La voz, el logos y el laringoscopio

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Con el cometido de ubicar contribuciones relevantes al problema mente-cuerpo en el transcurso del siglo XIX hemos visitado a diversos físicos, médicos y filósofos para comentar sus ideas, experimentos y aportaciones. Ahora bien, aparte de estas profesiones, otras actividades humanas resultan pertinentes para comprender mejor el problema en sus varias dimensiones y aspectos. Según veremos en esta ocasión, entre estas están artes como el bel canto. Pero antes de enfilar hacia este recinto, necesitamos refrescar las fachadas y perspectivas del problema que nos ocupa.

Hemos reiterado que conviene distinguir tres niveles de manifestación y análisis de la enigmática e inquietante relación mente-cuerpo: uno sub-personal o neuropsicológico sobre el vínculo entre la conciencia y el cerebro; otro personal a nivel del organismo sobre los múltiples nexos entre las actividades mentales y las actividades corporales y, finalmente, un nivel supra-personal en términos de la compleja relación del individuo con su entorno. Recientemente vimos cómo la teoría de Darwin es especialmente pertinente a este último vínculo y en esta ocasión ahondaremos en el asunto echando mano del vehículo sonoro de la comunicación: el hecho genuinamente psicofísico de la voz humana.

Para abordar el tema en el contexto de la época decimonónica que estamos explorando, es pertinente ocuparse de un notable cantante de ópera y afamado maestro de bel canto que vivió casi todo el siglo XIX hasta llegar a la veterana edad de 101 años en pleno uso de sus facultades. Me refiero al madrileño Manuel Patricio Rodríguez Sitches, más conocido como Manuel García (1805-1906), quien no sólo se interesó por las técnicas de emisión de la voz para enseñarlas a cantantes de ópera, sino que consideró necesaria la investigación sobre el aparato fonador, es decir la anatomía y fisiología de la laringe, su relación con el resto del aparato respiratorio y con la actitud corporal.

Manuel García
Manuel García (1805-1906), barítono, maestro del bel canto y científico de la voz humana español retratado a los 100 años de edad. Cuadro ubicado en el Rhode Island School of Design Museum of Art (tomado de Wikimedia).

En 1830 el joven Manuel se separó de su disciplinario padre para enrolarse en el ejército francés que invadía Argelia. Allí empezó a trabajar en hospitales militares y a estudiar la anatomía y fisiología de la laringe. De regreso a París fundó la célebre Escuela García de bel canto y en 1841 publicó un tratado sobre la voz que resulta pertinente tanto al arte del canto como la ciencia de su emisión, estableciendo otra liga entre la estética y la ciencia. Como hemos ya revisado, en el mismo siglo XIX el nexo entre ciencia y arte fue de interés para el psicofísico Fechner y para el neurofisiólogo Helmholtz.

Manuel García-Sitches
Retrato de Manuel Patricio Rodríguez Sitches (Manuel García). Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología, Eulogia Merle.

En 1854 Manuel García inventó el primer instrumento para observar el interior de la laringe y las cuerdas vocales en el momento de producirse la voz. La idea se le ocurrió en París al ver los reflejos en los cristales de unas vitrinas, lo que le sugirió un pequeño espejo al final de un alambre que introducido hasta la campanilla pudiera reflejar un rayo del sol desviado por otro espejo hacia la laringe y que permitiera visualizarla. El instrumento resultante fue el laringoscopio, herramienta común y necesaria del especialista en otorrinolaringología que tiene su inesperado origen en las indagaciones e inventiva de un cantante y maestro de ópera. Al año siguiente presentó el laringoscopio y las observaciones sobre la emisión de la voz humana en la Royal Society of Science de Londres. Entre las conclusiones del trabajo estaban varios principios científicos. El primero es que las cuerdas vocales son la fuente de todos los tonos; el segundo, que hay una distinción entre la fuente del sonido de la glotis y la del tracto vocal; el tercero es que hay dos timbres de voz, uno claro y brillante y el otro obscuro o sombrío, y finalmente que los registros de la voz resultan de principios mecánicos distintos. Este tratado es un documento que abarca las características y funcionamiento de la voz humana, desde sus fundamentos físicos o biológicos en el aparato fonador, los apoyos corporales y conductuales necesarios para su óptima emisión, hasta el mundo de drama y la pasión que se expresa en la voz y el canto, en particular en la ópera.

