De llaves y cerraduras

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Tan, tan ¿quién toca a la puerta?

A partir de que los pobladores del planeta se convirtieron en sedentarios, en la época conocida como el Neolítico fue necesario tener sistemas que permitieran establecer mecanismos de acceso a sus hogares. Imagínate un paisaje montañoso de la Europa Occidental. En aquella etapa los clanes se habían ubicado en zonas cercanas a ríos y comenzaban a generar cultura, arte y artilugios técnicos que ayudaban a resolver y facilitar la vida. Los oficios se empezaban a bocetar, prácticamente todos los hombres cazaban; las mujeres y niños hacían recolección de plantas y frutos; adicionalmente había quien se especializaba en el diseño de herramientas de piedra, en la cestería para el acarreo y almacenaje de provisiones, en el curtido de pieles y cuero para cubrirse, hacer bolsos y alforjas, e incluso, tambores para la comunicación, la música y los rituales. ¿Puedes visualizarlo?

Pensemos que nuestro domicilio es: “Cueva 9, entrada mediana orientada hacia el atardecer, detrás del cerro pequeño, junto al árbol quemado por un rayo”. En este hermoso lugar, al que puedes llamar hogar, convives con tu familia nuclear (¡tu mujer y tus hijos pues!) y extensa (la tía, el primo, la suegra, los sobrinos y todos esos seres que, por cercanía, afinidad o relación, se han quedado en tu casa). Además, en Cueva 9 puedes recibir a tus amigos y a tu familia externa (la hija casada que seguramente vendrá con el yerno, los nietos o a los abuelos y los compadres), protegiéndote de las inclemencias del clima; tener, preservar y reproducir el fuego, y conservar tus alimentos, vestidos y posesiones más preciadas. El reto entonces es, ¿cómo mantener estas propiedades seguras, lejos de las “manotas de los amigos de lo ajeno”? ¿Cómo proteger el producto de tu trabajo de aquellos que se sienten con el derecho de tomarlo y desposeerte? Es decir, de los viles, comunes y vulgares ladrones.

Cueva del neolítico

Mientras más pertenencias se acumulan, mayor es el riesgo de sustracción. El primer sistema de protección de bienes consistió en poner una gran piedra en la entrada de la caverna y camuflajearla con hojas y plantas para que no fuera evidente a los extraños cuando no había nadie en casa. Al bloquear la entrada, más allá de poner puertas, se dio origen a un proceso de desarrollo y perfeccionamiento de sistemas de acceso que no se ha detenido y que, tristemente, no se detendrá, ya que la necesidad de protegerse sigue vigente.

Mientras más se tenía, más sofisticadas, incluso hermosas y elegantes las formas de hacer cerrojos, llaves y candados. Estos “mágicos” artilugios dejan fuera al extraño y dan la bienvenida a los propios. Son símbolo de confianza cuando se le entregan a alguna persona cercana y querida, de honor cuando metafóricamente se dan las “llaves de la ciudad” –para una cerradura imaginaria de unas puertas que no existen‒, y de poder cuando las tiene la madre portera del convento, el carcelero en prisión, el marido que ponía cinturón de castidad a su mujer en el medioevo y San Pedro en el cielo de los justos. Entregamos incluso, cuando amamos, en un acto de confianza plena, las llaves de nuestro corazón.

Y bien, es así como empiezan a crearse las primeras cerraduras. Se tiene registro de que los antiguos egipcios iniciaron la sofisticación del método “cuida casas”, aumentando el número de cuñas, principio de las cerraduras modernas que se replicaron después industrialmente. Los romanos, tomando como base la misma cerradura egipcia e incorporando el manejo de los metales, introducen el bronce y las clavijas que mecánicamente presionaban un resorte con lo que hacen más pequeño el artefacto. Era necesario resolver aún, el problema al que se enfrentaban los antiguos griegos por el inconveniente tamaño de las llaves. Quienes la tenían debían cargarla al hombro durante toda la jornada, cual pesada e incómoda herramienta. Afortunadamente los seres humanos buscamos siempre soluciones adaptativas, así que la preocupación de dejar nuestros bienes “bajo llave” produjo una generación de cerrajeros en la Edad Media que se esforzaban por crear cerraduras inviolables, que funcionaran no sólo en la puerta de la vivienda, sino en cajas, arcones, secreteres y bargueños que posibilitaban proteger dinero, ideas y secretos de gobierno o personales, sin olvidar los cinturones de castidad. Los grados de complejidad variaban, en la India se construían cerraduras-rompecabezas en forma de pájaro y que tenían el ojo escondido en alguna de las alas.

primeras cerraduras

Es en el siglo XVIII, en Inglaterra, cuando inicia el proceso de tecnificación de los sistemas de seguridad. En 1851 Linus Yale perfecciona sistemas de seguridad de bancos, consiguiendo la primera patente para un artículo de este tipo. En 1862 inventa la cerradura de cuadrante secreto o combinación, e inicia la época Yale, es decir, se establece como la primera marca industrializada y líder en esta categoría.

Linus Yale
Linus Yale (1821-1868),

Han pasado más de 4,000 años de evolución y, aunque todavía se sigue dirimiendo si los chinos o los egipcios fueron los inventores de la cerradura y la llave, en este siglo XXI los sistemas basados en la tecnología y la electrónica son más seguros y eficaces. Los desarrolladores han creado cerraduras codificadas, hay una llave “password” como las que se utilizan para tener acceso a los programas de Internet. Existen mirillas digitales que permiten ver desde el smartphone quién se aproxima a casa, quién llama a la puerta e incluso ahuyentar a los extraños. En los hoteles se utilizan sistemas de tarjeta que, desafortunadamente, nos representan muchas vueltas a recepción para volver a activar el mecanismo.

Hoy en día puede mostrarse una casa en venta dando al posible cliente una clave para que abra un dispositivo que le dará el acceso y que podrá reprogramarse en cuanto éste devuelva la llave a su sitio, de manera que sólo el indicado pueda volver a utilizar dicha entrada. Para simplificar la entrega de productos adquiridos en Amazon, esta empresa ha desarrollado la Amazon Key con la asociación de una cámara y una cerradura programable, por medio de la cual es posible permitir la entrada al repartidor para que deje el paquete. La cámara lo ve durante el proceso y tú recibes un aviso de que se ha cumplido la tarea.

¿Sientes que esto de alguna manera compromete tu seguridad y privacía? A futuro podrán programarse los tiempos de actividad de las cerraduras a través de un sistema inteligente con 5 llaves distintas que tendrán un sistema de reconocimiento y apertura programable. La tecnología al servicio de la seguridad en las viviendas es un área de desarrollo actual muy importante. Es así que este mercado seguirá en desarrollo. ¿Esperaremos demasiado hasta que las cerraduras y llaves del futuro sean inexistentes? Quizá será en Utopía donde ya no necesitemos protegernos y sea posible compartir los espacios, los bienes y el bienestar con todos los seres humanos con los que convivimos y navegamos en este planeta. ¿Qué te parece la idea?

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Mayra Reider

Muy interesante y ameno

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