Cocodrilos falsos y lágrimas de verdad

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Según algunos expertos, llegará un momento – quizá ya haya llegado . en que será imposible, literalmente imposible, distinguir una copia de un original.  Quién sabe si la Mona Lisa que está en el Louvre sea la que pintó Leonardo.  Los paranoicos podremos dudar.  Por desocupados y por paranoicos.  Los que creen en la confusión que se viene (la confusión de originales con copias, gracias al avance de la técnica) sostienen que al final no importará.  ¿Cuál es la galleta María original? – se pregunta Ana Navas.  ¿Cuál es el cocodrilo de verdad, me pregunto yo, si la camisa que pudiera ser sospechosa es tan poco sospechosa como la que no debiera serlo?

 

La artista Ana Navas hace una reflexión sobre los procesos de copiado dentro y fuera del ámbito estético.  A la muestra (expuesta actualmente en la galería Nixon de la Colonia Roma) le puso un título que no por largo deja de ser atractivo: “Un cocodrilo falso puede hacerte llorar lágrimas reales”.  Le preguntaron que de dónde había sacado aquello.  De un anuncio de una campaña anti-piratería que vio en algún aeropuerto, dijo.   Y cualquiera que sepa (no era mi caso sino hasta hace unos momentos) que los cocodrilos lloran para humectarse los ojos, apreciará la genialidad contenida en la frase.

 

Cocodrilos falsos 2

 

Pero, sorprendentemente, no es que Ana Navas condene el universo de la piratería.  Su análisis es uno que va por otro lado.  Lo que a ella le interesa cuestionar es el concepto de creatividad.  Tanto ella como nosotros sabemos que la piratería tiene una razón de ser.

 

Lo que Ana Navas se cuestiona es el concepto de creatividad.  La noción de que alguien se constituya en propietario de una idea, que tenga derecho a capitalizarla y que luego algún vivales venga y copie aquello sin mayor empacho porque hay un mercado para una operación semejante.

 

¿Sería el kitsch según lo definió Eco, en el arte, o que la piratería es en las mercancías?  Para Eco, al origen de lo kitsch se encontraban los sketches que los turistas de medio pelo pedían para tener una copia de algo a lo que económicamente les era imposible tener acceso.  En el tema de la piratería quizá se trate de lo mismo.  También debe haber gente que compre una camisa Lacoste chafa porque al cabo se ve igual, por más dinero que tenga para adquirir la buena.  ¿Para qué gastar en eso?

 

Lo que interesa a Ana Navas es “la genealogía de los objetos”, “los procesos de copiado, traducción y asimilación”.  La piratería obedece a una necesidad social.  Algo parecido al onanismo practicado por el personaje aquel de una película cuyo nombre olvidé.  Un hombre maduro pero onanista debutante que descubrió que podía, en su baño, acostarse con Kate Moss.  Todo estaba en la cabeza.  Y al final era – casi – la misma experiencia.

 

“Un cocodrilo falso puede hacerte llorar lágrimas reales”  ¿Quiénes lloran?  ¿Los accionistas de la empresa que produce las camisas originales?  La campaña a la que alude Ana Navas era, por supuesto, una campaña (ilusa) destinada a detener el consumo de mercancía pirata. ¿Llorarán los creadores de la idea, los vulnerados, aquellos que han sido “despojados” de su creación?  ¿Llorará aquel que pueda ponerse una copia casi perfecta de Lacoste porque nunca podrá ir a jugar al tenis en el Country Club?

 

El asunto moral de la piratería: el robo de una.  El derecho – discutible – de cualquiera a utilizar una idea transformándola.  La acción – ¿condenable? – de quien con la idea no hace más que una reproducción.  Porque hay una necesidad social.  Porque sí hay caminos fáciles.  Qué complicado es tomar una postura.  Sobre todo si se escribe desde una MacBook Pro china comprada en un barrio bravo de la Ciudad de México…

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