Laringoscopio
Uso del laringoscopio, inventado por Manuel García, en un grabado del siglo XIX. El observador desvía un rayo de luz con el espejo situado en su frente hacia un segundo espejo pequeño introducido hacia la faringe de un paciente, con lo cual visualiza las cuerdas vocales y la laringe.

La enseñanza de Manuel García es pertinente al tema que nos ocupa pues la voz es un fenómeno que tiene dos aspectos, uno físico de vibración material y otro de comunicación que va más allá del significado semántico. Esto es congruente con la etimología de la palabra voz que apunta en dos direcciones. La primera deriva del latín vox, vocis y se refiere a la física de la voz humana que ocurre en frecuencias entre 250 y 3000 Hz, aunque algunos gritos pueden alcanzar los 8000 Hz. En esta dimensión física la voz humana tiene también una implicación social, pues está dotada de un timbre que identifica a la persona que la emite. Constituye así una huella individual, marca y parte de la identidad personal debido a la anatomía del aparato fonador y la fisonomía de cada quien. Es decir: la voz es una extensión del cuerpo que hace al emisor figurar y comparecer en el espacio de su audición y revelarse a sus escuchas.

Esto se asienta rotundamente en el popular bolero tropical “Tu voz” del compositor cubano Ramón Cabrera y se interpreta de manera inolvidable en la versión de Celia Cruz y la Sonora Matancera de 1950. Cuando la canción dice “tu voz se adentró en mi ser y la tengo presa” constituye una estupenda metáfora del vigoroso vínculo que la voz establece entre la intención y la identidad del emisor con su entorno y los escuchas. Entendemos cabalmente que, a través de su emisión y recepción, la voz traspasa la barrera del cuerpo y la piel para alojarse en otros individuos e impactarlos de diversas formas.

Celia Cruz y la Sonora Matancera
Celia Cruz y los miembros de la Sonora Matancera en los años 50, época del éxito de “Tu voz” con letra del compositor cubano Ramón Cabrera (tomada de Wikimedia).

La segunda etimología de la palabra voz también proviene de otro término latín, vocare, que significa llamar y es la raíz de términos como vocablo, vocabulario, vocativo, convocar, provocar, revocar o abogar que tienen en común las propiedades semánticas de la lengua. Las dos acepciones pueden tener una integración en el concepto grecolatino de Logos. Hace años, durante pláticas inolvidables con el filósofo hispano-mexicano Eduardo Nicol, respondió escuetamente a mi pregunta directa de qué le significaba el logos grecolatino que tanto le había ocupado, diciendo que para él el logos es la voz. Veamos esto con más detalle.

La voz tiene una extensión social debido a la expresión y a la percepción de la lengua, no sólo en lo que se refiere a su significado, sino a la identidad, el ánimo, la emoción o la intención de quien la emite. Esto es evidente en el acto cotidiano de la conversación y el diálogo (dia-logos: logos de dos), pero va más allá a través de las tecnologías que almacenan y transportan la voz hacia otros espacios y tiempos. Es así que factores centrales e intrínsecos de la conciencia como la identidad personal, la emoción, el pensamiento o la intención no se restringen al cuerpo o al cerebro de quien habla, canta o grita, sino que, a través de estos actos sonoros, se imprimen e impactan el medio social.

Edgar Degas, La répetition de chante de 1873 (tomado de Wikimedia).

Al llegar y revelarse a los auditores, la señal sonora es decodificada de múltiples maneras, desde el reconocimiento del emisor, su estado de ánimo, la emoción impresa en la locución, la distancia, el espacio físico. Todo ello hace de la voz factor y vector de múltiples niveles, dimensiones y aspectos que ligan e implican estados de conciencia, actos verbales, connotaciones, identificación de personas, emociones, intenciones, recintos. La voz es mucho más que el vehículo sonoro del habla, es un fenómeno físico, psicológico, conductual y social que, al ligar estos cuatro aspectos relevantes al problema mente-cuerpo, permite atisbar su unidad y su diversidad, haciendo más transparente el enigma. Es posible que estos factores de la voz y el canto hayan jugado un papel central en los orígenes de la música en relación estrecha con el lenguaje, en homínidos ancestrales.

Los contenidos de la columna Mente y Cuerpo forman parte del próximo libro del autor. Copyright © (Todos los Derechos Reservados).

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