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Otorgan premio especial a cineasta Bertha Navarro

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Debido a que este año el Premio Nacional de Arte y Literatura reconoció a cuatro hombres, se otorgó una distinción extraordinaria a una mujer: Bertha Navarro, quien fue premiada “por su desatacada trayectoria cinematográfica y permanente compromiso con la cultura de México”.

“Conscientes de la necesidad de visibilizar el trabajo de las mujeres en las áreas de las ciencias y las artes, e impulsar la equidad de género en el ámbito cultural, la secretaria de Cultura del Gobierno de México, Alejandra Frausto Guerrero, instruyó convocar al Consejo de Premiación para otorgar una distinción extraordinaria para una mujer, toda vez que este año, los seleccionados en sus cuatro vertientes fueron de sexo masculino”, explicó en un comunicado la Secretaría de Cultura.

El Premio Nacional de Arte y Literatura se otorgó este año al escritor Adolfo Castañón, en el área de Lingüística y Literatura; a Alfredo López Agustín, en Historia, Ciencias Sociales y Filosofía; al escultor Manuel de Jesús Hernández, en el área de Bellas Artes; y al artesano Mario Agustín Gaspar, en Artes y Tradiciones Populares.

“Bertha Navarro tiene una de las trayectorias más sólidas entre la comunidad cinematográfica, con un gran compromiso con las causas sociales y los movimientos históricos de México”, dijo la Secretaría de Cultura. Ha sido productora de más de 30 proyectos, entre los que destaca su trabajo con Paul Leduc, “Reed: México Insurgente” (1973), y Guillermo del Toro, “Cronos” (1993).

“Tiene en su haber más de 40 películas, una gran cantidad de premios nacionales e internacionales. Por casi 30 años, ha organizado, para beneficio de la comunidad cinematográfica, los laboratorios de Guion, Música para cine y de Relación actor- director”, agrega la institución. Navarro también fue directora de los documentales “Crónica del Olvido” (1979) y “Victoria de un Pueblo en Armas” (1980).

I Know This Much Is True: “la innegable verdad” incomoda como la pornografía

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A los 46 años, Derek Cianfrance no es un cineasta especialmente prolífico. Dedicado a la Publicidad que, como él dice, es la que le “compra” tiempo para lo suyo, tarda años en lograr una película. Será por eso que de cuatro que ha hecho, al menos las tres hoy accesibles son excelentes, en mi opinión. Lo mismo sucede con la última obra que dirigió, la miniserie televisiva estrenada en 2020, I Know This Much Is True cuyo guion adaptó con base en el libro homónimo de Wally Lamb publicado en 1998.  

No debe ser casualidad que el primer largometraje de Cianfrance, Brother Tied, date del mismo año que la novela de Lamb. Tampoco, que su “estilizada propuesta blanco y negro en cámara lenta”, como ha sido descrita, aborde la conflictiva relación entre dos hermanos, tema central de la miniserie. A pesar de varios premios y buena crítica cuando fue presentada en el Festival Sundance, Brother Tied desapareció de la escena a falta de propuestas de distribución. El mismo Cianfrance confiesa que la perspectiva de rescatar del olvido su primer largometraje le entusiasmaría tanto como lo aterraría: “en esa época pensaba que el contenido estaba al servicio de la forma y no al contrario… creo que la película es algo pretenciosa y se centra demasiado en la cinemática de la imagen”. Y admite que el fantasma del fracaso lo persiguió durante años en los que se esforzaba por sacar adelante un nuevo proyecto.  

Cianfrance empezó a escribir Blue Valentine (2010, título en México, Triste San Valentín) poco después del Festival Sundance 1998. Se trata de un complejo retrato de un matrimonio americano contemporáneo, que el autor reescribió más de sesenta veces en doce años, cada vez que recibía un nuevo rechazo al guion. Finalmente, lo que parecía una condena resultó la cinta que integraría la Selección Oficial del Festival de Cannes, y obtendría las nominaciones Oscar y Globo de Oro Mejor Actriz para Michelle Williams y Globo de Oro Mejor Actor para Ryan Gosling. Cuenta el director que, trabajando como documentalista a la espera de su oportunidad, aprendió a escuchar y a atenerse a que las escenas sucedieran una sola vez. Cuando al fin rodara su película, quería hacerlo desde una perspectiva en la que realidad y ficción “coalicionaran, lo mismo que persona y personaje”. Para él, la historia representa la de un dúo-duelo entre hombre y mujer, presente y pasado, odio y amor, adultez y juventud, mutismo y expresión… el devenir del enamoramiento a través del tiempo.

Como no encontraba ningún trabajo cinematográfico que mostrara las relaciones de pareja como él las entendía, creó su propia versión. Hay muchas anécdotas en torno a este largometraje; entre las más interesantes está el hecho de que los actores hubieron de convivir durante un año al interior de la ficción: en la casa de la cinta, a expensas de salarios acordes con las profesiones ficticias y a veces teniendo que fingir armonía ante “su hija” después de un buen pleito… todo con la intención de que al rodar las escenas de su vida de pareja tras supuestos seis años de relación, la experiencia de un pasado común fuera real. Por sí solo, lo anterior justifica al menos el calificativo de honesta que, entre muchos otros positivos, merece Blue Valentine.

En sus propias palabras, la misión de Cianfrance es contar historias de familias, la interacción entre los miembros en el hogar a puerta cerrada. Confiesa que desde niño tomaba fotos de gente discutiendo y que, para él, el amor es tan luminoso como oscuro, pero no es ni blanco ni negro: “vivir en la grisura es la vida real…” Situaciones entre hermanos, y entre marido y mujer son el objeto de sus primeras obras. En su tercer largometraje, El lugar donde todo termina (The Place Beyond the Pines, 2012) aborda la relación entre padres e hijos. A la manera de una tragedia griega, habla del peso de los pecados que se trasmite de generación en generación: un antihéroe-viva-la-vida-sin-ataduras que sin embargo se entrega a la responsabilidad con tal de que su hijo no crezca sin padre como él lo hizo, y el héroe aparente que, para alejarse de la celebridad del suyo, se refugia en la policía y termina corrompido e intoxicado por la culpa.

Al origen del proyecto se encuentra otra vez Ryan Gosling. Derek cuenta que al saber que un sueño del actor era robar un banco en moto y fugarse dentro de un camión, y que uno de sus miedos era la cárcel, supo que debían trabajar de nuevo juntos. Así, crea un juego de persecución de policías tras el ratero. Y, fiel a su búsqueda de autenticidad, hace que Gosling entrene acrobacias en motocicleta para que sea él mismo, y no su doble, en algunas escenas bastante peligrosas. Agentes policiales, jueces retirados, enfermeras… gente ejerciendo su profesión verdadera imprime a la película el ambiente verosímil del drama de las relaciones humanas que cuenta Cianfrance. No sólo el público sino la crítica en general dio muy buena recepción al filme; incluso hubo quien comparó al personaje de Gosling con el de James Dean en Rebelde sin Causa (1955 dirigida por Nicholas Ray) y habló del “gran cine estadounidense del tipo que siempre estamos preocupados de haber perdido”, opinión que encuentro muy acertada en referencia a El lugar donde todo termina.

Ryan Gosling
Ryan Gosling en la película “The Place Beyond the Pines” (2012).

