Ocio

No les paguen

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La Historia del Arte es la historia de la precariedad, los seres humanos somos capaces de realizar miles de labores distintas para ganarnos el jornal, y de todas ellas la única que tiene que dar explicaciones de por qué necesitan un pago, son las relacionadas con el arte y la cultura.

Los artistas contratados por la Secretaría de Cultura para el mesiánico proyecto de Cultura Comunitaria, exigieron sus pagos atrasados con protestas y pancartas. ¡Cómo se atreven! ¿Después de siglos de existencia del arte no han aprendido que esto no se paga? Nuestros funcionarios y el público en general lo saben perfectamente, por eso cada vez que le solicitan un curso, una conferencia o lo que sea, la primera pregunta es “¿entonces si cobras?”. Y la segunda es “¿Y cuánto, para ver si hay recurso?”. Porque en esta época el dinero ya no se llama así, se llama “recurso” y la comunidad artística se supone que vive de sus recursos creativos y emocionales, no de dinero. La Secretaría de Cultura hace bien en no pagar, que mantenga esta centenaria costumbre, porque es evidente que la mayoría de sus “recursos” son necesarios para alimentar y pagar a los centenares de burócratas que viven del arte y la cultura a través de esa Secretaría. En el aparato Estatal de cultura todos merecen ganar su sueldo, menos los que producen cultura, esos, que vivan de la inspiración, que para eso tienen sensibilidad y talento.

Secretaria de cultura
Fotografía: Reforma.

La bondadosa incitativa pretende llevar el arte a las comunidades más desprotegidas y no se han enterado que entre ellas están los teatreros, los bailarines, los músicos y los pintores; los poetas no cuentan porque ellos son bohemios, esas comunidades artísticas sí están en el abandono, pero los importantes son los que dirigen las direcciones y las subdirecciones, los que firman papeles, los que tramitan oficios, hacen llamadas y cancelan citas, los burócratas asalariados con prestaciones y seguros. Los artistas eligieron la vida en libertad y el establishment se los recuerda, y cuando quieren ganar un sueldo se sorprenden “¿eres un ser humano con necesidades? Nunca lo hubiera imaginado”.

La Secretaría de Cultura emplea todos sus “recursos” para el proyecto del Parque de Gabriel Orozco, Orozco Park, que está costando una fortuna; va a beneficiar sólo a los habitantes de la CDMX y es más prioritario que proveer a los museos del país, pagar nóminas de artistas y otras superficialidades.

Analizando la situación, el arte y la cultura son tan irrelevantes en esta época, que no debería existir una Secretaría de Cultura, porque si la comunidad cultural, los museos, las compañías de danza, las de teatro, los músicos, no merecen apoyo logístico ni financiación, entonces ¿para qué necesitan un mega aparato de administración? Desaparezcan a toda la Secretaría, cierren museos, cancelen teatros, y el ahorro va a ser fenomenal, imaginen cuánta abundancia, pueden hacer un Disneyland dentro del Orozco Park, y vender los boletos carísimos, algo que de riqueza, no como el arte, que sólo alimenta a la inteligencia y el espíritu.


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Senderos de Gloria

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#KirkDouglas #SenderosDeGloria

A quienes nos gusta el cine, no podemos dejar pasar desapercibida la muerte del último grande de una era de extraordinarios actores del cine norteamericano. Esta semana falleció Kirk Douglas, a los 103 años. Sólo le sobrevive, de esa gran camada de actores y actrices de Hollywood, la inglesa (por cierto, nacida en Japón) Olivia de Havilland, quien ahora tiene 103 años y hasta el 5 de febrero pasado, era celebrada junto con Douglas, como los únicos sobrevivientes del cine clásico de Hollywood.

De origen muy humilde (su padre fue ropavejero), Kirk Douglas salió de Nueva York para convertirse en uno de los actores más prolíficos y multifacéticos de Hollywood. Además de actor, fue director, productor, escritor y en sus últimos años, un gran filántropo. Interpretó tantos y tan diversos papeles como le fue posible. En 1956 interpretó a Vincent van Gogh, el célebre pintor holandés, y hasta que recientemente Willem Dafoe lo volvió a interpretar, nadie lo había hecho con tanta pasión y entrega. Además de pintor fue esclavo romano (Espartaco), gangster (Dos tipos duros), vaquero (Los justicieros del oeste), agente de la CIA (La Furia), maestro provinciano (Carta a tres esposas), científico de ciencia ficción (Saturno 3), boxeador (El ídolo de barro), ballenero (20000 leguas de viaje submarino) y mil cosas más.

Douglas compartió la pantalla grande con grandes celebridades como fueron John Wayne, Burt Lancaster, Lana Turner o Lauren Bacall. Lo dirigieron los más grandes de esos tiempos, como William Wyler, Billy Wilder, John Huston, Vincente Minnelli o Elia Kazan.

Stanley Kubrick, uno de los más influyentes directores del siglo XX, lo tuvo en dos de sus películas. En Espartaco, los dos hicieron un salto enorme en su carrera, aunque yo prefiero la película de menor presupuesto que estrenaran previamente en 1957, cuya acción se desarrollaba en la Francia de la Primera Guerra Mundial, y cuyo final es memorable (no se las voy a contar para que la busquen y la vean, en verdad que vale la pena). El nombre de la película es La patrulla infernal, una traducción un poco extraña a un título original en inglés: Paths of Glory que literalmente se traduce como “Senderos de gloria”, título de este artículo y mi película favorita de Kirk Douglas.

Los senderos a la gloria que siguió Douglas no son muy diferentes a los que todos debemos seguir para ser exitosos; mucho amor y pasión por lo que uno hace, mucha creatividad y ánimos de reinventarse una y otra vez, trabajo constante y buscar propósitos en tu vida que trasciendan a tu persona. Douglas lo sabía, y no conforme con su gran carrera como actor, director y productor, siguió trabajando, pero ahora por los demás como un gran filántropo. El tipo duro de Hollywood, como se le conocía en sus tiempos, junto con su esposa Ann, reconstruyó patios escolares de zonas pobres de Los Ángeles, construyó hospitales y decidió que la mayor parte de su fortuna se iría a obras de caridad cuando muriera.

