Álvaro Obregón

Los consejos del General

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Tengo el vicio de pepenar aquí y allá toda suerte de anécdotas y conocimientos que algunos –quizá muchos– juzgan inútiles. A causa de este reprobable hábito he sido satanizado e intimado con dedo flamígero para que me ponga a trabajar en algo productivo. Por eso cuando me tropiezo con un dato inusual, interesante o revelador, me siento moralmente resarcido.

Obtuve la transcripción de una carta que el Manco de Celaya mandó a su hijo Humberto al llegar este a la mayoría de edad. Cosa menor parecería un documento así, aún siendo ológrafo, de no ser que su lectura permite atisbar una faceta poco conocida de Álvaro Obregón: era un hombre que no atendía sus propios consejos.

En una edición de su Cartohistoria, José Ignacio de Alba recupera el episodio del brazo del general, herido en el combate de Santa Ana del Conde, cerca de León, Guanajuato:

De una forma extraña, el doctor que realizó la amputación de la mano se la ofreció a uno de los colaboradores de Obregón y este se la entregó a su jefe ya manco. El sonorense rechazó el ofrecimiento diciendo: ‘haga con ella lo que le plazca’. Pero la mano estaba lejos de encontrar la paz. 

El propio Obregón bromeaba sobre las pillerías de que lo acusaban. Decía que, para encontrar su mano, uno de sus soldados sacó una moneda de oro, la arrojó al suelo y, al sentir la vecindad del dinero, la mano se desenterró para ir a tomarla.

A Obregón lo enterraron en Huatabampo, Sonora, en 1928. Pero inexplicablemente, por aquella época la mano andaba en un burdel de la avenida Insurgentes, guardada en un frasco con formol. El general Francisco Roque Serrano reconoció la mano de su patrón y se la robó a una prostituta en un acto patriótico.

Serrano le entregó la mano a Aarón Sáenz, uno de los colaboradores más cercanos del sonorense y este convenció al presidente Lázaro Cárdenas para hacer un monumento a Álvaro Obregón, donde la mano quedara exhibida al público. 

El tétrico espectáculo pudo ser visto por generaciones hasta que, en 1989, la mano fue incinerada y mandada a su natal Huatabampo, donde volvió a su general Álvaro Obregón.

La carta que el fiero general reeleccionista escribió a su primogénito fue redactada unos días antes de que un grupo de diputados guanajuatenses lo convidara a un banquete en el restaurante capitalino de moda, La Bombilla, el 17 de julio de 1928.

Durante el convivio, un joven dibujante llamado José de León Toral se aproximó para inmortalizar la efigie del manco en su carpeta… con las consecuencias que conocemos. El episodio no ha quedado del todo esclarecido, ya que al parecer en la autopsia del revolucionario aparecieron más balas que las disparadas por Toral.

Pero regresemos a la carta. Sin duda el lector la encontrará interesante. He aquí un extracto:

Toral y Obregón.
Imagen: El Siglo de Torreón.

No pretendo incurrir en el error tan común de los padres, de querer transmitir su propia experiencia a los hijos; si la juventud es tan hermosa, lo es precisamente porque carece de esa experiencia. La experiencia no es sino el resumen de todas las rectificaciones que el tiempo al transcurrir, viene haciendo del bello concepto que de la vida y de nuestros semejantes, nos formamos desde que entramos en posesión de nuestras propias facultades.

Tú perteneces a esa familia de ineptos, que la integran con muy raras excepciones, los hijos de las personas que han alcanzado posiciones más o menos elevadas, que se acostumbran desde su niñez a recibir toda clase de agasajos, teniendo muchas cosas que los demás niños no tienen y van por esto perdiendo así mismo, la noción de las grandes verdades de la vida y penetrando en un mundo que lo ofrece todo sin exigir nada; creándoles además, una impresión de superioridad que llegan a creer que sus propias condiciones, son las que los hacen acreedores de esa posición privilegiada.

El valor de las cosas, lo determina el esfuerzo que se realiza para adquirirlas y cuando todo puede obtenerse sin realizar ninguno, se pierde la noción de lo que el esfuerzo vale, se ignora el importante papel que éste desempeña en la resolución de los problemas de la vida y el tiempo que nos sobra, nos aleja de la virtud y nos acerca al vicio; y éste es el otro factor negativo para los que nacen al amparo de posiciones ventajosas.

general alvaro obregon
Álvaro Obregón acompañado de Fernando Torreblanca y otros, en un ferrocarril | Foto: Mediateca del INAH.

