Siglo de las Luces: asiento del alma y mesmerismo

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La visita a Leibniz en el pasado capítulo nos ha colocado en el umbral del siglo XVIII, llamado la Edad de la Ilustración y también El Siglo de las Luces, en alusión al énfasis en la razón y en la aplicación de las ciencias para iluminar la concepción del mundo y mejorar la vida humana. La obra más representativa de esta empresa es sin duda la Enciclopedia, el magno y significativo intento por reunir todo el conocimiento vigente y sistematizarlo en una sola operación académica y editorial. El equipo inicial de 21 colaboradores coordinados en París por Denis Diderot elaboró en 1751 la Encyclopedie ou dictionnaire raisonné des sciences, des arts et des métiers, pero los redactores para las siguientes ediciones fueron aumentando hasta llegar a 160, entre los que se encontraban Rousseau, Montesquieu, Bufón y Voltaire: los afamados enciclopedistas.

La Enciclopedia no sólo constituyó un poderoso motor intelectual, sino también ideológico pues cuestionó la aristocracia, el absolutismo y la intolerancia, enfrentándose a creencias tanto religiosas como monárquicas y abriendo una mentalidad que al final de la centuria contribuyó a la Revolución Francesa. Más aún: la Ilustración de la época planteó la posibilidad de establecer derechos del ser humano que desemboquen en leyes universales y eliminen los privilegios. La notable innovación implicó también a la cultura, pues se consideró que las ciencias, las artes deberían tener fundamentos ordenados y articulados.

Enciclopedia francesa
Carátula de la primera edición de la Encyclopedie francesa datada en 1751 (Imagen tomada de Wikipedia).

Es así que en ese ilustrado siglo se dispusieron taxonomías de las especies animales y vegetales, en particular la que sigue vigente y se origina en el extenso trabajo de Carl Linneo (1707 – 1778), el esmerado botánico de Uppsala, quien ordenó unas 18.000 especies empleando una nomenclatura de dos nombres en latín correspondientes a género y especie y que incluye a la especie humana como Homo sapiens, el animal racional. La naturaleza se muestra susceptible de ser clasificada en una taxonomía comprensible y se plantea que la mente pueda ser entendida de una manera similar, es decir naturalizada, un ideal que se ha reactivado a partir de entonces hasta las ciencias cognitivas mediados del siglo XX. Al imponerse la razón como medio privilegiado de entender y conocer surgió el arte neoclásico marcado por su realismo, pulcritud y equilibrio. El mayor ejemplo de la pintura neoclásica es el francés Jacques Louis David y la música evolucionó de la polifonía barroca a la homofonía tonal, la línea melódica y la sinfonía, en especial con los grandes maestros de la segunda mitad del siglo en Viena, como Haydn y Mozart.

Un tema de la Ilustración que va de acuerdo a la mentalidad racional y sistemática fue la reflexión heredada de Descartes sobre “el asiento del alma”. Adquiere gran importancia el sitio donde deben coincidir o se juntan la mente y el cuerpo para explicar cómo y porqué la mente actúa sobre el cuerpo mediante el movimiento voluntario o el cuerpo sobre la mente para elaborar la percepción generada por los órganos de los sentidos. El sustrato de la sensación, la emoción, el pensamiento o el movimiento se ligó indisolublemente a los nervios que conducirían ya no lo espíritus animales de Galeno, sino “señales” que en diversos momentos se consideraron líquidas, mecánicas o finalmente eléctricas. La importancia de la sensibilidad nerviosa fue en aumento y el desarrollo de las ciencias de la vida llegó a establecer características centrales a la actividad mental y la conciencia. Estas propiedades son la irritabilidad, llamada ahora excitabilidad, definida como la capacidad de los tejidos vivos para activarse por estímulos del medio, y la sensibilidad, la capacidad para responder a ellos de forma adecuada. Las opiniones se dividieron entre quienes consideraban que una propiedad netamente física como la vibración o la corriente eléctrica de los nervios sería suficiente para explicar la irritabilidad de los tejidos y quienes consideraban que sería necesario invocar un elemento inmaterial sentiente o una fuerza vital, con claras implicaciones religiosas.

