La energía sostiene a la actual civilización. Una visión geopolítica del sector revela que ese rubro es vital para el orden mundial, trasciende lo económico y se transforma en política, relaciones internacionales, bienestar y seguridad. El simple análisis de las políticas energéticas de cada Estado revela los mecanismos de acceso al crudo, gas, electricidad, energía atómica, eólica o geotérmica y revela nivel de dependencia o autosuficiencia de los gobiernos. En un escenario convulso y cada vez más incierto, donde no repunta el precio de los hidrocarburos y se agudizan tensiones regionales, se celebró en Moscú la VI Cumbre Mundial de la Energía el pasado 4 de octubre.
Ahí, jefes de Estado y de Gobierno, funcionarios de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), de empresas estatales y multinacionales pasaron revista a los escenarios energéticos futuros. Entre las novedades se reconoció que los productores han sido disciplinados en cumplir sus metas de producción, tras abandonar la concepción de que deben competir entre sí. Para romper los mecanismos de especulación, que minan sus ingresos, Rusia, Arabia Saudita, Argelia, Irán, Venezuela apoyan una nueva gobernabilidad del mercado petrolero.
De igual modo, ha surgido la inédita asociación entre miembros de la OPEP y no miembros, en investigación, exploración, explotación, mercadeo y desarrollo de energías fósiles. Otros proponen nuevas canastas de monedas para comerciar en el mercado energético y sostienen: “Hay otro mundo, más allá de la banca occidental, más allá de los Estados Unidos, más allá del dólar”. A la vez, han denunciado la inequidad entre productores de energía por métodos no destructivos y los que usan el fracking. Es la eterna lucha entre energías “limpias” y de origen fósil mientras se apuesta por el desarrollo.
Rusia, el país anfitrión, es un caso singular. A fines de los años 90, cuando su economía y gobernabilidad tocaron fondo tras la desintegración de la Unión Soviética, las élites locales apostaron por la recuperación. 18 años después, Rusia es un gran actor energético mundial e influyente jugador en el tablero global. Europa sobrevive al gélido invierno, gracias al benévolo gas y crudo que le exportan Gazprom (50 por ciento en manos del Estado), Lukoil y Rosneft (sociedades anónimas), cuyos ingresos energéticos han dinamizado su economía interna y creado una amplia clase media.
Mientras eso ocurría, Estados Unidos inundaba el mercado con millones de barriles de crudo shale (producido por fracking), para poner de espaldas contra la pared a los miembros de la OPEP. Otra estrategia especuladora ruinosa fue el desplome mundial en el precio del crudo, a menos del 50 por ciento, en 2014. La economía de muchos países productores se desplomó (entre ellos, México, Venezuela y Rusia), que debieron pactar reducciones en la producción, en beneficio de los consumidores (China y sureste de Asia). Donald John Trump ofreció bajar el nivel de las regulaciones para el sector energético, y lo cumplió. En febrero eliminó las reglas que obligan a las petroleras a revelar sus pagos a Gobiernos extranjeros para obtener licencias, lo que especialistas citados por The Guardian calificaron de “regalo al lobby petrolero”.
Ejemplo del peso político de la energía es el logro del lobby petrolero multinacional que insertó en el gobierno estadounidense al ingeniero y exdirector de Exxon Mobil Corp., Rex Tillerson, como secretario de Estado. Recientemente se evidenció el poder de presión del sector al interior de la superpotencia, cuando cabilderos de las refinerías pidieron a Washington no interrumpir ese flujo de petróleo, pues dependen de él. Firmas como Valero Energy Corp., Phillips 66 y Chevron Corp instaron a Tillerson y al secretario de Comercio, Wilbur Ross, a eximir de eventuales sanciones a las importaciones de crudo venezolano.
En contraste con el uso estratégico de la energía que hacen otros países, hace ya varias décadas que en México el petróleo y gas dejaron de ser asuntos de importancia geopolítica y de seguridad nacional. Hoy, no cesan de aumentar los precios de combustibles y energéticos para el consumidor, mientras la empresa estatal ha abdicado de su rol estratégico a mera gestora de concesiones a entes privados –nacionales y extranjeros‒ para explorar, explotar y comercializar la energía. Por ello hoy que millones de ciudadanos requieren de viviendas, servicios médicos, educativos y transportes eficientes derivados de la necesaria reconstrucción tras el desastre ocasionado por los terremotos, y cuando apremia la resuelta negociación de un plausible y digno Acuerdo de Libre Comercio del Norte (TLCAN) para ganar seguridad y desarrollo; la mirada se torna hacia el aún elevado potencial energético de nuestro país como fuente de financiamiento. Los estrategas políticos no ignoran que México debe seguir la matriz energética mundial, también vista como pilar para alcanzar los Objetivos del Desarrollo Sostenible.
Para entender que es el fracking,
es recomendable ver el documental Gasland:
https://vimeo.com/75524062
Efectivamente estimado Carlos Muñoz. El documental Gasland de Josh Fox ilustra amplia y dramáticamente los efectos del fracking; proceso que ha contaminado seriamente tierras y mantos friáticos de las zonas donde las empresas energéticas han sido autorizadas para explotar los recursos.