Derek Cianfrance

I Know This Much Is True: “la innegable verdad” incomoda como la pornografía

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A los 46 años, Derek Cianfrance no es un cineasta especialmente prolífico. Dedicado a la Publicidad que, como él dice, es la que le “compra” tiempo para lo suyo, tarda años en lograr una película. Será por eso que de cuatro que ha hecho, al menos las tres hoy accesibles son excelentes, en mi opinión. Lo mismo sucede con la última obra que dirigió, la miniserie televisiva estrenada en 2020, I Know This Much Is True cuyo guion adaptó con base en el libro homónimo de Wally Lamb publicado en 1998.  

No debe ser casualidad que el primer largometraje de Cianfrance, Brother Tied, date del mismo año que la novela de Lamb. Tampoco, que su “estilizada propuesta blanco y negro en cámara lenta”, como ha sido descrita, aborde la conflictiva relación entre dos hermanos, tema central de la miniserie. A pesar de varios premios y buena crítica cuando fue presentada en el Festival Sundance, Brother Tied desapareció de la escena a falta de propuestas de distribución. El mismo Cianfrance confiesa que la perspectiva de rescatar del olvido su primer largometraje le entusiasmaría tanto como lo aterraría: “en esa época pensaba que el contenido estaba al servicio de la forma y no al contrario… creo que la película es algo pretenciosa y se centra demasiado en la cinemática de la imagen”. Y admite que el fantasma del fracaso lo persiguió durante años en los que se esforzaba por sacar adelante un nuevo proyecto.  

Cianfrance empezó a escribir Blue Valentine (2010, título en México, Triste San Valentín) poco después del Festival Sundance 1998. Se trata de un complejo retrato de un matrimonio americano contemporáneo, que el autor reescribió más de sesenta veces en doce años, cada vez que recibía un nuevo rechazo al guion. Finalmente, lo que parecía una condena resultó la cinta que integraría la Selección Oficial del Festival de Cannes, y obtendría las nominaciones Oscar y Globo de Oro Mejor Actriz para Michelle Williams y Globo de Oro Mejor Actor para Ryan Gosling. Cuenta el director que, trabajando como documentalista a la espera de su oportunidad, aprendió a escuchar y a atenerse a que las escenas sucedieran una sola vez. Cuando al fin rodara su película, quería hacerlo desde una perspectiva en la que realidad y ficción “coalicionaran, lo mismo que persona y personaje”. Para él, la historia representa la de un dúo-duelo entre hombre y mujer, presente y pasado, odio y amor, adultez y juventud, mutismo y expresión… el devenir del enamoramiento a través del tiempo.

Como no encontraba ningún trabajo cinematográfico que mostrara las relaciones de pareja como él las entendía, creó su propia versión. Hay muchas anécdotas en torno a este largometraje; entre las más interesantes está el hecho de que los actores hubieron de convivir durante un año al interior de la ficción: en la casa de la cinta, a expensas de salarios acordes con las profesiones ficticias y a veces teniendo que fingir armonía ante “su hija” después de un buen pleito… todo con la intención de que al rodar las escenas de su vida de pareja tras supuestos seis años de relación, la experiencia de un pasado común fuera real. Por sí solo, lo anterior justifica al menos el calificativo de honesta que, entre muchos otros positivos, merece Blue Valentine.

En sus propias palabras, la misión de Cianfrance es contar historias de familias, la interacción entre los miembros en el hogar a puerta cerrada. Confiesa que desde niño tomaba fotos de gente discutiendo y que, para él, el amor es tan luminoso como oscuro, pero no es ni blanco ni negro: “vivir en la grisura es la vida real…” Situaciones entre hermanos, y entre marido y mujer son el objeto de sus primeras obras. En su tercer largometraje, El lugar donde todo termina (The Place Beyond the Pines, 2012) aborda la relación entre padres e hijos. A la manera de una tragedia griega, habla del peso de los pecados que se trasmite de generación en generación: un antihéroe-viva-la-vida-sin-ataduras que sin embargo se entrega a la responsabilidad con tal de que su hijo no crezca sin padre como él lo hizo, y el héroe aparente que, para alejarse de la celebridad del suyo, se refugia en la policía y termina corrompido e intoxicado por la culpa.

