La agonía y el éxtasis

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A punto de regresar a la ciudad de México para continuar con la rutina del día con día, no me privo de comentar con ustedes dos corridas que con gran detalle,  leerán en las crónicas correspondientes, la primera la de la agonía me refiero a la tarde del 31 de mayo de 2016 y la segunda la del éxtasis me refiero a la del 1 de junio, la primera fue parte de la Feria de San Isidro en Madrid, la segunda la Corrida de la Beneficencia.

En la de la agonía me refiero a la lidia de toros Saltillo que como muchos sabemos fueron el pie de simiente español que en 1905 llegó a Piedras Negras, como bien me aclara Carlos Hernández González y posteriormente en 1908 importó a México Don Antonio Llaguno.

Comento que, al finalizar la corrida me encontré en la salida de la plaza al gran taurino Carlos Abella y coincidimos que el comportamiento era propio de los astados de aquella época.

Sánchez Vara, Alberto Aguilar y José Carlos Venegas sudaron el traje ante astados que se quedaban cortos, que embestían arrollando, que tenían genio en el comportamiento y algunos parecían con defectos visuales, algunos en la plaza insinuaron que tal vez estuvieran toreados, el cuarto en particular, posibilitando que Sánchez Vara en lugar de tragar, se hubiera ido por el mitin negándose a torearlo, pero ni se le ocurrió ejecutó una estocada con gran habilidad, ante un toro al que le colocaron banderillas negras por su mansedumbre agresiva.

Reflexioné lo mucho que los Llaguno y los demás ganaderos mexicanos, trabajaron para acuñar al toro mexicano, pues si en 1908 eran como los que vimos en el ruedo de Las Ventas, menudo trabajo tuvieron que hacer para mitigar las asperezas y la mansedumbre de la que fuimos testigos el 31 de mayo.

El genio por cierto cubrió la pobreza de trapío de algunos saltillos que no fueron protestados por la llamada cátedra por qué salió uno malo y el siguiente peor, con todo, vivimos una tarde de interés para quienes creemos que en la variedad de los comportamientos se esconde la Caja de Pandora del toreo y ahí la dejo.

La de éxtasis llego al día siguiente 1 de junio en la Corrida de Beneficencia, pues de entrada desde 1991 cuando lo hicieran César Rincón y Ortega Cano, no habían salido dos toreros a hombros como se fueron Manzanares y López Simón, para después ir a saludar al rey emérito de España, Juan Carlos que desde el palco real presidió la corrida.

La faena del quinto de nombre Dalia un toro de grandes cualidades en du fenotipo y en su comportamiento toreado con primor en el capote y luego con la muleta por un inspirado José María que culminó con una estocada a un tiempo esto es arrancando él y el magnífico toro , al unísono.

Me detendré en las verónicas de Manzanares que fueron derroche de arte eterno, de guardarlas en la memoria para acudir a ellas cada que queramos recordar un momento bello de una gran faena y la media para rematar de pintura.

López Simón antes había encendido la mecha en el tercero al que toreo con más arrojo que belleza y en el que el presidente de la corrida, le concedió dos trofeos que fueron protestados, luego se pegó un arrimón en el sexto y ya no hubo concesión de trofeos por lo que la salida en hombros al lado de Manzanares fue el cierre de una corrida de las que pasarán a la historia de la plaza.

Así es el toreo, agonía, éxtasis, por eso es que cada vez que acudimos a una plaza lo hacemos buscando el milagro del arte efímero, el instante a recordar en la memoria aquello que nos mantiene viva la flama de la afición.

Saludos desde Madrid por allá en México, Dios Mediante, nos vemos.

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