Sus víctimas eran encerradas en cajas y contenedores de madera, parecidos a ataúdes, algunos de ellos durante varios meses.
Vivieron durante más de 10 años como una pareja refinada y que se codeaba con importantes personalidades de la clase más alta y exclusiva de San Miguel de Allende, en el estado de Guanajuato.
Él se hacía llamar Ramón Alberto Guerra Valencia y junto con su pareja, Isabel Mazarro Gómez de Santiago, habría comandado una despiadada banda dedicada a secuestros de alto impacto.
Sus víctimas eran encerradas en cajas y contenedores de madera, parecidos a ataúdes, algunos de ellos durante varios meses. Pero nadie sabía que su verdadero nombre era Raúl Escobar Poblete, un exfrentista chileno que era buscado por la Interpol en más de 190 países.
“El Comandante Emilio”, como también se le conoció, era un integrante del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR), en su país participó en el asesinato del senador Jaime Guzmán en 1991 y estaba acusado por el delito de atentado terrorista. Se acomodó en México para dedicarse, denuncian las autoridades mexicanas, al secuestro de empresarios como el excandidato Fernández de Cevallos o Eduardo García Valseca.
Las autoridades dicen que la pareja podría ser responsable de al menos cinco secuestros, pero no dudan que en realidad podrían tratarse de muchos más en los que la Policía no intervino y de los que no se tienen denuncias.
Las investigaciones revelan que el grupo obligaba a las víctimas a escuchar música estruendosa durante varios días, y también las encerraba en cajas estrechas donde sólo podían permanecer acostadas, algo que los historiadores consideran como uno de los métodos de tortura de organismos contrainsurgentes.
Sin embargo, durante muchos años, los vecinos de San Miguel de Allende consideraron a Escobar Poblete como una persona amable, atenta y deportista. Le gustaba la fotografía y era “agente de bienes raíces” en “El Atascadero”, un barrio de la colonia “Arcos de San Miguel” donde mantenía dos propiedades.
Su suerte cambió la mañana de 30 de mayo, cuando fue detenido en la esquina de Calzada de la Estación, cerca del Puente Bicentenario, luego de que un taxista reportara que lo iban siguiendo.
Todo ocurrió así: esa mañana, Poblete le pidió al taxista que entregara un paquete en una gasolinera de San Miguel de Allende, servicio por el que pagó 500 pesos, una cantidad elevada para un viaje de apenas algunas cuadras. El conductor tuvo miedo cuando el hombre lo siguió en una camioneta, por lo que llamó a la policía.
Lo que el taxista no sabía era que Poblete quería asegurarse de que el paquete se entregara a los familiares de la estadunidense Nancy Michell Kendall, a quien habían secuestrado dos meses antes. Ese paquete contenía un dedo meñique de la mujer.
Fue detenido para una supuesta inspección por el reporte de robo de su camioneta, pero al ser llevado a las oficinas de la Subprocuraduría de Justicia Región D, se enteró que estaba detenido por presuntamente estar vinculado en el secuestro de una extranjera cometido en marzo cerca de Vía Orgánica.
Su pareja, Isabel Mazarro viajó a España donde permaneció con un bajo perfil durante varios meses, hasta que fue detenida esta semana. Ahora ella espera, bajo vigilancia, el proceso que puede extraditarla a México.
Mientras tanto, en México, los vecinos de esta en apariencia idílica pareja se preguntan cómo es que al mismo tiempo podían ser despiadados secuestradores capaces de mutilar a sus víctimas.
Con información de la BBC