Cuando el futuro nos alcanzó

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Oportunidades para la Televisión Mexicana

Al visionar Bridges of Love, telenovela filipina nominada al Emmy Internacional en 2016, Personal Taste de Corea del Sur, el éxito indio Saras y Kumud o cualquier serial turco, es posible advertir, en todas, la influencia del modelo mexicano. Para cuando Los ricos también lloran (1979) o Marimar (1994) llegaron a  esos territorios, aquellos países sólo eran importadores o acaso incipientes productores de ficción televisiva. Ahora hay que verlos, ya sea como teleseries, K-Dramas o Mousalsalets (telenovelas egipcias).

No sólo emularon el modelo, lo contextualizaron, adoptaron, abrieron sus referentes creativos y gracias a la accesibilidad tecnológica, les está permitiendo acercarse a la calidad de la siempre vanguardista industria anglosajona. Mientras que la industria mexicana se entregó a las recurrencias que la alejan de liderazgos a largo plazo.

Hoy, los turcos o los indios, e incluso los brasileños, pueden invertir por episodio hasta cinco veces más que los mexicanos, y eso se evidencia en pantallas cada vez de mayor definición. En lo comercial, están conquistando posiciones del prime time internacional en otrora bastiones mexicanos. Hoy, los sudcoreanos pueden ofrecer innovaciones en lo visual porque, además, son fabricantes de tecnología (recordemos que son sede de marcas como LG o Samsung), a diferencia de nosotros, siempre importadores. Es un asunto de presupuesto, pero no nada más de presupuesto.

México ha respondido tardía y erráticamente, como un navío oxidado que debe surcar nuevos mares tras el cambio climático, con factores añadidos como televisoras resentidas por el descrédito de su dinámica política local, y andamiajes anacrónicos que no ceden a la necesidad del cambio (real), pese a discursos que intentan proclamar lo contrario.

Propiedad intelectual y el valor creativo

Imagine el lector a dos gigantes mexicanos como Cemex o Bimbo produciendo sólo con fórmulas o licencias de marcas extranjeras y sin patentes propias (o anacrónicas). Pues así vive la TV mexicana de hoy: de viejas glorias, de su tradicional capacidad para maquilar volumen y del peso inherente del factor mexicano en la geopolítica panregional.

Set grabación tele

De la ficción nacional al aire, sólo en la TV abierta: Sin tu mirada, Hijas de la luna, Tenías que ser tú, Por amar sin ley, Educando a Nina y Tres milagros, ninguna es una historia original. ¿Alguna crea merchandising (productos derivados) o valor de marca para sus emisoras y el país? Se pierden activos en Derechos de Autor, salvo los remanentes de obra derivada (adaptaciones), prerrogativas primigenias con múltiples implicaciones.

Ninguna genera opinión o trendy fuera de sus nichos y medios habituales ni construye nuevas audiencias. La guerra del mundo audiovisual es, en parte, de formatos. Las exportaciones en Oriente, como de Turquía, Corea, Japón y China, así lo refieren.

Las pocas historias originales de emisión reciente se han constreñido, o a fórmulas efímeras (como “bioseries”) o a unas que se venden como “originales” pero que exhiben todos los anacronismos que a las redes sociales les encanta acribillar. Creativamente, están capadas. Y, por más esfuerzos que realicen los equipos de marketing, resultan productos de la “oferta 9.99” del supermercado. Las audiencias, cada vez más avispadas, se las huelen desde el primer episodio. Ahí están los ratings para demostrarlo.

Competir en la nueva televisión: el contenido original… de verdad

Como expusimos en esta columna la semana pasada, México no puede competir en presupuestos con los grandes jugadores, no en el plazo inmediato; un factor fundamental en el tablero de hoy. El camino nos conduce a elevar con eficiencia la inversión por episodio a través de diversos esquemas, como alianzas estratégicas y reconversión del modelo de negocios. Los mexicanos somos buenos para trabajar con menos ante la adversidad. Evoquemos la viral respuesta en redes de Guillermo del Toro: “(because) I’m mexican”. Pero, ello sólo atiende la forma.

El fondo de la nueva era nos lleva al gran cuestionamiento de cómo renovar y distinguir nuestra oferta de contenido, lo que ineludiblemente conduce al valor creativo: ahí está la génesis de las oportunidades. ¿Quién está apostando por sorprender a las audiencias a través de títulos propios (posibles franquicias) de alta calidad?

Coco, la exitosísima animación de Disney-Pixar sobre la celebración mexicana del Día de Muertos, fue una dura bofetada para la industria nacional. Cautivó a estadounidenses como a chinos en los cines del mundo; amén de convertirse en el mejor estreno de los cines en la historia del país. Forbes reportó que, durante el primer fin de semana en el gigante asiático, el filme pasó de 29 mil a 56 mil pantallas. Considérese que el total de pantallas que existen en México es de 6,633, según reporta el Anuario 2017 de IMCINE.

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Según Variety, ha sido el mejor estreno de Pixar en China de toda la historia y la tercera película animada de Disney con más éxito, detrás de Zootopia y Grandes héroes, con un puntaje de 9.1 sobre 10 en el referente web de críticas de china Douban. Para febrero de este año, había rebasado los 700 millones de dólares de recaudación mundial, sin mencionar los premios de los que ha sido objeto. ¿No podríamos ser capaces de lograr conquistas creativas y comerciales que reclamen una rebanada de ese pastel?

El valor del contenido: romper el círculo de la inercia

Por qué seguirse negando a acudir a nuestra propia y riquísima base cultural, persistiendo en la inutilidad de lo mismo. Se insiste en importar formatos con realizaciones mediocres que sólo apuestan si acaso a la rentabilidad inmediata y a llenar programación pero que no atienden la necesidad de reconstruir la íntima relación con las audiencias.

México se niega la oportunidad de sorprenderse de la capacidad inventiva de sus escritores-autores y en la práctica les confina al lugar de un obrero de maquiladora de artículos para baratilleros. Es cierto que ello se explica en parte al sobre-énfasis administrativo de la figura del productor tradicional en México en una industria creativa.

Frente al rezago, se hace imprescindible voltear a las experiencias del mundo actual. Una de esas refiere a la figura del “showrunner”, que en mercados cercanos como el español ya ha tomado preponderancia con sus contextos de rigor. La televisión mexicana posee carreteras y una tradición que pocas industrias ahora boyantes tienen, además de una condición geopolítica excepcional. Ante ello, ¿gatopardismo” o transformación?

Si el lector desea profundizar sobre las dificultades de la inventiva creativa en la industria mexicana, invitamos a consultar dos enlaces a artículos de este autor en la materia:

Dramaturgia: https://daniel-laresmunoz.blogspot.mx/2017/02/por-que-la-crisis-de-la-telenovela_7.html

Creatividad: https://daniel-laresmunoz.blogspot.mx/2017/02/por-que-la-crisis-de-la-telenovela_27.html

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