Al origen del proyecto se encuentra otra vez Ryan Gosling. Derek cuenta que al saber que un sueño del actor era robar un banco en moto y fugarse dentro de un camión, y que uno de sus miedos era la cárcel, supo que debían trabajar de nuevo juntos. Así, crea un juego de persecución de policías tras el ratero. Y, fiel a su búsqueda de autenticidad, hace que Gosling entrene acrobacias en motocicleta para que sea él mismo, y no su doble, en algunas escenas bastante peligrosas. Agentes policiales, jueces retirados, enfermeras… gente ejerciendo su profesión verdadera imprime a la película el ambiente verosímil del drama de las relaciones humanas que cuenta Cianfrance. No sólo el público sino la crítica en general dio muy buena recepción al filme; incluso hubo quien comparó al personaje de Gosling con el de James Dean en Rebelde sin Causa (1955 dirigida por Nicholas Ray) y habló del “gran cine estadounidense del tipo que siempre estamos preocupados de haber perdido”, opinión que encuentro muy acertada en referencia a El lugar donde todo termina.

Ryan Gosling
Ryan Gosling en la película “The Place Beyond the Pines” (2012).

En cuanto al cuarto largometraje de Derek, pienso que es una prueba más de su talento como cineasta. Se trata de La luz entre los océanos, coproducción Estados Unidos, Australia, Inglaterra y Nueva Zelanda (2016, The Light Between Oceans). Narra el drama de un sobreviviente de la Primera Guerra que es contratado como guardián de un faro en las costas de Australia. Traumatizado, busca el aislamiento del puesto como un refugio. Pero la espontaneidad de una chica local le devuelve la esperanza y alegría de estar vivo. El azar presenta a la pareja la feliz opción de la paternidad que, sin embargo, conlleva un grave dilema de conciencia. Cianfrance confiesa que, harto de sus propias ideas, su reto era buscar una historia que abordara las relaciones humanas como las ve él: cada familia es una isla. Así que pasó un año leyendo “cosas que no entendía”, hasta que dio con la novela homónima de M.L. Stedman.

Hay quien dice que tras el machismo presente en El lugar donde todo termina, La luz entre los océanos tiene una visión femenina. Para el director se trata del anhelo del amor por sobrevivir a los hijos. Nominada para el León de Oro en el Festival de Venecia, la crítica acogió la cinta con poco entusiasmo. “Drama que apunta a las fibras del corazón con demasiada frecuencia como para ser efectivo”, según algunos, aunque el consenso general felicitó la actuación de los protagonistas, lo mismo que la belleza cinematográfica y una adaptación inteligente. En mi opinión, la cinta logra el afán que tenía Cianfrance en ese tiempo: rodar de manera poética en un paisaje épico al que se yuxtapone la lucha por la sobrevivencia del amor. En todo caso, pienso, vale la pena verla, y más como parte de la obra de un excelente cineasta.

La más reciente creación de Derek Cianfrance, I Know This Much Is True o, con su título en español, La innegable verdad, consta de seis episodios de aproximadamente una hora cada uno. Aunque no se relaciona con sus trabajos anteriores, por mi parte, encuentro que recoge las mismas inquietudes y conciencia del director en cuanto a los intercambios interpersonales. La historia expone una especie de viacrucis integración-desintegración que viven entre ellos los gemelos Birdsey y que se extiende y carcome también su entorno familiar y social. Uno de ellos sufre esquizofrenia paranoide, situación que determina su vida tanto como la de su hermano. Semejante conflicto, mezcla de rencor, culpabilidad, miedo y desesperación se narra entreverado con el de la misteriosa historia del abuelo materno emigrado de Italia, a quien a lo largo de la serie sospechamos como un ser aberrante. Mark Ruffalo (Los niños están bien /The Kids Are All Right (2010), En primera plana / Spotlight (2015)…)  juega los papeles de los dos gemelos, de manera tan creíblemente humana que el espectador podría jurar que se trata de dos seres diferentes.