Todos los padres generalmente recomiendan a sus hijos huir de los vicios, yo he creído siempre que existe uno sólo que se llama exceso y que de éste, deben todos los hombres tratar de liberarse. Yo conozco casos de muchas personas, que de la virtud hacen un vicio cuando se han excedido en practicarla. Procura siempre no incurrir en ningún exceso y nadie podrá decir que tengas un solo vicio.

El objetivo lógico de todo hombre que se inicia en la lucha por la vida, debe encaminarse a obtener todo aquello que le es indispensable para la satisfacción de sus propias necesidades. Obtener lo indispensable y hasta lo necesario, resulta relativamente fácil para un hombre honesto, que no practica ningún exceso que le reste su tiempo y le mengüe los ingresos de su trabajo. Cualquier esfuerzo encaminado a realizar estos propósitos estará siempre justificado y es siempre reconocido por todos nuestros semejantes; pero si se incurre en el error tan común, desgraciadamente, de caer bajo la influencia de lo superfluo, todo sacrificio resulta estéril, porque el mundo de lo superfluo es infinito, no reconoce límites y son mayores sus exigencias mientras mayor satisfacción se pretende darle. Es lo superfluo el más grande enemigo de la familia humana y a este imperio de la vanidad, se ha sacrificado mucho del bienestar y de la tranquilidad de que los hombres disfrutarían, si a sus imperativos hubieran logrado substraerse y se ha perdido mucho del honor, que en holocausto a lo superfluo se ha sacrificado.

De todas estas verdades, solamente pueden liberarse los que teniendo un espíritu superior llegan a constituir las excepciones de las reglas, que siempre se refieren a los casos normales; y si tú logras constituir una de esas excepciones, tendrás que aceptar que has sido un privilegiado del destino, logrando así para honor tuyo y satisfacción de tu padre, librarte de los precedentes establecidos y podrás crearte una personalidad propia.

Juego de ojos.

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México: entre mofas, halagos y pésima administración

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Me permito hacer referencia al interesante artículo publicado por Don Marco A. Villa, en el Número 131 de la Revista Relatos e Historias de México con el título Entre mofas y halagos. Felicito a Don Marco Villa pues toca un tema que nos habla de las características y defectos de los gobernantes que ha tenido que sufrir el pueblo mexicano, aunque en la realidad se muestra muy benévolo en sus juicios sobre algunos de esos personajes.

A continuación, hago referencia a tres ejemplares que negativamente incidieron en el desarrollo de México y a los cuales les aplicaron motes que nos dicen de sus enormes deficiencias y pecados en la administración del país y la deformación de sus instituciones: Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles y Joaquín Amaro.

politicos mexicanos post revolucion
Plutarco Elías Calles mostrando la actitud de apocado que lo significaba.

Nuevamente felicito a la Lic. Rosa Albina Garavito por su extraordinario artículo también publicado en el número 101 de esa revista en el que se refiere a Plutarco Elías Calles.

Por la pobre actuación de Elías Calles como “Primer Mandatario”, vox populi también lo hacía objeto de burlas y señalamientos continuos llamándolo Maestro Ciruelo “como el maestro de Siruela que no sabía leer y puso escuela”, expresión utilizada en España para referirse a alguien que pondera sobre un asunto con absoluta ignorancia y, también, denostándolo con versos como el que se incluye a continuación, mismo a través del cual se hace una crítica severa a su pésima gestión al frente del Poder Ejecutivo, así como a la actitud sumisa y pasiva de “nuestros políticos” y del pueblo mexicano:

Yo no admiro de Calles los pellejos,
Ni admiro su poder adquisitivo;
Yo admiro su poder ‘defecativo’
Sobre veinte millones de… conejos.

Sin duda, las mofas y halagos muchas veces llevan enorme contenido de verdad y, en el caso de Elías Calles, los versos señalan con toda razón, a la que se constituyó en la herencia maldita que nos dejó y que los mexicanos hemos tenido que sufrir por más de 90 años pues, al hablar de que se pasaba de la era de los caudillos a la de las instituciones, lo único que hizo fue institucionalizar al dedazo y a la corrupción que había iniciado su “amigo” Álvaro Obregón.

Así, las instituciones corruptas y el dedazo pasaron a formar parte de los usos y costumbres de la vida de los mexicanos teniendo como importantes discípulos de Calles, Obregón y Amaro, a entes entre los que podemos contar como sus protegidos y emblemáticos exponentes de la clase de políticos que creó el sistema implantado por Calles a: Abelardo L. Rodríguez, mejor conocido el primer Embajador de la Mafia en México, y a Gonzalo N. Santos, discípulo aventajado en todo tipo de excesos fuera de la ley y a quien, hasta el año de 1978, protegieron todos los presidentes de México.