En cuanto al cuarto largometraje de Derek, pienso que es una prueba más de su talento como cineasta. Se trata de La luz entre los océanos, coproducción Estados Unidos, Australia, Inglaterra y Nueva Zelanda (2016, The Light Between Oceans). Narra el drama de un sobreviviente de la Primera Guerra que es contratado como guardián de un faro en las costas de Australia. Traumatizado, busca el aislamiento del puesto como un refugio. Pero la espontaneidad de una chica local le devuelve la esperanza y alegría de estar vivo. El azar presenta a la pareja la feliz opción de la paternidad que, sin embargo, conlleva un grave dilema de conciencia. Cianfrance confiesa que, harto de sus propias ideas, su reto era buscar una historia que abordara las relaciones humanas como las ve él: cada familia es una isla. Así que pasó un año leyendo “cosas que no entendía”, hasta que dio con la novela homónima de M.L. Stedman.

Hay quien dice que tras el machismo presente en El lugar donde todo termina, La luz entre los océanos tiene una visión femenina. Para el director se trata del anhelo del amor por sobrevivir a los hijos. Nominada para el León de Oro en el Festival de Venecia, la crítica acogió la cinta con poco entusiasmo. “Drama que apunta a las fibras del corazón con demasiada frecuencia como para ser efectivo”, según algunos, aunque el consenso general felicitó la actuación de los protagonistas, lo mismo que la belleza cinematográfica y una adaptación inteligente. En mi opinión, la cinta logra el afán que tenía Cianfrance en ese tiempo: rodar de manera poética en un paisaje épico al que se yuxtapone la lucha por la sobrevivencia del amor. En todo caso, pienso, vale la pena verla, y más como parte de la obra de un excelente cineasta.

La más reciente creación de Derek Cianfrance, I Know This Much Is True o, con su título en español, La innegable verdad, consta de seis episodios de aproximadamente una hora cada uno. Aunque no se relaciona con sus trabajos anteriores, por mi parte, encuentro que recoge las mismas inquietudes y conciencia del director en cuanto a los intercambios interpersonales. La historia expone una especie de viacrucis integración-desintegración que viven entre ellos los gemelos Birdsey y que se extiende y carcome también su entorno familiar y social. Uno de ellos sufre esquizofrenia paranoide, situación que determina su vida tanto como la de su hermano. Semejante conflicto, mezcla de rencor, culpabilidad, miedo y desesperación se narra entreverado con el de la misteriosa historia del abuelo materno emigrado de Italia, a quien a lo largo de la serie sospechamos como un ser aberrante. Mark Ruffalo (Los niños están bien /The Kids Are All Right (2010), En primera plana / Spotlight (2015)…)  juega los papeles de los dos gemelos, de manera tan creíblemente humana que el espectador podría jurar que se trata de dos seres diferentes.

Autor de I Know This Much Is True en su forma de novela, Wally Lamb cuenta que la carrera del libro hacia la pantalla empezó desde que la presentadora Oprah Winfrey lo recomendara en su club de lectura. Los estudios de cine 20th Century compraron los derechos y un desfile de directores, guionistas y actores coqueteó con el proyecto durante quince años, hasta que expiró el contrato. Fue entonces cuando el agente de Lamb empezó a considerar la posibilidad de una serie televisa para aquel relato de 900 páginas, y que Lamb propuso a quien le parecería ideal para representar a sus personajes. En entrevista, cita el mensaje donde Ruffalo acepta y habla de la obra: “No puedo expresar cuánto me gusta… es tan conmovedora y personal para mí de muchas maneras… conozco a esta gente, crecí con ellos… quiero hacer esto y lo haré lo mejor posible”.

Ruffalo abogó por el formato miniserie con el que el relato ganaría aire y profundidad. También fue él quien integró a Derek Cianfrance en el proyecto. Lamb reconoce que lo admiraba como director, aunque no sabía que fuese igualmente tan buen escritor. Declara haberle sugerido que se apropiara de la obra e “hiciera lo que tuviera que hacer para adaptarla”, pues piensa que libros y series son medios distintos e independientes. Considera que de varios cambios que hizo Derek respecto a la novela, el más importante es el realismo a la hora de tratar la parte italiana de la historia, cosa que cambia en la novela. Pero agrega que está agradecido con el cineasta por haber dado vida a “personas de verdad que vivían entre dos tapas”.

Centro de consulta y documentación de Lamb y luego del equipo cinematográfico de I Know This Much Is True, la NAMI (Alianza Nacional de la Enfermedad Mental) proporciona el dato estadístico de 1 de cada 5 adultos que en Estados Unidos padece algún trastorno de la mente.  La innegable verdad aborda uno de tales trastornos, y en general las miserias de la vida y relaciones, lo mismo que el compromiso que tenemos unos con otros en la familia. No da respiro; de principio a fin carece de humor y no desciende su nivel dramático. Pero podría decirse que Cianfrance es especialista en el género, narra con rigor, pero a la vez con calma y con empatía que conmueve. Es cierto que dan ganas de voltear a otro lado y negar la existencia de la enfermedad… si no fuera que, diagnosticada o no, de una u otra manera nos toca a todos. “Las historias son máquinas de empatía”, dice la actriz Kathryn Hahn, intérprete de Dessa en la serie, y habla de un ser querido que sufre bipolaridad.

Durante una reunión por video del equipo, organizada precisamente por la NAMI, también Rosie O’Donnell, quien juega el papel de la asistente social Lisa Sheffer, habla de los episodios depresivos de su hija y de los suyos propios, lo mismo que Ruffalo y que Wally Lamb refiere los de su hijo. Philip Ettinger, quien representa a los gemelos durante su juventud, comparte detalles sobre el mal de su hermano, con tanta franqueza que uno le creería a Ruffalo cuando dice que “como sociedad hoy estamos más preparados para lidiar con este material”. Sin embargo, la serie ha sido duramente atacada por algunos y, en mi opinión, no ha tenido el reconocimiento que merece; ni siquiera el Emmy al mejor actor le fue concedido a Ruffalo. Me pregunto si, como dijo un crítico francés sobre Blue Valentine y el público de Estados Unidos, estamos tan acostumbrados a la comedia insulsa que el fiel reflejo de nuestra vida privada nos ofende como la pornografía.


