Política es emoción. Se ha pasado de lemas electorales con ofertas y bondades de un candidato como: “¡Arriba y Adelante!”, “Administrar la Abundancia”, “Él sí sabe cómo hacerlo”, “Solidaridad”, “Bienestar para la Familia”, “El gobierno del cambio”, “El presidente del empleo” o “Mi compromiso es contigo”, a las historias falsas (“fake news”) sobre los adversarios. Redes sociales y medios electrónicos difunden masivamente mensajes construidos para manipular emocionalmente al elector con fines políticos. De la guerra sucia se ha pasado a la falacia. Esto ocurre hace tiempo en todo el planeta desde que las neurociencias están al servicio del marketing político.
Repudio, miedo, ira, burla o frustración son emociones detrás de las fake news. Imágenes distorsionadas, discursos editados, estadísticas falsas y sondeos engañosos, manipulan la inteligencia emocional de los receptores desde la red. Astutos estrategas integran en los equipos de campaña electoral a neurocientíficos, psicólogos políticos y sociólogos que hábilmente construyen artificiosas narrativas.
Saben que las emociones influyen en el pensamiento y conducta de las personas. Charles Darwin lo descubrió con su teoría evolutiva de la emoción: las emociones estimulan respuestas rápidas y así, aumenta la probabilidad de sobrevivir. Y hoy, la psicología política ayuda a conocer los mecanismos del comportamiento político de la persona. Con las neurociencias se sabe si el voto es expresión de su identidad, qué despierta sus simpatías partidarias, cómo se allega información política o cuáles son sus prejuicios y hostilidad grupal, entre otros.
Las estrategias emocionales pretenden detonar reacciones. Por ejemplo, es sabido que el miedo incita a la lucha o a evitar la amenaza. “En una sociedad democrática, ganará el partido o candidato más competente en la gestión y movilización del miedo y la ira entre los electores”, sostiene el doctor en estudios latinoamericanos, Andrés Valdez Zepeda, en El miedo y la ira como estrategia en las campañas electorales (Colombia, 2012).
Apelar al miedo es propio –no exclusivo– en las campañas de los partidos en el poder, mientras que apelar a la ira, generalmente es recurso de partidos y candidatos opositores. En ambos casos se busca hacer sentir a los votantes que si el opositor gana la elección destruirá, acabará y amenazará su sistema de valores y propiedades, amenazará la estabilidad y confort de que disfruta y pondrá en riesgo el futuro del país, describe Valdez.
Esas consideraciones son válidas ante la próxima contienda electoral de México que, según fuentes extranjeras y locales, será lodosa, asquerosa y más que sucia. Para evitar ser rehén de tan maliciosas estrategias psicológicas, basta ver lo sucedido en la elección estadounidense de 2016. Ahí tuvieron gran efecto las historias falsas y la forma en que la tecnología digital las articuló para circular en redes sociales.
Conceptualizamos como fake news, los mensajes distorsionados que no se relacionan con la verdad. Detrás de esas historias falsas hay razones económicas, pues producirlas es más barato que informar de forma veraz y con datos precisos. Las empresas que emiten las fake news alegan que los consumidores no pueden costear la escrupulosidad y que disfrutan de noticias no objetivas. Acostumbrarse a las historias falsas impone altos costos sociales y privados porque dificulta a los consumidores la posibilidad de conocer la realidad y la verdad. Por ejemplo: dificulta a los electores inferir a cuál candidato preferir.
“En plataformas como Facebook, el contenido se transmite entre usuarios sin una tercera parte que filtre, confirme hechos o juzgue editoriales. Un usuario sin registro o perfil rastreable puede sumar tantos lectores como Fox News, CNN o el mismo New York Times”, advierte el estudio Medios sociales y fake news en la elección del 2016, de Hunt Allcott y Matthew Gentzkow, investigadores de Cambridge, Massachusetts.
Ambos encontraron evidencia de que: 1) 62 por ciento de adultos estadounidenses obtiene sus noticias en redes sociales, 2) las historias falsas más populares se compartieron más en Facebook que otras noticias; 3) muchas personas que ven historias falsas, aceptan que las han creído, y 4) las historias falsas más polémicas, eran más favorables a Donald Trump que a Hillary Clinton. Ante ello, Allcott y Gentzkow sugieren que el magnate no habría sido electo presidente de no ser por la influencia de esas noticias falsas.
Por su parte, el presidente de Estados Unidos tiene su propia agenda contra medios a los que señala de emitir historias falsas en su contra. En diciembre pasado, él organizó un concurso online para coronar “al rey de las noticias falsas” con tres candidaturas: las cadenas televisivas CNN y ABC y la revista Time. Según la agencia española EFE, todos esos medios rectificaron su información, tras constatar que no era veraz. No obstante, los participantes votaban por la noticia falsa de 2017 con las opciones: “falsa”, “más falsa” y “la más falsa”. Estimado lector, la información veraz como la estrategia política, también es geopolítica.
Muy interesante el cambio cualitativo en los lemas de las campañas políticas ( y de los gobiernos). Cambio degradante, por cierto. Así nos lo hace ver la autora : de las ideas y los propósitos a los resortes emocionales y viscerales. Es la reinserción de la lucha de clases en la ” lucha de frases” ( parafraseando a Ferrer), pero con más malicia. Los ” nuevos estrategas” no son mas que Goebels ” remasteruzados” al servicio del poder. Lo mas preocupante es que sus repercusiones son reales. Hacia ese punto nos lleva la autora : el ” triynfo” de D. Trump es el más patético ejemplo, donde triunfa la desinformación, el miedo, el racismo, la xenofobia, etc. ¡ Todo lo visceral ! Articulo muy interesante.
Excelente artículo. Las emociones por encima de las ideas; la politica reducida a la “víscera”. Se hace necesario que la cordura esté de nuestro lado como electores, porque de lado de los gobernantes parece no haberla.
Internet y sus redes sociales, representan un arma de dos filos. Como ventana emisora, lanza al emisor cualquier tipo de basura. La TV, en su momento, también era atentamente cuestionada por lo mismo, sin embargo, considerando que los medios de comunicación tradicionales tienen detrás a un concesionario al que por ley se le puede retirar el permiso, a más de un periodista que por el simpe hecho de dar la cara se está presentando como el responsable de lo dicho, el receptor, podía al menos señalarlos y en su caso decidir no velos (tras décadas de manipulación Televisa comienza a pagar las consecuencias) Las redes en cambio parecen tener sólo piedras y no manos y su contenido sale desde proveniente un portal desconocido, pero llega hasta mis ojos vía un contacto al que, al aceptar en mi red, le he dado una carta de confianza. Sin embargo, pienso que mi responsabilidad como usuario de las redes es en principio dudar, siempre dudar, ir más allá de la piedra y, por más que esté oculta, pensar en la mano que la lanzó. En México, sobre todo en periodo de elecciones, no es difícil saber de quién se trata. El tema que nos abre la periodista en este artículo da para mucho más, imposible es agotar en este comentario los múltiples puntos de reflexión que provocó.
La desinformación que se da en internet es apabullante. Vivimos en una era de posverdad, la gente debate sobre hechos que pueden ser falsos o de eco inexistente en la realidad. La opinión pública ha perdido sentido crítico. ¿Es aún un motor de debate y aire democrático? Las redes sociales a veces dan una respuesta negativa a esta interrogante.