En tiempos de operaciones punitivas relámpago y de pactos comerciales transcontinentales, urge ver el mapamundi con curiosa mirada geopolítica. Así descubriremos qué tienen en común las zonas geográficas remotas entre sí, y por qué atraen a estrategas globales. Entre otros, la frontera México-Estados Unidos, los Estrechos de Ormuz, del de Bering, el de Gibraltar, el de Bab Al Mandab (entre Yemen y Djibuti), el de Magallanes (que conecta el Atlántico y el Pacífico por Tierra del Fuego) y el de Yucatán, son centros neurálgicos del sistema-mundo contemporáneo.
Esos estrechos y fronteras son los llamados cuellos de botella planetarios, son los choke-points que conectan el sistema nervioso del sistema-mundo contemporáneo, y controlarlos es el objetivo de corporaciones trasnacionales y superpotencias. Ése es el gran juego geopolítico que hoy se libra en un inmenso tablero mundial.
En geopolítica marítima, choke-point alude a un punto de sofocamiento. Indica un paso obligado entre vías marítimas importantes. Son canales que pueden ser cerrados por adversarios y provocar el caos comercial y político. Esos puntos marítimos y terrestres son rutas vitales de mercancías, commodities, personas y, ¿por qué no decirlo?, de contrabando de toda clase de bienes y personas.
Desde el siglo XVI, dominar los océanos marcó las relaciones de poder entre las grandes potencias y, 500 años después, la misión básica de las Armadas de las superpotencias sigue siendo el control marítimo. ¿La razón? Sus aguas navegan más del 70% de la producción petrolífera mundial y 60% de buques que transportan millones de contenedores. Controlar las rutas de acceso de los Estados ribereños otorga un poder inmenso. Los geopolitólogos advierten que potencias como Estados Unidos, Reino Unido y China rediseñan su estrategia naval porque, como nunca, los mares son muy disputados. Por décadas, Estados Unidos, Reino Unido y Francia garantizaron su supremacía marítima con Bases Navales. En nuestros días, esto se logra con sistemas estratégicos llamados Bases-Estación Navales Móviles (MOBS, en inglés), menos vulnerables y más fáciles de trasladar hacia y desde zonas de gran tensión. “Disponer de MOBS es la base de nuestra hegemonía”, reconocía, en noviembre, el teniente coronel James W. Hammond III, del Instituto Naval estadunidense.
Y así, vemos a las Armadas de países occidentales custodiando los más estratégicos choke-points del globo. El think tank británico Chatham House, enlista 14 choke-points clave. Algunos, pese a situarse en zonas de tensión política híper-candentes, se mantienen en relativa calma, pese a las cíclicas perturbaciones de los vecinos en la región. Un ejemplo es el Estrecho de Gibraltar que, en los últimos 15 años, no ha escenificado grandes conflictos, a pesar de los roces habituales entre Reino Unido y España.
La tensión entre China y Japón, por las deshabitadas islas Diaoyu (según Beijing) y Senkaku (según Tokio), ha escalado en años recientes. La posibilidad de que el control por ese choke-point ocasione más conflictos, se basa en el hallazgo de crudo, gas natural y metano, explica el exdirector de operaciones del Centro de Inteligencia Conjunta del Comando Estadounidense del Pacífico, Carl Schuster.
China ha ganado influencia en el océano Índico, lo que incomoda a Estados Unidos, que domina ese mar y el Pacífico desde la Segunda Guerra Mundial. Beijing logró que las Islas Seychelles permitan que sus barcos se reaprovisionen allí en su ruta hacia el Golfo de Adén, como parte de su apoyo contra piratas somalíes. Ese es un choke-point cuya evolución mantiene en vilo a Occidente.
No todos los puntos rojos planetarios son marítimos. La franja de 3,169 kilómetros de frontera entre México y Estados Unidos es un choke point donde se dan cita todos los tránsitos legales de personas y mercancías, así como todos los tráficos ilícitos (desde drogas y armas hasta tabaco e inmigrantes irregulares). En su contorno habitan casi 68 millones de estadounidenses y 20 millones de mexicanos.
Otros puntos neurálgicos son: el Canal de la Mancha, entre Calais (Francia) y Dover (Reino Unido), con su Eurotúnel; el Estrecho de Yucatán que con sus 217 kilómetros une al Mar Caribe con el Golfo de México y donde coinciden intereses geoestratégicos, Estados Unidos, Cuba y México. El paradigma de punto estratégico es el Estrecho de Ormuz, por ese angosto pasaje entre el Golfo de Omán y el Golfo Pérsico fluye más de la mitad del petróleo al mundo (17 millones de barriles diarios). El libre paso por Ormuz ha sido motivo de reyertas entre países vecinos, y Occidente teme que alguno decida bloquearlo.
Más allá de Ormuz, los estrategas comienzan a pensar en nuevos puntos candentes planetarios. La mayoría considera los ciberataques como los choke-points digitales del futuro, pues son difíciles de rastrear y todo un desafío por dominar.
Excelente articulo.