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Más de Luis Buñuel

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Después de mi escrito de la semana pasada, “Él” de Luis Buñuel, recibí varios comentarios, algunos –por cierto– no fueron especialmente halagüeños, desafortunadamente nadie optó por subirlos a la página del periódico. Recibí también algunas llamadas telefónicas, una especialmente alentadora y motivadora fue la de mi amigo Bruno Estañol, compañero de generación en la Facultad, buen médico, destacado neurólogo, entusiasta profesor, hombre muy culto y además buen escritor. Me hizo notar la falta de referencia a un libro de Fernando Césarman, El ojo de Buñuel. Psicoanálisis desde una butaca. Césarman fue un destacado psicoanalista, muy culto y diverso, fue uno de los primeros mexicanos en preocuparse por la ecología y el medio ambiente. Césarman y Estañol escribieron algunos libros juntos –El telar encantado, El laberinto y la ilusión, Como perro bailarín y los Motivos de Sísifo–. Por eso me disculpé de inmediato –aunque no tiene disculpa la omisión porque tengo el libro en mi poder– lo comentamos y Bruno Estañol me hizo notar la presencia del prólogo de Carlos Fuentes, pero en la edición que yo tengo en lugar de esa presentación se incluye un escrito espléndido de Héctor Azar.

el ojo de bunuel

El libro de Césarman surge de un trabajo conjunto que tuvieron él y Max Aub, porque éste quería hacer un estudio sobre Luis Buñuel, pero durante la elaboración fallece Max Aub. Pese a que el proyecto conjunto queda trunco, afortunadamente se salvan los materiales y se publican tres obras. Las de Max Aub son póstumas, hechas con el abundante material que dejó perfectamente ordenado: uno, Conversaciones con Buñuel, el otro, Luis Buñuel una novela y, por supuesto, El ojo de Buñuel. Este escrito después del fallecimiento de Max Aub y con Buñuel vivo. El título tiene seguramente una doble referencia, al ojo del espectador que va haciendo psicoanálisis y al perro andaluz. Es un libro muy interesante e importante. Nos ofrece un punto de vista diferente de un psicoanalista experto y conocedor y contemporáneo de Buñuel. Analiza prácticamente todas sus películas y de cada una nos da una opinión profesional. Dado que las películas de Buñuel atrapan conductas humanas muy diversas, unas francamente patológicas y otras limítrofes, el punto de vista de un experto resulta siempre muy valioso. Una limitante es que la psicodinamia –el estudio que el analista hace del caso y en el que basa o puede basar las conductas terapéuticas– es siempre un hecho plenamente subjetivo (del analista) y por tanto puede resultar plenamente acertado o no. Esto nos permite a los legos diferir con Césarman en el análisis de algunas de las películas de Buñuel y al ver nuevamente alguna de ellas tener una discusión interior.

Las obras de Max Aub no las tenía, sólo pude conseguir Conversaciones con Buñuel, editada por Federico Álvarez en 1984 –aunque la novela no me ha llegado aún–. Para entonces, cuando se editó ese libro, ya había fallecido Luis Buñuel y Max Aub. Utiliza, decíamos, un material que dejó muy bien ordenado Aub y la obra está formada por la transcripción de unas conversaciones de Buñuel y Aub, por lo visto muy largas y a veces acaloradas, así como los testimonios de muchos familiares, amigos y colaboradores del cineasta; echamos de menos algunas charlas que seguramente han de estar disponibles como las de los artistas que triunfaron con él (Silvia Pinal y Catherine Deneuve), los actores (Fernando Rey, Pedro Armendáriz, quien ya había fallecido) o los productores (como Gustavo Alatriste).

migracion bunuel

Respecto al testimonio de Luis Alcoriza es muy escueto. Se nota una enorme confianza entre ellos y un vasto conocimiento de las vidas de ambos, de tal forma que va siendo una plática entrañable pero que va dejando datos, secretos, aventuras que seguramente se pueden contar de manera fraternal. Se destaca también la posición de liderazgo que siempre tuvo Buñuel, empezando por su primogenitura y su formación inicial, y que al parecer estuvo siempre bañada por el éxito. Aub enfatiza su gusto por la buena vida y su posición política, y que el mismo Buñuel defendía sin entrecortarse.

Luis Buñuel nunca pasó penurias ni sobresaltos, todo le vino rodado, siempre rodeado de trabajo, éxitos y triunfo y con el dinero suficiente para pasarla muy bien. La religión, la religiosidad, la iglesia y el pecado ocupan gran parte de las pláticas y nos van explicando el porqué del trato siempre anticlerical y preocupado por el discurso de las instituciones eclesiásticas. Se asume a lo largo de las conversaciones como un anarquista, e incluso, en una época fue admirador de Stalin. Aub también acentúa su amistad de siempre con Dalí y su desprecio y odio por Gala –que seguramente admitirían un estudio psicoanálitico más profundo–. Desde luego Conversaciones con Buñuel también nos permite observar al cineasta de manera más detallada. Estas referencias son la muestra del crisol cultural que en México existía en el siglo XX con pensadores tan intensos como Aub, Césarman y Buñuel.

En el camino de búsqueda me encontré dos biografías, ambas hechas en España, una es de J. Francisco Aranda, un crítico cinematográfico e historiador, que parece haberla desarrollado como encargo para le presentación de la reinserción de Buñuel en España. Tiene como valor especial que contiene muchos textos autobiográficos del cineasta –mientras estaba en Nueva York en el museo–, de diversas compañías cinematográficas y amplios testimonios de los hermanos Buñuel. La otra biografía es de Ian Gibson, el irlandés experto en la historia contemporánea de España, es muy detallada, amplia y precisa, pero termina en 1938, y si bien seguramente contiene los años de formación de Luis Buñuel, para entonces sólo tenía filmadas Un perro Andaluz y Las Hurdes.

libros de bunuel

Es admirable que al hablar de Luis Buñuel siga suscitando tanto interés. Él es el creador de algunas de las mejores películas que se han hecho en México, en España y en Francia, ganador de un Oscar, de varios premios en Cannes y en Venecia, e indudablemente un personaje destacadísimo de su época.

¡Ah!, si logro conseguir Luis Buñuel, la novela, y un libro que sobre Buñuel escribió Octavio Paz, se los comentaré también en esta columna.


Lecturas recomendadas:
⋅ Max Aub. Conversaciones con Buñuel. Aguilar. Madrid: 1984.
⋅ Fernando Césarman. El ojo de Buñuel. Psicoanálisis desde una butaca. Miguel Ángel Porrúa. México: 1998.
⋅ Ian Gibson. Luis Buñuel. La forja de un cineasta universal. Debolsillo. México: 2015.
⋅ J. Francisco Aranda. Luis Buñuel. Biografía crítica. Lumen, Col. “La palabra en el tiempo”. Madrid: 1969.


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Florian Henckel von Donnersmarck y la belleza de la verdad

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En 2007 se estrenó en México La Vida de los Otros (Das Leben den Anderen, 2006), una excelente película alemana que, entre otros premios, había ganado los de Mejor Guión y Mejor Película del Cine Europeo. Basada en una ficción de espionaje muy bien elaborada, la obra es tan disfrutable por su valor puramente cinematográfico como por el interés que despierta el guion sólido, escrito por el propio director de la cinta. Florian Henckel von Donnersmarck pasó cuatro años consultando archivos e investigando con expertos el tema de los fines y los métodos utilizados por la Stasi, el órgano de inteligencia de la antigua República Democrática Alemana.

Uno de tales métodos es el que describe su personaje, Gerd Wiesler (interpretado por Ulrich Mühe), un convencido del régimen, y que consiste en mantener despiertos a los detenidos: “la falta prolongada de sueño hará que con el pasar de las horas los inocentes se pongan coléricos ante la injusticia, mientras los arrogantes traidores se mantendrán tranquilos”, afirma ante los jóvenes a quienes está entrenando en el “arte de torturar a los opositores”. Como la suposición anterior, otras pretendidas “teorías con base científica” sobre el comportamiento humano soportaron un estado sin derechos en el que la persecución y el encarcelamiento podían ser tan arbitrarios como los móviles personales de los altos mandos.