En este sentido, Álvaro Obregón, conocido como El Manco, en el colmo del cinismo señalaba que él sería mejor presidente porque sólo tenía una mano y no podía robar mucho, sin embargo, también le decían “Bárbaro Matón” y la inquina que generó con su sangrienta actitud de la que se hizo gala matando a diestra y siniestra durante su gobierno y el de Calles, su pelele, se resume en este epigrama de autor anónimo:

Si con una sola mano 
a tantos has exterminado
con dos hubiera dejado
vacío el suelo mexicano.

mofas y halagos alvaro obregon
Retrato de Álvaro Obregón, presidente de la República ( Mediateca INAH)

Obregón también era conocido como Álvaro Santana, no sólo porque había traicionado el principio sagrado de Sufragio Efectivo No Reelección que ya le había costado a nuestro país más de un millón de muertos, sino porque en el año de 1923, para que Estados Unidos reconociera su gobierno, firmó los Tratados de Bucareli, mismos a través de los cuales impusieron a México condiciones vergonzantes debiendo señalar que, cuando a Victoriano Huerta y a Don Adolfo de la Huerta trataron de imponerles condiciones similares para el reconocimiento correspondiente, mostraron enorme dignidad negándose a ello.

Las condiciones que Obregón aceptó de Estados Unidos dañaron grandemente a importantes sectores de la economía, ya que incluían derechos norteamericanos sobre el petróleo; contratos leoninos para favorecer a las empresas norteamericanas proveedoras de materiales y tecnología de la industria  petrolera; la sustitución del desarrollo de los ferrocarriles nacionales por una red carretera cuyos suministros y asistencia técnica serían norteamericanos, incluyendo los vehículos de transporte que en un 80% deberían  provenir de Estados Unidos; indemnización por expropiaciones agrarias y abstención de afectar propiedades de compañías estadounidenses; prohibición de llevar a cabo procesos de industrialización durante 25 años; y en reciprocidad, el gobierno de Estados Unidos se comprometía a otorgar el reconocimiento diplomático solicitado por Álvaro Obregón.

Estas denigrantes demandas, al final, fueron grandemente onerosas y terriblemente perjudiciales para México, pues canceló la posibilidad de desarrollo económico y la generación de riqueza en nuestro país, por lo que Obregón debió de haber sido juzgado como un traidor a la patria.

Estas peticiones fueron completadas con una exigencia norteamericana fuera de todo orden ético y moral: saldar una cuenta que se presentaba como una afrenta para el pueblo norteamericano, inferida por Francisco Villa al atacar Columbus, por lo que también se pedía su desaparición física.

Obregón, indignamente aceptó todas estas peticiones, y especialmente la referente a la muerte de Villa, que él cumplió gustosamente utilizando a Joaquín Amaro, mismo al que la Doctora Martha Loyo, su biógrafa y panegirista, alabó señalando que sus acciones lo muestran como un ejecutor falto de escrúpulos, implicado en magnicidios tales como el del General Francisco Villa en julio de 1923.

Joaquín Amaro, obedeciendo las órdenes de Obregón, en el colmo del sadismo y la barbarie, posteriormente ordenó al Coronel Francisco R. Durazo, Jefe de la Guarnición de Parral, Chihuahua, también cortar y robar la cabeza del cadáver del Centauro del Norte.

Joaquín Amaro –quien llegó a ser Secretario de Guerra y Marina, chapoteando sobre la sangre de numerosas víctimas, fue conocido como El Perro de Presa de Obregón– era criticado de múltiples maneras y con gracejadas haciendo referencia a su nada agraciado aspecto físico, su consuetudinaria afición a las bebidas alcohólicas que provocaron su muerte por cirrosis hepática, así como por sus enormes deficiencias culturales e intelectuales que se manifestaban en la carencia total de principios y valores.

joaquin amaro mofas
Joaquín Amaro Domínguez, militar mexicano que participó en la Revolución mexicana (Mediateca INAH)

Especial insistencia se hacía a la característica que más lo distinguía y señalaba, pues ha sido el único analfabeta titular del Instituto Armado. Entre otros apelativos le decían el “Indio Seco”; debido a su bajo nivel educativo e intelectual mostraba enorme dificultad para comunicarse verbalmente con propiedad, lo que le hacía expresarse mayormente con monosílabos, con lenguaje muy pobre que enriquecía con palabras altisonantes y el uso del fuete como muestra de su impotencia para relacionarse civilizadamente. Al respecto, la Doctora Loyo, simplemente lo señaló como una persona carente de discursos.

