Los otros síntomas. Parálisis, hambre y angustia

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Desde que tuvimos noticia de la amenaza invisible a la salud y a la vida misma del ser humano, surgida en una región de la antes lejana China, fuimos poniendo atención en las peculiaridades de la enfermedad. Recibimos las noticias primeras, como es natural hoy en día, por los principales medios noticiosos, hasta entonces, aliados irreductibles de la comunicación oficial y por las eficientes y prolijas redes sociales.

Los síntomas, se dijo, eran la fiebre, tos seca, dificultad para respirar, dolor de cuerpo y malestar general. Más tarde se adicionó la pérdida de olfato y la desaparición del sentido del gusto. Se identificó como vehículo de transmisión genérico el contacto personal, favorecido por el natural desconocimiento de la infección, toda vez que puede ser asintomática en un alto porcentaje de casos.

Así, mientras la enfermedad se propagaba silenciosa y se instalaba cómodamente en cualquier espacio, en cualquier picaporte, en cualquier salón de clases, en cualquier despacho, espacio público, transporte colectivo, auditorio o centro de espectáculos, la vida continuó su marcha cotidiana sin mayor preocupación. China estaba muy lejos.

sintomas de coronavirus
Ilustración: Washington Post.

Inexorable, silencioso y perseverante, el anunciado mal invadió de repente, con un carácter, eso sí, democrático, republicano, federalista y universal, acometió sin reparo ni distinción alguna a conservadores y liberales, a ricos y pobres, a jóvenes y viejos, hombres y mujeres por igual. Enclaustró comunidades enteras, aisló a padres e hijos, dejó en el desamparo a millones, enterró a miles y aterrorizó a todos.

Las estadísticas difundidas cotidianamente respecto a la expansión de la pandemia dan cuenta del número de personas contagiadas, hospitalizadas, fallecidas o recuperadas, focalizando la atención en los alarmantes datos. No se habla prácticamente de otra cosa que no sea el bicho y la amenaza patente en materia sanitaria.

Pero parece que no se consideran los efectos catastróficos de otros síntomas del COVID-19, no referidos por la estadística, pero evidentes, que se suman a los ya descubiertos por los científicos y los profesionales de la salud. Estos son la parálisis, el hambre y la angustia, que pueden tener manifestaciones antes, durante y después de la enfermedad, con secuelas profundas, incluso sin haber tenido un contagio confirmado, sobre la salud social, política y económica de la nación.

sintomas del covid
Ilustración: Business Media.

El confinamiento ha provocado la desaceleración de la actividad social y productiva, con un impacto directo en la capacidad de las empresas más vulnerables para sostenerse y sortear con cierto grado de éxito la circunstancia. El efecto inmediato, consecuencia lógica, es el despido de trabajadores y, por lo tanto, el incremento del desempleo. Tanto el sector privado como gobiernos de diversos órdenes han advertido un futuro inmediato nada promisorio, y han propuesto medidas de contención que no han sido privilegiadas por el consenso de todos los sectores.

La parálisis económica y administrativa se erige como una amenaza latente, que dejaría en la orfandad a miles, sin los recursos mínimos para atender la subsistencia del hogar. El hambre y la angustia serían la realidad pavorosa de amplios sectores de la población, tanto o más dañina que la crisis viral, con los consecuentes efectos negativos en el ambiente social, en la estabilidad y la seguridad del país.

Mientras la atención se centra en la novedosa peste, en la reclusión y en el debate económico y político, la administración pública mantiene al mínimo indispensable la actividad, particularmente de los servicios esenciales. En contrapartida, la actividad criminal se incrementa. Los cárteles asumen un rol proactivo en diferentes regiones mediante el reparto de artículos y despensas como un recurso propagandístico para ampliar su base social. Un muy mal síntoma para la pacificación del país y el control de la violencia en estos tiempos de crisis. Muchos son, en definitiva, los síntomas sociales del coronavirus, más que la fiebre, la tos y el malestar, los síntomas son colectivos, fomentan la discordia, inducen al desconcierto, minan la confianza ciudadana y laceran profundamente el tejido social.


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