En 1996, y después de un derrame cerebral que lo dejó un tiempo sin poder hablar, este incansable personaje bajó su ritmo y sólo participó en papeles menores en tres películas, también, menores. ¡Lo increíble es que ya tenía más de 80 años! Ese mismo año recibió el premio Oscar, que en dos ocasiones se le había negado cuando fue nominado a mejor actor. El Oscar honorífico por su prolífica carrera, The Lifetime Achievement, le fue entregado por uno de los grandes directores que aún vive, Steven Spielberg. En esa ocasión celebró sus 50 años de actuación. Hoy, 23 años después y en ocasión de su muerte, invito al lector a entretenerse con sus películas. El coraje, la pasión y la compenetración con el personaje a interpretar, que Douglas ponía en cada película, lo hace uno de los grandes del cine.

Películas como The bad and the beautiful que se tradujo como “Cautivos del mal” y la ya señalada Paths of glory son imperdibles para quienes gustamos del cine. Verlo como “Midge” en su actuación como boxeador iracundo y fracasado, es un agasajo. El mítico esclavo que comanda una revuelta en Espartaco, deja ver a Douglas en toda su expresión. Ser dirigido por Kubrick no es cosa menor, y él lo logró dos veces.

Douglas fue un actor más bien identificado siempre con el drama, la rudeza y el desasosiego, pero en su vida personal, y sobre todo en sus últimos años, fue visto como un hombre feliz, de buen sentido del humor y con un sentido de familia bien arraigado. Sus cuatro hijos, entre ellos el célebre Michael Douglas, se expresaban de él como un gran padre, así mismo lo hizo su viuda con la que duró casado más de 60 años.

Se fue un talento que se describe en una de sus propias frases de la película Espartaco:

“Tal vez no haya paz en el mundo. No lo sé… pero sé que mientras estemos vivos, debemos ser fieles a nosotros mismos”.

Descanse en paz, el último gladiador de Hollywood.


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“El diablo en la cruz” del escritor keniano Ngugi wa Thiong’o

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Tras 22 años de exilio, el 14 de agosto del 2004 Ngugi wa Thiong’o y su esposa volvieron a Nairobi. Unos días después, una gavilla de rufianes asaltó su vivienda. A él le quemaron el rostro con cigarrillos encendidos. A ella la violaron.

Tal fue la bienvenida que dio el régimen keniano al mayor escritor bantú contemporáneo.

Aunque poco o nada nos diga su nombre en estas latitudes, Ngugi wa Thiong’o es una de las cumbres de la literatura africana y universal y un ser humano extraordinario. En Kenya sus libros están prohibidos desde que en 1977 el “padre de la patria”, Jomo Kenyatta, y su vicepresidente, Daniel arap Moi, lo encarcelaron y desmantelaron el teatro al aire libre en el que se presentaba su obra Me casaré cuando yo quiera, que habla de la injusticia y la inequidad en aquella nación.

El arresto fue al amparo de un “decreto de seguridad pública”, pues parece que en aquel país el teatro y la literatura son instrumentos de disolución social. Se confirma que en un régimen autoritario –sea nacional, estatal o municipal–, la primera víctima es la inteligencia; la segunda, la verdad.

Parece cuento sobre políticos mexicanos la siguiente anécdota verdadera: apareció un libro de Thiong’o basado en una leyenda kikuyo en la que un luchador social, Matigari, jura alzarse en armas para lograr la independencia del país. Al popularizarse la historia, las autoridades expidieron una orden de aprehensión en contra del “agitador revolucionario Matigari” por conspirar para derrocar al régimen. Podría uno morirse de risa con el chiste de si no fuera por el baño de sangre que provocó la cacería del “revolucionario”.

Ngugi
Fotografía: El país.

Un año el escritor estuvo encerrado y sin juicio. Al salir de prisión supo que había sido destituido de su cátedra en la universidad. Durante los años siguientes él y su familia fueron sistemáticamente hostigados. Pese a la represión, Thiong’o decidió permanecer en su tierra y seguir publicando hasta que las circunstancias lo obligaron a exiliarse en 1982, primero a Inglaterra y después a Estados Unidos.

Al abandonar la cárcel, en una asombrosa y ejemplar decisión, dio un giro a su vida: renunció al inglés, el idioma colonial en el que fue educado; al cristianismo, que fue la religión impuesta; a los valores culturales de Occidente y a su nombre, que hasta entonces había sido James Thiong’o Ngugi.

El fruto de esa decisión fue la primera novela moderna escrita en kikuyu, su idioma materno: Caitaani Muthara-ini (El diablo en la cruz), publicada en 1980, con la que clava definitivamente la tapa del ataúd sobre su pasado colonial. El diablo en la cruz fue escrita en prisión, sobre tiras de papel sanitario. ¿Ecos del Knut Hamsun de Hambre y del Julius Fucik del Reportaje al pie de la horca

“Planteó que la literatura escrita por africanos en un idioma colonial no es literatura africana, sino ‘literatura afro-europea’ y que los escritores deben utilizar su propia lengua para dar a la literatura africana su propia gramática y genealogía”, dice Jennifer Margulis.

En el adiós al inglés que fue su Descolonización del espíritu publicada en 1986, Ngugi conceptúa al idioma como el instrumento que los pueblos tienen no sólo para describir el mundo, sino para comprenderse a sí mismos. Para él, el inglés en África es una “bomba cultural” que acentúa el proceso de borrar la memoria de la cultura e historia precoloniales y un mecanismo eficiente de nuevas e insidiosas formas de dominación.

