico sucedían, como parte de la realidad social absoluta, el mundo digital sufría una especie de explosión al estilo “big-bang”, expandiendo sus fronteras y generando, a su manera, nuevas formas de comunicación e interacción; que vinieron acompañados de nuevos estilos, argumentos, glosarios, figuras y tendencias que empezaban a incidir en la vida cotidiana de la masa humana.
En ese momento no lo sabíamos, y los que tenían capacidad de imaginarlo eran muy pocos, pero el modelo de comunicación humana estaba por cambiar radicalmente. A la fecha creo que ha sido fácil ser superados en muchos momentos por la evolución de las nuevas formas y protocolos informativos que la tecnología nos ha traído… o quitado. Hemos perdido rigor y conciencia respecto a ¿qué decimos?, ¿cómo lo decimos? y ¿por qué lo decimos? Hoy casi todos podemos ser fuentes de información; basta estar en el momento y lugar adecuados o tener un destello de inspiración y gracia para transmitir en unas líneas o imágenes algo que conecte con millones de personas y nos lleve a la posibilidad de generar “viralización”. Pero son muy pocos los que tienen consciencia sobre la responsabilidad que conlleva.
También hay que aceptar que nos gusta mucho esa premisa que nos permite hacer “travesuras” y nos lleva a lo más básico de nuestra existencia: “somos humanos y los humanos somos imperfectos, cometemos errores”. Esta laxa conciencia, sumado al anonimato y baja -o nula- regulación de las nuevas formas de comunicación, ha hecho que vivamos en un mundo lleno de falsas verdades y verdades a medias que distorsionan la conciencia colectiva.
Recuerdo bien uno de los momentos en los que este contexto se puso de manifiesto, a la mañana siguiente del pasado 19 de septiembre, después de haber pasado por un terrible terremoto que dejó lastimada gran parte del sur del país y de la Ciudad de México, la gente se volcó en ayuda en las calles, los medios de comunicación informaban lo más rápido posible dónde se requería apoyo con la finalidad de canalizar la ayuda, las redes sociales hacían lo propio, casi en tiempo real. Sin embargo, en cuestión de horas, varios nos fuimos dando cuenta cómo empezaba a circular información incorrecta respecto a lugares afectados, centros de acopio o declaraciones de una o otra autoridad. Las noticias falsas, inexplicablemente, aparecieron en medio de la tragedia, lo mismo en las redes que en la radio o la televisión. En consecuencia, surgió también una atinada movilización social iniciada por parte de ciudadanos y ONG´s a la que se sumaron más adelante medios de comunicación, se llamó Verificado19S. Los dirigentes crearon un sitio web donde publicaban información revisada, contrastada o de fuentes fidedignas para canalizar todos los apoyos que se requerían y brindar datos correctos a la gente de a pie. La información se difundía también con el hashtag #Verificado19S.
Aunque hoy día las circunstancias son otras, pero socialmente convulsas por estar viviendo una época de sobrecarga informativa relacionada con el período electoral, las personas somos el blanco fácil de un tsunami de noticias incompletas o manipuladas que buscan incidir en nuestro juicio, de cara al día de la elección. Sin embargo, de nueva cuenta vuelve a surgir una iniciativa que aplaudo y comparto.
Por la voluntad de medios de comunicación (alrededor de 60), organizaciones de la sociedad civil y la academia, se crea una iniciativa que tiene dedicada un equipo de personas que “cazan” y verifican, haciendo cruce de datos y fuentes oficiales para desmentir o examinar información falsa. Con presencia en redes sociales y un sitio web, el movimiento busca brindar información veraz y revisada para que las personas que así lo deseen puedan acceder a ella y formar sus opiniones. La iniciativa tendrá su principal foco en la información relacionada a las campañas electorales y concluirá hasta que acabe dicho proceso.
Estos movimientos de verificación editorial son sin duda una buena herramienta de neutralidad y democracia informativa. ¿Será parte de la, aún no discutida a profundidad, regulación del internet y redes sociales que tarde o temprano llegará? O ¿necesitaremos tener, de planta, un ombudsman que vigile el rigor de la creación de noticias en medios tradicionales y digitales, más allá del derecho de réplica?
Mientras tanto, juzgue usted mismo, le invito a que revise el recuento de información verificada, después del primer debate de candidatos presidenciales que se encuentra en el sitio web https://verificado.mx
Hasta pronto.