El mismo Wiesler comenzará su misión sin conocer la verdadera causa por la que le exigen encuentre elementos para destruir la vida del poeta dramaturgo Georg Dreyman (interpretado por Sebastian Koch). Sabe que debe reportar cómo pasa Dreyman el tiempo, qué lee, quién lo visita, de qué habla con sus amigos, con su novia… tiene que escuchar detrás de cada muro, sobre todo el de la intimidad. Pero lo que a Wiesler se le revela mientras espía a esa pareja transforma poco a poco su visión del mundo, una realidad que antes desconocía, en la que existen la poesía, el talento artístico, la fidelidad, el amor. Con la misma cadencia perfecta, el público descubre que la mirada del delator es la de un ser humano: no puede sino nublarse cuando mira de verdad y comprende el sufrimiento del otro.

Nacido en una familia católica de la aristocracia de Colonia, Alemania Occidental, en 1973, el joven cineasta Florian creció entre Nueva York, Bruselas, Fráncfort y Berlín del oeste; cursó estudios superiores en San Petersburgo, Oxford y Múnich… es decir, no vivió en carne propia el régimen de la RDA. Es por eso, creo, que lo más sorprendente en La vida de los Otros es esa combinación de franqueza y empatía con la que logra exponer una situación de la que en 2006 aún no se hablaba abiertamente. Uno diría que su película es una revisión sin tabús de la historia del país y representa un testimonio de que esa sociedad ha alcanzado su madurez.

Cinta de gran poder expresivo, pensamos que Das Leben des Anderen sería el único homenaje que un director hasta entonces desconocido dedicaría a la generación que vivió en la Alemania de la RDA. Además, porque Florian Henckel von Donnersmarck siempre se había considerado “ciudadano del mundo”. Pero, como él mismo lo confiesa, “desde la distancia, el país de origen te sigue moldeando de muchas formas y ocupando gran parte de tu pensamiento; no puedes extraerte a su Historia y tampoco de la política”.

En 2010 se estrenó The Tourist, una nueva versión de la película francesa El Secreto de Anthony Zimmer (2005) que había ganado, entre otros premios, un César, y cuyos derechos fueron vendidos a Hollywood. El elegido para dirigirla fue Donnersmarck, descubierto por esa industria gracias al Oscar a la Mejor Película Extranjera otorgado precisamente a La Vida de los Otros. En la versión hollywoodense, se trata de una combinación de thriller y comedia romántica, protagonizada por Johny Depp y Angelina Jolie, quienes se detestaron durante el rodaje. Y quizá ese hecho haya influido en el resultado cinematográfico que, para muchos críticos, es pobre. Para el director representó una pausa-distanciamiento de temas graves, aunque en su cabeza había empezado a gestarse un nuevo trabajo incluso más ambicioso que La Vida de los Otros.

gala el turista
El actor Johnny Depp, el director Florian Henckel von Donnersmarck y la actriz Angelina Jolie asisten a la sesión de fotos de “El Turista” en el Hotel Villamagna (Fotografía: Zimbio).

Werk Ohne Autor (2018) es, en palabras de su director, el resultado de muchos años de trabajo muy duro; un intento por expresar todo lo que él piensa respecto al arte y también sobre Alemania. De tema tan ambicioso, parece normal que “Obra sin autor” en su traducción literal, La Sombra del Pasado, según se estrenó en España o Never Look Away, como se le conoce internacionalmente, dure 188 minutos pero, en todo caso, cada uno de esos minutos es un placer. El guion, escrito por el mismo Donnersmarck, está basado en diferentes hechos de la vida y obra de varios artistas, en particular, del pintor alemán más cotizado del mundo, Gerhard Richter. Pero la interpretación de esos hechos es muy libre: por una parte, el director cree fielmente en la ficción y, por la otra, si el pintor alérgico a los reflectores aceptó entrevistarse con Donnersmarck fue justamente porque no se trataba de una biografía. Incomprendida por algunos, la elección de Tom Schilling en el papel protagonista es, en mi opinión, otra prueba de que el personaje de Kurt, joven pintor criado en la Alemania Nazi y en la postguerra de Berlín oriental, no pretende representar a Richter. Si sus circunstancias de vida se parecen, simplemente la constitución física de Schilling no tiene nada que ver con el aplomo de la otra personalidad un tanto imponente. En cambio, sólo con la mirada Schilling logra comunicarnos la magia del momento en el que el artista es arrastrado por su intuición.

En cuanto a la obra en la que se inspiró de entrada, el cineasta habla de un cuadro de Richter, Mujer con Niño, sobre el que el propio pintor había contado que se trataba de él mismo sentado en el regazo de su tía materna. Al poco tiempo de tomada la foto en la que él se basó, la joven mujer esquizofrénica fue asesinada por el régimen nazista como parte del programa de salud que buscaba asegurar la supremacía de la raza aria. Años más tarde, el destino quiso que el suegro de Richter resultara quien fuera director de la clínica en la que habían esterilizado a su tía. Semejante “historia humana”, como la llama von Donnersmarck, constituía para él un convincente punto de partida para lanzarse a un cuestionamiento sobre la batalla entre arte e ideología, intuición y ciencia, así como sobre la frontera entre la creación y la locura. Además, cuenta, siempre le había intrigado el hecho, tan generalizado en Alemania después de 1945, de que la víctima y el victimario vivieran bajo el mismo techo y encima tuvieran que ponerse de acuerdo para reconstruir el país.

Hombre extremadamente culto, Florian von Donnersmarck menciona un argumento del cineasta Elia Kazan como otra de las ideas que quiso explorar al escribir Never Look Away: “el talento artístico de los genios es la costra en la herida que la vida les infligió”. Es una metáfora que funciona, considera, pues mientras más grande la herida más lo es también el talento que la regenera. Dice encontrar “fascinante” la idea de que el ser humano tenga la opción de crear algo grandioso a partir de un trauma. Y precisamente fascinante es la fuerza inherente con la que desarrolla el relato, en particular, pienso, hacia dos vertientes principales: por un lado, el papel del arte a través del tiempo y según distintas ideologías y, por otro, desde la gestación del artista a nivel individual hasta que el poder de su propia obra devela el misterio de un drama familiar que es a la vez el de la Historia de Alemania.

En cuanto a la fotografía, aunque von Donnersmarck aún no sospechara que su película sería nominada a un Oscar, ya había decidido presentarla a través de imágenes extraordinarias. Por eso hizo prometer a Caleb Deschanel, a quien considera una súper inteligencia, que rodaría el guion que entonces todavía no comenzaba a escribir. En sus palabras, Werk ohne Autor necesitaba grandes imágenes cuya fuerza evocadora fuera innegable pero que a la vez permanecieran en el ámbito de la intimidad, como las que había creado Caleb para El Corcel Negro o La Pasión de Cristo. Y en efecto, en la mirada de la cámara de Deschanel incluso las imágenes de los horrores de la guerra en Never Look Away resultan perturbadoramente bellas; especialmente en combinación con la banda sonora.

Cuestionado en entrevista sobre algún consejo que daría a los jóvenes cineastas, Florian responde: en un principio, la diferencia entre llevar a cabo una idea tal cual uno la imagina, o sólo casi igual, resulta muy pequeña, pero aun así no debe aceptarse pues a medida que el proyecto avanza esta diferencia se vuelve masiva. Quizá fue por ello su empeño en que se cumpliera otro de sus sueños para la película: la participación del compositor inglés Max Richter, casualmente de mismo apellido que el pintor. El músico vive a dos horas y media de Londres y nunca se desplaza de su casa ni un ápice por motivos de trabajo. “Si alguien no quiere llegar hasta mí es porque no me necesita realmente”, opina. Pero Donnersmarck tenía claro que lo necesitaba, así que aceptó las exigencias.