En palabras de Margulis: “El escribir en kikuyo, entonces, no es sólo una manera de dar voz a las tradiciones kikuyu, sino también de reconocer y comunicar su presente. Ngugi no está interesado primordialmente en la universalidad […] sino en preservar la especificidad de los grupos. En general, Ngugi recuerda que la lengua y la cultura son indivisibles, y que por lo tanto la pérdida de aquélla tiene como consecuencia la pérdida de ésta”.

literatura africana
Imagen: Pinterest.

Este sentimiento puede explicarse mejor con una pequeña muestra de su literatura. En traducción libre mía, un fragmento de “El mártir”, incluido en Literatura africana, edición de Lennart Sörensen de 1971:

De nuevo cantó el búho. ¡Dos veces!
—Una advertencia para ella –pensó Njorege.
Y de nuevo todo su espíritu se inflamó de odio, odio en contra de todos los de piel blanca, los extranjeros que habían desplazado a los verdaderos hijos de la tierra de su hogar sagrado. ¿Acaso no había Dios prometido a Gekoyo que daría toda la tierra al padre de la tribu, a él y a su descendencia? Y ahora toda la tierra había sido arrebatada.

Ngugi wa Thiong’o nació en 1938 en la congregación de Kamiriithu en el distrito Kaimbu, una zona conocida como “la meseta blanca” en la Kenya dominada por los ingleses. Fue el quinto hijo de la tercera de las cuatro esposas de su padre, un agricultor que fue degradado a jornalero a raíz del decreto imperial británico de 1915. Su tribu, los kikuyu, es el mayor grupo étnico de Kenya.

Aquella infancia y adolescencia transcurrida en una suerte de esquizofrenia cultural marcaría la obra de Thiong’o, un kikuyu-africano y occidental-cristiano, educado en una escuela inglesa y en las universidades de Makerere en Kampala (Uganda) y Leeds (Inglaterra). Hombre tribal heredero de una cultura enfrentada al occidente, despojado de su lengua e inserto en el mundo del colonialismo como catedrático en universidades estructuradas conforme al modelo europeo.

Por esa razón sus novelas se nutren del conflicto cultural derivado del papel del cristianismo, la educación en inglés y la creciente opresión de los kikuyus y otros pueblos africanos a manos del colonialismo europeo. De esa época son No llores, criatura, El río que divide y Un grano de trigo.

Ngugi wa
Fotografía: Txalaparta.

Hay otro dato que nos ayuda a entender el ambiente, los personajes y la textura de la obra de Thiong’o: la participación de su familia en la rebelión de los mau mau, el movimiento nacionalista contra el dominio británico provocado por la expropiación de tierras. Su hermano mayor era militante y su madre fue torturada por esa causa. Un hermanastro murió en la campaña.

Un grano de trigo, título que alude al tema bíblico del sacrificio para la resurrección (“a menos que muera un grano de trigo”) es la historia del heroísmo de un hombre y su búsqueda del delator de uno de los dirigentes mau mau. Los hechos tienen lugar en una aldea que es destruida en la guerra, como lo fue el propio pueblo de la familia de Ngugi.

En la vida real, cuando la rebelión fue sofocada en 1956, habían muerto once mil rebeldes, y ochenta mil niños, mujeres y hombres kikuyu estaban en campos de concentración. Además perdieron la vida más de cien europeos y unos dos mil africanos leales a la Pérfida Albión.

En la descripción de la vida de Ngugi encuentro profundas semejanzas con la historia de otro gran escritor africano, apenas ocho años mayor que Thiong’o: el nigeriano Chinua Achebe, también miembro de una tribu dominante, también entregado al cristianismo, también educado en inglés y también recuperado por la fuerza telúrica de su cultura, como si se tratase de una versión inversa del complejo de Anteo. Creo que esto no puede ser una coincidencia, pues ambos fueron producto de sociedades brutalmente colonizadas en donde los invasores pretendieron llevar a cabo la sistemática eliminación de la cultura local, como sucedió en la conquista de México.

Juego de ojos.

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Cerdos Salvajes: el populismo de AMLO

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Entender qué es el populismo y cómo funciona, debería ser parte de nuestra educación cívica básica. Así, sea cual sea nuestra inclinación política, podríamos estar alertas y evitar que nuestras conciencias sean manipuladas por políticos sin escrúpulos de cualquier tendencia, ¿no creen?

Una de mis amables lectoras tuvo la gentileza de reaccionar a una de mis colaboraciones, compartiendo este breve cuento de autor anónimo, que se explica por sí mismo –el cual ha sido difundido con el título “No existe Plan Social gratis”–. Y aquí lo pongo a su consideración:


En la mitad de una clase, en una universidad, uno de los alumnos, inesperadamente, le preguntó al profesor:
“¿Usted sabe cómo se capturan los cerdos salvajes?”.
El profesor le contestó: “¿es esto acaso una broma?”.
El joven respondió: “No, no lo es.” Y con seriedad comenzó su disertación:
“Para capturar cerdos salvajes, primero se localiza un lugar en el bosque al cual los cerdos salvajes suelan ir, y allí se coloca diariamente un poco de maíz en el suelo.
Así, los cerdos salvajes vienen todos los días a comer el maíz “gratis” y, cuando se acostumbran a venir diariamente, usted va construyendo una cerca alrededor del lugar donde se acostumbraron a comer, un lado a la vez.
Cuando ellos se acostumbran a un lado de la cerca, vuelven para comer el maíz, y usted construye otro lado de la cerca.
Ellos vuelven a acostumbrarse y vuelven a comer.

populismo
Imagen: Vértigo Político.


