Toda Revolución sacude y trastoca su entorno; la hoy llamada Gran Revolución Socialista de Octubre de 1917, dio forma al siglo XX al crear un sistema bipolar y reivindicar el rol de lo colectivo por encima de lo individual. Tras la insurrección de febrero, la inédita articulación de mujiks (campesinos), intelectuales, soldatys (militares desertores), políticos profesionales, comerciantes y truda (obreros) hizo de las revueltas del otoño, la más trascendente Revolución en la historia. El descontento de 100 millones de rusos con el absolutismo zarista que los enviaba a la muerte en la Primera Guerra Mundial, que los humilló con la derrota Japón y los explotaba en ese sistema medieval, abonó en el éxito del programa “Paz, Tierra y Pan” de los bolcheviques de Vladimir Ulianov (Lenin).
El 25 de octubre (según el calendario juliano zarista, 7 de noviembre en el calendario gregoriano del resto del mundo) estallaba la insurrección y se tomaban edificios gubernamentales. A las 9:45 de la noche siguiente, Vladimir Antónov Avséyenko disparaba una salva desde el crucero Aurora, era la señal a los revolucionarios para tomar el Palacio de Invierno, a la sazón sede del Gobierno Provisional. Cuatro horas después, el magnífico edificio caía bajo la acometida del Ejército Rojo. Así, en 1917 cuando los rusos daban Jaque Mate a un milenio de monarquía y 370 años de zarismo para instalar un gobierno popular, México promulgaba su primera Constitución política, surgida de la Revolución de 1910.
Tras resistir la ofensiva de países capitalistas, el 29 de diciembre de 1922 los bolcheviques creaban el primer Estado socialista de la historia: la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas (URSS), un Estado que sobreviviría dos Guerras Mundiales y más: enviaría al espacio extraterrestre al primer ser vivo en la historia de la Humanidad, estableció los principios revolucionarios de igualdad entre mujeres y hombres, la jornada de ocho horas, vacaciones pagadas, el derecho universal a la salud y la educación, separó a la Iglesia del Estado, expropió la tierra y la colectivizó para evitar que se repitieran las hambrunas del zarismo.
Además, aportaría la vida de más de 27 millones de rusos en la guerra que ganó al vencer al nazi-fascismo. En el ámbito científico, la URSS sería el primer Estado en usar la energía nuclear con fines pacíficos, su entonces secretario de salud, Víktor Zhdánov lideró la campaña global para erradicar la viruela. A la par, el país que se inspiró en la Revolución del 17, desarrolló su propio lenguaje artístico-cultural y acercó sus creaciones a la población.
Ese Estado, alcanzaría el mayor crecimiento de Rusia en toda la historia, acogió a 15 repúblicas y numerosas regiones autónomas. La siempre compleja convivencia de múltiples nacionalidades: armenios, letones, chechenos, ucranianos, rusos, bielorrusos, moldavos, uzbekos, estonios o tártaros, permearía los 74 años de su existencia. Y con el también más extenso país del mundo, México sería el primero en el continente americano en establecer relaciones diplomáticas el 2 de agosto de 1924. Al gobierno de Álvaro Obregón le convenía ese contrapeso ante la hegemonía estadunidense, cuyo gobierno tardaría 18 años más admitir que la URSS ya era actor imprescindible en el gran tablero geopolítico global.
Las respectivas revoluciones de México y Rusia, mostraron que sociedades básicamente rurales, poco industrializadas y con proletariados sometidos a las élites locales era posible dar un giro de 360 grados a la realidad político-económica. Para el embajador de la Federación de Rusia en México, Sr. Edouard Malayan, el centenario de la Revolución se percibe en su país de forma antigua: para unos está viva pero no para otros. Sin embargo, el diplomático estima que esa revolución logró lo que no alcanzó la francesa: eliminar la estructura de explotación de los explotadores. “Querámoslo o no, fue el logro más avanzado de la Humanidad por construir una sociedad más justa; mostró que los cambios sociales son posibles y por eso impactó en el propio sistema capitalista y en el mundo”, sentencia un sonriente Malayan.
Hoy nadie niega su influencia en las revoluciones de China, India, Cuba, Nicaragua y Venezuela, entre otras. Recientemente el presidente ruso Vladimir Putin declaró que esta es ocasión para debatir la naturaleza de ese movimiento, pues “el pueblo ruso necesita un análisis imparcial, honesto y profundo de los acontecimientos”. De ahí que hoy se hable de la Gran Revolución Socialista de Octubre como un nuevo concepto científico. A un siglo de esa sacudida socio-política y a 26 años de la desaparición de la URSS, Rusia emerge con una extendida clase media por el uso estratégico de su poder energético. Además, crece su influencia mundial como muestra su mediación en el Acuerdo nuclear entre Irán y Estados Unidos, su acción anti-terrorista en Siria o su estratégica relación con la pujante China en la reconfiguración de la geopolítica asiática. No obstante, la doctora María Cristina Rosas enlista entre las vulnerabilidades de la Rusia actual, el envejecimiento de su población y su fuerte dependencia del sector primario como exportador de hidrocarburos. Para consolidar su desarrollo, propone más inversión en los sectores industrial y terciario.