Asesinato de JFK, conspiranoicos y México

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Todos eran espías. En plena Guerra Fría los febriles pasos de cientos de agentes de las agencias de inteligencia del “mundo libre” se entrecruzaban, seguían pistas, buscaban testigos y atendían miles de rumores mientras veían enemigos por doquier. Así fue la pesquisa del asesinato de John Fitzgerald Kennedy (JFK), según revelan 2,891 informes, cables, notas informales y reseñas desclasificados por el Archivo Nacional, algunos ostentan el sugerente sello “Secreto”. Esos archivos cubren los días posteriores al 22 de noviembre de 1963, cuando un enigmático Lee Harvey Oswald (LHO) habría disparado contra Camelot –como se bautizó al carismático mandatario‒, dejando múltiples pistas que lo comprometían. Ese genocidio inauguraría la Era de la Sospecha en lo que hasta entonces había sido el Paraíso en la Tierra: Estados Unidos.

JFK Sistema de Identificación (ver documento aquí)

Aunque el pasado 26 de octubre un teatral Donald John Trump dijo: “Hoy ordeno que el velo se levante”, será hasta abril cuando se desclasifique el último tramo de archivos confidenciales del caso. Se trata de 3,100 documentos de los 5 millones de páginas que contiene el expediente y se estima que la mayoría revelaría la estrecha cooperación anticomunista entre el gobierno federal con la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y la Oficina Federal de Investigaciones (FBI). Además, se espera conocer los otros objetivos del viaje a México de Oswald en septiembre de 1963.

Hasta ahora, la desclasificación de la investigación sobre el asesinato de Kennedy ha arrojado luz sobre una verdad bochornosa para la clase política mexicana: que al menos tres presidentes habrían sido sumisos a los sucesivos gobiernos estadunidenses y rendido informes a la CIA de su política anticomunista. Divulgar esa comprometida situación, pondría en riesgo la gobernabilidad de México, por lo que en los años noventa el juez federal John R. Tunheim ordenó mantener clasificados esos archivos.

Sin embargo, hoy en los expedientes liberados se evidenciaría que el primer secretario de la Embajada de Estados Unidos y jefe de la CIA en México, Winston Scott, habría articulado la “Operación Litempo” tras reclutar al presidente Adolfo López Mateos (con nombre clave LITENSOR); Gustavo Díaz Ordaz (LITEMPO2) y Luis Echeverría (LITEMPO 8). Si bien esa información la divulgaba Jefferson Morely en su libro “Nuestro Libro en México”, documentos desclasificados en mayo de 2011 ya apuntalaban su versión.

Un punto rojo en la “pista mexicana” del asesinato a Kennedy fue construida por los agentes de la CIA al seguir a Oswald, que en septiembre de 1963 se habría reunido en México con el cónsul soviético, Valery Vladimirovich Kostikov, supuesto miembro del tenebroso “Departamento 13”– responsable de realizar actos de sabotaje y homicidios a objetivos clave‒ del Comité para la Seguridad del Estado soviético (KGB).

Un cablegrama de la CIA de abril de 1964 cita a Oswald (escrito H.O. Lee), el 2 de octubre de 1963 a las 08:30 horas, a bordo de Transportes del Norte viajando de CDMX a Laredo en el asiento 12. Ya en Laredo, LHO habría abordado el autobús Western Lines Greyhound hacia Dallas. En su obsesión por vincular al presunto asesino de Kennedy con Cuba, ese reporte cita que en ese autobús viajaba la pareja de cubanos, “J.M. de Cuba y esposa” así como “Sr y Sra. José Barriga”. El redactor del reporte, Clark D Anderson, se basa en el testimonio de Anastario Ruiz Meza y concluye que la información ahí descrita debe clasificarse “para proteger las operaciones de la Oficina en México”. Otro reporte ilustra de los ángulos de la cooperación anticomunista entre México y Washington, como la detención por autoridades mexicanas, el 26 de noviembre de 1963, de la empleada de la embajada cubana Silvia Tirado de Durán, por su supuesto contacto con Oswald.

Cablegrama de la CIA de abril de 1964 (ver documento aquí)

La falta de información veraz, suficiente y documentada en Estados Unidos, México y el mundo, crearía la industria del escepticismo sobre la versión oficial del primer magnicidio televisado en la historia. Para la Comisión Warren (creada por el Congreso), sólo Oswald fue el responsable; aunque el Comité Selecto de la Cámara de Representantes sobre Asesinatos, determinó en 1979 que Kennedy “probablemente fue asesinado como resultado de una conspiración” y no identificó a los autores, aunque excluyó del crimen a soviéticos y cubanos. A su vez, el fiscal de Nueva Orleans, Earl Carrothers Garrison denunció las contradicciones en la investigación Warren. Desde su jurisdicción, reconstruyó la relación entre Oswald, los servicios de inteligencia y la mafia anticubana y confirmó que, al menos dos tiradores dispararon contra Kennedy. Esa pesquisa inspiraría la cinta JFK de Oliver Stone, que suscitó tal interés que en 1992 el Congreso impulsó la Ley de Recopilación de Registros del asesinato de JFK, promulgada el 26 de octubre de 1992. Esa norma ordenaba desclasificar en 25 años todos los registros del asesinato. A veinticinco años de distancia, la información desclasificada es un tesoro para investigadores, periodistas y conspiranoicos.

Entre la información curiosa de los archivos está la declaración de un reportero del diario inglés Cambridge Evening News, de que 25 minutos antes del asesinato de Kennedy, fue advertido para comunicarse con la embajada de Estados Unidos porque habría información importante de la presidencia. Otros reportes mueven a risa, como el inicio del memorando del 24 de noviembre de 1963 atribuido al director del FBI, J. Edgar Hoover, quien tras el asesinato de Lee H. Oswald por Jack Ruby, habría dictado: “No hay más información sobre el caso Oswald, salvo que está muerto”, según señalaban Peter Baker y Scott Shane en The New York Times.

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