La economía de los medios de comunicación: media economics

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Con la generalización del uso de las tecnologías de la información y la comunicación (TICs) se ha desarrollado fuertemente la media economics (economía de los medios de comunicación). Al mismo tiempo, la regulación de los servicios que integran el mercado de la información y comunicación ha ganado importancia, especialmente la electrónica. En este contexto, el estudio del impacto social y económico de los medios ha comenzado a recibir especial atención por los economistas.

Matthew Gentzkow, un profesor de economía de la Booth School of Business, de la Universidad de Chicago, recibió recientemente la John Bates Clark Medal por la American Economic Association. Esta distinción, que se otorga a personas de menos de 40 años, es considerada como la segunda más importante después del premio Nobel en Economía. Entre otros economistas que han recibido la medalla sobresalen Milton Friedman y Paul Krugman, premios Nobel de economía, Lawrence H. Summers, Secretario del Tesoro con el Presidente Bill Clinton, y Martin S. Feldstein, asesor económico del Presidente Ronald Reagan.

Gentzkow ha hecho un análisis innovador sobre la parcialidad de la prensa y el impacto de la “media” en la sociedad. Con el uso de los métodos económicos, Gentzkow ha realizado una profunda investigación de datos sobre qué “determina el sesgo ideológico en los periódicos y como la Internet está redefiniendo el tradicional escenario de la media” (NELSON D. SCHWARTZ, The NYT, April 17, 2014). También ha estudiado el impacto social sobre los estudiantes de la introducción de la televisión y como los “consumidores” de medios al cambiarse a la televisión finalmente redujeron su participación electoral como votantes.

En palabras del galardonado, sus estudios combinan la “economía, con los aspectos políticos y sociales”, por lo que “una serie de cuestiones pueden ser respondidas usando métodos económicos”, al permitir analizar rápidamente la gran cantidad de datos que ha generado el advenimiento del Internet. Así, el análisis que realiza hubiera sido imposible hace 20 años. Además que, entonces, era un campo poco atendido por la economía.

Gentzkow, quien se califica políticamente como de centro, ha dicho que “La Universidad de Chicago cree muy fuertemente en un pensamiento claro y en seguir los datos a cualquier lugar que lleven. La gente aquí tiene baja tolerancia por lo superficial de las ideas liberales simplistas y por lo estrecho de las ideas simplistas conservadoras”. De acuerdo a la American Economic Association, Gentzkow “ha emergido como un líder en una nueva generación de microeconomistas aplicando métodos económicos para analizar cuestiones que fueron históricamente analizadas por no-economistas”.

Esta observación tiene una doble importancia desde el punto de vista de la ciencia económica. La primera es que se ha abierto un campo a la economía que había sido ajeno a las preocupaciones intelectuales y prácticas de sus profesionales e investigadores. En segundo lugar, después de tanta tinta desperdiciada y esfuerzo intelectual controvertido puesto en la macroeconomía en los últimos años, se aborda una esfera social concreta y próxima a las preocupaciones casi cotidianas del ciudadano y del “cuarto poder”, como algunos calificaron en su momento a la prensa. Hoy extensivo a la TICs, incluido la Internet. Por lo que sin duda veremos en los próximos años una generación creciente de investigaciones en la materia.

La investigación de Gentzkow y Jesse M. Shapiro en 2008 arrojó que ver televisión por los infantes de preescolar no dañó sus “escores” durante la adolescencia. Sin embrago, encontraron un pequeño beneficio en los estudiantes en cuyos hogares el inglés no era la lengua principal o que sus madres tenía una educación inferior a la secundaría. Estos resultados no confirman la visión convencional del daño educativo que genera la televisión sobre los menores de edad. En especial no arrojan luz sobre la identificación que el filósofo Karl Popper hizo sobre la televisión al calificarla como la “ladrona del tiempo-sirvienta desleal, por su inducción a la violencia y la pérdida de tiempo por parte de los infantes.

Por otra parte, Gentzkow y Shapiro encontraron en sus trabajos que los periódicos mayormente se inclinan ideológicamente hacia lo que sus lectores quieren leer, más que por las preferencias de los dueños. Esta conclusión confirma el vínculo ideológico entre el contenido del medio de comunicación y el receptor, que en la práctica ha guiado tradicionalmente el negocio de los periódicos y ahora está presente en otros medios, particularmente de fuerte influencia en los noticieros y secciones de noticias. En el mismo sentido, ello es una ratificación parcial de la expresión icónica de los 1970´s del filósofo canadiense Marshall McLuhan, de que el “medio es el mensaje”.