Así fue como Max Richter, emigrado de Alemania cuando era niño, prometió crear para él la música más alemana que nunca hubiera compuesto. Según cuenta el cineasta, las dos semanas que pasaron juntos fue una magnífica experiencia en la que él redescubrió la música de su país junto con una dimensión más profunda del contexto de sus propios personajes. Descrito en sus propias palabras, Richter es un filósofo de la música y su banda sonora alcanza al espectador incluso físicamente, hace que sus órganos vibren.

Una de varias propuestas que existen para responder cuál es el tema principal de “Obra sin autor” es que desarrolla la premisa “lo que es auténtico es hermoso”. Es la tía quien se lo dice al niño, futuro artista durante un episodio de dilución esquizofrénica. Al respecto, el director contesta que la frase aparece en un poema de John Keats, uno de los principales poetas británicos del Romanticismo. No es un postulado que él crea a toda costa; sin embargo, ya que según sus investigaciones la respuesta de muchos artistas a la pregunta sobre qué buscan es, la verdad, mientras otros, quizá lo más honestos, dicen que es la belleza, le pareció que valía la pena explorar la conexión que hay entre las dos categorías. En mi opinión de espectadora de su cine no puedo sino agradecer la plena manifestación de ambas.


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Gabriel Figueroa, el cinematógrafo del arte luminoso

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La Época de Oro del cine mexicano transcurrió desde 1936 hasta finales de la década de 1950, consiguiendo su punto álgido en los años de la Segunda Guerra Mundial, cuando Hollywood se centró en la producción de películas bélicas y propagandísticas. La industria cinematográfica mexicana se centró sobre todo en rodar melodramas que tuvieron un gran éxito por toda América Latina. En este periodo tan largo, fueron muchos los directores que se hicieron famosos: Emilio “El Indio” Fernández, Ismael Rodríguez, Luis Buñuel, e intérpretes como Jorge Negrete, Pedro Infante, Arturo de Córdoba María Félix, Dolores del Río, Katy Jurado y Silvia Pinal, entre muchos otros.

Pero hubo, además, un director de fotografía que adquirió una fama similar a la de los nombres mencionados: Gabriel Figueroa (1907-1997), que debutó como director de fotografía en Allá en el Rancho Grande (1936) de Fernando de Fuentes, la obra que dio inicio a estos años de gloria del cine mexicano. Este film tuvo mucha fama fuera del país, ganando incluso un premio especial a la contribución artística en el Festival de Venecia de 1938. La carrera de Figueroa, abarcó 50 años, durante los cuales participó como responsable principal de la fotografía en 213 películas, el 75% de ellas en blanco y negro. También realizó trabajos en producciones hollywoodienses con realizadores de la talla de John Ford y John Huston.

bunuel y figueroa
Luis Buñuel y Gabriel Figueroa (Fotografía: Entorno a Buñuel).

La formación artística de Figueroa se inició en la Academia de San Carlos y en el Conservatorio Nacional donde estudió pintura y música, respectivamente; pero cuando conoció a José Guadalupe Velasco se interesó más por la fotografía. Influenciado también por el fotógrafo estadounidense Alex Phillips, empezó a trabajar en estudios fotográficos. A principios de los años 30, inició su andadura en la industria cinematográfica, como iluminador y como responsable de las fotos fijas de algunas películas, las que después se utilizaban para promocionar el filme. En 1935, la empresa Clasa Films le dio una beca para ir a estudiar a Estados Unidos con el reputado director de fotografía Gregg Toland, quien ganaría un Óscar con la película Cumbres Borrascosas (Wuthering Heights, 1939) de William Wyler y participaría en Ciudadano Kane (Citizen Kane, 1941). Toland estaba muy influenciado por el expresionismo alemán de los años 20, lo que también repercutió en su pupilo mexicano. De vuelta en México, y después de su exitoso debut no paró de trabajar; ya que en el inicio de su carrera, participó en una media de ocho películas al año.

En 1943 dio inició a su colaboración en 24 películas con Emilio “El Indio” Fernández como Flor Silvestre (1943) y a la que le siguieron otras también importantes: María Candelaria (1944), La Perla (1945), Río Escondido (1947) y La Bienamada (1951).En 1950 empezó otra famosa relación profesional, esta vez con Luis Buñuel, en seis aclamadas obras: Los Olvidados (1950), Él (1953), Nazarín (1958), Los ambiciosos (1959), La Joven (1960), El Ángel Exterminador (1962) y Simón del Desierto (1965). Fue una relación un tanto curiosa, ya que siempre tenían opiniones enfrentadas en cómo se tenía que hacer la película. Buñuel buscaba en muchas películas el máximo realismo posible, mientras que Figueroa era mucho más plástico y estético. Es famosa la anécdota durante el rodaje de Nazarín, cuando Figueroa estaba preparando un encuadre increíble en el que se podía ver el Volcán Popocatépetl con nubes blancas al fondo; el director español le pidió que diera la vuelta a la cámara para tomar un paisaje totalmente anodino y sin atractivo, ya que el director español creía que estaba más en consonancia con la película.  

flor silvestre
Fotograma de la película “Flor Silvestre” (Imagen tomada de Revista Código).

Figueroa tuvo un estilo muy personal en su carrera. Utilizaba a menudo, la técnica del claroscuro, debido a su admiración por Rembrandt, sobre todo al hacer primeros planos de los rostros de los intérpretes. Era una manera de mostrar los contrastes entre el paisaje y los personajes. Un ejemplo de esto lo encontramos en Los Olvidados (1950), en la escena de la pelea final entre El Jaibo y Pedro vemos cómo la cámara se centra sólo en los personajes, apenas percibimos cómo es el gallinero donde están luchando. También mostraba un claro contraste en Río Escondido (1947), en este caso, entre el paisaje y los personajes. En esa película de “El Indio” Fernández, María Félix interpreta a una maestra enviada a una aldea perdida de Coahuila, cuando baja del tren en medio de una planicie desértica, la vemos caminando por ella con un cielo cubierto de nubes; su figura se ve pequeña en este espacio, acentuando su llegada a un lugar que le ofrecerá dificultades.

También en buena parte de sus películas podemos ver la influencia del muralismo mexicano, así como del grabador José Guadalupe Posadas. Figueroa mostraba los paisajes y a la gente olvidada del país, como lo hacían los grandes muralistas, ensalzando de manera alegórica el carácter nacional del México posrevolucionario. Diego Rivera le llamó “el Cuarto Muralista”, y junto con él mismo David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco. Con este último vivió una anécdota durante una proyección de Flor Silvestre. Siqueiros reconoció claramente una escena parecida a su obra, El Réquiem (1928), en un momento de la película. Figueroa le confirmó que había tomado influencia de dicha pintura, el muralista quedó encantado y le felicitó por la perspectiva que había conseguido y que él no había podido conseguir al pintar dicho cuadro. Mucha gente criticaba que los artistas oficiales de la época, mostrasen siempre un México folclórico; pero lo cierto es que Figueroa mostró, durante buena parte de su carrera, la pobreza y los problemas que padecían mucha gente. Como en Los Olvidados, donde refleja un México con grandes dificultades sociales, una imagen que mucha gente quería negar siempre en esos años de desarrollo posrevolucionario.

pintura de orozco
“El Réquiem”, José Clemente Orozco, 1928 (Imagen tomada de Revista Código).