Los nuevos descubrimientos en la física y la biología abrieron la puerta a diversas teorías y prácticas que invocaban hechos científicos para desarrollar sistemas médicos. El más ostensible fue el llamado magnetismo animal impulsado por el médico vienés Franz Anton Mesmer (1733-1815) radicado en París. Mesmer sostenía y pregonaba la idea de que toda criatura viviente irradia o emite una energía similar al magnetismo que puede canalizarse y trasmitirse para aplicaciones terapéuticas. Mediante palabras sugerentes, gestos manuales y un entorno propicio, Mesmer inducía un estado de trance en sus pacientes y decía curarlos de toda suerte de enfermedades. Afirmaba lograr esto mediante la canalización de “fluidos magnéticos” derivados de objetos magnetizados y dirigidos mediante sus manos y su voz. La práctica llegó a tener enorme popularidad, pero también a enfrentar una creciente crítica de médicos y científicos. Como Mesmer solicitó ser evaluado con rigor, el rey Luis XVI convocó a una Comisión Real en 1784 que incluía a Benjamín Franklin y Antoine Lavoisier. Luego de evaluar el asunto, el informe de la Comisión fue resueltamente negativo y Mesmer abandonó París desilusionado y derrotado. Varios investigadores subsecuentes determinarían que los “sueños magnéticos” o el “mesmerismo” se producían al inducir un trance hipnótico mediante una sugestión eficiente. La hipnosis, desprovista ya de los fluidos magnéticos del mesmerismo y acotada como eficaz técnica de sugestión por medio de la palabra, tuvo un peculiar desarrollo involucrando a Charcot, Freud, Cajal y a otros afamados neurólogos.

Magnetismo animal
“Un practicante de mesmerismo usa el magnetismo animal para tratar una paciente que responde con convulsiones” (Grabado en madera. Tomado de Wikipedia).

Siguiendo con la estrategia de visitar tanto a los filósofos como a los científicos más involucrados y destacados en el problema mente-cuerpo emprendida en estos ensayos, veremos en los próximos capítulos cómo durante la Ilustración se perfilan y esmeran dos posiciones opuestas en referencia a la realidad fundamental. Una de ellas es el extremo idealista y fue promulgada por el obispo Berkeley en Inglaterra dentro de la corriente empirista y la otra es el materialismo rotundo elaborado por el francés La Mettrie, con el significativo nombre de mecanicismo. Contra esta concepción materialista francesa se perfiló el vitalismo en Alemania, la noción de una misteriosa fuerza para explicar las propiedades características de la vida, como la sensibilidad y la excitabilidad. Rebasando estas concepciones surge la señera figura de Kant, quien desarrolla una filosofía crítica que proporciona nuevos anteojos para abordar y contemplar la realidad de gran relevancia para el problema mente-cuerpo.

A diferencia de los filósofos-científicos del periodo Barroco, como Descartes o Leibniz, las labores de los filósofos en el Siglo de las Luces son claramente distintas a las de los científicos que desarrollan trabajos empíricos observando y manipulando la naturaleza. Estas investigaciones pioneras no sólo avanzan la comprensión del cuerpo, del cerebro o del comportamiento, sino que impactan las ideas sobre la relación entre mente y cuerpo. En este sentido cruzaremos por tres escenarios distintos de las incipientes ciencias: el primero es el crucial descubrimiento de la electricidad de los tejidos animales realizada en Bolonia por Galvani, la segunda es la liberación de los enfermos mentales de sus cadenas en los manicomios parisinos de Bicêtre y Salpêtrière realizada por Pinel durante la Revolución Francesa y la última, ya en la transición entre el siglo XVIII y XIX, la aparición de la frenología de Gall en Alemania. Apuntemos pues la antorcha del Siglo de las Luces hacia la desafiante penumbra de la relación entre la mente y el cuerpo en busca de ideas novedosas y sorprendentes hechos.

Benito Jerónimo Feijoo
El benedictino y polígrafo gallego, Benito Jerónimo Feijoo (1676-1764) fue el mayor representante del enciclopedismo y la ilustración en idioma español. Abordó el problema mente cuerpo desde el empirismo (Grabado de Juan Bernabé Palomino hacia 1781. Tomado de Wikipedia).
Los contenidos de la columna Mente y Cuerpo forman parte del próximo libro del autor. Copyright © (Todos los Derechos Reservados).
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jesús

Realemente estimulante su articulo de hoy como también los anteriores. Me sugiere muchos pensamientos, el último de los cuales es lo llamativo del hecho de que el mayor representante del enciclopedismo y la ilustración en España sea precisamente un monje. ¿que pensar de la supuesta ilustración de un hombre que ha jurado dar su vida por la defensa de un puñado de dogmas tan arbitrarios como contrarios a la razón? ¿Como un hombre puede vivir de forma tan contradictoria a como dice pensar? Por ello, sin duda de una las mayores grandezas de Spinoza fue la congruencia de su vida y su forma de pensar. No en vano su obra magna se denomina Etica. Esta incongruencia entre vida y pensamiento, parece una constante en el espíritu español, donde los avatares de la historia han obligado a tanto disimulo.

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