La más precisa diferenciación entre Jefe de Estado y Jefe de Gobierno se la escuché a Porfirio Muñoz Ledo, cuando todavía el Presidente del Poder Ejecutivo asistía a dar su informe de gobierno a la sede del Poder Legislativo, en sesión solemne de Congreso. Dijo que el Jefe de Estado es cuando el Presidente llegaba al Congreso y una banda de guerra, específicamente llevada para ello, tocaba el Himno Nacional y Jefe de Gobierno era cuando a continuación le increpaban de diversas formas incluso llegando a la grosería. A partir de entonces, específicamente en la época del presidente Zedillo, cuando se perdió la mayoría absoluta del PRI en la Cámara de Diputados, el Jefe del Poder Ejecutivo empezó a tener dificultades y contrariedades para su asistencia a la sede del Poder Legislativo, culminando en la época del presidente Fox cuando dejó de asistir a la sesiones de Congreso; lo cual por muchos expertos se consideró como un logro, iniciándose el final del Presidencialismo. Yo no estoy tan seguro que romper la comunicación formal entre los Poderes de la Unión sea lo más conveniente.
El Presidente de la República no asiste a ninguna sesión formal de la Cámara de Diputados, tampoco lo hace a las sesiones del Congreso, la toma de protesta al inicio de sus funciones ha representado un problema que en una ocasión estuvo a punto de representar una crisis; a la Cámara de Senadores sólo acude cuando se hace la entrega de la Medalla Belisario Domínguez, lo hace como invitado, como testigo de honor e incluso no hace uso de la palabra. Al mismo tiempo que todo esto es una representación del declive del presidencialismo, también representa una mayor fuerza del parlamentarismo.
El fútbol ha crecido en todo el mundo de manera exponencial, consigue conjuntar muchas experiencias y muchos anhelos en un espectáculo que ha desarrollado un deporte, un espectáculo y un negocio espectacular. Seguramente la faceta comercial y de entretenimiento han sido las más exitosas. El fútbol es un deporte que ha generado un espectáculo que en ocasiones está revestido de violencia, cuando menos entre algunos grupos de asistentes; en nuestro país aunque existe, afortunadamente esta violencia no ha llegado a grandes tragedias como ha sucedido en otros países que, por cierto, son tomados como mucho más civilizados. Una representación de esta agresividad es el grito que se ha puesto de moda en nuestros estadios cuando el portero, del equipo visitante, despeja un saque de meta. Este grito acompañado de todo un lenguaje corporal se llegó a generalizar, no se sabe muy bien de donde surgió, pero lo cierto es que por una campaña de las autoridades deportivas del fútbol y las amenazas de la FIFA, tiende a ser menos frecuente. A mí no me parece específicamente homófobo, lo que me parece es que es de mal gusto, grosero y que además no tiene razón de ser. Sin embargo, en los estadios de fútbol ha encontrado un sitio. No me imagino, aunque fueran los mismos aficionados los que lo hicieran, que se gritara en un estadio de tenis o de béisbol, vamos, ni en una plaza de toros, donde se gritan muchas cosas pero ninguna específicamente ofensiva ni grosera.
Me voy a referir a lo sucedido en la Cámara de Diputados esta pasada semana. Durante la sesión de la Cámara de Diputados donde se aprobaba el Presupuesto de Egresos de la Federación y que se alargó muchísimo, hasta altas horas de la madrugada. Un grupo de Diputadas emitió el grito que tanto y tan bien ha sido reprobado que se haga en los estadios de fútbol. Las reuniones legislativas de este tipo se prolongan mucho, en mi opinión, por varias razones, una por la falta de planeación al respecto y, la otra, quizá estratégica, para que el cansancio haga que los contrincantes o adversarios políticos vayan dejando pasar asuntos que de manera sosegada no harían, el tiempo y el compromiso para aprobar una ley tan importante va haciendo mella. No debe ser fácil participar en una sesión de este tipo. Ser parte de un grupo que va a decidir cómo se van a gastar más de cinco billones de pesos, debe generar un estrés y una sensación de empoderamiento muy particulares. Por cierto, el monto del presupuesto de 2018 representa un 9% más que en 2016 y 6% más que en 2017. Llegar a un equilibrio entre en dónde debe gastarse el dinero y dónde se quiere gastar, es una responsabilidad enorme y un esfuerzo considerable.