Gabriel Figueroa fue una persona muy crítica con el sistema. En 1945, siendo secretario general de la Sección II del Sindicato de Trabajadores de la Industria Cinematográfica (STIC), el cual formaba parte de la Confederación de Trabajadores de México (CTM), denunció la corrupción que había y junto con otros artistas de la época, como Jorge Negrete y Mario Moreno “Cantinflas”, crearon una nueva organización: el Sindicato de Trabajadores de la Producción Cinematográfica (STPC). Poco después, mostró su apoyo a muchos represaliados por la “caza de brujas” de Hollywood y consiguió que algunos pudieran residir en México.

En 1947, tuvo su primer trabajo en la industria del país vecino con la película El Fugitivo (The Fugitive) de John Ford, recibiendo críticas muy positivas; pero Figueroa centró su carrera en México y América Latina. Mostró su simpatía por los guerrilleros de Fidel Castro y rodó una película sobre José Martí, La rosa blanca (Momentos de la vida de Martí) (1954). Esto le impidió trabajar durante mucho tiempo en Hollywood, ya que fue puesto en la lista negra. Pero a Figueroa nunca le faltó trabajo y realizó obras como: Macario (1959) de Roberto Gavaldón, Pedro Páramo (1966) de Carlos Velo, o Presagio (1975) de Luis Alcoriza. Sin olvidar algunas colaboraciones con producciones estadounidenses rodadas en México: Dos mulas y una mujer (Two mules and Sister Sara, 1969), Los Hijos de Sánchez (The children of Sanchez, 1978) de Hall Barlett, y las dos colaboraciones que tuvo con John Huston, La noche de la Iguana (The night of the Iguana, 1964) y Bajo el Volcán (Under the Volcano, 1984). Por la primera, recibió una nominación al Óscar a la Mejor Fotografía.

Gabriel Figueroa fue un artista, que durante su larga carrera recibió reconocimientos por todo el mundo y en su propio país ganó ocho Premios Ariel y recibió uno Honorífico en 1987; además del Premio Nacional de las Artes en 1971. Un año más tarde, obtuvo el Premio Salvador Toscano de Ciencias y Artes al mérito cinematográfico y fue nombrado Presidente de la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas de México. Su obra contribuyó al desarrollo de la identidad visual de México, dejando para la posteridad imágenes increíbles.

Su carrera no sólo sobrevivió a la Edad de Oro, sino a las numerosas crisis que vivió el cine mexicano. Fue uno de los directores de fotografía más importantes de la historia del cine, siendo admirado por muchos realizadores y compañeros de profesión, como Vittorio Storaro, a quien le impactó que el nombre de Figueroa apareciese siempre en los carteles de las películas, junto con el del director y los actores, confirmando la importancia y éxito que había conseguido a lo largo de su carrera cinematográfica.


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‘J’accuse’ de Roman Polanski; el cine también

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Equivalentes a los premios BAFTA en Inglaterra, los Goya en España o los Oscars en Estados Unidos, los César del Cine distinguen cada año las mejores producciones francesas del año anterior. Fueron creados en 1976 por el periodista y productor Georges Cravenne con base en doce categorías, número que con el tiempo y el surgimiento de nuevas tecnologías ha crecido hasta veinticinco, incluidas mejor película y mejor cortometraje de animación. En una ceremonia que tiene lugar en París durante el mes de febrero, la Academia de Artes y Técnicas del Cine, también llamada Academia de los César, entrega las preseas, escultura de bronce pulido de unos 30 cm en forma de tronco, integrada por una compresión de figuras que representan muebles y ornamentos, concebida por el emblemático escultor marsellés César.

La edición no. 45 de los César, llevada a cabo el pasado 28 de febrero, ha sido una de las más esperadas y a la vez temidas, en especial por las doce nominaciones que habían sido otorgadas a la película J’accuse del director franco-polonés Roman Polanski –estrenada en España con el título El Oficial y El Espía–. “Doce” como el número de mujeres que lo acusan de violación, declaró la francesa Asociación Atrévete al Feminismo.

La primera de estas acusaciones, la única reconocida por el agresor y a la que se ha dado seguimiento, es quizá la que para muchos da validez a todas las demás. Data de 1977 cuando Polanski tenía 43 años y realizaba un reportaje en los Ángeles sobre jovencitas europeas y americanas para la edición francesa de la revista Vogue. Durante una sesión privada de fotografía, le propuso a Samantha Gaileyde 13 años, el consumo de champaña y de un sedativo utilizado en esa época como droga recreativa. Después tuvieron relaciones sexuales que incluyeron la sodomía. Polanski fue arrestado y, conforme a su aceptación del delito, inculpado por abuso sexual de una menor y condenado a una pena de 90 días de cárcel con evaluación psiquiátrica, que se redujo a 42 por conducta ejemplar.

acusaciones a polanski
Fotografía: L’express.

Presionado por la prensa y la opinión pública, el juez se desistió y una vez liberado quiso condenarlo a una nueva pena prevista por “tiempo indeterminado”, con la promesa de liberarlo en 48 horas a condición de que abandonara el país. Su abogado explicó a Polanski el trato, aclarando que no podía garantizarle que le cumplieran la liberación prometida y, en cambio, la condena podría extenderse a 50 años. Fue entonces cuando el cineasta huyó de Estados Unidos para refugiarse en Francia. Su condición de fugitivo buscado por la Interpol desde entonces, no le ha impedido seguir trabajando con mucho éxito ni tampoco formar una familia, aunque sí le ha valido muchas restricciones, entre ellas, la prisión en Suiza en 2009 durante nueve semanas, seguida de un arresto domiciliario de ocho meses. Ni él ni sus abogados han dejado de buscar un acuerdo con el gobierno estadounidense para que abandone la persecución. La propia agredida, Samantha Geimer –nombre de casada–, ha declarado más de una vez haber perdonado al agresor, añadiendo que el Sistema de Justicia y sobre todo los medios le han hecho mucho más daño a lo largo de su vida.  

2019 fue un año decisivo en la carrera y la vida de Roman; por un lado, se cumplieron 50 años del terrible asesinato de Sharon Tate, su segunda esposa, que junto con otras tres personas fue acuchillada en su casa de Beverly Hills cuando tenía más de ocho meses de embarazo. Por otro, Polanski estrenó su película Yo Acuso y ganó el León de Plata a la mejor dirección en el Festival de Venecia. Pero también enfrentó una nueva denuncia. Se trata de la francesa Valentine Monnier quien asegura haber sido violada por él en 1975 cuando tenía 18 años. Como en casos anteriores, el asunto quedó en palabra contra palabra… Lo seguro es que especialmente después del premio César Mejor Dirección 2020, Polanski se convirtió más que un nunca en un personaje polémico en Francia.