Usted va construyendo la cerca alrededor, poco a poco, hasta instalar los cuatro lados del cercado alrededor de los cerdos.
Al final, instala una puerta en el último lado.
Los cerdos ya están habituados al maíz fácil y a las cercas, y así comienzan a venir solos por la entrada.
Es entonces cuando usted cierra el portón y captura a todo el grupo.
Así de simple, paso a paso, hasta que en el último segundo los cerdos pierden su libertad.
Ellos comienzan a correr en círculos dentro de la cerca, pero ya están presos.
Después, comienzan a comer el maíz fácil y gratuito.
Se acostumbran tanto a eso que se olvidan de cómo cazar por sí mismos, y por eso aceptan la esclavitud. Incluso, se muestran agradecidos con sus captores y, durante generaciones van felices al matadero.
Ni siquiera sospechan que la mano que los alimenta es la misma que los mata”.
El joven le comentó al profesor que era exactamente eso lo que él veía que sucedía en su país, en su provincia, en su ciudad, con su pueblo.
Los gobiernos populistas, en sus proyectos dictatoriales, escondidos bajo el manto “democrático”, estuvieron lanzando maíz gratuito durante tiempo suficiente para alcanzar la mansedumbre sistemática.
Y cada nuevo “Gobierno Salvador” disfraza de “programas sociales”, sus limosnas, da dinero que saca del bolsillo del propio trabajador. Realiza misiones, planes, indulgencias, leyes de “protección”, subsidios para cualquier cosa, expropiaciones indebidas, programas de “bienestar social”, fiestas, ferias o festivales, uniformes, pan y circo, transporte “gratis”.

“¡G R A T I S!”.

Toda esa “gratuidad” que nos ofrecen tales estafadores, disfrazados de políticos, llena de felicidad a un pueblo mal acostumbrado con las migajas del maíz fácil y “gratuito”. Nos roba la capacidad de ser críticos, pensantes y personas emprendedoras.
Sin embargo, claro que nada es “gratis”. ¡No existe almuerzo gratis!

mexico y populismo
Ilustración: Ismael Ángeles.

EN PERSPECTIVA, debemos hacer un esfuerzo por entender y hacer entender a los que nos rodean, que toda esa “ayuda” gubernamental dista mucho de ser gratuita. Es más, tiene el más alto precio que podemos pagar: nuestra libertad. No es fácil abrir los ojos; y mucho menos lograr que otros los abran, sus reacciones son viscerales y explosivas. Usualmente atacan con fiereza tratando, a falta de argumentos, descalificarnos en lo personal, desacreditarnos. Como dicen: “Es más fácil engañar; que lograr que otros acepten que han sido engañados”. Sin embargo, hay mucho en juego: nuestro país; nuestros hijos; sus libertades y el futuro.

O ¿usted qué opina, estimado lector?


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Sólo para ‘villamelones’ del Super Bowl

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Futbol americano reglas básicas y lo que tienes que saber para entenderlo

La última semana de enero el futbol americano se ha convertido en el tema central de conversaciones en redes sociales de cara al Super Bowl 54 que se juega el domingo 2 de enero en Miami, Florida.

El futbol americano es el deporte que suma más fanáticos en Estados Unidos y llega a su momento culminante con el encuentro de los 49ers de San Francisco y los Chiefs de Kansas City, los protagonistas del Super Bowl 2020.

Con más de cien millones de espectadores en televisión el Super Bowl enciende pasión dentro y Fuera de Estados Unidos e incluso suma fanáticos temporales que no que quieren quedar fuera de la fiebre del momento.

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Para los que no son fanáticos y seguidor del futbol americano, ver el Super Bowl puede ser algo más que una experiencia de euforia si conoce las reglas básicas del juego.

Super Bowl 2002 futbol americano reglas básicas

El partido entre dos equipos -de 11 jugadores cada uno- se juega en una cancha de 100 yardas divididas en segmentos de 10,con un balón ovalado u ovoide.

En cada extremo hay una zona de anotación y un arco de tres postes donde se anotan goles de campo.

Básicamente hay cinco cosas que hay que tener en mente para seguir y disfrutar el partido:

Noción básica 1: el objetivo de cada equipo es obtener la mayor cantidad de puntos a través de anotaciones (touchdowns) o goles de campo (field goals).

Noción básica 2: cada equipo en su turno a la ofensiva tiene 4 oportunidades (downs)para avanzar por lo menos 10 yardas; si consigue hacerlo, vuelve a tener otras cuatro oportunidades.

Noción básica 3: si no se consigue llegar a la zona de anotación contraria o avanzar las 10 yardas, el equipo en la ofensiva debe entregar la pelota al equipo contrario con un despeje (o en casos más inusuales, patada corta).

Noción básica 4: el mariscal de campo o quarterback dirige las jugadas de su equipo y tiene varias opciones para mover el ovoide:

Noción básica 5: Se juega en cuatro tiempos (cuartos) de 15 minutos cada uno y un descanso después de los primeros dos. El reloj se detiene si el balón sale del campo, o si un equipo pide un tiempo libre, o si los árbitros marcan una falta, entre otros factores.

Las puntuaciones

Si un equipo consigue llegar a la zona de anotación contraria -basta que el balón cruce la línea de meta una pulgada- recibe 6 puntos por el touchdown.

Obtiene 1 punto extra si el pateador del equipo consigue que el balón atraviese el arco en forma de Y.

Un gol de campo da 3 puntos siempre y cuando el balón atraviese el interior de los postes. Hay otros casos más inusuales en los que se obtienen puntos, pero solo basta saber que una “conversión de 2 puntos” se da cuando un equipo en lugar de patear el punto extra decide hacer una jugada para volver a cruzar la meta: en lugar de 1 punto obtiene 2.

Sabiendo las nociones básicas y puntuaciones, puedes seguir el juego sin problemas. Pero si quieres conocer más a detalle, te explicamos.

El ‘gol de campo’

El intento de gol de campo casi siempre ocurre cuando el equipo está en su cuarta oportunidad de avanzar las 10 yardas y considera que es improbable llegar a la meta.

Como muchas cosas en el fútbol americano, esto es cuestión de estrategia.

Un equipo solo tomará la decisión de intentar un gol de campo cuando considere que está a una distancia suficiente para que su pateador lo consiga.