Autor de I Know This Much Is True en su forma de novela, Wally Lamb cuenta que la carrera del libro hacia la pantalla empezó desde que la presentadora Oprah Winfrey lo recomendara en su club de lectura. Los estudios de cine 20th Century compraron los derechos y un desfile de directores, guionistas y actores coqueteó con el proyecto durante quince años, hasta que expiró el contrato. Fue entonces cuando el agente de Lamb empezó a considerar la posibilidad de una serie televisa para aquel relato de 900 páginas, y que Lamb propuso a quien le parecería ideal para representar a sus personajes. En entrevista, cita el mensaje donde Ruffalo acepta y habla de la obra: “No puedo expresar cuánto me gusta… es tan conmovedora y personal para mí de muchas maneras… conozco a esta gente, crecí con ellos… quiero hacer esto y lo haré lo mejor posible”.

Ruffalo abogó por el formato miniserie con el que el relato ganaría aire y profundidad. También fue él quien integró a Derek Cianfrance en el proyecto. Lamb reconoce que lo admiraba como director, aunque no sabía que fuese igualmente tan buen escritor. Declara haberle sugerido que se apropiara de la obra e “hiciera lo que tuviera que hacer para adaptarla”, pues piensa que libros y series son medios distintos e independientes. Considera que de varios cambios que hizo Derek respecto a la novela, el más importante es el realismo a la hora de tratar la parte italiana de la historia, cosa que cambia en la novela. Pero agrega que está agradecido con el cineasta por haber dado vida a “personas de verdad que vivían entre dos tapas”.

Centro de consulta y documentación de Lamb y luego del equipo cinematográfico de I Know This Much Is True, la NAMI (Alianza Nacional de la Enfermedad Mental) proporciona el dato estadístico de 1 de cada 5 adultos que en Estados Unidos padece algún trastorno de la mente.  La innegable verdad aborda uno de tales trastornos, y en general las miserias de la vida y relaciones, lo mismo que el compromiso que tenemos unos con otros en la familia. No da respiro; de principio a fin carece de humor y no desciende su nivel dramático. Pero podría decirse que Cianfrance es especialista en el género, narra con rigor, pero a la vez con calma y con empatía que conmueve. Es cierto que dan ganas de voltear a otro lado y negar la existencia de la enfermedad… si no fuera que, diagnosticada o no, de una u otra manera nos toca a todos. “Las historias son máquinas de empatía”, dice la actriz Kathryn Hahn, intérprete de Dessa en la serie, y habla de un ser querido que sufre bipolaridad.

Durante una reunión por video del equipo, organizada precisamente por la NAMI, también Rosie O’Donnell, quien juega el papel de la asistente social Lisa Sheffer, habla de los episodios depresivos de su hija y de los suyos propios, lo mismo que Ruffalo y que Wally Lamb refiere los de su hijo. Philip Ettinger, quien representa a los gemelos durante su juventud, comparte detalles sobre el mal de su hermano, con tanta franqueza que uno le creería a Ruffalo cuando dice que “como sociedad hoy estamos más preparados para lidiar con este material”. Sin embargo, la serie ha sido duramente atacada por algunos y, en mi opinión, no ha tenido el reconocimiento que merece; ni siquiera el Emmy al mejor actor le fue concedido a Ruffalo. Me pregunto si, como dijo un crítico francés sobre Blue Valentine y el público de Estados Unidos, estamos tan acostumbrados a la comedia insulsa que el fiel reflejo de nuestra vida privada nos ofende como la pornografía.


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