El caso es que a punto de terminar la sesión, ya cerca del amanecer, un Diputado de otro partido subió a la tribuna y les recriminó a los de la mayoría la distribución de ciertas partidas, y hablándoles de manera enérgica y quizá violenta, pero pareciera ser que válidas en el lenguaje parlamentario. A un grupo de Diputadas no se les ocurrió mejor manera de contestar que emitir dos o tres veces al grito “Heeeeeey p…”, incluido el lenguaje corporal que lo acompaña. Aunque lo que puede criticarse de más grave, me parece que lo haya hecho un grupo de mujeres que se supone son más sensibles y enemigas de las posiciones homófobas. No sé si la respuesta surgió de manera espontanea o ya se habían puesto de acuerdo, de las dos maneras me parece intolerable. Lo peor del caso que al día siguiente cuando fueron recriminadas, dijeron que ellas no habían gritado “Heeeeeey p…”, sino “Heeeeey bruto”, lo cual quedó comprobado que era falso al analizar las imágenes televisivas y leer los labios de las señoras diputadas; dijeron “Heeeeeey p…”; fue una disculpa de niñas colegialas que al ser descubiertas en una falta, dicen “yo no hice nada”. Pero mayor fue la catástrofe que cometió su coordinador parlamentario, que como padre sobreprotector se hizo eco de la explicación y emitió, eso sí una frase muy parlamentaria, no va a haber disculpa donde no hubo agravio. Me parece que este coordinador parlamentario con una larga carrera legislativa y con muchos y diversos puestos en el poder ejecutivo, falta enormemente al disculparlas y encubrirlas.
Si en un estadio de fútbol el grito parece ofensivo y fuera de contexto y no cabría en un estadio de béisbol ni de tenis, en la Cámara de Diputados es verdaderamente una barrabasada.
Ante esta enorme falta y las muchas carencias que el Poder Legislativo ha mostrado en los últimos tiempos, la preocupación parece justificada. La comunicación constante entre los Poderes de la Unión es indispensable para el éxito de la República. Estamos en los pródromos del periodo electoral y encontrar a los mejores para llevar a cabo las acciones ejecutivas del gobierno será un reto mayor, pero seleccionar a 500 diputados y 128 senadores no será menor.
Lecturas recomendadas:
http://ppef.hacienda.gob.mx/work/models/PPEF/2016/docs/paquete/Proyecto_Decreto.pdf
http://www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/pdf/PEF_2017.pdf
http://www.ppef.hacienda.gob.mx/work/models/PPEF2018/paquete/egresos/Proyecto_Decreto.pdf
Excelente, y puntual como todos los artículos.
Es increíble que en la Camara de Diputados se permitan estas expresiones, que demuestran no sólo falta de educación si no una relajación absoluta donde debería de existir in ejemplo a seguir .
Dr. Ramiro
Me gusto su comentario
Siempre he tenido la impresión que la gente que asiste a diversos espectáculos deportivos o artísticos se distingue culturalmente de tal forma que quienes disfrutan de un concierto con orquesta filarmónica no tienen el mismo comportamiento de quién gusta de la música de banda y el palenque en una feria
El comportamiento de los diputados no solo en este ejemplo que describe usted , en todo lo que hacen se caracteriza por su falta de valores, no de cultura, no de preferencia por un deporte son señoras y señores sin valores
La verdad es que es un hecho lamentable, quizá lo conducente sea esperar una sanción de parte de la función pública ya que son servidores públicos, sin embargo la sanción más importante debería venir de las personas a las q representan, posiblemente no estén de acuerdo con lo que hicieron. Cabe mencionar que comportamientos así no son nuevos, como ejemplo está la otrora famosa “roqueseñal” de la cual también se habló en su momento que era un malentendido. Desgraciadamente no va a pasar nada, quedará solo como otra anécdota.
Por otra parte Dr., Su columna, se podría considerar que realiza bullying a las instituciones.