De lo contrario el pateador optará por despejar el balón.

Intercepción y balón suelto

El equipo que tenga la posesión del balón puede perderla súbitamente cuando ocurren dos eventos que suelen ser muy dramáticos.

Intercepción: cuando el mariscal de campo lanza un pase aéreo a su receptor, los rivales buscarán robarlo antes de que llegue a su destino; si lo consiguen, lo habrán interceptado e intentarán correr en sentido contrario para anotar.

Balón suelto: un jugador en posesión del balón puede perderlo por un descuido o por una tackleada del rival, lo cual genera una situación de balón suelto; todos los jugadores intentarán a como dé lugar quedarse con el ovoide en una lucha muy espectacular.

Los árbitros

En la cancha y fuera de ella hay múltiples réferis o árbitros que tienen el poder de marcar una infracción a las reglas.

Utilizan un pañuelo amarillo para indicar que hubo una falta y el árbitro en jefe -identificable porque utiliza una gorra blanca- comunica las decisiones arbitrales a través de un micrófono. Lo más relevante del juego en TV

Las cadenas de televisión ofrecen a los espectadores múltiples guías visuales sobre el marcador y lo que sucede en el campo, lo que facilita las cosas.

Si tienes dudas sobre en cuál de los cuatro intentos se desarrolla la jugada y cuántas yardas necesita avanzar el equipo, en la pantalla está indicado casi todo el tiempo.

Por ejemplo, “2nd & 7” significa segundo down y 7 yardas por avanzar.

De vez en cuando hay que mirar el reloj para saber cuánto tiempo le resta a cada cuarto y cómo va el marcador.

Sobre el campo aparece una línea amarilla virtual para indicarle a los espectadores hasta qué yarda tiene que avanzar el equipo que está a la ofensiva.

¿Qué es ser un villamelón?

El término “villamelón” tiene su origen en los últimos años del siglo XVIII, en España. Los ibéricos solían llamar “melones” a aquellos individuos que no eran muy capaces mentalmente. En suma, llamaban “melones” a todos los tontos. De hecho, el diccionario de la Real Academia Española (RAE) define “melón” de la siguiente forma: 3. m. coloq. Hombre torpe o necio.

El tiempo pasó y, como es natural en el lenguaje, la palabra evolucionó a “villamelón”, cuyo término aludía entonces al pueblo donde habitaban los “melones”, los tontos. De esta forma, la sociedad española excluía a los incultos diciéndoles: “pobrecillo, seguramente actúas así porque vienes de Villamelón”. 

Con el paso de los años, el término se fue propagando y a México llegó por primera vez l periódico mexicano La Sombra de Pepe Hill que se publicaba a finales del siglo XIX (1887), que refirió en una de sus secciones el artículo “Los Aficionados de Villamelón”. 

Ahora “villamelón” se utiliza por verdaderos aficionados para referirse a personas que sólo ven algún deporte por moda o tendencia.

¡Explíquela, don Pepe!

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Una de las historias más sabrosas que vale la pena compartir, es la que narra la maestra Ana María de la O Castellanos en Microhistorias del cine mexicano,[1] sobre un tal José A. Castañeda, vecino de Zapopan, Jalisco, uno de los más entusiastas pioneros del cine en Guadalajara de principios del siglo XX.

Pero antes algunas palabras sobre la “microhistoria”. Por lo regular los estudiosos se interesan más por los grandes eventos y sobresaltos de la historia nacional, o por la vida de los grandes personajes y líderes del poder, olvidándose de atender la necesidad de relatar una historia que se encuentre más cercana a la cotidianidad y al individuo “de a pie”, al hombre común o al pueblo remoto.

Pongo ejemplo: la historia “grande” nos cuenta que el presidente Plutarco Elías Calles, quien subió al poder en 1924, puso los cimientos del desarrollo futuro de México con la fundación de escuelas agrícolas y secundarias, creó importantes instituciones como las comisiones nacionales agraria, bancaria, de caminos e irrigación, banco de crédito ejidal y el banco de México, creó el impuesto sobre la renta y se fue contra la Iglesia para parar su poder. Pero los vecinos de allá en Zangoloteo de las Babuchas nunca vieron estas acciones.

plutarco e calles tomando posesion
Plutarco Elías Calles tomando posesión (Fotografía: Time to Ast).

Lo que vieron y vivieron fue que de repente ya no pudieron ir a su misa porque les cerraron las iglesias, y si se la celebraba en casa a escondidas los metían a la cárcel; que sus hijos ya no podían seguir sus clases porque les cerraron los colegios de padrecitos, que el hospital que atendían las hermanas ya no funcionaba porque las corrieron y que el ejército andaba correteando curas por todo el cerro para hacerles calzón romano con sierra eléctrica. Ejemplos de estas microhistorias, y no la “creación del impuesto sobre la renta”, fueron las que desataron la terrible Guerra Cristera (1926-1929), un fratricidio que cobró la vida de más de ochenta mil personas.

La microhistoria que hoy comparto parecería irrelevante, pero son precisamente esos detalles los que arrojan importantes elementos para completar nuestra visión sobre cierta época y su sociedad. Las “pequeñas historias” son un botón de muestra de lo que pasa en cientos de comunidades minúsculas y cuyas vidas hacen el cimiento para trenzar interacciones entre lo local, lo regional y lo nacional que mejoran la comprensión de nuestra historia mayúscula.

Fotografía: Alerta Digital (copyright desconocido).

Dicho esto, a la sopa:

Hoy Zapopan está en la panza de la zona metropolitana de Guadalajara. Pero hace muchas décadas era un pueblito cantarín que hacia 1920 tenía tres mil almas, dedicadas básicamente a la ganadería y a la agricultura y a estar amparadas por La Generala, como también se le dice a la famosa Virgen de Zapopan, que está en la magistral basílica franciscana de aquellos lares.

