¿Recuerdas a aquel fotógrafo quien, en compañía de unos bailarines, tomaron la Ciudad de México como estudio de fotografía y escenario?
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Pablo A. Tonatiuh, el fotógrafo que nos conquistó con sus bailarines en primer plano, y como escenario, las calles de la Ciudad de México, lo hizo de nuevo.
La selva del asfalto, de nueva cuenta, se convirtió un lugar de expresión, para el baile y la fotografía.
Esta enorme ciudad no sólo es un gran monstruo, es un espacio de expresión, un espacio para descubrir el encanto que sobrevive pese a todo.
Con la ayuda de la bailarina Rebeca Portillo, este fotógrafo retrata justo eso, la verdadera esencia, fuera de la polución, de la delincuencia, de todo.
Esta vez, el espacio conquistado es el Monumento a la Revolución, justo ahí en donde los pequeños y los no tanto, disfrutan de mojarse con aquellas fuentes que emanan energía y agua desde el centro de la tierra.
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