En cuanto a su obra más reciente, creo que no es exagerado calificar El acusado y el espía como una de sus mejores películas; en todo caso, a la altura de las internacionalmente premiadas, Chinatown (1974), Tess (1979), El pianista (2002) o El Escritor Fantasma (2010). El título retoma el de la carta de Émile Zola dirigida al Presidente de la República, publicada en enero de 1898 en el periódico parisino L’Aurore. En ella, Zola denuncia la participación de todos los involucrados en el escandaloso caso Dreyfus, uno de los más grandes errores –o complots– judiciales de la historia francesa, que por años dividió al país en dreyfusistas y antidreyfusistas. Basada en la novela del inglés Robert Harris, la película aborda la injusticia cometida contra el capitán Alfred Dreyfus quien, por ser judío, fue acusado de alta traición al adjudicársele la autoría de una nota con información clasificada dirigida a un agregado militar alemán. Aunque obviamente aparecen, ni Zola ni Dreyfus constituyen el objetivo de la película.

El personaje central es del teniente coronel Marie-Georges Picquart, interpretado por Jean Dujardin, quien al ocupar el puesto de jefe del servicio de inteligencia descubre que Dreyfus fue condenado injustamente. Él mismo antisemita y, sin embargo, hombre de honor, emprende averiguaciones para llegar al fondo de la verdad aún a costa de su carrera y de su propia vida. Polanski no se limita a una reconstitución histórica: sin dejar de ser instructiva, la cinta se convierte en un verdadero thriller de espionaje en el que las repercusiones políticas y militares cobran gran interés. La pesquisa se convierte en búsqueda de la dignidad y la justicia al interior de un sistema corrupto manipulado por la mentira y el prejuicio.

Entrevistado al respecto de su cinta, el director judío declaró haberse inspirado, entre otras cosas, en diferentes mecanismos de persecución que conoce bien. A raíz de ello, varias asociaciones feministas se indignaron bajo el supuesto de que pretendía equiparase con el Capitán Dreyfus. Pero lo que encendió la mecha de la bomba antipolanskista fue el testimonio que la actriz Adèle Haenel hizo público al tiempo que se estrenaba Yo Acuso. La actriz inculpó a otro director de haberla sometido a caricias impropias y acoso sexual cuando ella tenía 12 y hasta los 15 años de edad en que trabajó con él. Igualmente, habló de una violencia sistemática que el sistema judicial ejerce contra las mujeres. Considerado acto de gran valentía, su testimonio sobre hechos que aún no prescriben, la ha convertido en una especie de estandarte del feminismo, en particular en el mundo del cine.

Roman Polanski
Roman Polański, director de cine, guionista, franco-polaco​.

Por su parte, la Academia de los César siempre ha mantenido la misma postura respecto a Polanski. Desde 2017 en que fue elegido para presidir la ceremonia –fue él quien decidió no aceptar ante las amenazas de boicot anunciadas–, el Ministerio de Cultura se pronunció en cuanto a la libertad de la Academia para elegir presentadores y películas; “se trata de un gran director y de un asunto que pasó hace más de cuarenta años, no es posible retomarlo cada vez”, agregó la ministro. La ceremonia 2020 estuvo marcada por la ausencia del equipo completo de Yo Acuso, así como por el gran esfuerzo de los presentadores para mantener un clima de cordialidad, especialmente tras designado el Premio de Mejor Dirección: Adèle Haenel acababa de enterarse que no había ganado Mejor Actuación Femenina por su participación en Retrato de una Mujer en Llamas y abandonó la sala junto con su directora Céline Sciamma, no sin antes pronunciar varias veces frente a las cámaras “una vergüenza”.

Muchos piensan que el nuevo reconocimiento otorgado al director franco-polonés, así como la inconformidad generalizada respecto a la desigualdad de oportunidades entre hombres y mujeres en la industria, marcará el decline del cine francés. Mi esperanza es que una lucha tan loable como lo es la de los derechos de la mujer tome pronto un rumbo certero, quizá si los responsables se dieran cuenta de que, precisamente por su gravedad, las denuncias por acoso y sobre todo por abuso de menores no deberían politizarse.  


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Una cineasta nazi llamada Leni Riefenstahl

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El 8 de septiembre de 2003 murió Leni Riefenstahl a los 101 años de edad. “Su corazón simplemente se detuvo”, dijo su compañero Horst Kettner a la revista alemana Bunte.

Se apagó así la luz de una poderosa artífice del documental cinematográfico de propaganda, cuyas producciones modularon el género y se erigieron en referente del séptimo arte. En muchas de las grandes obras del cine contemporáneo podemos detectar la influencia de El triunfo de la voluntad y de Olympia, las obras que inmortalizaron el congreso nacionalsocialista de Núremberg en 1934 y la apertura de los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936. Riefenstahl fue una innovadora actriz que se adelantó a su tiempo y marcó caminos.

Cineasta oficial de Hitler y la “única mujer amiga” del dictador, al término de la guerra fue encarcelada por su relación con los nazis, pero se determinó que sólo había sido “simpatizante” sin ninguna responsabilidad en las atrocidades del Tercer Reich. Pasó el resto de sus días negando que hubiera apoyado al régimen, que hubiera sido una militante nazi o que hubiera conocido a Hitler. “El 90% de lo que se dice sobre mí es mentira”, aseguró al presentar un libro sobre su vida.

Riefenstahl
Fotografía: Images Radio.

El País del 9 de septiembre de 2003 recuperó declaraciones de la cineasta:

“Hice El triunfo de la voluntad mucho antes de la guerra, y recibí por ese documental todos los premios imaginables y a ningún periódico se le ocurrió decir que era una película de propaganda nazi. Después de la guerra, todos los periódicos empezaron a decir que sí lo era, porque perdimos la guerra y porque se hicieron muchas cosas horribles en nombre del pueblo alemán y había que buscar un chivo expiatorio, y me escogieron a mí porque había hecho la mejor película de la época”.

Pero documentos ubicados en el curso de una pesquisa académica me permiten retar la autoabsolución de Helena Amalia Bertha Riefenstahl y proponer que sí fue una entusiasta militante nazi, una ferviente admiradora de Hitler y un sostén intelectual y artístico del más brutal sistema dictatorial del siglo pasado, sólo igualado por el estalinismo en la URSS.

El miércoles 25 de abril de 1934, Riefenstahl llegó a Inglaterra para impartir una serie de tres conferencias sobre técnica cinematográfica en las universidades de Oxford, Cambridge y Londres, invitada por asociaciones de estudiantes. Su primera charla, el  mismo día de su arribo, fue ante el Club Alemán Universitario de Oxford en Rhodes House. La segunda tuvo lugar el 26 de abril en Londres en el Buró Académico Anglo Germano y el viernes 27 ante la Asociación Anglo Alemana de Cambridge, en donde como parte del evento pudo ver por primera vez la película de Serguéi Eisenstein ¡Que viva México!

Entrevistada por el Daily Express, expresó que para ella, Hitler era “el más grande de todos los hombres”.

Esta declaración podría parecer políticamente correcta para una personalidad pública alemana de visita en el extranjero en aquellos tiempos, pero dos días después el diario publicó una entrevista de su corresponsal en Berlín, Pembroke Stephens, que la describe como “una nazi entusiasta, antigua militante del partido y amiga de Adolf Hitler”.

Leni
Fotografía: Pinterest.