Joaquín Amaro también era conocido como el “General Arete” porque en algún momento se caracterizó por la arracada que ostentaba en la oreja, misma que empezó a utilizar como una condición que le impuso una prostituta que lo rechazaba para acceder a acostarse con él.

Esta arracada se la dejó presumiendo “así parezco más feroz y me da suerte”, misma cuyo uso abandonó al ser objeto de burlas entre las que se le señalaba que le quedaría mejor en la nariz, además de que se le criticó porque su uso era indigno de un militar mexicano.

A partir de la gestión de Amaro, la Secretaría de Guerra y Marina sufrió una mediatización que tuvo como origen sus vicios y enormes deficiencias personales, así como el “acuerdo” de Calles con los militares –que sobrevivieron a las sanguinarias purgas de Calles y Obregón–, con una clase política que el pueblo mexicano no se merecía, mismos que se sometieron a un proceso indigno de “premiación”, conformándose con esperar turno para recibir canonjías de acuerdo con el esquema de “institucionalización” del dedazo y la corrupción adoptado por Calles en esta Secretaría y en todas las instituciones gubernamentales, sin tomar en cuenta un mínimo de los conocimientos requeridos para desempeñar algún puesto y sus funciones, ya que la base de su premiación era el mayor o menor grado de servilismo que exhibieran.

La actividad que el Ejército Nacional Mexicano realizó durante esa época, con Joaquín Amaro al frente, sirviendo a los intereses personales y aviesos de Obregón Calles, fue mediocre, mediatizando su desarrollo, además de que le dieron una característica de represor dejando de cumplir con su función sustantiva y sin tener los efectos positivos que normalmente se espera de una institución pública en lo político, en lo económico y en lo social.

Conviene señalar que Amaro, tratando de darle un tinte “amable y novelesco” a la asociación delictuosa que tenía con Obregón y Calles comentó que les decían Los Tres Mosqueteros, a lo que vox pópuli respondió que Amaro, aparte de tonto era sordo pues en realidad les decían Los Tres Más Rateros.

Esta situación se ha traducido en el hecho de que un país tan rico como México, tradicionalmente haya tenido tasas de desarrollo muy reducidas y, actualmente, sea considerado uno de los países más corruptos del mundo, siendo la base de este problema, la pésima calidad de esas instituciones públicas y la de sus funcionarios.

Es decir, la mediatización que se estableció a través de este esquema de premiación, generado por el dedazo y la corrupción decretado por Calles, se tradujo en pésima calidad de las instituciones públicas sin que éstas lograran su objetivo social legítimo, pero sí lo lograron numerosos individuos que formaron parte de la mafia del poder que nos ha “gobernado” durante más de 90 años, enriqueciéndose de manera escandalosa.


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Gonzalo N. Santos: vergüenza y deshonra para el Ejército Nacional y para México

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Mucho agradezco a Don José Antonio Aspiros Villagómez y a Don Carlos Ravelo la atinada corrección que hicieron a mi escrito en donde erróneamente aparece el nombre “González N. Santos” en lugar de Gonzalo N. Santos, mismo que fue debido a la autocorrección que realizó la computadora. El nombre correcto y completo de ese hombre era Gonzalo Natividad Santos Rivera.

Independientemente de la corrección que mucho agradezco, debo señalar que el número de comentarios que he recibido por la referencia que hice acerca de este individuo, ha sido enorme, y siempre hablando de su conducta delincuencial y lo nocivo que fue para México, pues sus acciones lo convirtieron en un auténtico estereotipo de lo que ha sido la corrupción de la política y la administración pública mexicana durante más de 90 años. La foto que presento a continuación muestra su enorme frivolidad y la poca seriedad del individuo que fue una vergüenza para la política y la milicia mexicana, pues aparece como un remedo de militar usando la gorra oficial como un “pachuco con mucho estilo”, como muchos de los característicos seguidores de Álvaro Obregón y Calles.

gonzalo n santos
Gonzalo Natividad Santos Rivera, ex político y militar mexicano

Incluyo a continuación algunos comentarios sobre su nefasta participación en la política mexicana. Al igual que Abelardo L. Rodríguez, fue otro de los consentidos de Obregón y Calles, considerado como el primer presidente mafioso por un reportaje de History Channel, pues se dice que en su rancho “El Gargaleote”, dedicado a la ganadería, también cultivaba mariguana y amapola.

Sin embargo, el régimen priista, para aprovechar sus conocimientos de ganadería y fortalecer a las instituciones corruptas que creó y tanto cacareó Calles, lo nombró Subsecretario de Pesca y, para que conocieran las finezas y exquisitos modales de los “políticos mexicanos” en el exterior, Santos también fue nombrado Embajador de México ante el reino de Bélgica.

