La pandemia por el COVID-19 provocó a nivel mundial que las emisiones de dióxido de carbono (CO2) descendieran aproximadamente un 7% durante este año, debido a la reducción económica, de la actividad industrial, en movilidad y viajes, así como en la generación de electricidad, según reportó recientemente el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).
Pese a la grave crisis sanitaria, esto es un signo alentador para intensificar de manera sostenida la lucha para disminuir las emisiones de los gases efecto invernadero que provocan el calentamiento global.
Sin duda, esta reducción del 7% en 2020 será de poca efectividad, en los siguientes años, si no se aplican medidas urgentes para reducir las emisiones hasta un 25% como se tienen previstas en el Acuerdo de París (en la que participaron 195 países, en 2015).
El PNUMA, en su Informe sobre la Brecha de Emisiones 2020, advierte que a pesar de este descenso en las emisiones de dióxido de carbono (por la quema de combustibles fósiles), aún el planeta se encamina peligrosamente a un aumento de temperatura de 3 grados Celsius en este siglo, pues la reducción del 7% que ha dejado la pandemia representa –según expertos–, el 0,01 grados Celsius del calentamiento global para el 2050.
Recordemos que el Acuerdo de París (conocido como COP21) trazó como objetivo central acotar el calentamiento global entre 1.5 y 2 grados Celsius en el 2030, y esto sólo se podrá lograr si la reducción de los gases de efecto invernadero alcanza el 25%.
Los últimos dos años se han registrado temperaturas altas récord a nivel mundial con resultados altamente dañinos para la humanidad y la naturaleza: sequías extremas, huracanes más potentes y sucesivos, tormentas (pese a que la tendencia mundial es de menos lluvias), los glaciares se derriten y los incendios forestales son más frecuentes y prolongados. Todo lo anterior aunado a que en varios países la destrucción de bosques y selvas sigue fuera de control, y con ello las migraciones son más intensas en los llamados corredores secos donde la tierra ya no produce.
La lucha contra el calentamiento global merece la misma respuesta que las naciones han puesto con la reciente pandemia. Cada año los fenómenos meteorológicos extremos envían señales de que urge desacelerar las emisiones de gases efecto invernadero, pero los gobiernos no responden con una estrategia rápida, efectiva y enérgica.
El pasado 12 de diciembre, el secretario general de la ONU, António Guterres, lanzó un llamado a los jefes de Estado para que declaren un “estado de emergencia climática”, en el que advirtió que los compromisos no son suficientes para contener el incremento de la temperatura media de la Tierra a un máximo de 1,5 grados Celsius.
El llamado de Guterres es histórico, tanto porque se hace en un año crítico por la pandemia del COVID-19 y porque la acción colectiva de la humanidad demostró que, en unidad, sí se puede disminuir la concentración de carbono en la atmósfera del planeta.
Los científicos han sido claros y contundentes: si no se cambian las políticas para neutralizar el carbono, un aumento de temperatura del planeta de 3 grados Celsius provocará cambios irreversibles en la Tierra. “Un país no debe emitir más gases de efecto invernadero de los que puede absorber”, han advertido.
A nivel mundial China es el principal emisor de estos gases, y también es el que mantiene un compromiso menor para combatir el cambio climático. Ya veremos qué compromisos se tendrán en la próxima cumbre climática que será en noviembre de 2021 en Glasgow, Escocia.
Esperemos que el llamado de Guterres no se quede sólo en eso…
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