Otro tipo de autorretrato

Lectura: 3 minutos

“Parfois vous n’avez pas une bonne idée

Et vous vous sentez comme un âne”

El de los burros es un lugar común. Es algo que la gente dice. Para comprobar si es cierto que los burros no son muy listos, creo, habría que hacer un estudio. Quizá ya lo han hecho. Pero no nos metamos en ello: por ahora basta con empezar diciendo que en varios idiomas la gente se ha puesto de acuerdo para afirmar que llamarle a alguien burro es una forma eufemística de llamarle idiota.

Yo no tenía ninguna buena idea. Hay días que son así. Muchas más veces de las que uno quisiera. Y es satisfactorio – mal de muchos, consuelo de asnos – comprobar que en un tan horrible trance un pobre cualquiera puede sentirse acompañado de gente considerada menos bestia.

Je me sentais comme un âne, así que pensé en los asnos (asno que me sentía, carente estaba de imaginación). La verdad, me dije, son bichos bastante simpáticos.

El primer burro que conocí fue uno que me regaló una tía mía que era monja y que vivía en un pueblo que tenía el curioso nombre de Viudas de Oriente. El burro era pinto. Y era muy bonito, supongo que porque todavía era joven. Un día me dio una patada en la entrepierna que me dolió un montón, así que decidí que ya no lo quería. No sé qué pasaría con él. Me imagino que mi padre lo condenó a lo que se condena a los burros en la tradición, especialmente a los que les da por patearles los genitales a los niños: trabajos forzados.

Real de Catorce, hace algunos años. Hay una manada de burros allá en esa cañada. Ramón mi amigo, que es gachupín, queda visiblemente maravillado de ver tantos. Yo no siento ninguna emoción. Le explico que en México hay hasta repetidos. Él me cuenta que en España están en extinción. Yo no digo nada, pero me queda claro que está hablando de manera hiperbólica.

Los catalanes le han puesto un burro a su bandera. Sin embargo son conocidos por hábiles y por buenos para los números. Quizá demasiado cuidadosos con los números. Los burros no saben sumar.

Fue presa de esta monotonía mental – y presa del sinquehacer, por qué negarlo – que me puse a buscar en el Internet fotografías de burros. La hipervinculación cibernética termina llevándolo a uno a cualquier parte. Un cibernauta puede empezar buscando: “alimento para perros” y terminar viendo pornografía. O puede uno iniciar en el diccionario de la Real Academia buscando el significado de la palabra “indeleble”, y acabar en el sitio promocional de un ingeniero especializado en arreglar tostadoras, licuadoras y videocaseteras. A mí la hipervinculación no me llevó tan lejos. Busqué fotos de burros, y di con una foto del burro de Maurizio Cattelan.

Maurizio Cattelan. Warning! Enter at your own risk. Do not touch. Do not feed. No smoking. No photographs. No dogs. Thank you
Maurizio Cattelan. Warning! Enter at your own risk. Do not touch. Do not feed. No smoking. No photographs. No dogs. Thank you

El burro de Cattelan, en la imagen de Internet, aparece comiendo un poco de pastura acomodada convenientemente en el piso de una sala blanca que está alumbrada con un gran candil de cristal. Me entero de que Cattelan ha sido invitado a la quinta edición de Frieze en Nueva York (que se llevará a cabo entre el cinco y ocho de mayo próximos) junto con su burro. Yo quise saber menos sobre Frieze y un poco más sobre el burro.

La historia tiene que ver con la primera exposición individual de Cattelan en Nueva York: la idea de poner a un burro – vivo, claro – en una sala blanca. ¿Por qué? Cattelan explica con elocuencia que se trata de un autorretrato (aunque no lo dice de esta forma tan burda): “Mi primera idea era muy cara, la segunda era muy difícil de llevar a cabo, así que me vi a mí mismo como un burro”. Un autorretrato, pues. Muy bien por una muestra más de la famosa capacidad de auto-mofa del italiano.  Y la verdad ihabía ido por ahí: en aquella primera ocasión neoyorquina sus dos primeros proyectos habían sido rechazados.

Hay veces que uno se siente como un asno. Y en esas ocasiones hay que saber tener paciencia y resignarse, sin tomarse la inmensidad de las orejas demasiado en serio. Capaz que yendo por ahí termina uno produciendo una idea genial, o logrando provocar la atención de los niños a quienes les gusta acariciar a los burros pardos que comen pastura en las ferias de arte contemporáneo.

0 0 votos
Calificación del artículo
Subscribir
Notificar a
guest
0 Comentarios
Comentarios en línea
Ver todos los comentarios
0
Danos tu opinión.x