De Gonzalo Santos se puede decir cualquier cosa, empezando porque fue un líder corrupto, asesino y sanguinario que en sus memorias, con enorme y sorprendente cinismo, hizo un recuento de algunas de sus raterías y hasta de algunos de los asesinatos que cometió, sosteniéndose como cacique del Estado de San Luis Potosí gracias al apoyo que todos los presidentes de México hasta 1978, año en que el gobierno Federal con López Portillo a la cabeza, decidió acabar con sus privilegios y le confiscó su latifundio, dos meses después de lo cual falleció.

A Santos le cabe el nada agradable honor de ser reconocido como un paradigma de la corrupción en la política mexicana.

En 1927 Santos encabezó a la fracción parlamentaria que promovió la modificación a la Constitución para permitir la reelección de Álvaro Obregón en 1928, señalando que iba a darle un sacudida a la Constitución y, muy probablemente como agente de Estados Unidos, ya que después de las enormes concesiones que Obregón realizó a través de los Tratados de Bucareli, mucho convenía a Estados Unidos tener otra vez a un hombre maleable y dispuesto a seguir traicionando a su país como lo hizo Álvaro Obregón cuando era presidente de México.

Durante su gestión como presidente de la República entre 1920-1924, Obregón se ganó la reputación de egocéntrico, megalómano, prepotente, abusivo, cínico, ambicioso, corrupto, perverso, traicionero y asesino.

Gonzalo N Santos
Gonzalo N. Santos rindiendo protesta como Secretario General del Partido Nacional Revolucionario (Fotografía: Colección Archivo Casasola-Fototeca Nacional).

Para julio de 1927, la actitud frívola y aires de grandeza de Obregón se habían convertido en una actitud demencial acelerada por la avanzada sífilis que padecía. (Informe de M. Lagarde, Ministro de la Embajada de Francia, al Quai d’Orsay, Ministerio de Asuntos Internacionales de Francia, el 1º de Julio de 1927).

Afortunadamente, Obregón no llegó por segunda ocasión al poder a pesar de los esfuerzos de Santos, de Calles y de la corrupta y conservadora reacción mexicana que los rodeaba, pero la escuela que creo junto con Plutarco Elías Calles obliga a decir que estos tipos son una vergüenza para el Ejército Nacional y para México; y que casi seguramente, por esa pérfida relación con el gobierno norteamericano, Santos pudo mantener su latifundio intocable y fuera de la ley durante más de 50 años. Su idea sobre la política, la ética y la honradez se basaba en los “ierros” que presumía que aplicaba a sus enemigos (encierro, destierro y entierro), y se reflejaba con precisión en muchas de sus frases “célebres” en las que incluía sus “principios y valores”totalmente distorsionados pero acordes a las ideas y acciones características de Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles, Joaquín Amaro, etcétera:

La moral es un árbol que da moras o sirve para una chingada.
No me gustan los bandidos porque para bandidos, basta conmigo y mi gente.
Indio, gachupín o gringo, al que se me atraviese, lo chingo.

Gonzalo Santos era verdaderamente un hombre despreciable en todos los sentidos y a continuación narro una anécdota de, afortunadamente, mi único encuentro con ese individuo.

En el año de 1973 yo estaba becado en París por CONACYT y por la Agencia de Cooperación Técnica, Industrial y Económica del Gobierno Francés (ACTIM), y mi padre me envió un paquete con un amigo que se hospedaría en el Hilton Torre Eiffel el día 13 de julio, mismo día en que pasé a recogerlo.

Al llegar al mostrador de la recepción había una chica guapísima atendiendo a un viejo que al final me di cuenta de que la estaba tratando de ligar invitándola a cenar y, como el individuo insistía en sus pretensiones, la chica le dijo “usted está muy viejo para mí” y, cortando abruptamente su incómodo intercambio de palabras, se dirigió a mí preguntándome qué deseaba.

Gonzalo N Santos
(Fotografía: Colección Archivo Casasola-Fototeca Nacional).

Cuando ella se retiró para hacer la llamada al amigo de mi padre, me llamó mucho la atención la facha del viejo, pues iba vestido con traje, botas vaqueras, camisa y corbata todo en color blanco, y tras cavilar un momento, me di cuenta de que era Gonzalo N. Santos y se lo pregunté, a lo que respondió, “sí, ¿tú quién eres?”. Mi respuesta fue “Yo soy Arnulfo R. Gómez”, y Santos replicó “¿Qué eres del General?” […]

En ese momento interrumpió la chica señalando que en un momento bajaría el Sr. Albert, amigo de mi padre.

