“Godspell”: “Las cosas invisibles”

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El espectáculo es lúdico, con aires de una inocencia infantil, emocionante. Es un ejercicio escénico donde todo es reconocible porque el actor se desdobla del personaje.

 

Esta columna la escribo unos cuantos minutos después de salir del recién inaugurado Teatro Milán (Foro Lucerna) donde vi una función de “Godspell”. No podía aguantarme las ganas de escribir porque este montaje, la nueva versión del musical de los setenta, movió mucho en mí, tanto en el pensamiento como en el corazón.

Nunca pensé que saliera tan conmocionado de un musical; mi gusto por el género ha disminuido con los años. Por ejercicio profesional, soy capaz de asumir la estructura y las características propias de un espectáculo de tal naturaleza; pero a nivel gusto, en las decisiones del tuétano, ya no gozo tanto. Frente a la pantalla de la computadora, escribo estas palabras para ordenar la exaltación y hacerme entender en la medida de lo posible. “Godspell” es una obra compuesta por John-Michael Tebelak y Stephen Schwartz (el mismo creador del ahora tan bien repuntado “Wicked”) a manera de proyecto experimental para representar las parábolas del Evangelio según San Mateo y los momentos más representativos de la vida de Jesús antes de su muerte.

La estructura, las canciones y el tratamiento de la obra creía que eran de nicho. Al ser su lenguaje superado por diversos musicales, nunca me imaginé una fuerte conexión de la historia con las audiencias actuales. Pero al estar en la butaca, frente a esta interpretación del musical, empaticé con cada momento. Todas las canciones me hacían vibrar. Y así, tan emocionado como estaba, el público vivía esa función.

En el intermedio yo me preguntaba: ¿Qué nos acerca a “Godspell” como para contagiarnos de su espíritu? En el lobby, veía a la gente particularmente interesada. La atención no era superficial; no era por algún actor en particular, las entrañables canciones o la parafernalia de la producción. La conexión era más que la suma de las partes: el mensaje último estaba en nosotros y hacía movernos.

Y las respuestas de mis dudas que se iban multiplicando las encontré en Lorena Maza. La mujer es el verdadero cerebro detrás de todo el montaje. Esta extraordinaria directora le inyectó vida a un espectáculo anacrónico. A quince minutos de finalizar la función, entendí qué había hecho para lograrlo: no dirigió Godspell como se dirigiría convencionalmente un musical, sino como un ejercicio escénico donde importan el ritmo, la energía y la empatía con el público.

El lenguaje del musical es el resultado final de un proceso complejo de análisis e interpretación. Lorena Maza agarró el toro por el cuernos y lo primero que hizo fue responder el para qué hacer “Godspell” en el 2014, en México. Se nota una preocupación por saber qué le diría a la gente. Le dio vuelta a las expectativas de los fans de la obra y la enmarcó en un ambiente mucho más reconocible.

Maza hace de los evangelios y la vida de Jesús el pretexto para tocar la espiritualidad en nuestros días. Vuelve pagana la anécdota para hablarle a la gente de tú a tú. Stephen Shwartz pone pistas en la estructura y las canciones de que el “espíritu” es el tema de la obra, pero hablar de él desde nuestra circunstancia y no las del autor pone al montaje en otra dimensión y vuelve el trabajo del Director mucho más valioso.

La mayoría de los musicales, debido a la industria y los dineros que se mueven en ese medio, se han convertido en una franquicia. Es como poner un McDonald´s: el producto debe ser el mismo aquí o en China. En este caso, hay una enorme libertad para reinterpretar los hechos y hacer algo diferente. Maza es valiente al llevar la dirección al terreno de la espiritualidad en una sociedad como la nuestra donde hablar del tema es tabú o, peor aún, una moda.

 

El lenguaje del musical es el resultado final de un proceso complejo de análisis e interpretación.

 

El espectáculo es lúdico, con aires de una inocencia infantil, emocionante. Es un ejercicio escénico donde todo es reconocible porque el actor se desdobla del personaje. Cuando la base está sólida, toda la estructura se sostiene y cobra sentido para el espectador. Maza también lleva a los actores a arriesgarse, a dejar un margen para la improvisación y escuchar al público, dejarse tocar por el que está sentado.

Creo que, más allá de este enorme acierto escénico, en todo el equipo de “Godspell” se refleja un profundo amor al teatro. Y con este comentario no quiero sonar pretencioso; en el teatro existen cosas que pasan pero no se pueden explicar. Vibraciones sin un equivalente con la palabra. Hay algo incendiándose pero nadie lo puede verbalizar.

Al final de la obra, sentí el amor de quienes participan en “Godspell” y cómo la gente se lo agradecía con un cálido aplauso de pie. Las demás producciones que yo he visto en mi vida tal vez se hicieron con el mismo amor pero a veces los elementos caen en el lugar y la circunstancia correctos para generar una fuerza bestial.

Y todo esto se enmarca con la inauguración del Teatro Milán (Foro Lucerna). Invertir dinero, esfuerzo y parte de una vida para abrir un teatro sólo habla de un profundo amor a la escena, a su misticismo y conexión. El hecho supera la practicidad de los negocios y los intereses comerciales. Para Mariana Garza y Pablo Perroni, dueños del Milán, mi más profunda admiración y solidaridad por aventurarse en este proyecto.

No voy a decir qué se dice de la espiritualidad en “Godspell” porque ése es el gancho para ir a comprar un boleto. Por favor, se los suplico, vayan al Teatro Milán (Foro Lucerna) a descubrir esto con sus ojos y oídos. Escribo esta reseña y aún sigo conmovido; seguro no dejaré de pensar en la obra en varias semanas y seguro compraré un boleto para volverla a ver. Lo que me llevo, más allá de  lo  ofrecido por un musical, estará en mis sentidos toda mi vida. Y esa fuerza invisible del espectáculo renovó cada pensamiento y sentimiento en mí.

 

“Godspell”

De: Stephen Shwartz y John-Michael Tebelak

Dirección Lorena Maza

Teatro Milán (Calle Lucerna 64, esquina calle Milán, colonia Juárez)

Viernes 19:00 y 21:30 hrs., sábados 18:00 y 20:30 hrs., domingos 17:00 y 19:30 hrs.

 

 

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