Acapulco

Más del 90% de los mexicanos promete no viajar, pero llegan a Acapulco

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La pandemia de COVID-19 se prolongó hasta este diciembre y con ello más del 90 por ciento de los mexicanos negaron su interés por viajar. No obstante,  las playas de lugares de Acapulco hablan por sí solas al demostrar lo contrario. 

De acuerdo con una encuesta realizada por Consulta Mitofsky, 93.3 por ciento de la población manifestó que evitaría los viajes este fin de año. El 6.7 por ciento restante, advirtió que con todo y la presencia del virus SARS-CoV-2 lo haría. 

Pese a los dichos de la población, la Secretaría de Turismo del estado de Guerrero informó que hasta las 8:00 horas de este jueves 24 de diciembre, Acapulco tenía una ocupación hotelera del 29.7 por ciento. Eso se suma a la ocupación condominal que se encuentra al 70 por ciento. 

En cuanto a su distribución, los hoteles en Acapulco Diamante permanecen ocupados en un 38. 2 por ciento; en la Dorada en 27.4 por ciento y en  la Naútica en 13.2 puntos porcentuales. 

Al respecto, este jueves,  Héctor Astudillo Flores, gobernador del estado de Guerrero, manifestó su esperanza a fin de que este 24 de diciembre, sea una Nochebuena “tranquila” para Acapulco. Incluso, señaló que no hay demasiada afluencia de turistas.

Previamente, el 22 de diciembre, el gobernador advirtió que Acapulco ha vivido sus mejores etapas turísticas en el periodo vacacional de diciembre-enero. Por consiguiente, puso de manifiesto que las personas irán aunque no se les haga el llamado a acudir. 

Ante este escenario, Astudillo Flores pidió tanto a los viajeros como al personal del sector turístico, seguir al pie de la letra las recomendaciones sanitarias contra el coronavirus. Advirtió que aunque el puerto permanezca en semáforo amarillo, es importante seguir con los cuidados. 

“Acapulco es un destino que recibe a muchos visitantes por naturaleza y necesitamos de todos para cuidarnos y que nos vaya bien en esta temporada vacacional”, dijo el funcionario. 

El gobernador anunció que se implementaron acciones en las casetas de entrada a Guerrero. Entre las más importantes, señaló la presencia de filtros aspersores para sanitizar a los vehículos, que arriben.

A lo anterior se suma el seguimiento de los 100  filtros de sanidad ubicados en las playas del estado así como en el Aeropuerto y supermercados. El funcionario aclaró que dichos mecanismos llevan en marcha  176 días. 

Es importante señalar que con base en datos de las autoridades sanitarias, Acapulco registra un total de 10 mil 971 contagios confirmados de coronavirus y 1 mil 241. Mientras tanto, el estado en su totalidad reporta 25 mil 474 casos y 2 mil 659 pérdidas humanas. 

Fiestas decembrinas distintas

Con base en los resultados del estudio de Consulta Mitofsky, la población mexicana planea festejar Nochebuena y año nuevo con la compañía de pocos seres queridos. 

La encuesta arrojó que para este 24 de diciembre,  59.1 por ciento de la población planea reunirse con grupos no mayores a diez personas.  Quienes desean hacer encuentros de más de 20 miembros, ocupan 3.2 por ciento y  33. 7 puntos porcentuales son representados por los mexicanos que no planean ir a alguna cena. 

Para dar inicio al año nuevo, 52 por ciento de la gente comentó que se reunirá con hasta diez seres queridos y 41 por ciento no tendrá ninguna celebración. No obstante, 3.8 desean reunirse con grupos más grandes. 

Celebraciones de Nochebuena y año nuevo

Finalmente, es conveniente recordar que incluso desde Presidencia de la República, se exhortó a la población a evitar festejos grandes este 2020. Incluso, en la Ciudad y Estado de México se implementó el semáforo rojo desde el 19 de diciembre y hasta el próximo 10 de enero.

Ni un alfiler

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Turistas llegan a Acapulco, Guerrero para disfrutar de las vacaciones de fin de año.