Como era de esperarse, todo mundo se conocía, siendo uno de los más respetados y apreciados vecinos don José A. Castañeda, no sólo porque fue presidente municipal de Zapopan, entre 1907 y 1908, sino porque cuando llegaba cualquier tipo de fiesta, sobre todo las patrias, don Pepe, al parecer de una energía detonadora, se involucraba personal y calurosamente en la organización, saliendo siempre disfrazado ora de cura Hidalgo, ora de Allende, ora de doña Josefa Ortiz o si se necesitaban Realistas para fusilar, pues también. Además, la popularidad de don Pepe era todavía más grande al ser dueño de Los Baños Castañeda, entonces un hermoso balneario al sur del pueblo que hacía las delicias de chicos y grandes y a donde los tapatíos viajaban para refrescarse en sus “albercas perfumadas con madreselvas y jazmines”.

castaneda de zapopan
Basílica de Zapopan (Fotografía: Pinterest).

Pero el giro y verdadera pasión de don Pepe era el cine. Ya antes de vivir en Zapopan había tenido dos pequeñas salas en la Guadalajara, por lo que tenía un nada despreciable acervo de películas de la época. Una vez instalado en Zapopan, don Pepe no tardó en abrir las puertas de su casa para ofrecer proyecciones: (…) así, convertido en un verdadero hombre orquesta, José Castañeda se desempeñaba como operador, ambientador y, si se quiere decir así, hasta guionista en las proyecciones de las cintas, comenta la maestra De la O Castellanos.

Como comenté, don Pepe fue uno de los precursores de la proyección de películas en la perla tapatía: En 1908, en su casa particular, en la calle de Pedro Moreno, 38, abrió el Salón Azul, que más que salón era un patiecillo acondicionado con un aparato y películas de segunda. Sin embargo, la calidad de sus películas era tan mala, que una vez terminada, el público pedía invariablemente a gritos la explicación del argumento.

Poco a poco la gente comenzó a hacer de aquellas atípicas proyecciones una especie de ritual, donde se podía gritar, chiflar y aventar toda clase de semillas, para al final exigirle a don Pepe les contará de qué diablos había tratado el filme. Más no sólo eso, el entusiasmo de don Pepe era espléndido y pronto comenzó a hacer uso de una desbordada improvisación “sonorizando” él mismo sus películas. Entonces de pronto metía ruidos, voces y efectos especiales de su invención, cacerolazos, rugidos, gritos, zapatazos, lo que fuera necesario para aumentar la “experiencia sensorial” de la concurrencia.

Cine mudo castaneda
Fotografía: Pinterest.

Como era costumbre, muchas familias de clase pudiente tenían su casa de descanso a las afueras de Guadalajara, y Zapopan era uno de estos destinos. Ahí don Pepe tenía su “casa de temporada”, como antes se decía, hasta que decidió mudarse permanentemente a ella. A continuación, ni tardo ni perezoso, el cinéfilo acondicionó su casa para sus tandas de cine con su sello personal: “Hoy les voy a dar shinito” (cinito), decía don José con voz arrastrada por falta de algunos dientes, y a continuación la voz se corría como rayo.

Don Pepe hacía dos funciones semanales que eran gratis: Instalaba su proyector en uno de los cuartos de la casa y desde una gran ventana proyectaba las películas hacia una manta que él mismo hacía. La gente llevaba sus propias sillas y se sentaban en la calle. Un vecino recuerda: Él era un señor muy pintoresco porque decía ‘El cine ya se descompuso, se compone con un aplauso’. Entonces todos aplaudíamos y la película volvía. Como era mudo el cine, algunas veces había gente que no entendía y a mitad de película gritaba ‘¡Explíquela don Pepe, explíquela! Entonces el señor Castañeda apagaba el aparato y salía a la ventana a contarnos quiénes eran los personajes y de qué trataba aquello. Le aplaudíamos y continuaba.

cine castaneda
Fotografía: Revista Esfinge.

El cineclub del señor Castañeda se hizo famoso y pronto gente de la misma Guadalajara recorría la distancia para asistir a su función, que comenzaba a las ocho de la noche. Tanto el público como él, disfrutaban al máximo de las películas, aunque fueran en capítulos o en partes, ya que las películas que proyectaba en algunas ocasiones eran muy especiales: se trataban de pedazos de cintas que él mismo unía y que en muchas ocasiones sólo encontraban sentido gracias a su famosa elocuencia.

Entre las películas favoritas de los zapopanos estaba la primera película de corte cómico acerca de un niño que hace cualquier cosa para robarse un pastel, traducida al español como Willy quiere comer sin pagar. Otra de las muy aplaudidas era Maciste, una serie de películas que mostraba la historia del típico héroe fortachón y bondadoso que luchaba por el desprotegido por medio de su fuerza sobrehumana. En esta cinta, dice la maestra De la O Castellanos, don Pepe mañosamente paraba el proyector a medio rollo y preguntaba al público: ‘¿Queréis que shiga Mashiste, o no queréis?’. ¡Sí!, contestaba la multitud y así don Pepe continuaba la proyección.

Pero no sólo don Pepe saltó a la historia del cine por sus inolvidables y excéntricas proyecciones, sino porque a él se le debe el famosísimo grito de “¡Cácaro!”, ahora en desuso. Este alarido de guerra se utilizaba junto con rechiflas, mentadas de madre y gritos a por mayor, cuando se interrumpía la película en el cine, hasta que el operador arreglaba el desperfecto.

El divulgador de historia, Alejandro Rosas, comenta: Para 1911 este empresario instaló en dicha ciudad la carpa Cosmopolita y contrató a Rafael González para encargarse de la proyección de las películas. Todo el mundo conocía a éste, no por el gusto que ponía en su trabajo, o la admiración que le provocaba el cine, sino porque de joven había sido atacado por la viruela y su rostro mostraba las huellas de la enfermedad: estaba cacarizo. Le decían el “Cácaro”, y cuando había algún problema con la proyección, don José gritaba: ¡Cácaro, Cácaro! Era tan pintoresco el personaje, que a veces se quedaba dormido durante la proyección y no cambiaba el rollo de la película. Con el tiempo el grito se convirtió en parte del ambiente cinematográfico y llegó para quedarse.