 […] Le respondí “soy su nieto”, respuesta que lo desconcertó momentáneamente, a lo que yo aproveché para decirle “viejo ridículo” y, aunque quiso decirme algo, me retiré sin hacerle caso, para esperar al amigo de mi padre en un sillón de la recepción. 

La realidad es que Santos daba pena con su aspecto de payaso y el ridículo que hacía tratando de ligar a su edad a una veinteañera, sin embargo, lo peor fue que, como ente verdaderamente nefasto, lo identificaban como mexicano.

Posteriormente, un muy apreciado amigo mío me comentó esta situación de una manera muy realista señalando que, un ex-todo activo ancestral de la política mexicana le dijo que, el secreto para andar con chavas guapas en la tercera edad era “darles más dólares que asco”… sin duda, una realidad que encarnaba perfectamente Gonzalo N. Santos.

diputados mexicanos
Gonzalo N. Santos, acompañado de hombres, durante una reunión en un salón (Fotografía: Colección Archivo Casasola-Fototeca Nacional).

Aprovecho la ocasión para comentar que mi estancia en París, en el año de 1973, fue como becario de CONACYT y el ACTIM, y que fue en ese año que inicié el estudio del mercado del aguacate en Europa, por lo que posteriormente, en 1984, siendo Cónsul en Rotterdam y Consejero Comercial de México para el BENELUX y Países Escandinavos, creé el Proyecto de Promoción y Exportación de Aguacate a Europa, mismo que permitió iniciar la exportación continua y sistemática de aguacate a Europa de forma tan exitosa que actualmente, el aguacate, es el principal producto agrícola de exportación mexicana y, nuestro país, el principal productor y exportador de este producto a nivel mundial.

En 1987, sin todavía haber iniciado la implementación del proyecto de exportación de aguacate, las ventas mexicanas al exterior totalizaron 1,675 toneladas; en 1988, primer año de implementación del proyecto de aguacate, la exportación fue de 13,100 toneladas, es decir, un incremento de 682% en sólo un año.

En el año 2016, la exportación total de aguacate ascendió a 1 millón 22,210 toneladas, es decir, 2,314 millones USD, lo que convirtió al aguacate en el primer producto agrícola de exportación mexicana al desbancar al tomate (1,905 millones USD), y se ubicó como el 30º producto más importante de la exportación total de México.

Para el año 2019, el aguacate se consolidó como el principal producto agrícola de exportación mexicana con un valor total de 3,104 millones USD (1,280,930 toneladas), y ascendió al 22º lugar en la exportación total de México, consolidando a nuestro país como el principal productor y exportador mundial de aguacate.


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El asesino futbolero

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—¡Cómo no lo iba a matar, si jugó en el América, hombre!

Me dijo mi compadre Totopo en una plática acalorada, hablando de José de León Toral, quien “mató” al general Álvaro Obregón, en julio de 1928, en un restaurante de postín por los rumbos de San Ángel, cuando éste celebraba su reelección como presidente.

Las comillas en “mató” vienen porque a nueve décadas del crimen, el caso sigue dando de qué hablar, ya que, si Toral le disparó seis balas al famoso Manco de Celaya, en la autopsia se encontraron diecinueve agujeros en el cuerpo, además de calibres diferentes. Eso sí, las cuarenta personas que estuvieron presentes en el asesinato, todas apuntaron a Toral como el único autor, el “loquito en solitario” de siempre (¿por qué nos suena este cuento?).

José de León Toral era un fanático del deporte, pero más de la religión, si esto puede suceder. Producto de una generación que se formó durante las alborotadas décadas que le siguieron al estallido de la Revolución –y a la famosa Guerra Cristera, desatada por la Ley Calles–,[i] Toral, como muchos jóvenes, vio en la religión católica no sólo una forma de vida piadosa y redentora, sino el sendero para convertirse en un verdadero mártir, como los que leía con fervor en sus libros piadosos. Tanto el presidente Plutarco Elías Calles, y después Obregón, venían dándose a la tarea de menguar el poder de la Iglesia, controlándola con la aplicación de los artículos constitucionales que permitían la libertad de cualquier culto, además de la obligación para los sacerdotes de registrarse ante el gobierno. De tal manera que cuando Obregón logró su reelección, de 1928 a 1934, el sector católico y sus brazos extremistas decidieron eliminarlo.

