“La mujer justa”: “Punto muerto”

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Este montaje tiene su éxito en la evolución de estilo de Enrique Singer y el trabajo actoral de todos los intérpretes.

Ciudad de México.- Para el Centro Cultural del Bosque, La mujer justa es uno de los acontecimientos teatrales más importantes del año; la venta anticipada de boletos, los llenos totales y lo atractivo de su elenco fueron algunas de las razones por las cuales el público se siente atraído por esta versión teatral de la novela de Sándor Márai.

La gente del gremio ve en Enrique Singer, director del montaje, un sello de garantía avalado por su trayectoria. La historia cuenta la vida de un hombre quien se relaciona amorosamente con dos mujeres; en diferentes momentos, en circunstancias contrastantes, la anécdota se adentra en la psique de este triángulo amoroso para retratar la fragilidad de nuestras relaciones y, sobre todo, la ineludible necesidad de ejercer poder sobre el “otro”.

Una esposa y la otra amante convertida en esposa, las mujeres son reflejo de las carencias de nuestro protagonista. La verdadera conexión surge mediante las frustraciones escondidas bajo la pasión que poco a poco empieza a ser insoportable. La esencia del texto de Márai nos deja con una reflexión casi existencialista al mirar el horror convertido en costumbre, silencios y dominación. Amar (¿?) se vuelve un punto muerto.

Para los tres personajes centrales, contestar a la pregunta de cómo llegaron a este espasmo emocional es imposible de responder aún cuando en algún momento tenían las decisiones claras y las intenciones contrarias. En ambas relaciones, la comunicación está rota y el desconocimiento personal se hace evidente con el paso de los años.

A nivel teatral, el montaje es alucinante por su capacidad de síntesis y resolución de transiciones con elementos mínimos. Singer pone toda la carne en el asadero para hacer de La mujer justa un ejercicio actoral sutil en la construcción de personaje y potente en la sensorialidad. Cada respiración, cada pausa, cada movimiento está hilvanado en una congruencia sobresaliente.

El trabajo de iluminación es uno de los más sobresalientes de los últimos dos años. Aplaudo a Víctor Zapatero, encargado de hacer la escenografía y de iluminar, quien logra atmósferas difícilmente inolvidables en la cabeza del espectador. Lo más emocionante de la plástica radica en que todos los actores parecen espectros que deambulan en un espacio interior sombrío, así como los personajes abandonados a una suerte caprichosa y sin posibilidad de encontrar otro camino mejor.

Verónica Langer, quien interpreta a la primera esposa, da una cátedra de actuación. Su mayor logro es sacar a la luz del escenario las verdaderas motivaciones de un personaje subrepticio sin caer en lugares comunes. Juan Carlos Colombo, como el protagonista, es encantador. Su ritmo y el manejo de matices es resultado de una cocina actoral a fuego lento.

La participación de Tina French y Héctor Holten tiene brillantez en los momentos de humor involuntario. Me declaro un admirador absoluto de Marina de Tavira, quien hace la segunda esposa, porque logra conectar con el público de manera irremediable. Por primera vez se conjuntó su experiencia y el personaje adecuado para hacer valer una técnica sofisticada. Cuando vean la obra, no se olviden de un momento donde ella está sola en el escenario y habla sobre su matrimonio: es uno de los momentos más estremecedores y mejor logrados que he visto.

La mujer justa tiene una fuerte debilidad en el texto. Por momentos resulta muy narrativo y empantana la acción dramática. El proyecto nace de una novela, sin embargo, la versión teatral cae en muchos momentos que merecen la pena ser vistos que narrados. La dirección de Singer y el grupo de actores desvanecen un poco estas inconsistencias.

Al final del día, este montaje tiene su éxito en la evolución de estilo de Enrique Singer y el trabajo actoral de todos los intérpretes. El espíritu del texto de Márai logra ser representado en el escenario; el público, al salir de la función, será empático con este laberinto de emociones que no tiene salida y donde todos nos hemos perdido alguna vez.

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“La mujer justa”

De: Sándor Márai

Versión teatral: Hugo Urquijo y Graciela Dafau

Dirección: Enrique Singer

Sala Xavier Villaurrutia (Centro Cultural del Bosque. Paseo de la Reforma y Campo Marte s/n Metro Auditorio)

Hasta el 1 de junio

Jueves y viernes 20:00 hrs., sábados 19:00 hrs., domingos 18:00 hrs.

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