Definitivamente hacen falta enterarse de más microhistorias como la de don José A. Castañeda, del mero Zapopan, hombre sencillo que nunca cobró un peso y sólo buscaba el caluroso aplauso de su público.

“El Cácaro” (Fotografía: El Cronista de Tacuba).

El padre de la microhistoria en México, Luis González y González, autor de una verdadera joya de libro, Pueblo en Vilo (1968), decía con sabias palabras que la microhistoria era la historia pueblerina, la historia parroquial, de la patria chica, municipal, concreta, de campanario, y debe de ser, ante todo, el relato verdadero, concreto y cualitativo del pretérito de la vida diaria, del hombre común, de la familia y el terruño. Así, las microhistorias no sólo enriquecen la macrohistoria, sino que le dice ¡bájale de crema a tus tacos!, porque:

Soy un hombre común
de carne y de memoria
de hueso y de olvido.
Ando a pie, en autobús, en taxi, en avión
y la vida sopla dentro de mí
pánica
hecha la llama de un lanzallamas
y puede súbitamente
cesar.
Soy como tú
hecho de cosas recordadas
y olvidadas
rostros y manos, la sombrilla roja al mediodía
en Pastos-Bons,
difuntas alegrías flores pajaritos
luz de tarde luminosa
nombres que ya no sé
bocas alientos caderas
todo
mezclado
esa leña perfumada
que se enciende
y me hace caminar (…).[II]


Notas:
[1] Microhistorias del cine mexicano, Eduardo de la Vega (coordinador).Universidad de Guadalajara, UNAM, Instituto Mexicano de Cinematografía, Instituto Mora, México, 2000, p.-156, sig.
[11] Gullar, Ferreira: Hombre Común y otros poemas, Calicanto Editorial, Argentina, 1979.


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Asumir responsabilidad y hacer que las cosas sucedan

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Culpar a terceros, al gobierno anterior, a quien ocupo antes el cargo, a Dios, al lugar donde se nace, a la pareja, a los padres, y todos los etcéteras que quieran, es muy típico de las personas identificarnos como víctimas.

Por lo general, son personas que siempre buscan responsabilizar a “otros” de muchas de sus faltas, de su falta de acción, de su falta de actuar ante diferentes hechos.

El típico caso de la esposa (por lo general) que no se divorcia del marido infiel, golpeador, no cumplido, porque ¿cómo le vamos a hacer esto a los niños? Nada más desvirtuado de lo correcto. Se le termina haciendo más daño a los niños por el entorno en el que tienen que vivir y obviamente quien se queda en esta situación, so pretexto de proteger a los hijos, queda muy dañado psicológica y probablemente físicamente.

Un presidente de un país que vive culpando a su antecesor, como dictan las “reglas” de la política: “El primer año siempre culpa a tu predecesor. Le quede al saco a quien le quede. Es un irresponsable quien fue electo, él o ella ya sabía para qué había salido electo(a), además tuvo tiempo entre que ganó la elección y el tiempo que asumió su responsabilidad para enterarse de muchas más cosas. En alguna ocasión leí algo en este sentido por parte de la canciller alemana Angela Merkel. Nunca se quejó de lo que hicieron o no hicieron sus antecesores y se puso a trabajar sólo por el bien de Alemania, desconozco su partido o grupos de interés, ahí están los resultados.

Cuando se es accountable no se buscan culpables, ni responsables de lo que no se hizo o se está haciendo, se asume la responsabilidad y te pones a trabajar en lo que se tiene que hacer.

ser accountable
Imagen: Demotix.

¿Qué tan responsables somos de nuestra vida?, ¿del control de nuestra vida? Mucho. Es difícil establecer un porcentaje, pero en nuestra edad adulta, tenemos una muy alta responsabilidad de lo que nos ha pasado, nos está pasado o no nos ha pasado.

Para tomar control de nuestra vida en todos los ámbitos, debemos primero decidir qué queremos alcanzar, qué queremos ser, qué queremos tener, planear (muy poco) y ponernos a realizar las acciones necesarias para conseguirlo. En mi metodología “hazlo sencillo”, digo que cualquier idea (objetivo) siempre debe venir acompañado de acciones: IDEAACCIONES, es la fórmula del éxito.

No es cuestión sólo de soñarlo, pensarlo o de decirlo, hay que asumir la propiedad de eso que está en nuestra cabeza (acto de ser accountable) y tomar una actitud de acción, cambiar, si es necesario, nuestra forma de pensar, establecer prioridades y actuar en consecuencia. Somos lo que hacemos, no lo que decimos que haremos, a menos que no hagamos nada y entonces nos podremos ganar motes como “soñador”, y cosas parecidas.

En el pasado Congreso de la Amedirh (Asociación Mexicana en Dirección de Recursos Humanos), el que fuese el director de la Universidad Disney, decía que Walt tenía varias personalidades, que era un gran visionario, pero sobre todo un gran realizador de sus sueños. Ahí están sus parques y emporio que hoy es Disney.

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Hay muchas herramientas que nos pueden ser útiles para definir qué se quiere alcanzar y muchas más que nos pueden ayudar a darle seguimiento. De verdad no se compliquen la vida. Siéntense un rato, unas horas y prioricen entre las muchas cosas que quieren obtener.

En lugar de reaccionar ante las constantes presiones y cambios del entorno, que son y serán muchos, tendrás dirección y tomarás el control de tus acciones y con ello de tu vida. Tienes que crear “un puente” entre tus deseos u objetivos y lo que realmente estás logrando.