El excrema Toral nació en Matehuala, San Luis Potosí, en 1900. Su madre, María de la Paz Toral y Rico, era acaloradamente religiosa e influenció mucho en su hijo, uno de once, que al parecer tuvo una niñez apática y seria: “José creció en un hogar conservador, convencido de poseer la verdad fundamental sobre la vida y la muerte”, dice Enrique Guerra Manzo.[ii]

José de León Toral y la madre Conchita
José de León Toral y la madre Conchita (Fotografía: Ecce Cristiano).

La primera vez que José escuchó el nombre de Álvaro Obregón fue cuando las tropas revolucionarias entraron a la capital, justo donde los De león Toral se habían mudado, en 1915. En esa época hubo un pomposo cerradero de escuelas de curas, entre ellas la de José, quien ni él ni sus compañeros comprendieron porqué clausuraban la institución “que les había inculcado el amor a la patria, con el argumento de que corrompía a la niñez”.

Con las escaramuzas y desórdenes era difícil para los jóvenes continuar sus estudios. José terminó un curso de taquimecanografía con buenos resultados, pero después los dejó, hasta finales de 1926, que ingresó a la Academia de San Carlos para estudiar por las noches dibujo, que sí se le daba (también era un entusiasta de la pintura). Entre tanto, trabajó de todo un poco, desde office boy en la compañía Gerber (sí, la del bebesote comepapillas), como maestro de dibujo elemental (por supuesto en un colegio católico) y en el periódico Excélsior.

Las correteadas e injusticias que sufría la Iglesia y que amenazaban la integridad de la buena sociedad y del país (católico), hicieron que José acentuara su devoción religiosa. Asistía a misa diario, estaba en todos los grupos de jóvenes católicos y su lectura era exclusivamente sobre temas píos: “Pensó que era muy importante dedicarse con gran actividad a la propaganda religiosa. De hecho, su conducta permite verlo alejado de los vicios, dedicando sus horas de ocio a prácticas religiosas y deportes”, dice Guerra Manzo. José era un atleta nato: atletismo, natación, box y basquetbol, todos los había practicado con esmero, aunque su favorito era el soccer. Se decía que fue un mediocampista excepcional.

¿Cómo terminó Toral en el América? El club se fundó el 12 de octubre de 1916, en los llanos de la Condesa. Como los integrantes preferían jugar, en vez de andar de creativos pensando en un nombre, aceptaron sin problema la propuesta del “Cheto” Quintanilla, quien sugirió se llamaran “América”, total, ese día era la fecha del descubrimiento dé: ¡Listo!, a patear el coco de un lado a otro.

Los chicos tuvieron un buen inicio, hasta llegar a la primera fuerza, en 1917. Sin embargo, vinieron vacas flacas que los obligaron a reforzarse con jugadores de otros clubes, hasta fusionarse con los equipos de los colegios de hermanos Maristas,[iii] entonces los más futboleros, como el Savignon, San José y Alvarado: “de este último llegó León Toral al América, que cambió su nombre al Centro Unión”, cuenta Héctor Hernández, historiador oficial del Club América.

Los Maristas, liderados por el hermano Joachim Chanel, ya habían inaugurado un centro deportivo, el Centro Unión, que integraba a jugadores de equipos desbandados, por eso de 1918 a 1920, con acoplamiento de todos los jugadores –entre ellos el América–, entraron a la Liga Nacional con el nombre de Centro Unión, junto con el Club España, Luz y Fuerza, Amicale Française y el Reforma A.C.

Ahora bien, “bajo su fachada de recreativo deportivo para los jóvenes de las colonias Santa María la Ribera (donde Toral vivía) y San Rafael, el Centro Unión era el brazo ejecutor de la Asociación Católica de la Juventud Mexicana (ACJM)”, comenta Guerra Manzo. La ACJM fue decisiva en la lucha del clero contra el Estado. Con ella se atraía por medio del deporte y otras actividades a jóvenes de la clase media y alta, para darles una formación sólida que no sólo los alejara del socialismo y comunismo, sino también para convertirlos en verdaderos “jefes y soldados” dispuestos a la acción y a ir más allá.

Fue así como durante los años 20 salieron de la ACJM y el Centro Unión la mayoría de los kamikazes que intentaron matar a algún tirano laico, la mayor de las veces sin éxito. Por ejemplo, los “soldados” Juan Antonio Tirado Arias y Nahúm Lamberto Ruiz, quienes intentaron volar por los aires a Álvaro Obregón, en noviembre de 1927, cuando iba en su Cadillac a altura del Bosque de Chapultepec a una corrida de toros dominguera. Obregón la libró porque los dinamiteros tuvieron mala puntería (eran futbolistas, no beisboleros). Sólo sobrevivió Arias, quien después de algunos torniquetes de encéfalo confesó lo que fuera necesario. La versión oficial dijo que detrás del atentado estaba la Liga de Defensa de la Religión, afiliada a la ACJM, al mando del padre Miguel Pro y su hermano Humberto (quien era uno de los pocos amigos cercanos de Toral y había comprado el auto para el atentado). Días después apresaron al padre Pro, carismático y popular jesuita, y sin ningún juicio lo fusilaron. Esto lo convirtió al instante en un emblema de la resistencia a las leyes anticlericales del gobierno y en un mártir de ejemplo a seguir (Juan Pablo II lo beatificó en 1988).