En esta temporada invernal, Guerrero espera la llegada de alrededor de un millón 100 mil turistas.

Familias provenientes de diversos estados del país continúan disfrutando de sus vacaciones en esta temporada de fiestas decembrinas.

Foto: BERNANDINO HERNÁNDEZ /CUARTOSCURO

Osiel y el mar

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Ver su destreza para subir por las paredes de piedra es impresionante. Parece que nació para escalar esas rocas enormes y filosas que forman los espectaculares acantilados de la zona de La Quebrada en Acapulco.  Desde los siete años aprendió a bucear a pulmón y a buscar ostiones, cucarachas de mar, pulpos o lo que sea que pueda vender desde su puesto en la populosa playa de Caleta. Es el último de una familia de ocho hermanos de los cuales ya sólo sobreviven dos más. Su sonrisa es franca y desde las piedras donde me enseña a abrir ostiones, veo que su único calzado son unos trapos amarrados a los pies y me asegura que si usa otra cosa se resbalaría en las piedras. Sus instrumentos de trabajo son un cuchillo viejo, un desarmador torcido, una bolsa de plástico y la cámara parchada de una llanta; para abrir los ostiones se auxilia de golpearlos con una piedra contra otra y usa como palanca el cuchillo sin filo.

Osiel

Los vi llegar por la caleta azul, se lanzó al mar bravo y lleno de corrientes desde una modesta lancha amarilla, que luego me contó, rentan entre tres buzos y pescadores a $350 pesos por día, más otros $300 de gasolina. Esos $650 pesos al día es la inversión de tres padres de familia para comer.  Con suerte, dice, puede llegar a ganar $500 pesos fuera de sus gastos y está consciente de que cada vez que va al mar arriesga la vida. Así, hay en ese otro Acapulco, que no necesariamente es el turístico, cientos de pescadores que se la juegan diariamente sin tener protección social o una Cooperativa que realmente los respalde. Atlético, delgado y de no más de cuarenta años, Osiel es uno de ellos.

Nunca había estado el puerto tan jodido como ahora.

Trapos.

Cuidadoso y mesurado, el pescador explica que ahora en sus costos tiene que pagar derecho de piso a “La Maña”, aunque afirma que corren con suerte porque la mayoría de las veces lo liquidan en especie, es decir, invitando los ostiones o los “Vuelve a la Vida”, y pescando más horas tratan de recompensarlo. No sabe de apoyos, créditos, ni vedas, ni tampoco de algún programa social que llegue, pero pese a ello, Osiel sonríe y le brilla la mirada cuando me habla de su hija de dos años. Una niña que lo motiva a entrar y salir todos los días del mar.

Me cuenta que eran ocho hermanos y que ya sólo quedan tres, y que todos se dedican a pescar, que le gusta su trabajo porque no tiene nadie quien lo mande ni que le diga qué hacer. Cuenta que de la zona que va de la Quebrada a Caleta aún se pesca langosta. Que hay que tener cuidado con el ostión porque los buzos como él lo sacan fresco y lo venden a la Cooperativa, pero si éste no se consume el mismo día, la Cooperativa lo deja en la orilla de la playa y el ostión sigue comiendo y se contamina.

Osiel.

Osiel no sabe del calentamiento global, pero sí del mar de fondo que provoca olas de gran tamaño y de la marea roja que contamina el mar con yodo y éste afecta su pesca. Sabe también que, en algunas zonas de mar abierto del puerto, de noche surcan embarcaciones sin luz de navegación que bucean con buen equipo y sacan mercancías prohibidas. Entonces, los pescadores se alejan, apagan sus farolas y se van por seguridad. Las casas que dan al mar no hacen preguntas, apagan las luces y cierran sus puertas. Así les han dicho que actúen, para no meterse en problemas.

 ¿Se hubiera dedicado a otra cosa de haber tenido la oportunidad?

—No –responde–. Aquí empecé y aquí voy a terminar, de igual manera marisco siempre hay –concluye mientras vuelve a subir con una habilidad inaudita por las piedras filosas del acantilado con sus pies amarrados en trapos–.