En estos días se fugaron unos importantes reos de un penal de la Ciudad de México, ¿es la Jefa de gobierno responsable? Claro que lo es. Ella nombró a la cabeza de la cabeza de quien dirige ese penal y si hay problemas en él mismo, ella tiene una parte de responsabilidad. La solución no es culpar inmediatamente a custodios corruptos, comprados o amenazados, la solución es ver por qué se presentó una situación de esa índole.

responsabilidad laboral
Imagen: Agilemania.

Llevamos meses con “La Feria” de Chapultepec cerrada y yo me pregunto, ¿qué ha pasado?, ¿quién es el responsable o responsables del accidente? Culpar al mecánico que no hizo el mantenimiento en tiempo y forma, no es actuar de forma accountable.

Atrás del concepto de accountability, como hoy se entiende –pueden ver varias de mis contribuciones sobre el tema aquí en El Semanario–, hay una filosofía y muchas metodologías, unas más sólidas que otras, unas más cuadradas y otras más flexibles, como la mía. Lo que les puedo asegurar es que ser accountable te ayuda a alcanzar tus objetivos y cualquier resultado, mientras dejas de culpar a los otros por las cosas que tú no estás haciendo.

El éxito no es cuestión de suerte, sino de un compromiso, disciplina y consistencia. Se necesita método y soporte, no ocurrencias o ideas mañaneras, y mucho trabajo, sin caer en distractores.

Cuando eres accountable, tienes claros los objetivos, entiendes cómo diferenciar lo urgente y lo importante, delegas de forma correcta, ves permanentemente el bosque (visión global) y tomas control. Trabajas con más energía, eficiencia y efectividad, y obviamente todo tiene sentido para ti y para quienes están a tu alrededor, de manera que comunicas mucho mejor.

Cuando todo está en marcha, tendrás más tiempo libre, podrás ser más creativo, tendrás más tiempo para ti, y tendrás, pues, una vida mucho más equilibrada.


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De hormigas, abejas y humanos

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Durante siglos, una buena parte de los seres humanos ha crecido con la idea de que la naturaleza está al servicio del hombre. Según este concepto, Dios la hizo exclusivamente para nosotros y, por consiguiente, tenemos los derechos sobre ella. Lo anterior nos llevó a tener una imagen deformada tanto de nuestro lugar en el planeta como de la abundancia de los recursos naturales. El hombre sabio, si nos basamos en el significado de “Homo Sapiens”, es menos sagaz de lo que cree. Cae fácilmente en la tentación de comprar discursos que le permitan sobrevivir sin pensar mucho. Los hechos han sido los encargados de demostrar que no somos superiores a los demás habitantes de la Tierra, incluyendo a las plantas, las bacterias o los hongos, y que todos luchamos por lo mismo: la propagación de nuestra especie.

hormigas
“Mobius strip II”, M.C Escher (1963).

Hace unos días, las arrieras invadieron la propiedad de mi familia. Los hormigueros crecían de la noche a la mañana y caminar descalza se volvió riesgoso.  En menos de una semana, estos insectos acabaron con las hojas de los tabachines y de los cítricos, después atacaron a cuanta planta se atravesaba en su camino. Cuando ya no quedaban más que espinas, lanzaron una ofensiva al cultivo de alfalfa. Luchar contra ellos era un reto formidable. Si vencíamos en una batalla, volvían con refuerzos. Por fin, descubrimos cómo impedir que se treparan a los árboles, pero sospecho que tienen ganada la guerra por tierra. Poco a poco, los grandes hormigueros absorben a los pequeños hasta formar verdaderas megalópolis. Ya han invadido algunas veredas.

Las arrieras son tenaces, obsesivas y disciplinadas. Las únicas que van sin cargamento en las filas para llevar comida al refugio son las responsables del control de calidad. Estas hormigas, que parecen haber perdido el rumbo, en realidad recorren la línea asegurándose de que el producto cumpla con los requisitos para ser almacenado. Sólo ella se sale de la fila. 

Las leyes de las abejas parecen menos rígidas. Durante sus vuelos en busca de néctar, se toman tiempo para beber de una llave que gotea o para robar granos de azúcar. Se encandilan con las luces y se caen, atarantadas. Una arriera jamás perdería así el control. La Fontaine las describe bien en una de sus fábulas: trabajan, trabajan y trabajan, sin dar ninguna alegría a cambio. Por si fuera poco, son esclavistas. Las abejas, en cambio, convierten el polen en miel y la reina convence a las obreras de seguirla seduciéndolas con feromonas.

feromonas abejas
Ilustración: Weebly.

En nuestras sociedades, la mayoría de los hombres y las mujeres vive al servicio del equivalente a una reina hormiga: el dinero. Un monarca déspota que exige sometimiento. Él pone las reglas, nosotros obedecemos. Y mientras nos dedicamos a acumular bienes, descuidamos lo esencial. No vemos que, como enormes hormigueros, nuestras ciudades absorben nuestra energía. Nos apeñuscamos en espacios cada vez más reducidos para estar cerca de lo consumible, sea tangible o intangible. Podemos formarnos durante horas para comprar la inutilidad de moda y devastamos selvas por otras modas. Cuidado con quienes decidan comportarse como abejas despistadas. De inmediato, será etiquetada de forma negativa y se hará lo posible por reintegrarla a la masa.  

Sin embargo, creo que los paradigmas han empezado a cambiar. Por un lado, nos hemos dado cuenta de que los recursos naturales no están a nuestra entera disposición. De que son finitos y también de que nuestro planeta sabe ponernos altos. Por el otro, hay una tendencia, si no a valorar, por lo menos a intentar entender lo distinto. La conciencia ecológica se ha desarrollado y la sociedad exige cada vez más el cumplimiento de normas que contrarresten la destrucción que implica el simple hecho de propagarnos como especie. Habíamos estado acostumbrados a tomar sin dar nada a cambio. Quizás ahora empecemos a ser como las abejas que al llevarse el néctar polinizan y, además, lo convierten en miel.


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