Un paseo por el muralismo mexicano: los trazos rojos de Siqueiros y Rivera

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Lejos de sus convicciones políticas, personales y sus emocionantes vidas, Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros siempre fueron dos artistas comprometidos con el pueblo y con una sociedad mejor.

Ciudad de México (elsemanario.com).- Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros son dos de los máximos exponentes de la denominada segunda etapa del muralismo mexicano, en donde el contexto político nacional contribuyó a construir un discurso político e ideológico sobre los muros que retocaron estos dos artistas, imbuidos no sólo por la necesidad creadora sino por las ideas reflexivas de la época postrevolucionaria, comprometiendo al arte con la conciencia de la clase obrera y la campesina.

Rivera y Siqueiros forman parte del denominado grupo de Los tres grandes, junto a José Clemente Orozco, artistas que narrarían y representarían en sus obras al  México revolucionario y la lucha de clases y que, según Luz Elena Mainero Castillo, investigadora del Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana:

En sus obras, estos tres artistas buscaron glorificar los éxitos de la revolución y la historia precolonial de México. Se les veía como artistas que cumplían una función social, pues en un país donde se leía poco, jugaban un papel importante como educadores y como propagadores de ideas, y su arte era el vehículo perfecto para ello. Esto llevó a que se convirtiera en un arte patrocinado por el gobierno. Nunca antes un movimiento artístico había sido a la vez oficial y revolucionario”.

Siqueiros, nacido en Chihuahua, se inclinó a favor de un arte público que exaltaría la vida del pueblo mexicano. Con retoques expresionistas y surrealistas logró plasmar en los muros la lucha de los obreros por salir de la opresión. Uno de sus trabajos más destacables es el de La Marcha de la Humanidad, que encuadra el recinto cultural que lleva su nombre, el Poliforum Siqueiros en la ciudad de México. Siqueiros alzó la voz y los puños por una sociedad mejor para todos. Cabe destacar que la lucha revolucionaria de Siqueiros no sólo se plasma a través de su arte o su ideología: también luchó en las filas de la Revolución en nuestro país y en la de la Guerra Civil Española.

Por su parte, Rivera es considerado uno de los máximos exponentes de la plástica nacional. El oriundo de Guanajuato tuvo muchas influencias desde los inicios de este movimiento, e incluso antes, una destacada es la de José Guadalupe Posadas. Igual que Siqueiros, Rivera describió la vida social y política del México de la Revolución inacabada.

Hay que poner especial atención en la vida de estos dos muralistas mexicanos, pues su trabajo no queda inscripto únicamente en las valiosas obras que nos dejaron; van más allá de lo pictórico y representan el punto más fuerte del muralismo no sólo como movimiento artístico, sino en lo social y cultural.

Personajes de la talla de Frida Kahlo, Pablo Neruda, León Trotsky, Stalin y Karl Marx, entre otros, confluyen en el ambiente que habría hecho que al final, estos dos artistas por el movimiento aquí expuesto, también se separarán.

Y no es coincidencia; por aquel entonces el Partido Comunista Mexicano se identificó con los movimientos de vanguardia artísticos y culturales que se habían iniciado un poco antes de su fundación. Como bien explica Barry Carr en la izquierda mexicana a través del siglo XX, uno de sus aspectos más destacables  “fue su vinculación con el movimiento muralista”.

La URSS y sus disidencias trastocaron este movimiento. Siqueiros era rojo de hueso colorado mientras que Rivera solía cambiar sus posturas. De ahí que, con la llegada de Trotsky a México, los dos artistas se distanciaran tanto. Recordemos que Siqueiros fue uno de los que intentó acabar con la vida de Trotsky, justamente por las diferencias entre éste y la cabeza de la URSS, con el que Siqueiros coincidía. Es destacable que, aquella ocasión, David Alfaro Siqueiros fue acompañado por un chileno muy conocido, Pablo Neruda, quien fue destituido de su cargo como cónsul general en México por ayudar al artista mexicano en esta encomienda.

Ese aspecto de Siqueiros también queda encuadrado en un muro en la sede del Sindicato Mexicano de Electricistas: El Retrato de la Burguesía, que, a grandes rasgos, representa  las contradicciones de la guerra imperialista. Siqueiros había sido testigo del nacimiento de la Segunda Guerra Mundial, a su paso por España, por lo que es fácil entender la postura que el artista mexicano tomó ante el ascenso del fascismo y el nazismo.

Es también fácil entender el porqué del rompimiento y la enemistad con Rivera, pues aunque coincidían en algunos aspectos, extrapolaron a México la batalla que libraban Stalin y Trotsky. Aunque también es razonable decir, que, más adelante, Rivera rompería con Trotsky por otras razones. Sin embargo, la enemistad de los dos muralistas se siguió deteriorando. Algunas personas argumentan que esa enemistad fue más allá del terreno de lo artístico y lo político.

Es claro que se odiaban, pero las razones que todo mundo sabe están mal. No sólo fueron las inclinaciones políticas, es algo más profundo, podría ser por rivalidades amorosas o algún encuentro poco conocido por la historia, pero desgraciadamente no se sabe bien y probablemente nunca nos enteremos de la verdad entre Siqueiros y Rivera”.

Palabras de Raquel Tibol, hechas y fundamentadas después de hacer una recopilación de las memorias de Frida.

Tibol también atina a mencionar lo siguiente:

Ambos eran muy buenos, pero es obvio que al tener el mismo estilo pictórico y a la vez tener ideas tan radicales el uno con el otro, siempre iba a haber competencia (…) Los artistas cambian mucho su forma de pensar. Ven la vida de otra manera. Alguien que no está en el mismo medio jamás entenderá que había entre ellos. Lo único cierto es que su arte los unió y los pasó a la historia”.

Ahí la vida en el mural y la historia de dos de los grandes exponentes del muralismo mexicano.

Sin duda, Siqueiros y Rivera, lejos de sus convicciones políticas, personales y su emocionante vida, siempre fueron dos artistas comprometidos con el pueblo y con una sociedad mejor. Y ese, justamente, es parte invaluable de su legado, aportando a su historia inmediata, pero también, a la de nuestros días.

Por Alberto Cedeño.

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