Para entonces José de León Toral no sólo era un “soldado” del Club Unión, también pertenecía a una célula secreta católica todavía más brava, llamada “la U”, que operaba en varias partes del país. Entre sus líderes estaban Manuel Trejo Morales quien, después se supo, enseñó a tirar a Toral y le prestó la pistola con la que baleó al Caudillo, y la famosa madreConchita, Concepción Acevedo de la Llata, a quien se le acusó de ser la autora intelectual del asesinato de Obregón. “La U de la Ciudad de México –dice Guerra Manzo– operaba desde de abril de 1928 en dos planos: fabricaba bombas para dinamitar edificios públicos como protesta y brindaba ayuda material y humana a los cristeros en el campo”. Las juntas de la célula se llevaban a cabo la mayor de las veces en el convento encubierto de la madre Conchita, en la calle de Zaragoza, Santa María la Ribera, a donde Toral asistía con frecuencia a las misas clandestinas y fue “iniciado” (léase lavado de cerebro).

Así fue como el 17 de julio de 1928, el ex águila apareció a las 2:20 pm en el restauranteLa Bombilla, y con el pretexto de ser un humilde caricaturista que quería dibujar al insigne sonorense, se le acercó; y mientras en ese momento se escuchaba el son El Limoncito, interpretado por la orquesta del maestro Alfonso Esparza Oteo, se sirvió la sopa de balas. Fin de la fiesta.

Tanto Toral como la madre Conchita fueron apresados ese mismo día. De las torturas después hablamos. Toral jamás mostró arrepentimiento, sino todo lo contrario: en una carta desde la cárcel dirigida a Carlos Castro Balda, otro católico enfritado, le presumía que los hermanos Pro envidiarían su logro al alcanzar la “palma del martirio”:

“(…) Yo considero estos tres meses que hoy cumplo como una sobrevida (…) Dios lo que ve es mi intención; la consumación me atrevo a creer que es cosa secundaria. Y mi necesidad de esto, pues tengo la seguridad de que mi muerte será la muerte de un mártir. Dios no nos negará la corona (…)”.

Toral y Obregón.
Imagen: El Siglo de Torreón.

A José de León Toral lo fusilaron en febrero de 1929 mientras gritaba “¡Viva Cristo Rey!”. En cuanto a la madre Conchita la condenaron ese mismo año a cadena perpetua. Pudo conmutar su pena a las Islas Marías, donde conoció a su esposo, el arriba mencionado Carlos Castro Balda, preso por poner una bomba en los baños de la Cámara de Diputados.

Quién iba a decir que la madre Conchita, después de ser liberada en 1940, viviría hasta su muerte, en 1978, con su esposo en un pequeño departamento sobre la avenida Álvaro Obregón.

Como anécdota cabe decir que el consejero espiritual de toda la vida de la madre Conchita, fue el fundador de los Misioneros del Espíritu Santo, el sacerdote marista Félix de Jesús Rougier (o Reguier), quien además fue un profundo admirador del padre Pro (quería morir como él). Todavía en prisión, el padre Rougier siguió escribiéndose con Conchita, a quien llamaba “Tía Feliciana”.

Y mientras las dudas siguen bailando al son de El Limoncito sobre quién verdaderamente estuvo tras la muerte de Álvaro Obregón, dos cosas son seguras:

  1. si el ex mediocampista del América no lo mata, lo hubiera hecho muy pronto su enfermedad, pues el sonorense estaba desahuciado y,
  2. gracias a su asesinato nació el PRI, que tantas alegrías nos dio por setenta años… y las que vendrán.

Notas:

[i] . – La Ley Calles: ley expedida en 1926, oficialmente llamada “ley de tolerancia de cultos”, cuyo fin era controlar a la iglesia católica en México

[ii] . – En: Sociedades secretas clericales y no clericales en México en el siglo XX.

Universidad Iberoamericana, México, 2018.

[iii] . – Orden francesa dedicada a la educación de jóvenes y formación de colegios, que llegó a México a finales del siglo XIX.