De vuelta a clases

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#VueltaAClases

Esta semana se reinició, en el país, el ciclo escolar 2017-2018. En mi caso, tres hijos, tres diferentes escuelas y tres nuevas aventuras. Poco práctico tener a los hijos en diferentes escuelas, sobre todo en la Ciudad de México; desde una escuela bicultural, laica y liberal, hasta una escuela religiosa no mixta, pasando por un colegio Montessori. ¿Quién en su sano juicio haría esa locura?

La realidad es que nosotros decidimos educar a los hijos en una escuela que le funcione a cada uno por cómo es, de tal forma que cada uno desarrolle sus potenciales, crezca de forma independiente y platique sus aventuras a los demás hermanos. Creímos que, si las huellas dactilares de la misma mano son todas distintas, los hijos también son todos distintos y lo que le sirve a uno puede afectar gravemente al otro.

¿Cuántas veces vemos que en una familia uno de los hijos sale descarriado? Siempre el comentario es el mismo: “pero si los educaron a todos igual, a todos les dieron lo mismo”. Precisamente ahí es donde radica el problema. Cada hijo es distinto y se le debe educar distinto. Es normal que uno, como padre, comulgue con cierta ideología, sistema de valores, reglas, etc., y en principio, a los hijos se les busca una escuela parecida a ese sistema para que ahí se eduquen. Si funciona con el primero, se manda ahí al segundo y así sucesivamente. El problema es que a veces, aunque no funcione ni el primero, ahí se mandan a todos. Eso sucede constantemente, ya sea por terquedad o por comodidad.

Este artículo invita a reflexionar sobre la elección escolar con base en reconocer a los hijos como individuos, únicos, irrepetibles y diferentes a los demás, que requieren cosas distintas para salir adelante.

En esos familiones de 10 hijos, tan comunes en los años 40 y 50, del siglo pasado, a todos los educaban igual; e incluso, a los últimos hijos ya ni los educaban, o los hermanos mayores le entraban a la educación de los más pequeños o de plano éstos últimos se “formaban” solos. Todos se educaban igual porque las familias eran enormes. Muchas de ellas eran grandes porque se necesitaban más manos para trabajar y la educación pasaba a un segundo plano. Ahora, las familias son más pequeñas y hay más consciencia de la importancia de la educación, aunque todavía falte mucho por recorrer.

Los colegios, de por sí, ya tienen sistemas educativos muy anquilosados y no se han modernizado como los niños lo demandan. No es diferente si la escuela es pública o privada, el sistema educativo está ávido de modernizarse. Eso, a los padres de familia nos concierne, algo podemos hacer para añadir ideas y principios a una nueva estructura educativa, pero al final del día nuestra participación es limitada, y son los dueños y directivos de las escuelas, las autoridades gubernamentales, los maestros y los legisladores, quienes pueden hacer los cambios sustantivos para que haya un sistema educativo mejor. Lo que sí nos toca a nosotros los padres es escoger, dentro de lo que actualmente hay, la mejor escuela para nuestros hijos; para cada uno de ellos con su perfil específico.

Pongo mi historia a manera de ejemplo: Tres hermanas mayores que estudiaron en la misma escuela, mixta, laica y a la que, al entrar, yo era “el hermanito de las Sahab”. Mala tarde para mí. Un año ahí y mis papás vieron que, si no hacían algo pronto, iba a estar sobreprotegido por las hermanas el resto de la primaria. Para afuera entonces, a una escuela de puros hombres, religiosa y con mucho deporte. Ahí tuve mis propios éxitos, me desarrollé de manera independiente y dejé de ser “el hermanito de…” para convertirme en un individuo con personalidad y carácter propio. Era más cómodo que todos siguiéramos en la misma escuela, con el mismo horario, ruta y grupos, pero mis papás salieron de la zona de confort e hicieron lo que, a la postre, yo considero que me sirvió.

Los niños están de regreso en la escuela, cada uno por explorar sus posibilidades y desarrollar sus máximas capacidades. Recordemos que en la escuela pasan un porcentaje muy alto de su vida y que en la medida en que pueda ser la mejor escuela para ellos, estarán mejor preparados para enfrentarse a la vida. Así que no se trata de escoger la que consideramos es la mejor escuela para nosotros. Nosotros bien o mal ya pasamos por ese periodo. Son ellos los que tienen que estar en la escuela que les pueda servir más.

Al final, en la escuela, como en todo, a los hijos hay que darles lo que les sirva a ellos y no lo que nos acomode a nosotros.

Buena semana.

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Roberto Díaz

Excelente opinión estimado José Elias. A mi me pasó igualito siempre fui el hermano de Irene, en el Colegio Alemán. Hasta que entré al CUM fue otra cosa. Un abrazo

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