Desde el punto de vista económico, ello asume que el medio responde a la demanda, por lo que el consumidor de la prensa no parece ser un ente pasivo frente al contenido de noticias e información. Situación que parte del supuesto de la existencia de un mercado competitivo y atomizado de la prensa, sin el que el lector no se esperaría fuera manipulado. Con lo que la concentración de la propiedad y la injerencia del control de su contenido por un tercer “player” no serían factibles. Situación que legalmente no parece imposible en Estados Unidos (USA), pero que se puede ser irreal en ciertas circunstancias de economías monopolizadas y estados poco democráticos.

Gentzkow y Shapiro [Econometrica, Vol. 78, No. 1 (January, 2010), 35–71] han señalado que la regulación del gobierno norteamericano sobre la propiedad de los medios de noticias está construido sobre dos proposiciones. La primera es que el contenido de las noticias tiene un poderoso impacto sobre la política, con un contenido ideológicamente diverso, esperándose produzca un resultado socialmente deseable. Por lo que, de acuerdo a la Suprema Corte de Justicia, “Uno de los más vitales de todos los intereses generales (es) la diseminación de la noticias desde muchas fuentes diferentes, y con muchas diferentes facetas y colores como sea posible. Ese interés presupone que las conclusiones correctas sean más probablemente obtenidas de una multitud de lenguas, que a través de cualquier tipo de selección autoritaria”. Aserto que vincula indisolublemente el interés general con el rechazo al control autoritario de los contenidos de los medios.

La segunda proposición es que mercados no regulados tenderán a producir muy poca diversidad ideológica. De esta forma, el reporte de una muy influyente Comisión (Hutchins Commission report, 1947) identificó que la consolidación de la propiedad del mercado de periódicos como un obstáculo mayor para el surgimiento de la verdad en la prensa. De esta manera, la Comisión Federal de Comunicaciones (The Federal Communications Commission) “ha buscado, por lo tanto, diseminar la propiedad de los canales de los medios entre múltiples firmas para diversificar los puntos de vista disponibles para el público”. El andamiaje regulatorio de los medios en Estados Unidos para proteger el interés general nacional y el acceso a una información ideológica plural, no sólo ha limitado la concentración de los medios, sino inclusive a limitar la propiedad extranjera.

En la visión de Gentzkow, dado que la regulación de los medios en USA no puede anular las preferencias manifiestas del consumidor, los medios terminan reflejando su sesgo ideológico sobre una misma noticia o información (Media Bias and Reputation, Matthew Gentzkow and Jesse M. Shapiro, Journal of Political Economy, 2006, vol. 114, no. 2, 2006). Lo que termina por crearle a los medios una reputación directamente funcional a la inclinación ideológica que implícitamente surge del mercado que atiende. El autor enfatizó este análisis a raíz de las noticias de la guerra de Irak, evidenciando el sesgo ideológico de “derecha” e “izquierda” del medio, de acuerdo a una misma noticia.

Los análisis de Gentzkow resultan relevantes en las condiciones actuales de la propiedad de los medios de comunicación en México y a la luz de la reforma federal de las telecomunicaciones en marcha. En el primer caso, es evidente que la televisión, abierta y de paga, se encuentra ampliamente concentrada, al extremo de ser identificada como un mercado oligopólico, tanto de carácter nacional como regional o estatal. Esto hace que la mayoría de los canales de difusión de las noticias estén políticamente inclinados hacia determinada ideología, evitando su diversidad en puntos de vista y sin responder a las preferencias de las audiencias. También ello implica un riesgo político de fuerza ideológica, contra los poderes instituidos.

La visión de la reforma de las telecomunicaciones es francamente economicista, sin considerar que los medios de comunicación no son un fin en sí y que, por lo tanto, la naturaleza y estructura de su mercado es especial, por sus implicaciones sociales y políticas. El mercado de los medios electrónicos en si es especial porque se constituye a partir de concesiones públicas, para la realización de negocios privados. Por lo que el interés general debería prevalecer sobre el interés particular o privado.

Por el carácter de concesión pública y el interés público involucrado, la naturaleza del “ente regulado” va más allá de las consideraciones económicas convencionales de los mercados, de su estructura del contenido y de los servicios que provee. Aspectos que no quedan claros en la naturaleza de la regulación y el rol del estado de la protección del interés general. Lo esencialmente contradictorio es que la reforma de las telecomunicaciones parece terminar consolidando legalmente la concentración de la propiedad, sin cuidar el interés general y afectando a los consumidores en su acceso a contenidos más diversos de información.

Esperemos que los déficits de atención del interés general de la reforma de las telecomunicaciones sean atendidos pertinentemente con las leyes secundarias que se derivan de la Reforma Constitucional correspondiente. Algunos aún podrán confiar en que nuestros legisladores tendrán presente que en política el interés privado termina siempre haciéndose del conocimiento público, máxime el cuestionamiento de la reputación de los medios de comunicación dominantes en México.

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