De paseo por el muralismo mexicano

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El muralismo mexicano enarbola una sed de expresión y representación sobre la cotidianidad postrevolucionaria de los mexicanos; posteriormente, realzará un discurso ideológico consecuente con las políticas nacionales e internacionales en donde ideas y cosmovisión se amalgaman para mostrar, quizás, su punto más fértil.

Ciudad de México (elsemanario.com).- El muralismo mexicano es, sin lugar a dudas, uno de los movimientos artísticos y políticos más fructíferos de la historia nacional. El movimiento muralista en nuestro país surge a raíz de la Revolución Mexicana y camina en paralelo a la transformación que pretendía el país desde 1910.

Plasmar la realidad nacional, desde la visión de cada uno de sus exponentes, no sólo quedó grabado en muchos de  los muros de los edificios institucionales; el movimiento muralista también supone uno de los principales movimientos sociales póstumos a la Revolución; es un movimiento político de resistencia, que remarca la identidad de las raíces y por supuesto, presenta la lucha de clases aún predominante en el México de esos días.

Aunque los primeros destellos se dan desde 1910, no es hasta 1921 cuando inicia formalmente este movimiento, impulsado por José Vasconcelos que en ese entonces se posicionaba como Secretario Nacional de Educación Pública.

Es así que, el presidente Álvaro Obregón encomienda la tarea de pintar algunos murales en las paredes de Escuela Nacional Preparatoria y la Secretaría Nacional. Gracias a eso, los muralistas reunidos en torno a este movimiento consiguen prestigio en el país.

El muralismo nacional tuvo un periodo de auge entre 1921 y 1954, dividiéndose en tres etapas:

La primera se enmarca con el gobierno de Obregón y el proyecto cultural y educativo que impulsó Vasconcelos. Esta etapa cobijó el tema de la naturaleza y la ciencia.

La segunda etapa, y quizá la más famosa, se da entre 1934 y 1940. El contexto político nacional tiene mucho que ver con esto; en ese entonces, el muralismo se hizo reflexivo. Los propios artistas debatieron sobre el camino que debía seguir el movimiento. Resultado de eso, se funda la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios y, de forma paralela, el Taller de la Gráfica Popular, en donde el objetivo primordial fue  mantener el muralismo a la vez que el arte se comprometía con las clase obrera y la campesina.

Las decisiones al interior que tuvo el entonces presidente, Lázaro Cárdenas del Río y la clara oposición al fascismo, fueron puntos de quiebre que ayudaron a construir el discurso que después se plasmaría en los muros de la Escuela Nacional Preparatoria, la Secretaría de Educación Pública y el Palacio Nacional. Así, la Revolución Mexicana a los ojos de los exponentes de la época, se convirtió en un símbolo de cambio internacional; es decir, se la reapropiaron (pues no la vivieron) y apoyados por el contexto internacional concibieron un movimiento revolucionario que, no sólo tenía que ver con los fusiles y la sangre dentro del territorio nacional, sino con una revolución mundial.

El discurso nacionalista y revolucionario, representa esta segunda etapa. Carlos Monsiváis mencionaría que el muralismo configuró la imagen de un país unido al mismo tiempo que se difundían los ideales del México postrevolucionario, siendo este también el momento más prolífico del muralismo.

Finalmente, una tercer etapa llega cuando los murales dejan de representar aspectos importante de la lucha revolucionaria, pasando ésta a un segundo término y dando énfasis a los intereses de cada artista; aunque no por ello dejaron de aparecer en sus obras el compromiso social o político.

El muralismo, como movimiento artístico, social, político y cultural nos deja grandes obras y maneras de ver el mundo, que, a la fecha, no son muy distantes de las captadas por los ojos y las manos de aquellos artistas que siguen siendo parteaguas para nuevas generaciones; justamente por el mensaje que dejaron, pero también por la manera en que se han instalado en el imaginario colectivo de una sociedad que sigue reconociéndose en cada una de sus obras.

Hasta aquí la primer entrega de este apasionante tema. El día de mañana, EL SEMANARIO se enfocará en la vida de dos destacados personajes de este movimiento: Rufino Tamayo y Gerardo Murillo Cornado, mejor conocido como Dr. Atl.

Por Alberto Cedeño.

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