Riefenstahl confió al periodista que hasta 1931, no había tenido ningún interés en la política, dedicada como estaba a su arte. Pero en un viaje a los Dolomitas para dirigir y actuar en La luz azul, en la estación de tren de Berlín compró un ejemplar de Mi lucha para leer en el trayecto.

“El libro me hizo una tremenda impresión. Me convertí al nacionalsocialismo después de leer la primera página. Sentí que el hombre capaz de escribir un libro así, sin duda alguna estaría al frente de Alemania y me sentí feliz de que tal hombre hubiese llegado”.

De regreso a Berlín, acudió por primera vez en su vida a una concentración política para escuchar a Hitler, y las palabras del dirigente, dijo a Stephens, fueron “la más poderosa experiencia de mi vida”.

Decidida a conocer personalmente al Führer, no descansó hasta lograr una entrevista con él, misma que tuvo lugar el día anterior a su partida a Groenlandia para filmar S.O.S. Iceberg. En esa reunión hablaron de política, de Alemania y su futuro, de la sociedad aria y del mundo. Le emocionó que Hitler conociera sus películas.

Al regreso de Groenlandia se incorporó al círculo íntimo del estado mayor nazi, en donde la amistad y los “grandes ideales” de los dirigentes “la hicieron crecer”, según dijo a Stephens. Poco después, Hitler le pidió “con cuatro días de anticipación”, que hiciera una película del encuentro del partido en Núremberg en septiembre de 1933. La pieza se tituló Victoria de la fe y fue el mapa de ruta para la posterior El triunfo de la voluntad.

cine aleman
Fotografía: Jstor.

En mayo de 1935, Angus Quell publicó en el Royal Screen Pictorial su recuerdo de Leni a su arribo al aeropuerto de Croydon en el vuelo de Luft-Hansa (sic): “Una llamativa y enérgica mujer de pelo negro, ataviada en la sencilla pero vigorosa moda femenina de la Alemania nazi”.

Cuando la afamada estrella es entrevistada en la terminal, Quell reporta con abierta admiración que una poderosa fascinación por Hitler timbra en la voz de la mujer cuando se refiere al Führer:

“Para mi es el más grande hombre que haya vivido. Es realmente sin defectos, sencillo pero a la vez infuso de poder varonil. No desea nada, nada para sí mismo. Sabe que nunca verá la Alemania con la que sueña, pero está satisfecho con seguir bregando por su pueblo, sin desviarse, sin dar tregua a su misión. Es bello, es sabio. De él emana un resplandor. Todos los grandes alemanes, Frederick, Nietzsche, Bismarck… todos han tenido defectos. Los seguidores de Hitler no están sin mancha, pero sólo él es puro…”.

En reseñas del 26 y 27 de mayo, el Oxford Mail consignó el entusiasmo  con que fueron recibidas las pláticas de Riefenstahl sobre su experiencia como directora y actriz de películas de montaña. Y en entrevistas posteriores la cineasta confirmó que la industria cinematográfica alemana gozaba de importantes subsidios, pese a lo cual, “nuestro cine no es utilizado con propósitos de propaganda, a diferencia del soviético”. También comparó el cine inglés con el de su país. “Ambos intentan expresar la vida humana y ambos difieren del cine soviético en que no son vehículos de propaganda”.

Riefenstahl con soldados alemanes
Fotografía: Wikimedia.

El Daily Telegraph del 27 de mayo la citó expresando que el subsidio al cine alemán era una buena cosa puesto que permitía ofrecer a los auditorios buenas películas y no sólo éxitos de taquilla, además, negó terminantemente que las películas teutonas fueran sólo de tendencia propagandística: “El objeto primario del cine alemán es el mismo que en Inglaterra: el entretenimiento”. Tales declaraciones fueron refutadas ácidamente por The Star y To-day’s Cinema, que cabecearon sus informaciones con el título “Propaganda nazi”. El redactor de To-day’s Cinema escribió sarcásticamente que si las películas nazis no eran de propaganda, “¿por qué no las hacen entretenidas?” y se preguntó qué le pasaría a “Miss Riefenstahl ¡si intentara producir una película que no le gustara a Herr Goebbels!”

¿El que Leni Riefenstahl fuera una nazi militante y convencida le resta algo a su arte? No, al contrario: le da un marco de referencia necesario. Que desde 1945 y hasta el día de su muerte haya puesto distancia con su convicción fascista y negara su cercanía y fascinación por Hitler, habla de sus debilidades de carácter. Su obra permanece como un referente. Es interesante, por citar sólo un ejemplo, las escenas de Ben-Hur que calcan pasajes de El triunfo de la voluntad.

Como otros seres humanos en épocas de turbulencia y cambio político, Leni fue seducida por una poderosa personalidad y cerró los ojos a la realidad. Cuando su mundo se derrumbó no tuvo el valor, como sí fue el caso de Günter Grass, de confesar su debilidad.

Hoy ya sabemos quién fue y esto nos permitirá entender mejor su arte.

Juego de ojos.

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Clásicos en la Cineteca Nacional

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Clásico en Pantalla Grande; la cartelera de la Cineteca Nacional

Si eres amante del cine clásico y directores como Martin Scorsese, aime Humberto Hermosillo o Nicolas Wadimoff; la cartelera de la Cineteca Nacional del mes de febrero te enamorará.  

Taxi Driver – Martin Scorsese

Durante el mes de febrero, podrás disfrutar la selección especial del director, guionista, actor y productor Martin Scorsese, quien estrenó recientemente en Netflix ‘El Irlandés’, película nominada al Oscar en diferentes categorías. Aquí los títulos del director que podrás disfrutar durante los fines de semana de febrero.

New York, New York – 8 y 9 de febrero

El Último Rock – 15 y 16 de febrero

Toro Salvaje – 22 y 23 de febrero

El Rey de la Comedia – 29 de febrero y 1 de marzo

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Del 6 al 12 de febrero habrá un ciclo homenaje a la obra del cineasta mexicano Jaime Humberto Hermosillo, una de las primeras voces del cine LGBTTI en México y con una filmografía de casi cuarenta títulos.

Se podrá disfrutar de títulos del cineasta como: La pasión según Berenice(1976), Naufragio (1978), María de mi corazón (1979); así también como Doña Herlinda y su hijo (1985), La tarea (1990) yDe noche vienes, Esmeralda (1997).

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Québecine

Durante 5 años, Québecine, ha organizado un evento para promover el cine independiente quebequense: la muestra Quebecine MX, tendrá lugar durante 10 días, presentando una selección de 11 obras cinematográficas en presencia de algunos artistas invitados, para impulsar los intercambios culturales entre Quebec y México.  

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Para finalizar el mes, a partir del 27 de febrero se presenta por primera vez en México una retrospectiva dedicada al cineasta y productor suizo Nicolas Wadimoff, quien ha dirigido tanto películas de ficción como documentales, entre ellos el multipremiado ‘Clandestinos’ (1997). Nos mostrarán más de 7 largometrajes, incluyendo el más reciente, ‘El Apolo de Gaza’.

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Ahora ya lo saben, este mes tendrán motivos de sobra para ir al cine.

Lugar: Cineteca Nacional (Av. México Coyoacán 389, Col. Xoco)

Costo: $50 general (martes y miércoles precio especial $30)

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